miércoles, 14 de octubre de 2009

Ya entendí

Jose Obdulio Gaviria

El Tiempo, Bogotá

Octubre 14 de 2009


Colombia es una democracia, ¡claro que lo es! ¿Perfectible? ¿Cuál no? Pero, si ustedes van a la OEA, en Washington, la mayoría de sus contertulios -hasta los haitianos- le preguntarán que cuándo, por fin, nos llegará la democracia.

A Arquímedes lo pusieron a investigar un fraude y descubrió cómo medir el volumen de los cuerpos; a Newton, la simple caída de una manzana le inspiró la formulación de la Ley de la Gravedad. Guardadas proporciones, a los humanos del montón, también ciertas casualidades nos ayudan a resolver ciertos 'misterijillos' políticos.

Por ejemplo: en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (OEA) se cuece y recuece la tesis de nuestra dictadura. Uno de sus funcionarios, cariacontecido, me expresó hace poco sus condolencias. Pensé, ¡mataron al Presidente!; ¡mínimo mataron a Herbin Hoyos!, porque, si a estos los tiene sin cuidado la suerte de Venezuela, ¡con lo que pasa allá!, tendrá que ser muy grave nuestro cuento. ¡Pásmense! Me dijo: "Ya no sólo es la persecución a los abogados y a las asociaciones de víctimas de los 'crímenes de Estado'. Ahora se la montaron a los magistrados de la Corte Suprema. Vinieron a pedir protección. Uribe los quiere hacer matar."

Ahí se prendió mi bombillo y entendí, por fin, por qué siempre se bloquea en la OEA la declaratoria como terroristas a las Farc y, en cambio, las enaltecen como ejército beligerante (presencié, al respecto, intensos combates dialécticos de Uribe con otros presidentes). Y descubrí cómo en ese organismo -esto es lo más escandaloso-, sectores de la política y del aparato de justicia colombianos, asociados al mamertismo internacional, son quienes imponen esas definiciones nefandas.

Primero, hay una larga tradición de vinculación del Partido Comunista y, a través suyo, de las Farc con el sindicalismo de la judicatura (ver Álvaro Delgado, 'Todo tiempo pasado fue peor'). Segundo, las Farc predican que "la ilegitimidad del Régimen y el terror del Estado dan vigencia al alzamiento popular y convalidan ante el mundo el sagrado derecho del pueblo a la rebelión" (ver Carlos Medina, Farc-Ep, 'Notas para una historia política'). Ese hecho y esa tesis conspiran para que hoy en la OEA, de buena fe algunos, nos traten como a parias.

Varios magistrados de la Corte Suprema, actuando como idiotas útiles de las Farc y de sus corifeos internacionales (nadie insinuaría su directa militancia), estuvieron la semana pasada en Washington: reforzaron los argumentos sobre la satrapía colombiana; propusieron medidas cautelares e insinuaron un cerco internacional contra nuestro Gobierno. En ese contexto, ya uno sí entiende por qué la Corte declaró -en sentencia- que las motivaciones de la guerrilla son altruistas y merecen tratamiento judicial benévolo.

Todos pensamos inicialmente que había sido un embuchado de alguien. ¡Qué bah! Ese criterio se impuso mayoritariamente y nutre la campaña política de la Corte contra el Ejecutivo y las decisiones judiciales sobre miembros de las guerrillas (a favor) y de la fuerza pública (en contra). Ejemplos: 1) reiteradas negativas de extradición de guerrilleros. 2) Operación de traslado a Arauca del miembro más peligroso del Coce, Pablito, con evidente propósito de facilitar su fuga. 3) Libertad de Mateo, un asesino capturado en flagrancia cuando estaba en el campamento de Iván Ríos. Tiene tales alcances, que fue miembro principal de la Junta de EPM. 4) Libertad del sindicalista de Fensuagro, capturado en Sumapaz cuando pretendían reiniciar el terrorismo en Bogotá (alcanzaron a poner la bomba en Blockbuster). La justicia aceptó la peregrina tesis de que estaba secuestrado por sus camaradas. 5) Libertad inmediata del "mensajero" capturado con fotografías de los secuestrados. 6) Negativa (parados en sus cuatro) a investigar la 'Farcpolítica'.

En cambio, la justicia persigue sin misericordia a todo policía o soldado que actúe contra la guerrilla. La semana entrante enunciaré varios casos graves.

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