martes, 17 de marzo de 2009

El secuestro y la literatura

Editorial

El Heraldo, Barranquilla

Marzo 17 del 2009

El más reciente capítulo de la Farcoliteratura, como se podría llamar al movimiento narrativo surgido hace un par de años tras los relatos autobiográficos de quienes estuvieron secuestrados en la selva colombiana, lo protagonizarán Clara Rojas y su hijo Emmanuel.

Según una información reciente, varios productores cinematográficos también están interesados en llevar a la pantalla grande la historia de su cautiverio por casi seis años a manos de las Farc. Dos propuestas europeas, una de Estados Unidos y otra de Argentina aguardan su decisión. 

Lo que si verá la luz dentro de poco, es el libro que ha terminado de escribir. Página tras página, Rojas cuenta su versión sobre el drama, el dolor y el amor que protagonizó en la espesura de la selva. Esta nueva historia sobre el secuestro saldrá a la venta en abril, con traducción a varios idiomas, según se anunció la semana pasada.

Es que los relatos de los plagiados tan pronto recuperan su libertad han logrado atrapar la atención de la comunidad internacional, especialmente de los productores de Hollywood y de las casas editoriales.

También es cierto que el caso de Clara Rojas, por su maternidad en cautiverio, es el que más interés ha despertado entre la opinión pública.

El número de publicaciones de los ex plagiados y otras personas afectadas por este delito -como los familiares de las víctimas-, va en aumento. De este movimiento narrativo forman parte el agente John Frank Pinchao, Lucy Artunduaga, ex esposa de Jorge Gechem; el ex canciller Fernando Araujo, y más recientemente Luis Eladio Pérez y los norteamericanos Thomas Howes, Keith Stansell y Marc Gonsalves.

Sus publicaciones relatan los dramas del secuestro, de los días, meses y años sin libertad y la manera como el secuestro se convirtió en un punto de inflexión en sus vidas, con heridas profundas de lenta cicatrización, tanto en ellos como en quienes los esperaban en casa.

A juzgar por las cifras de ventas, los libros han sido un éxito editorial. Mi viaje hacia la libertad, de Pinchao, por ejemplo, ha vendido más de 35 mil ejemplares, y ya ha sido traducido al francés. Otro que ha registrado buen récord ha sido El Trapecista, del ex canciller Araujo, alcanzando los 25 mil ejemplares.

Aunque todavía no se conocen registros de ventas de Out of Captivity, en su original versión en inglés, este apunta a ser otro ‘hit’ en las librerías. Las solas entrevistas que han dado sus autores desde Nueva York a las emisoras colombianas, han tenido a los oyentes con los oídos bien despiertos para no perderse ni un solo detalle.

Ingrid Betancourt tampoco se quedará atrás. En octubre pasado ya había anunciado su interés de dedicarse este año a la escritura de su propio relato para contar detalles de los seis años en los que estuvo sin libertad.
 

Justamente, en un artículo publicado por la Revista Ñ del diario argentino Clarín hace menos de un mes, se analiza el furor que continúan causando en Latinoamérica, Europa, y recientemente en Estados Unidos, los relatos de los ex rehenes.

En la misma nota se afirma que el libro de Ingrid podría incluir una réplica a lo escrito por los estadounidenses, que la describen como “una persona a la que le gusta controlar y manipular”.

En medio de tanta tinta sobre el secuestro en la geografía colombiana, y la que todavía falta, no falta quienes se preguntan si a todos los ex rehenes los mueve realmente la intención de compartir su dolor con la opinión pública a manera de terapia, o los seducen las estrategias comerciales de las editoriales porque de antemano tienen asegurados un gran número de lectores.

Mientras estas preguntas se quedan sin respuestas concretas, porque entre la una y la otra cabe una amplía gama de grises, las librerías colombianas, y mundiales en general, siguen llenando sus estantes con el drama del secuestro en Colombia. 

Y, tal parece, que muy pronto serán las salas de cine las que se llenarán para verlo en pantalla gigante. Un inesperado negocio originado en el más cruel de los delitos que aún se comete contra los colombianos.

 

 

 


 

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