viernes, 31 de julio de 2009

Cohetes para terroristas

Editorial

The Washington Post, Washington

Viernes, 31 de julio de 2009

¿Tendrá alguna consecuencia el apoyo material venezolano a los insurgentes de Colombia?

Cuando el gobierno colombiano el año pasado dio a conocer una amplia evidencia de que el gobierno de Venezuela había colaborado con un movimiento rebelde colombiano conocido por el terrorismo y el tráfico de drogas, la mayoría de los gobiernos de América Latina y los Estados Unidos optaron por mirar hacia otro lado. Las pruebas estaban contenidas en los ordenadores portátiles capturados en una polémica redada del ejército colombiano en una base de guerrilleros en Ecuador. El presidente venezolano Hugo Chávez denunció que los e-mails y documentos encontrados eran falsos, y las posibles consecuencias derivadas de que Venezuela apoyaba a una organización terrorista contra un gobierno democrático - que podrían incluir sanciones obligatorias de EE.UU. y la remisión al Consejo de Seguridad de la ONU - fueron más de lo que la administración Bush estaba dispuesta a contemplar.

Ahora Colombia ha hecho pública pruebas que serán aún más difíciles de ignorar. En una redada en un campamento de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), un grupo designado oficialmente como una organización terrorista por los Estados Unidos y la Unión Europea, las fuerzas colombianas capturaron sofisticados cohetes antitanque de fabricación sueca. Una investigación sueca confirmó que fueron vendidas al ejército venezolano por la empresa fabricante de armas Saab. Es más, e-mails de los ordenadores portátiles capturado a las FARC en el Ecuador parece que se refieren a las armas; en uno, un miembro de las Farc en Caracas informa de discusiones para entrega de las armas en 2007 en una reunión con dos generales venezolanos, incluido el director de inteligencia militar, Hugo Armando Carvajal Barrios.

Colombia, de manera privada pidió al gobierno de Chávez una explicación sobre los cohetes hace meses; Suecia viene pidiéndolo también. Pero la única respuesta han sido los bramidos públicos del caudillo venezolano, quien el martes retiró su embajador de Colombia y amenazó con cerrar el comercio fronterizo. Si él investigara, las autoridades anti-drogas estadounidenses podrían estar satisfechas: un informe divulgado la semana pasada por U.S. Government Accountability Office (GAO) señala que Venezuela ha creado un “ambiente permisivo” para las Farc, lo cual ha posibilitado que dicho grupo haya aumentado enormemente el tráfico de cocaína a través de sus fronteras. “Al evadir la captura de miembros de los grupos ilegales y suministrarles apoyo material, Venezuela ha lanzado un salvavidas a esos grupos armados ilegales, cuya existencia pone en peligro la seguridad que Colombia ha alcanzado con la ayuda estadounidense” dice el reporte del GAO.

Todo esto suena bastante como apoyo material al terrorismo -lo que plantea la cuestión de si el Departamento de Estado deberá mirar de nuevo si el gobierno del Sr. Chávez o altos funcionarios suyos deben ser incluidos en su lista de patrocinadores estatales del terrorismo. Durante la administración Bush, el año pasado, el Departamento del Tesoro impuso sanciones sobre el general Carvajal y varios otros funcionarios por apoyo a las Farc en el tráfico de drogas. Es muy difícil encubrir el suministro de cohetes antitanque a una organización terrorista. Por el momento, el Departamento de Estado está ocupado en la aplicación de sanciones a los miembros del gobierno de facto de Honduras, culpables del derrocamiento de uno de los clientes y posible émulo del Sr. Chávez en el futuro. Tal vez pronto pueda dirigir su atención a quienes en el hemisferio han sido sorprendidos tratando de derrocar un gobierno democrático mediante el suministro a terroristas de armas avanzadas.

(Traducción del Blog Debate Nacional)

Rechazar la interferencia chavista en la negociación Bogotá-Washington

Por Eduardo Mackenzie

30 de julio de 2009


Chávez lanza sus amenazas y observa. Vocifera y fustiga la imaginaria “locura guerrerista de la élite que gobierna Colombia" y, al mismo tiempo, escruta a los dirigentes y a la ciudadanía “neogranadinas”, como dicen en Caracas. Chávez observa el impacto que tienen sus horribles gritos entre sus vecinos. El crea esa crisis pues el momento es propicio. Estamos en el umbral de una campaña presidencial que va a ser decisiva y no sólo para los colombianos. Para el régimen chavista las elecciones de 2010 son terriblemente importantes. Hugo Chávez, entonces, en medio de un pantano del que no sabe cómo salir, anda con cien ojos para ver qué hacen y qué dicen los colombianos en esta nueva coyuntura grave, de suspensión de relaciones diplomáticas y de brutal perturbación unilateral del comercio binacional, que él mismo ha disparado.

El hombre escucha detrás de la puerta lo que discuten, en público y en privado, los miembros del gobierno colombiano, los políticos, los empresarios, los editorialistas, los sindicalistas, el clero. Quiere saber cuánto saben ellos y cómo analizan y cómo tratan ellos esta nueva fase de insultos y brutales intimidaciones. Qué mejor momento, dice él, para sentir el pulso de un país indescifrable, obcecado y tenaz, que le lleva la contraria al gran jefe de la revolución “bonita”, y que no comprende todavía que el bolivarismo, a pesar de su bancarrota espectacular, le prepara al mundo un paraíso con ríos de leche y miel.

Ponerle una enorme mordaza a Colombia es la consigna. La provocación es el método. Los agentes chavistas y la inefable Telesur se activan. Ellos están escudriñando incluso a sus propios amigos, a la secta polista, a los secuaces de las Farc y a los senadores de la antipatria que en otras ocasiones callaron o rompieron el espíritu de unidad nacional que emergía ante la crisis con el vecino pendenciero. Esta vez hay que sembrar la cizaña más profundamente.

Crucial para el Alba y para el Foro de Sao Paulo es saber quien está maduro en Colombia para recibir, sin vomitar, el apoyo financiero de Caracas para la batalla electoral que se prepara. Decisivo es para ellos ampliar el número de sus militantes en el Senado y en la Cámara de Representantes colombiana, sin dejar de lado una mejora de la situación en los niveles inferiores del poder regional y municipal colombiano.

Los candidatos a esa piñata siniestra están entre quienes siembran la discordia y se atreven a aconsejarle al presidente Álvaro Uribe que deje pasar las cosas en silencio, que no denuncie el rearme ni las atrocidades de las Farc y que calle la complicidad del poder venezolano en todo ello. Algunos ya han dado la tónica. ¿No dijo el otro día una conocida senadora ultra que “la cosa es con diplomacia y no con declaraciones”? La orden de Caracas es que el asunto de los lanzacohetes sea archivado sin tardar, pues los suecos están pidiendo explicaciones y la imagen de Chávez se ha deteriorando aún más por ese nuevo escándalo.

Nadie puede ignorar que este asunto de los AT-4 podría ocultar otro hecho: la presencia de militares venezolanos en las filas de las Farc. Pues el traspaso a las fuerzas narco-terroristas de esas armas sofisticadas no podría hacerse sin instructores y asesores bien entrenados.

Pero no sólo estamos ante un plan mordaza. Lo que busca Chávez es peor: el quiere arrebatarle a Colombia su soberanía nacional. “Venezuela considera que el acuerdo militar que negocian EE.UU. y Colombia debería ser tratado en la Organización de Estados Americanos (OEA), entre otras instancias internacionales”, dijo el embajador venezolano. Gustavo Márquez propone, además, que Unasur, una creatura de Hugo Chávez donde está excluida la presencia de Estados Unidos, decida el tema del acuerdo militar con Estados Unidos. Otros van a pedir que ese acuerdo sea revisado también por el Consejo Sudamericano de Defensa, un engendro Lulo-chavista, creado en diciembre de 2008. Si Colombia no puede negociar de manera independiente y sin interferencias grotescas un acuerdo militar con Estados Unidos, sino que tiene que pasar por las hordas caudinas de los aparatos chavistas, y por instancias dirigidas por servidores del chavismo, como es la oficina que dirige José Miguel Insulza, Colombia habrá entregado a Caracas el control de su política interior y exterior.

Antes de exigir tales necedades, Hugo Chávez debería explicar por qué no pidió lo mismo cuando el presidente Luis Inacio Lula da Silva negoció, sin la menor injerencia de la OEA, ni de Unasur, un acuerdo militar estratégico con Francia, en diciembre de 2008. Este, sin embargo, incluye compras de armamentos a París por cerca de nueve billones de euros, la adquisición de cuatro submarinos de ataque Scorpène, y otro de propulsión nuclear, sin olvidar el punto de la construcción en Brasil de una fábrica de helicópteros militares EC-725.

El jefe de la revolución “bolivariana” debe saber, por otra parte, que Colombia no puso el grito en el cielo cuando Venezuela estableció con la Rusia de Putin-Medvedev una inquietante alianza estratégica que incluye la adquisición de armamento por valor de 4,5 mil millones de dólares, la llegada a Caracas de aviones de combate rusos de última generación y hasta la producción de fusiles rusos en suelo venezolano. Bogotá tampoco se inmutó cuando el presidente Chávez invitó a Moscú a hacer maniobras militares en el mar Caribe. Chávez vocifera y se dice partidario de la “independencia” de Latinoamérica. Empero, con el mayor cinismo, él le abre las puertas del continente a los intereses rusos y al fundamentalismo iraní.

Lo que está quedando claro de esta nueva ofensiva anti colombiana de Hugo Chávez es que la negociación entre Bogotá y Washington sobre la presencia de Estados Unidos en algunas bases colombianas, para luchar contra el narcotráfico y el terrorismo, es algo de importancia capital para la estabilidad y la prosperidad de Colombia. Álvaro Uribe y su equipo deberán llevar a término, en la más grande autonomía y sin las interferencias que tratan de ponerle los enemigos de la libertad, esa negociación. Y cuidarse mucho de la propuesta que consiste en introducir a Brasil en este asunto, en calidad de mediador entre Bogotá y Caracas, pues Brasilia, en vista de sus enormes intereses, está lejos de poder ser neutral en el juego complicado de poderes del continente.

jueves, 30 de julio de 2009

¿Quién amenaza a quién?

Por Rafael Guarín

El Nuevo Herald, Miami

Julio 30 de 2009

Se asoma una nueva tormenta en América Latina por el acuerdo de cooperación bilateral para fortalecer la lucha contra el narcotráfico, el terrorismo y otros delitos de carácter transnacional, que suscribirán los gobiernos de Barack Obama y Alvaro Uribe. El eje chavista, agrupado en el ALBA, pegó el grito en el cielo porque esa decisión permite a las tropas norteamericanas el uso de algunas bases militares colombianas. El argumento lo expuso el canciller Nicolás Maduro: ``El ejército de EEUU es una amenaza directa contra los gobiernos progresistas del continente y contra Venezuela''.


La principal hipótesis de guerra de Venezuela es una intervención estadounidense en su territorio, con el fin de controlar las riquezas energéticas y abortar el proceso revolucionario. Más que una amenaza cierta es una excusa con la cual Hugo Chávez pretende despertar sentimiento nacionalista, fortalecer su hegemonía, justificar una inusitada carrera armamentista e inclusive recibir el ofrecimiento de apoyo militar de las FARC, que nunca ha rechazado.


La alianza de Estados Unidos y Colombia es el principal obstáculo para la expansión de la "Revolución Bolivariana'' y la construcción del "Bloque regional de poder'', que requiere el "Socialismo del siglo XXI''. Quebrar ese vínculo es un interés nacional vital para el actual gobierno de Miraflores. En esa lógica, así como se despedazó dicho nexo con Ecuador, debe romperse el que existe con Colombia, Perú y Honduras, entre otros. No gratuitamente, Chávez pide a Obama que retire a los miembros del ejército que están en ese último país, con el falaz razonamiento de que su presencia es un aval al gobierno de Micheletti.

Pero, en realidad, ¿quién amenaza a quién? Los acontecimientos de los últimos dos años demuestran que lo que perturba la paz y la seguridad del hemisferio no es la "política de seguridad democrática'' implementada por Alvaro Uribe, tampoco el Pentágono, la CIA o el Comando Sur. Lo que desestabiliza y conspira contra las democracias en el hemisferio es el ánimo imperialista de Chávez.


La crisis generada en noviembre de 2007 con ocasión del retiro del presidente venezolano de las gestiones para la liberación de los secuestrados por las FARC, el reclamo que hizo de estatus de beligerancia para la guerrilla, la solicitud de excluirla de las listas de organizaciones terroristas, el respaldo a su proyecto revolucionario, la orden en marzo de 2008 de movilizar diez batallones a la frontera con Colombia y sus reiteradas advertencias de emplear los aviones rusos Sukhoy dejan claro de dónde provienen los atentados a la paz y la seguridad. La mano de la revolución bolivariana también está en los nexos del gobierno de Rafael Correa con el secretariado fariano, los anuncios de guerra contra Colombia de Daniel Ortega en el Caribe, los ataques de Evo Morales al gobierno de Alan García y el golpe de estado de Zelaya y el posterior contragolpe.


Es corriente que los países tengan hipótesis de guerra y estén preparados para actuar. Del mismo modo, es plausible que desplieguen políticas de disuasión y que denuncien lo que consideran amenazas a su seguridad. Empero, este no es el caso. Hace ya mucho tiempo que el poder de Estados Unidos tiene expresiones mucho más efectivas que los recursos militares. América Latina está en su órbita de influencia y esa nación no necesita de portaviones, ni de bases militares en Colombia, para hacer sentir su predominio en la región. Sólo obtusos militaristas pueden pensar lo contrario.


La utilización de las bases militares colombianas no tiene objetivos ofensivos contra nadie en el continente. La complementación de las operaciones antinarcóticos con acciones contra el terrorismo y el crimen organizado enfatiza que su objetivo es frenar el tráfico de estupefacientes, al tiempo que derrotar a las organizaciones armadas ilegales. A Chávez y compañía nada de esto debería preocuparles, si no fuera porque han hecho de la enemistad con Estados Unidos su bandera.

Para la administración Uribe la alianza con Estados Unidos es fundamental con el fin de disuadir una posible agresión en bloque de los gobiernos alineados con la revolución bolivariana. Si se examina con cabeza fría, ese escenario no es descabellado. De hecho, Chávez, Ortega, Evo y Correa al dar apoyo abierto y clandestino a las FARC ya le declararon una guerra irregular a la democracia colombiana. Así, pues, bienvenida la utilización de las bases militares del país sudamericano por los estadounidenses. Lejos de ser una amenaza es una garantía de seguridad en la región.

Colombia, siempre Colombia

Gral. Fernando Ochoa Antich*

Publicado en El Universal, Caracas

Reproducido por El Mundo, Medellín

Julio 30 de 2009

Las relaciones diplomáticas con Colombia han vuelto a complicarse. La decisión del gobierno del presidente Uribe, de permitir el uso limitado de algunas bases por Estados Unidos, ha provocado una destemplada intervención de Hugo Chávez: “la presencia de miles de soldados norteamericanos en Colombia compromete la seguridad de Venezuela. El acuerdo forma parte de un cuadro de agresión contra Venezuela en el cual se multiplican las acusaciones desde Washington de que Caracas no apoya la lucha contra el narcotráfico y que respalda a grupos terroristas”. La respuesta no se dejó esperar. El presidente Uribe defendió el acuerdo e indicó que será regido “por la no intervención en los asuntos internos de otros Estados. Los Estados Unidos han dado muestras de una cooperación efectiva con mi país a través del Plan Colombia”. El canciller Jaime Bermúdez también replico: “Colombia nunca ha opinado sobre la ruptura de relaciones de Venezuela con Estados Unidos, ni tampoco ha hecho observaciones sobre la presencia rusa en aguas territoriales venezolanas… No lo hemos hecho por respetar el principio de la no intervención en los asuntos internos de otro país”. Trataré de analizar con objetividad este espinoso asunto para determinar en donde está la verdad.


Lo primero que debo señalar es que la decisión de Colombia, al permitir la utilización de sus bases militares por Estados Unidos, se encuentra enmarcada dentro de sus derechos soberanos como Estado. No tiene obligación de consultarla con otro gobierno, por más que éste mantenga estrechas relaciones políticas y comerciales. Lo que sí debe garantizar, es que las tropas de ese país extranjero no representen una amenaza para ninguno de los países vecinos. Venezuela tiene este derecho y debió exigir esas garantías a través de la vía diplomática. Los señalamientos hechos por Hugo Chávez son improcedentes y tenían que generar una respuesta en el mismo tono.


La decisión del presidente Uribe no debió sorprender a Venezuela. Era de esperarse, que al solicitar el gobierno del Ecuador el desalojo de las tropas norteamericanas de la base de Manta, Estados Unidos le planteara a Colombia, su principal aliado militar en la región, la necesidad de utilizar sus bases para el combate del narcotráfico. Álvaro Uribe tenía que conceder esa autorización. No hacerlo, comprometía los intereses vitales de su país: Estados Unidos habría suspendido el apoyo militar y económico al Plan Colombia. El único juez de la decisión del presidente Uribe debe ser el pueblo colombiano.


No es verdad, como afirmó Hugo Chávez, que las tropas norteamericanas, acantonadas en Colombia, representan una amenaza para la soberanía de Venezuela. Si Estados Unidos decidiera invadir nuestro país, no utilizaría las lejanas bases colombianas, sino que movilizaría la Quinta Flota, con sus modernos portaaviones, al Caribe y desde allí lanzaría sus devastadores ataques aéreos. La posibilidad de lograr establecer algún tipo de defensa sería casi imposible.
Esa es la verdad. Lo demás son tonterías. Estoy seguro que Hugo Chávez conoce esta realidad. De allí que no me explique la irresponsable arenga que le dirigió a un grupo de estudiantes de la Universidad Bolivariana. El problema de la alianza militar de Estados Unidos con Colombia es otro. Significa la ruptura del natural equilibrio militar en la región. Los tradicionales conflictos entre Colombia y Venezuela, como fue por ejemplo la presencia de la corbeta Caldas en nuestras aguas territoriales, siempre exigieron lograr la neutralidad de Estados Unidos. Venezuela alcanzaba este objetivo estratégico a través del seguro suministro petrolero; Colombia mediante su cercanía política. Lo absurdo es la política exterior chavista: transformar en enemigo al país que es nuestro principal mercado petrolero.

Hugo Chávez tiene razón de sentir temor por los constantes señalamientos que el gobierno norteamericano viene haciéndole sobre sus supuestas vinculaciones con el narcotráfico.


Este problema también surge como consecuencia de una equivocada política: Desde 1998, año de su elección presidencial, se ha presentado como un amigo cercano de las Farc. Eso es imposible negarlo. Sólo con leer sus permanentes declaraciones en defensa de las Farc se tiene que llegar a esa conclusión. Es imposible olvidar su intervención solicitando su reconocimiento como fuerza beligerante, su actitud durante la negociación de los rehenes, sus palabras de admiración hacia su jefe Manuel Marulanda y, lo más delicado, los constantes señalamientos de la presencia de algunos de sus jefes en territorio venezolano. La vinculación de las Farc con el narcotráfico es una realidad que nadie puede negar. El viejo dicho mantiene que el amigo de mi amigo es mi amigo. Lo que debe pensar Hugo Chávez es en las consecuencias.


La historia del general Noriega es muy triste.

* Nota de la Dirección: Dado su interés para nuestros lectores, reproducimos de El Universal, de Caracas, las opiniones autorizadas de quien fuera ministro de Defensa y Canciller de Venezuela a comienzos de la década de los 90 del siglo pasado. (El Mundo, Medellín).

Sigamos con las alianzas

Por Gabriel Harry H.

El Colombiano, Medellín

Julio 30 de 2009

Hay que volver sobre el tema, considerando que no hay instalación de bases norteamericanas en Colombia, por el contrario, son bases colombianas que podrán operar de mutuo acuerdo los gringos en Colombia, solicitadas por el gobierno norteamericano, para su uso, autorizadas por el gobierno colombiano, donde se busca dotarlas con la última tecnología, como fue en su momento "Tres Esquinas", equipos e instalaciones, que además del conocimiento, ayudarán a nuestra Fuerza Aérea y en el futuro serán nuestras.

¡Bienvenida la alianza!


A la opinión pública no se le debe desinformar por el hecho de militar o actuar en orillas diferentes a la del primer mandatario de los colombianos; el país es el beneficiado, no el Presidente. Definitivamente la insensatez de las minorías colombianas, que son la oposición, le causa mucho daño a la patria. No ocultemos nuestros males, solos no somos capaces de controlarlos, menos acabarlos.


¿Qué tienen que ver las alianzas con amigos de la democracia y los malos entendidos de nuestros vecinos, protectores de algunas naciones con necesidades suplidas por ellos a cualquier costo y con las necesidades de sus pueblos? ¿Por qué sus relaciones con otros países europeos, árabes o asiáticos no son criticadas por nosotros? ¿Por qué quieren mezclar nuestras relaciones, con la parte comercial o diplomática de países tradicionalmente hermanos?


Hay muchas cosas ocultas que no alcanzamos a conocer, pero algún día, ojalá no lejano, se destapen. Decían los viejos "Tanto va el cántaro al agua, que al fin se quiebra", eso le ha pasado a nuestro país con los vecinos? aguantar, aguantar y aguantar; ¿Hasta cuándo?


La contaminación con guerrilla, narcotráfico y terrorismo, está cantada y por eso muchos de nuestros vecinos y beneficiados, la montan contra Colombia; este es un país transparente, democrático, donde las libertades son todas, observen no más la libertad de prensa, donde maltratan y golpean donde más duele a las personas, en muchas ocasiones los efectos de ese trato injusto recaen contra nuestra patria, eso es lo que les gusta "en río revuelto, ganancia de pescadores".


La parte diplomática, jurídica y la operacional en el caso de las alianzas, es algo que estudian lógicamente los expertos, para conseguir los mejores acuerdos y resultados; otra cosa es el manejo que se dé a los infractores residentes, operarios o contratistas que operarán en Colombia.


No es la primera vez que estos tratados se hacen entre naciones amigas. Analizando el pasado, lo que es cierto es que los resultados son buenos y al terminar el convenio, es bien importante lo que nos queda.


Acordémonos de la Alianza para el Progreso, en el pasado.


Miremos el Plan Colombia del 2000 hasta hoy.

Relaciones "congeladas"

Editorial

El Tiempo, Bogotá

Julio 30 de 2009


La nueva crisis en las relaciones colombo-venezolanas es realmente preocupante. El presidente Hugo Chávez apareció más vehemente que de costumbre y amenazó con afectar las relaciones económicas, siempre vitales, pero aún más trascendentales en momentos internacionales difíciles. Su coincidencia con otra rabieta de su colega Rafael Correa, de Ecuador, agranda el problema y vuelve a alimentar la imagen de una crisis regional, más que binacional. El retiro del embajador venezolano de Bogotá -que había sido restablecido hace apenas un par de meses- obliga a pensar que el rumbo de las relaciones con Caracas va en la misma dirección que las sostenidas con Quito.

Ojalá no sea así, pero las causas de la tormenta también son muy complicadas. Lo de las armas suecas vendidas a Venezuela y que aparecieron en manos de las Farc pone a Chávez contra la pared, como comentamos en nuestro editorial de ayer. El acuerdo, próximo a firmarse, entre Colombia y Estados Unidos para profundizar la cooperación militar no tiene marcha atrás. El incidente con Ecuador causado por el video del 'mono Jojoy' no se soluciona con la declaración de las Farc, que niegan su veracidad. El ambiente está enrarecido, sin salida previsible ni fácil, y definitivamente se agotó la etapa de buen entendimiento que se venía presentando entre Colombia y Venezuela.

El comunicado del gobierno colombiano expedido en el día de ayer es mesurado y contrasta con la folclórica exaltación con la que Chávez, un día antes, 'congeló' las relaciones. Lo cual es sensato de parte del presidente Álvaro Uribe, porque las respuestas en un tono igual de fogoso al que utiliza Venezuela solo sirven para subir el nivel de la confrontación. De igual manera, la larga historia de roces y reconciliaciones de la última década enseña que esta fórmula no es suficiente para asegurar la normalidad en las relaciones, ni para apaciguar al imprevisible Chávez. Las profundas diferencias que existen entre las visiones políticas de los dos gobernantes y el momento difícil que vive el continente obligan a pensar que no hay opciones muy distintas a la de mantener unas relaciones de agenda limitada y rifirrafes repetidos, con escasos espacios para la cooperación. Y que lo máximo que se puede esperar es controlar el número y la magnitud de los incidentes.

Desde esa perspectiva pragmática, la prioridad se centra en el tema económico. Hasta el momento, el comercio y las inversiones han tenido molestias y trabas, pero no se han visto afectados por los percances políticos y diplomáticos. Las estadísticas así lo demuestran. En su iracunda intervención del martes, Chávez volvió a amenazar con tocar las relaciones económicas y es de esperar que otra vez su discurso vaya mucho más lejos que sus actos. Al fin y al cabo, las compras de productos colombianos son fundamentales para una economía consumista e importadora, y las voces que claman por una sustitución por mercancías de otros países no son realistas. Sobra decir que para Colombia el mercado del país vecino también es crucial. Las dos naciones son interdependientes y en tal condición deberían ser capaces de mantener los flujos comerciales y de inversiones al margen de los problemas de otro orden.

La importancia de lo que está entre manos obliga a hacer un llamado a la cordura, así se haya convertido en un lugar común. Pero la prudencia de los gobernantes, la mesura de las fuerzas de oposición y el rigor de los medios de comunicación son indispensables para evitar que el malestar aumente y que se escale el conflicto. Lo ideal es detener la serie de altibajos que desde hace años ha impedido una relación más rica y constructiva. Una meta que no parece posible a corto plazo, pero que, al mismo tiempo, no puede dejar de ser el norte de la política exterior colombiana a la larga.

A buscar caminos

Editorial

La Patria, Manizales

Julio 30 de 2009



Colombia debe seguir adelante sin responder a las provocaciones acostumbradas del chavismo y procurar la unidad nacional, pues está demostrado que lo que está haciendo el gobernante venezolano no es propiamente ayudarnos.

Nuestro país debe conservar la calma y no salirse de los protocolos diplomáticos por los que siempre se ha regido, por más incómoda y perjudicial que resulte, la nueva pataleta del Presidente de Venezuela, Hugo Chávez Frías. Su orden de congelar las relaciones diplomáticas y económicas con Colombia, argumentando una supuesta agresión de nuestro gobierno que reclama explicaciones por el hallazgo en poder de las Farc de armas bélicas que Suecia le vendió a Venezuela hace 20 años, no tiene justificación.

Este nuevo episodio, previsible a todas luces por la condición de amistad y simpatía que por las Farc han expresado Chávez y su corte de mandatarios bolivarianos, marca el quinto choque entre este y Álvaro Uribe Vélez a lo largo de sus años de mandato y deja ver que por encima de la razón y de la capacidad intelectual y política del ex coronel están siempre una dosis de reacción, de miedo y de complicidad con el grupo calificado como narcoterrorista.


No de otra forma se puede interpretar que quien se declara estadista y amigo de los pueblos (el suyo, el colombiano y el suramericano) se niegue a dar una explicación dentro de los cánones diplomáticos y acuda a la más perversa y dañina de las actitudes como es frenar de la noche a la mañana una dinámica económica, comercial y política entre dos naciones hermanas, pasándose por alto convenios y tratados que repercuten directamente sobre las condiciones de vida de los pueblos.


Es cierto, para Colombia las órdenes de bloqueo y de desconocimiento de pactos comerciales que hizo Chávez tienen un enorme perjuicio económico y lesionan una alicaída economía que empieza reponerse de los efectos de la recesión mundial. Eso debe llevar a replantear esquemas de negocios y de producción, pues aunque mañana, de manera eventual, se abra nuevamente la frontera y se reactive el intercambio entre los dos países, nada garantiza que el mandatario venezolano no vuelva a salir con otra trastada. Por eso la necesidad de buscar otros caminos para vender nuestros productos y en eso de lo que se trata es de salir a explorar nuevos mercados.


Otra cosa es para Venezuela privarse de recibir todo lo que nuestro país le vende. No es fácil de la noche a la mañana, así se disponga de todos los dólares que dan sus petroleros, salir a comprar en el mercado internacional miles de toneladas de carne, leche, huevos, hortalizas y todo tipo de alimentos que una nación no está en capacidad de producir. Mientras eso pasa el desabastecimiento comienza a hacer mella en el pueblo y éste con hambre es capaz de rebelarse contra la mano asistencialista que no tiene qué darle.


En nuestro caso lo mejor es seguir sin responder a las provocaciones acostumbradas del chavismo y procurar la unidad nacional, pues está demostrado que lo que hace el gobernante vecino no es propiamente ayudarnos, pues primero no tiene la capacidad de explicar por qué hay armas suyas en manos de las Farc, se comporta hostil al reforzar su capacidad militar en la extensa frontera y no respeta nuestra soberana decisión de sostener acuerdos con cualquier país, en este caso con Estados Unidos, mientras allá sí fortalece su capacidad bélica con Rusia.

Es este un momento clave para convocar a la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores que está integrada por los ex presidentes, para que de manera sosegada y con base en sus experiencias den luces sobre el camino más indicado a tomar ahora. Naturalmente las diferencias que existan entre algunos de estos y el gobierno del presidente Uribe por posiciones políticas deben quedar a un lado para anteponer los intereses nacionales. Frente a tamaña desfachatez y abuso de Hugo Chávez lo menos que podemos hacer es sacar a relucir la dignidad que todavía tenemos y que eso se logra con unidad. Los que no quieran que se hagan a un lado.

El por qué de la crisis

Editorial

El País, Cali

Julio 30 de 2009


Cuatro crisis en menos de tres años, producto de las intenciones de Hugo Chávez de intervenir en asuntos de nuestro país y de apoyar las maniobras de grupos calificados como terroristas por la comunidad internacional. Ese es el resumen de lo que hoy deben padecer las relaciones entre Colombia y Venezuela, que están en crisis ante las explicaciones pedidas por el Gobierno de Suecia al régimen chavista, a causa del hallazgo de lanzamisiles vendidos a su ejército, en un campamento de las Farc.


Ahora, el Presidente venezolano ordena congelar de nuevo las relaciones diplomáticas y económicas entre los dos países. Y lo hace en medio de sus acostumbradas diatribas, como si con ello sorprendiera a todo el mundo. Es su manera de encubrir lo que ya parece incontrastable. Con ello causará problemas a quienes en Colombia mantienen nexos comerciales e industriales con Venezuela. Pero, como ocurrió durante la última de las crisis que produjo el cierre de la frontera colombo venezolana, será el consumidor del país vecino el que padezca el desabastecimiento. Y será el fisco de su nación el que sufrirá el desmedro de sus ingresos, producto del contrabando impulsado por los actos de su mandatario.


Así, mientras aún no se conoce la respuesta que debe darle al Gobierno sueco, Chávez vuelve a llevarse a su embajador. Lo nuevo es que amenaza con expropiar las inversiones de empresas colombianas en su país. Es decir, ahora los rehenes son los empresarios de nuestra Nación. Ellos nada tienen que ver en la polémica y su pecado es quizá cumplir una tarea que redunda en beneficio de Venezuela. Pero, al parecer, ya no existe allá el Estado que garantiza los derechos adquiridos con arreglo a la ley, sino un régimen manejado a su arbitrio por una persona, quien decide de manera casi omnímoda el futuro de su país.


El Gobierno colombiano ya contestó la diatriba del presidente Chávez, con serenidad y prudencia dignas de reconocimiento. En el comunicado leído por el jefe de prensa de la Presidencia se aclaró que en dos oportunidades había informado a su similar venezolano sobre el hallazgo de los lanzacohetes suecos, con la reserva que debe ser usada en esos casos. Hasta la fecha no ha recibido respuesta alguna, pese a la gravedad del hecho, que amenaza de manera grave la seguridad y la vida de millones de personas en nuestro país.

Hoy, las relaciones entre dos pueblos unidos de siempre por la historia están en peligro por la persistencia del régimen chavista en sus caprichos intervencionistas. Y mientras venezolanos y colombianos tratan de mantener sus intercambios comerciales y de todo género, los infortunados nexos de algunos miembros del Gobierno vecino con las Farc se atraviesan para sembrar la discordia y desatar el lenguaje agresivo y pendenciero de su presidente.


Tan triste realidad ha producido incluso un pronunciamiento del secretario de la OEA, José Miguel Insulza, quien hasta hace poco se mostró como aliado del presidente Chávez en la crisis de Honduras. Ojalá la sindéresis retorne al Gobierno venezolano, con lo cual evitará el grave perjuicio que producen sus caprichosas actuaciones.

¿Qué será lo que quiere el negro?

Por: Uriel Ortiz Soto

El Espectador, Bogotá

Julio 30 de 2009

El principio de autoridad de todo gobernante empieza a deteriorarse cuando se le comprueba que las sendas democráticas por las cuales llegó al poder, están minadas de prácticas corruptas, que siembran la cizaña de perversión moral, generando desconfianza en sus gobernados y acudiendo posteriormente, a protagonismos y señalamientos cargados de odios, con el fin de desviar la opinión nacional e internacional.

El presidente Correa piensa que tanto ensañamiento contra Colombia y sus instituciones democráticas, es una forma de gobernar y mostrar resultados a quienes patrocinaron económicamente su candidatura, entre ellos, nada menos que el grupo narcoterrorista de las Farc. Nunca se había visto a gobernante alguno debatir con tanta amargura y pesadumbre la muerte de un narcoterrorista, como en el caso de “Raúl Reyes”, calificando dicha acción valida, como violación de soberanía.

El video presentado a los medios de comunicación y ampliamente difundido por la prensa internacional, donde aparece el mono jojoy,- uno de los máximos dirigentes de las farc-, divulgando ayudas económicas de más de trescientos mil dólares a la campaña presidencial de Correa en el 2006, y posteriormente al Referendo, el cual ganó por cierto, que muy holgadamente, deja perplejo a todo el mundo, y se abre el camino para entender con claridad, que la aversión de Correa hacia Colombia, tiene su justificación, por el soborno de conciencia y mercantilismo electoral, patrocinado nada menos que por el grupo narcoterrorista que tanta muerte, destrucción y lágrimas ha causado con sus acciones criminales al martirizado pueblo de Colombia.

Es inaudito también, que prevalido de ser el presidente de Ecuador, Nación por la cual los, Colombianos, guardamos profundo respeto y admiración desde las épocas de nuestra gesta libertadora, almacene en el fondo de su alma, un infierno de responsabilidad moral, puesto que él, sabe, que Colombia y Ecuador, son dos Países limítrofes que se necesitan mutuamente y que de continuar con sus prácticas corruptas, tendenciosas, malintencionadas y guerrilleras, sus días como gobernante pueden estar contados.


Ahora sí, nos podemos dar cuenta que el odio visceral de Correa hacia Colombia, no es nada gratuito. Es sencillamente un odio comprado y por cierto a muy alto costo, pero, lo más grave criminal, del cual es bueno que nuestras autoridades se cuiden y mantengan en estado de alerta, son muchas las cosas que pueden ocurrir con tan indeseable gobernante. Con las grabaciones tan comprometedoras, quedó plenamente demostrado que nuestra hermana república, queda en el ojo del huracán y que muy posiblemente le vendrán tiempos difíciles, mientras se soluciona la crisis de credibilidad y de gobierno.

Desde que ocurrió el ataque al campamento del guerrillero alias “Raúl Reyes” Correa las ha emprendido contra Colombia, con argumentos tan infantiles, como: la violación de soberanía, los programas de fumigación contra los cultivos ilícitos y otra serie de despropósitos que dejan ver el grado de admiración y respeto que tiene este oscuro gobernante por las farc, que desgraciadamente le paga con creces su desfachatez como acaba de comprobarse.

Como si fuera poco, nadie entiende su postura poco amistosa y descortés al decretar el pago de impuesto a más de l.400 productos nuestros, que desde los inicios del Pacto Andino, hoy Comunidad Andina de Naciones Can, ingresan libre de arancel, regulados por la Junta del Acuerdo de Cartagena. Menos mal que la Secretaría de la Can, máxima autoridad que regenta este organismo multilateral, ya se pronunció y dejó sin piso tan atípica disposición.

El hermano pueblo Ecuatoriano ha de entender que el comercio con Colombia, tiene sus orígenes inmemorables desde el nacimiento de nuestras dos Naciones, cocidas en la misma cuna de la libertad, con unos mismos principios, culturas y valores. Estamos formados por la misma idiosincrasia y que jamás nos debemos separar de las sendas del progreso. Tenemos mucho por construir entre nuestros Países, siempre y cuando el Ecuador cuente con un gobernante sensato y respetuoso de los convenios y tratados internacionales, que para ser sinceros, el presidente Correa los ha violado de un solo tajo en forma arbitraria y unilateral.

En síntesis, que el presidente Correa se defina de una vez por todas, qué es lo que quiere, pero que deje de estar amenazando a nuestro País, y sus Instituciones Democráticas. Esto, con el fin de redimensionar el nuevo rumbo que ha de tomar la Comunidad Andina de Naciones, CAN, que para mejor suerte, la presidencia, Pro tempore, ha quedado en manos de la Hermana República de Perú. Su presidente Alán García, que ha hecho gala de caballerosidad y buenas relaciones con todos los países Andinos, sabrá sacarla del estado de postración en que se encuentra.

Chávez: pataletas peligrosas

Editorial

El Colombiano, Medellín

Julio 30 de 2009

En esta última crisis con Venezuela, el Presidente Uribe y su Canciller hicieron lo que tenían que hacer. Y lo hicieron bien. Con firmeza y prudencia. Manejo que debe continuar bajo estos parámetros y solamente en sus manos. Está en juego la supervivencia democrática de dos pueblos hermanos. Y la lucha contra su principal enemigo, el terrorismo.

Defender la independencia y la honra del país es una obligación constitucional del Presidente de Colombia.

Es un mandato imperativo, no potestativo. Y eso es precisamente lo que está haciendo Álvaro Uribe al pedirle a la comunidad internacional ser firme contra el terrorismo: "Hay que pensar que en lugar de tener laxitud para venderles armas a los terroristas, debe tenerse firmeza para cooperar con la democracia colombiana", afirmó.


El pasado 2 de junio, el canciller colombiano, Jaime Bermúdez, entregó a su homólogo venezolano, Nicolás Maduro, en una reunión reservada, en Honduras, un documento que evidencia el hallazgo, por parte de
la Fuerza Pública de Colombia, de tres lanzacohetes en un campamento de las Farc, en La Macarena, Meta. Armas que fueron fabricadas en Suecia y vendidas a Venezuela en 1988, tal como lo confirmó el ministro sueco de Comercio, Jens Eriksson.


Así mismo, el ministro Bermúdez puso en manos del canciller Maduro información documental sobre dos cabecillas de ese grupo ilegal que mencionan la colaboración de tres altos funcionarios del gobierno venezolano en la entrega de los citados lanzacohetes.


Colombia no podía quedarse en silencio. Le solicitó una aclaración al gobierno venezolano sobre tan delicados hechos. Y se lo requirió en forma discreta, reservadamente, en aras de un cuidadoso manejo de las relaciones binacionales, tan apreciadas históricamente. Es claro que el único propósito de nuestro gobierno ha sido la protección de la soberanía colombiana y de los principios y valores democráticos.

La respuesta tardía de Hugo Chávez no ha sido propiamente la de la diplomacia que, la verdad sea dicha, tampoco la esperábamos. Ésta es una virtud ajena al Primer Mandatario venezolano. Pero sí albergábamos una remota esperanza de su rotundo rechazo al terrorismo, y de su voluntad política para investigar los citados hechos, que también van en contra de su país. ¿Habrá funcionarios de su gobierno apoyando a las Farc, reconocidas internacionalmente como terroristas? ¡Muy grave!


El mandatario venezolano no quiere dar las explicaciones que debe, tanto a Colombia como a Suecia. Con su conocido cinismo se ha dedicado a calificar al Presidente Uribe de irresponsable y calaña, no obstante las irrefutables pruebas que hicieron pública la tenencia de armas venezolanas por parte de las Farc. Tal como se lo reitera nuestro Gobierno en el contundente, conciso y sobrio comunicado de ayer.


Es obvio que Chávez está usando la estrategia dictatorial, que tanto le gusta, de crear cortinas de humo. Pretende apelar al sentimiento nacionalista y acusar a Colombia de lesionar la dignidad de Venezuela. Busca así desviar la atención de los graves problemas internos que ahora le han hecho bajar su popularidad y ponen en peligro su anhelada reelección perpetua.


El mandatario venezolano cree que al "congelar" las relaciones comerciales con Colombia y llamar a su embajador en Bogotá, sus compatriotas lo van a acompañar en esta pataleta. Nada más erróneo. Colombia y Venezuela han sido mercados naturales y confiables. Nuestra extensa frontera así lo impuso.


La comunidad internacional también lo entiende así. Hasta Insulza, secretario general de
la OEA, hizo ayer un llamado a Chávez para que no aplique medidas contra Colombia y recurra al diálogo como medio para resolver las diferencias. ¿Tendrá Chávez miedo de que se conozcan sus amistades peligrosas? El Presidente Uribe y Jaime Bermúdez, su canciller, hicieron lo que tenían que hacer.
Y lo hicieron con firmeza y prudencia.