martes, 13 de octubre de 2009

Piedad, ¿candidata al Nobel de Paz?

Saúl Hernández Bolívar

El Mundo, Medellín

Octubre 12 de 2009


A Colombia se le está volviendo un enredo el dichoso Premio Nobel de Paz. Hace diez años, el presidente Pastrana les entregó un territorio del tamaño de Suiza a los terroristas de las Farc espoleado, entre otras cosas, por la sombra del Nobel. La ambición de ganarlo lo encegueció, lo quiso a cualquier costo mientras el país caía en el peor de los abismos y hoy ni siquiera se avergüenza de eso, se pavonea por ahí dando entrevistas como un gran estadista en retiro.

Apenas el año anterior, los comités franceses que abogaron por la liberación de Íngrid Betancur la daban como segura ganadora pero se quedaron con fiestas organizadas y los crespos hechos. Hasta cometieron el oso monumental de enviar por anticipado, a las redacciones de varios medios, las palabras de agradecimiento de la ‘Nobel Íngrid’. No sobra decir que, probablemente, otro hubiera sido el cantar si ella se hubiera dedicado a despotricar del Gobierno colombiano —como esperaban sus simpatizantes— en vez de agradecer y ponderar el operativo de rescate.


Este año no se pudo caer más bajo. El Nobel argentino Adolfo Pérez Esquivel —el mismo que se escandalizó por la nominación de Íngrid, a quien no le hallaba méritos— postuló a la senadora Piedad Córdoba por su presunto trabajo por la paz de Colombia. ¿Será —en cambio— que Piedad Córdoba sí tiene las virtudes y los merecimientos necesarios para recibir esa distinción? En términos políticos no sorprende que la senadora fuera favorita y que mantenga, a futuro, posibilidades de obtenerlo. La suya fue una nominación interesada y poco casual. Tanto el nominador como la postulada, y el mismo comité que ofrece el Premio, son de marcada tendencia de izquierda. No hay que olvidar tampoco que en Suecia y Noruega los guerrilleros de las Farc se mueven como pez en el agua y abundan las ONG que los respaldan y que detestan al Presidente Uribe. No sería de extrañar tampoco que los petrodólares de Chávez hayan metido baza en el asunto pues ya nada de lo que ocurre en este vecindario está libre de la influencia del sátrapa venezolano.


Ahora, si de lo que estamos hablando es de trabajar por la paz, las actitudes y realizaciones de Piedad Córdoba van en contravía de ese propósito y, en vez de sumarle prestigio, la desacreditan. Eso es lo que debió calcular el comité noruego, a pesar de las coincidencias ideológicas, antes de aceptar su postulación; y deberían haber investigado, cuando menos, lo que opinan de la candidata sus propios coterráneos: no es gratuito que esta señora sea el personaje público más abominado del país.


En noviembre de 2007 (según encuesta de Gallup), Piedad Córdoba tenía una i magen desfavorable del 63% contra 22% a favor. En julio de 2006, su imagen desfavorable ascendió al 76% contra sólo 13% a favor en la encuesta Gallup, y del 65% contra 20% según Ipsos – Napoleón Franco. En 2009, la imagen de Córdoba ha mejorado gracias a su intervención en la liberación de secuestrados, pero sigue siendo el personaje más reprobado por los colombianos, sólo superada por Hugo Chávez. En mayo, tenía una imagen desfavorable para el 49% de los colombianos contra el 40% a favor.


Para los colombianos, Piedad Córdoba representa cualquier cosa menos la paz. Su cercanía con las Farc está bien documentada. Ha expresado en múltiples ocasiones su admiración por terroristas como ‘Tirofijo’, y ha manifestado que el país necesita muchos como él. Ha exhortado a los jóvenes a la subversión y a la rebeldía. Ha pedido en público —en foros internacionales— que todos los países rompan relaciones con el Gobierno legítimo de Colombia, al que tilda de mafioso y paramilitar.


Córdoba se comporta como una guerrillera militante y, como si fuera poco, es aliada incondicional de Hugo Chávez, un dictador que ha destruido la democracia de su país y amenaza con desatar la guerra en el continente. Su trabajo por los secuestrados no ha sido más que una estratagema para desprestigiar al Gobierno y oxigenar a las Farc. Ella nunca ha condenado la barbarie guerrillera: el secuestro, el reclutamiento forzado —incluso de niños, mujeres e indígenas—, el uso de minas antipersonal, los ataques indiscriminados a la población, etc. Por el contrario, los alienta a seguir en la ‘lucha’.


El hecho de que le entreguen secuestrados es, más bien, una prueba de su íntima relación con las Farc, que no se los entregaría al enemigo.


La noción de paz que Piedad Córdoba tiene para Colombia es la que resulte de una revolución, después de pasar al paredón a todos los que se opongan. La mera nominación fue una afrenta para Colombia.

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