miércoles, 10 de junio de 2009

Quien ose obstaculizar la revolución marxista la paga caro

Por Saúl Hernández Bolívar

El Mundo, Medellin

Abril 13 de 2009

Debe estar feliz la izquierda continental (encabezada por el Foro de Sao Paulo y la Coordinadora Continental Bolivariana) con lo que está pasando. A Fujimori le están cobrando con 25 años de prisión el haber derrotado a los terroristas de Sendero Luminoso y Túpac Amaru, al tiempo que el verdadero modelo de Chávez muestra sus garras encarcelando a los principales líderes de la oposición y arrebatándoles el poder local en Caracas, mediante una argucia propia de un dictador tropical. ¿Qué diría la oposición en Colombia si Uribe encarcelara a sus principales opositores y le diera un golpe de mano al Polo Democrático para arrebatarle el poder en Bogotá?

Mientras las dictaduras de derecha terminan en la cárcel, las de izquierda son objeto de apología y exaltación. El militar argentino Adolfo Scilingo fue condenado en España a 640 años de prisión por participar en los ‘vuelos de la muerte’ en los años de la dictadura en Argentina, y las leyes de punto final (expedidas por Alfonsín en diciembre de 1986) fueron anuladas en 2005 en el caso de los militares pero no en el de los montoneros, que aún gozan de amnistía e indulto.

Pinochet, en la decrepitud de la vejez, murió acosado por la justicia. En cambio, Fidel se muere de viejo, en la cama de un palacio en La Habana. Sus muertos, sus presos, su pueblo empobrecido, valen huevo con tal de mantener vivo un credo anacrónico que vende ilusiones jamás conquistadas. El Che Guevara, otro asesino ilustre, posa de héroe en películas producidas por la izquierda de Hollywood, como si se tratara del manoseado Bolívar y no de un sicópata que podría compartir celda con el envejecido Charles Manson.

En Colombia, el holocausto del Palacio de Justicia se lo quieren cobrar a los militares mientras los guerrilleros se pavonean en carros oficiales, todo por el pecado de atravesarse a “defender la democracia, maestro”, expresión misma que ha sido reprochada para que quede claro que quien ose obstaculizar la revolución la paga caro. Asimismo, la Corte Suprema de Justicia, con pruebas endebles, arma un proceso contra más de 50 congresistas supuestamente vinculados a los grupos paramilitares, pero se niega a usar la minuciosa y abundante información de los computadores de ‘Reyes’ para enjuiciar a los políticos cercanos a las Farc.

Por eso, los más contentos con la condena de Fujimori están en Colombia, pues hace rato ventilan, sin pena alguna, sus deseos de llevar al Presidente Uribe ante la justicia internacional para cobrarle la cuasi derrota que le ha infligido a las guerrillas. ¿Y cuáles son sus argumentos? Lo que sea. Sobrarán denuncias amañadas, apoyadas en indicios gaseosos, para encauzarlo en los tribunales que dirige la izquierda. Si hasta Álvaro Leyva, uno de los más conspicuos amigos de las Farc, sentenció hace varios años que si Uribe no hacía el intercambio humanitario sería llevado a la Corte Penal Internacional.

Y como ellos están esperando el momento de pasar la cuenta de cobro –y como Uribe lo sabe, y todos lo sabemos–, muchos aducen que el Presidente tiene la intención de perpetuarse en el poder con el fin de evadir los tribunales. Un vocero de la oposición (Pedro Medellín, El Tiempo, 07-04-2009) se pregunta si Uribe se quiere reelegir es para “evitar que lo lleven ante los jueces”, y se atreve a agregar: “como han llegado a sugerir sus cercanos colaboradores” . Otro vocero (Claudia López, El Tiempo, 09-03-2009) arguye que nombrar a los ex guerrilleros ‘Karina’ y ‘Olivo Saldaña’ como gestores de paz, es obstrucción de justicia. Y anota: “Entre más ejerza esa obstrucción (…) mayor la probabilidad de tener que responder por ello a nivel internacional. Pero (…) confían en que permanecerán en el poder lo suficiente para encubrir todo y que las instancias internacionales están suficientemente entretenidas con África como para fijarse en Colombia. Ya veremos”.

La avanzada contra Uribe se nutre de libros plagados de acusaciones temerarias y falacias ad hóminem, a pesar de que sus autores se atreven a reconocer que esos libros no podrían aportar nada en un juicio contra el presidente Uribe. ¿De qué se trata entonces esta cacería? Deberían considerar las palabras del periodista francés Jaques Thomet –ex corresponsal de EFE en Colombia–: “sólo su régimen democrático tolera, sin reaccionar, sus insultos repetidos contra el Presidente de Colombia. (…) ¡Todos ustedes serían detenidos si sus periódicos se publicaran en Francia!

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