lunes, 19 de octubre de 2009

Opinión y provocación

Darío Ruiz Gómez

El Mundo , Medellín

Octubre 19 de 2009

Sartre incitaba a sus discípulos a desafiar la “libertad burguesa” mirando si ésta vedaba un determinado tema y haciendo en seguida el respectivo escándalo. Este ejercicio de provocación llegó a crear situaciones difíciles porque si Sartre desafiaba a la sociedad, ésta no sabía cómo desafiarlo permitiendo que afloraran sus prejuicios. Mantener en jaque a la sociedad francesa pero nunca hacerlo con el totalitarismo comunista que había prohibido cualquier tipo de discrepancia era evidentemente una incongruencia.

En publicaciones de izquierda sólo encontramos la opinión incontrovertible del Partido Comunista pero no las voces disidentes que critican la línea dogmática de esta política. Todavía hoy, aun cuando parezca imposible, quienes se atreven a disentir del dogma son perseguidos a muerte. Desde el triunfo de Petro y la condena reiterada de la sociedad internacional a las Farc, las estrategias de una opinión de provocación se ha desatado con total beligerancia. O sea, una estrategia política que busca que los grandes medios de opinión colapsen y los ciudadanos se queden huérfanos de una información objetiva y confiable. Lo otro es buscar mediante el escándalo de ser “perseguido” un protagonismo.

En países donde la democracia conoce de estas argucias del totalitarismo sabe hasta qué punto es justa la presencia de un determinado colaborador. Importantes periódicos demócratas han tenido en más de una oportunidad que prescindir de uno de éstos provocadores, pues la opinión es diferente a la falta de respeto que se ha tenido hacia una persona o hacia un determinado tema. La congruencia de Sartre consistió en editar un periódico y obsequiarlo en las esquinas, no en escribir en un gran medio burgués.

Sin la presencia de una oposición crítica es impensable el funcionamiento de una democracia.

Otra cosa es un enfermizo antiuribismo que se mueve más en la patología que en las teorías políticas. Sobre lo que está sucediendo en Medellín nunca ha dejado de existir una crítica permanente, lo he hecho en esta columna, lo han hecho concejales, blogueros, sin temor alguno. Lo que no es lógico es que de la noche a la mañana algunos columnistas bogotanos, haciendo oídos sordos a la podredumbre, al clientelismo que se da en el gobierno de la capital, se hayan dado a la tarea de estigmatizar a Medellín, a sus empresarios acusándolos de ser parte del proyecto “paramilitarista”. Decir que La Oficina de Envigado se va a apoderar del departamento del Chocó es una aseveración cuyo único objetivo consiste en distraer a la opinión pública de lo que está sucediendo con las Farc, acorralados, desmovilizados, después de años de terror y de intento de apoderarse de las riquezas naturales de esas regiones.

Aseverar que un hecho se está produciendo cuando no es cierto, es arrojar sobre una realidad una sombra de duda difícil de borrar, y esto, es lo que se está haciendo mediante este columnismo que solo busca el escándalo, el desafío, porque toda denuncia verdadera se sustenta y se abre a lo que se supone conlleva toda interlocución. Lo positivo es que teniendo enfrente el espejo de Venezuela, de Cuba, de Bolivia, de Nicaragua, o sea, lo que sería el ejemplo de la “libertad de expresión revolucionaria” lo que sentimos, espanta por su inhumanidad y precisamente su odio físico a la libertad.

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