domingo, 18 de octubre de 2009

Del secuestro del Rector de la Nacho

Editorial

El Mundo, Medellín

Octubre 18 de 2009

Nos congratulamos con el Rector de la Nacional por haber superado el grave incidente y aplaudimos la firmeza con que condenó su secuestro.

Lo que sucedió en los predios de la Universidad Nacional en Bogotá en la tarde del viernes es inaudito y absolutamente inaceptable en una sociedad civilizada. Allí, una turba de energúmenos, supuestamente en nombre del llamado “movimiento estudiantil”, retuvo al rector, Moisés Wassherman, quien se movilizaba dentro del campus universitario en un vehículo oficial. Fueron cinco horas de enorme tensión y preocupación en la comunidad universitaria, durante las cuales – por recomendación de las autoridades - el directivo se mantuvo dentro del carro, protegido por los guardaespaldas, mientras desde afuera los exaltados golpeaban el vehículo, le lanzaban toda clase de insultos y amenazas y vociferaban consignas alusivas a “la falta de financiación” y a la supuesta “privatización de la universidad”. Un ataque cobarde e injustificado, detrás del cual tuvieron que estar extremistas de izquierda y agitadores profesionales, que querían pescar en río revuelto, pues nos consta que el rector de la Nacional, junto a sus colegas de las demás universidades públicas, han venido luchando para que el Gobierno y el Congreso atiendan sus demandas de una mejor financiación.

En una decisión oportuna, valerosa y muy bien ejecutada por la Policía de Bogotá, el Presidente de la República ordenó rodear el sitio donde tenían secuestrado al señor Rector y, como él mismo lo explicó posteriormente, “mantener una permanente presión, ir cerrando el círculo, garantizar que no se pudiera perforar el círculo, pero también todo el control para no producir golpes de mano. Esto es: exigir que lo liberaran y no provocar acciones de violencia. Esa fue nuestra determinación”. En el operativo sólo participaron agentes del Escuadrón Móvil Antidisturbios, Esmad, preparados y dotados de equipos especiales para el control de esa clase de situaciones. Gracias a su intervención profesional, prudente pero firme, y a la actitud valerosa de algunos decanos, profesores y estudiantes, que acudieron al lugar para solidarizarse con el Rector, éste pudo salir indemne de la encerrona y regresar a su despacho.

Nos congratulamos con el Rector de la Nacional por haber superado el grave incidente y aplaudimos la firmeza con que condenó esa conducta, porque bien pudo optar por la actitud cobardona con que muchas veces se manejan los desmanes de los extremistas al interior de las universidades. Dijo que “uno no puede dialogar cuando lo insultan, cuando amenazan con los puños, golpean el carro y tiran objetos”, al referirse a las exigencias que hacían de ir con ellos al auditorio León de Greiff a “rendir cuentas” sobre el problema presupuestal de la Universidad. “No sólo se trató de un secuestro, sino de un sabotaje al proyecto académico y a la defensa de la Universidad Nacional”. Describió cómo lo mantuvieron cercado, “en una atmósfera tremendamente agresiva”, bajo el temor de un enfrentamiento con los escoltas que lo protegían y temiendo incluso por su integridad y su vida.

Nosotros repudiamos esos hechos y esperamos que los responsables de la retención ilegal del rector sean castigados, para lo cual es indispensable que la propia comunidad estudiantil y profesoral de la Nacional no sólo se solidarice de palabra con su rector sino que mediante sus denuncias, oportunas y sólidas, contribuya al desenmascaramiento de los grupos que pretenden sembrar el terror en la Universidad. Estamos firmemente del lado del presidente Uribe en su decisión de impedir que, bajo una mal entendida autonomía universitaria, prospere la violencia en los centros de educación superior.

A fines de agosto, también por graves incidentes en universidades de Bogotá, aquél declaró que “allí donde haya violencia en la universidad, mientras yo sea Presidente, allí llegará la Fuerza Pública y eso no está en discusión. Y no tienen que asumir la responsabilidad gobernadores, alcaldes, rectores; yo la he asumido y los comandantes de Policía saben que bajo mi exclusiva responsabilidad, donde haya violencia tienen que entrar”. El drástico pronunciamiento presidencial respondía implícitamente las críticas de algunos sectores y, particularmente, de la propia Alcaldía Mayor de Bogotá, cuya secretaria de Gobierno, Clara López, lanzó entonces la peregrina tesis de que “Las instituciones educativas son un centro de conocimiento, de búsqueda de soluciones y muchas veces la Policía no entiende la posición crítica del estudiantado”. Según ella, las autoridades deben permanecer en los alrededores y no entrar jamás a los predios de las universidades porque, de hacerlo, se convertirían en “campos de batalla”.

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