viernes, 16 de octubre de 2009

Temores de un Presidente

Plinio Apuleyo Mendoza

El Tiempo, Bogotá

Octubre 16 de 2009


A propósito del referendo y de los juicios que suscita dentro del país y fuera de él, la verdad anda algo extraviada. Petro nos ve oscilando entre la democracia y la dictadura. Y el periodista español Miguel Ángel Bastenier escribe en El País que "los desaguisados de los últimos cuatro años harían enrojecer hasta un dictador". "Colombia, como Dorian Grey -escribe-, no se mira en el espejo. (Un espejo de horrores que sólo él y sus informantes mamertos ven.) Menos mal que en El País hay redactores que no tienen su viejo estrabismo ideológico.

La verdad sobre la coyuntura que vivimos debemos buscarla sin pasión. Es cierto que el referendo y la reelección del presidente Uribe son mal vistos en el exterior, incluso entre amigos y defensores del Gobierno. Es cierto también que todo ello sienta un precedente peligroso para el futuro de la República. Pero es injusta la analogía que suele hacerse de esta alternativa con las travesuras monárquicas de un Chávez, un Correa o un Evo Morales. No es el apetito de poder lo que mueve a Uribe a buscar un tercer mandato. Lo ha reiterado casi con angustia. No quiere que sea esta la imagen que guarden de él las nuevas generaciones. Habla de una encrucijada en el alma y debe creérsele.

¿Por qué, entonces, no renuncia a tal opción? Algunos incondicionales suyos creen que se siente obligado a atender el clamor de un 80 por ciento de los colombianos. Tal apoyo es real, lo percibe uno cuando habla con el colombiano raso. Pero -estoy seguro de ello- lo que realmente mueve al presidente Uribe es el temor de que este inmenso caudal electoral se diluya cuando su nombre no entre en juego. Riesgo real, por cierto.


Figuras capaces de sucederlo en el poder las hay. Buen presidente sería Juan Manuel Santos y buena y relumbrante en el panorama continental, Noemí Sanín. Pero también otros candidatos fieles al Presidente tendrían las condiciones necesarias para proseguir su política de seguridad democrática.

Lo malo es que cualquiera de estas candidaturas podría naufragar por falta de un acuerdo para determinar cuál es la más viable. A cada precandidato se le encuentra alguna falla. Se dice que Santos carece de ese halo engañoso llamado carisma. A Noemí se le ha visto injustamente como evasiva y distante de Uribe por haber anunciado que llevaría su candidatura hasta el final y por su franca crítica al bazar persa en que parecía convertirse el voto de los parlamentarios. 'Uribito' vive un mal momento con el escándalo de AIS. Vargas Lleras es juzgado como desertor del uribismo.

Cualesquiera de ellos que llegue a una segunda vuelta se encontraría ante el riesgo de que un Sergio Fajardo, dueño de una ambigüedad que le permite ganar adhesiones entre amigos y opositores de Uribe, decida no cerrar la puerta a un diálogo con la guerrilla para quedarse con los votos del Polo y del Partido Liberal.


¿No hay otra alternativa que la reelección para conjurar este riesgo? Encuentro dudas entre los propios amigos del Gobierno.

Cabría la opción más transparente de forzar una amplia consulta para encontrar un fuerte sucesor de Uribe. Lo importante es no volver atrás, al engañoso cuento del diálogo en detrimento de una política de firmeza, opción auspiciada por un Chávez y los amigos de las Farc. La política de seguridad democrática debe abrir una nueva etapa de lucha que impida los desafueros de una justicia infiltrada contra los mejores cuadros militares, afronte los problemas de la crisis económica y de la pobreza, rompa con un clientelismo de nuevo rampante y mantenga firmeza y serenidad frente a las amenazas de nuestros belicosos vecinos. Es la única real salida a la incertidumbre hoy vive el país.

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