jueves, 15 de octubre de 2009

La mascarada "progresista"

Jaime Jaramillo Panesso

Colombian News, París

Octubre 14 de 2009

Pensamiento y posturas “progresistas” han tenido como escenario los últimos cuarenta años que coinciden con el surgimiento de la guerrilla colombiana, el derrumbe del muro de Berlín con el bloque estalinista y el agotamiento de la revolución cubana. Hubo una ola en la amplia meseta de los intelectuales que alimentaba su simpatía por la izquierda transnacional, cuyos centros iluminarios estuvieron en La Habana y Moscú. Varias generaciones cayeron en la ilusión, como los animalitos roedores marcharon hacia el río para ahogarlos, atraídos por la flauta en la aldea de Hamelín.

Los “progresistas” de ayer y de hoy, son personas del periodismo, la cultura, la academia, las cúpulas sindicales, el profesorado, fracciones de los partidos de centro, derecha o izquierda no marxista. Se caracterizaron por ser reactivos a lo que fuera en contra de la izquierda armada. Y su militancia no se hacía en las células del partido, sino en restaurantes exclusivos para burgueses “progre”, en los bares donde se escuchaban las canciones de Mercedes Sosa (que simpatizaba con los Montoneros y los Tupamaros), Violeta Parra (que encarnó el allendismo musical), Ana y Jaime (con la mula revolucionaria del Eln) y otros más. Ser “progresista” era más que una convicción, una moda que daba réditos entre las mujeres, las directivas de universidades públicas y el resto de heterogéneos grupos de izquierda. Su alienación (pasión por los santones del materialismo dialéctico) prohibía leer literatura colombiana como Tomás Carrasquilla, Porfirio Barbajacob o Manuel Mejía Vallejo. Posar de “pogre” era caché. Pero existía una denominación en el diccionario leninista, desconocida para ellos: idiotas útiles.

Por supuesto que no todos los progres eran iguales. Las dictaduras militares del cono sur fueron tan crueles que marcaron patrones de progresía en políticos de centro y derecha. En Colombia, por ejemplo, están inscritos como “progres” Alfredo Vásquez Carrizosa y J. Emilio Valderrama en el conservatismo. En el liberalismo López Michelsen (MRL) y su línea dura Álvaro Uribe Rueda y Ramiro Andrade Terán. En la Anapo histórica nunca hubo “progres” hasta después de la muerte del General Rojas. Resulta chistoso que hoy sus descendientes estén de “progres” tardíos y de alcaldes cuestionados.

En el terreno de la política actual aparecen los efectos retardados de aquella ola mística universal, esa mamertería esponjosa y acomodada. No existe el “internacionalismo proletario”, pero existen logias del “internacionalismo alimentario” que se cuelan en las agencias de la ONU y otras burocracias dolarizadas. Es evidente que en la criolla República del Divino Niño la progresía, con envoltura de parafina democrática derretible, está buena parte en el liberalismo. Su internacionalismo es “bolivariano” y su Bolívar es Chávez. En ese prontuario están Ernesto Samper, Piedad Córdoba y Horacio Serpa. Pero no hay pensadores en ese partido que esclarezcan si sus principios políticos se reducen al antiuribismo, o si la nación colombiana, agredida y asustada en sus fronteras y viva aún la serpiente de la violencia terrorista, merece un compromiso y una reflexión. En 1936 López Pumarejo hizo un salto social hacia adelante y tuvo que utilizar más tiempo que un período presidencial. Consolidar la paz y la reconciliación en 2009 depende de la existencia o permanencia de los factores de perturbación que atacan y destruyen las bases constitutivas populares, no de la alternación dogmática presidencial.

El pensamiento y las posturas “progres” han desaparecido “progresivamente”. Ya no son caché. La palabra misma está en desuso. Pero la mamertería ha salido del closet. El presente de libertades debe garantizarse con un futuro de libertades. El presente democrático debe fortalecerse para un futuro democrático. Lo que está en juego es la “gloria” de respetables dirigentes bogotanos y de afuereños bogotanizados. O tener un presidente fuerte, con apoyo popular fuerte, capaz de lograr un estado democrático fuerte en sus instituciones y en la unidad nacional. Nada de “repúblicas aéreas”, utópicas, como acusaba Bolívar a mamertos, liberales e independientes de su tiempo.

1 comentario:

SaraGuerra dijo...

Me encanta. SaraGuerra.