martes, 20 de octubre de 2009

¿Integración o expansionismo?

Aurelio Martínez Canabal

El Nuevo Siglo, Bogotá

Octubre 20 de 2009


No es posible desconocer algunos de los atributos que humanamente caracterizan al teniente coronel Hugo Chávez. En la escena internacional se mueve con talento creativo, buen olfato y demostrando capacidad para liderar. Naturalmente que todo esto de la mano de los “petrodólares”. La VI Cumbre de la ALBA (Alianza Bolivariana de las Américas) ha confirmado el rol que el Jefe de Estado venezolano se empeña en seguir atendiendo. Emulando con su arquetipo político, el Comandante Castro, a quien aventaja por la disponibilidad de una chequera relativamente bien nutrida, pretende cada día consolidar el perfil de un nuevo promotor de las doctrinas marxistas-leninistas en la región latina de este continente.


La ALBA está conformada por un dispar conjunto de países. Desde aquellos que tienen algún peso en lo económico y político, como Ecuador, Bolivia y Nicaragua, hasta diminutas naciones caribeñas como Dominica, Antigua y Barbuda, y San Vicente y las Granadinas. Aunque aparece como factor aglutinante la concepción ideológica de izquierda, el suministro de crudo venezolano a precio subsidiado es indudablemente el mayor catalizador. La pregunta que puede hacerse es: ¿se trata de un proceso de auténtica integración regional? Los hechos están demostrando que nada hay en tal sentido. Porque la creación del Sucre (Sistema Unificado de Compensación de Pagos Recíprocos), convenida en la cita de Cochabamba, no pasa de ser una entelequia. Estaríamos frente a una versión caricaturesca del euro, que demandó tantos esfuerzos y años para cobrar vida en el Viejo Continente.


La razón final de todo este movimiento, con más connotaciones expansionistas que de integración, es el afianzamiento de regímenes abiertamente totalitarios. Que van cercenando las libertades ciudadanas y eliminando conceptos básicos, como son la propiedad privada y la libertad de expresión. Un propósito que se va abriendo camino a una inquietante velocidad y que debería llamar a la reflexión en naciones como Colombia, Perú, México, Brasil y Chile, institucionalmente comprometidos con el sistema democrático y de representación ciudadana.


Infortunadamente la visión geopolítica de dirigentes y analistas del hemisferio, encabezados por los norteamericanos, con vocación de democracia, no aparece sintonizada con la trascendencia de esta ebullición de corte revolucionario. Los medios de comunicación destacan la actitud de rechazo a la Unión Americana o la insolente llamada de atención a Colombia, por el acuerdo de cooperación militar con Estados Unidos de América, pero no se escuchan voces de denuncia ante el fenómeno político que sigue cuajándose. Se trata de afrontar una acción desestabilizadora, que no admite aplazamientos temporales.

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