domingo, 29 de noviembre de 2009

Contrastes y realidades en Latinoamérica

Mario Calderón Rivera

La Patria, Manizales

Noviembre 29 de 2009

Con la lógica de su seguridad interna y sin renunciar a su soberanía territorial, Colombia ha suscrito un acuerdo con Estados Unidos para la utilización de algunas bases aéreas con propósitos referidos exclusivamente al interés nacional. Este es el hecho escueto que -por una falla evidente de estrategia diplomática previa a la firma del respectivo instrumento- ha provocado un escándalo descomunal alimentado por la insidia de propios y de extraños. Y lo peor de todo es que ese ruido casi siempre farisáico ha sido orquestado -nada más ni nada menos- que por el coronel Hugo Chávez, quien ha suscrito un convenio con Rusia, para embarcarse con ese país en el uso de energía nuclear y para poner las aguas territoriales de Venezuela a disposición de la flota rusa para maniobras de guerra. Todo ello como un paso más en una serie de negociaciones fríamente calculadas y en un marco de confidencialidad jurada por ambas partes.


Esa connivencia ha llevado a la adquisición de un gigantesco arsenal cuyos únicos elementos conocidos hasta ahora han sido, para comenzar, 100.000 fusiles de asalto tipo Kalashnikov, varias decenas de helicópteros y barcos de patrullaje. Además, según el último acuerdo y las informaciones filtradas a los medios, esa alianza virtualmente convierte a Venezuela en un complejo industrial para la producción de toda clase de armas de alta tecnología, que incluye la producción de submarinos y de armas nucleares. Pero que, además, se conecta directamente con Irán. Y en el trasfondo, un discurso retórico de provocación deliberadamente encaminado a inducir una nueva forma de guerra fría.


Según el Instituto Internacional de Investigaciones para la Paz, con sede en Estocolmo, Venezuela ocupó en el año 2008 el octavo puesto entre los países importadores de armas y el primero en América Latina. Pero el dato más significativo es que entre 2004 y 2008 el gobierno de Hugo Chávez se llevó el 2% de la tajada en el comercio mundial de armas. Lo cual no hace extraño que, según los datos del propio Ministerio de Defensa de Venezuela, entre el 2000 y el 2008 las compras de armas han superado los 15.000 millones de dólares. Sin contar las compras secretas que, por supuesto, no figuran en las estadísticas oficiales.


Mientras tanto, Brasil ha firmado con Francia un acuerdo, de alcances todavía no suficientemente evaluados, para constituir una alianza tecnológica y militar dirigida a avanzar en un proceso que llevaría el poder bélico defensivo y ofensivo del país suramericano a niveles que se quieren compatibles con su estatura geopolítica y, sobre todo, acorde -entre otras cosas- con la realidad de sus reservas petroleras comprobadas recientemente y que podrían estar entre 50.000 y 80.000 millones de barriles de crudo. Una cifra que multiplica por seis las anteriores reservas comprobadas. Un hecho de tanta trascendencia que el propio presidente Ignacio Lula da Silva no ha vacilado en calificarlo como “una nueva independencia”.


En esa misma dirección se encaminó la decisión política de incrementar en un 53% el presupuesto de defensa para 2008, llegando a 5.714 millones de dólares que se utilizaron en más de la mitad para la compra de armamento. Todo lo cual está enmarcado en la búsqueda de un asiento en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y en el ingreso del Brasil al club exclusivo del G8. Dos objetivos suficientes para que Sarkozy, experto en alimentar esta clase de apetitos lujuriosos que son parte de la tradición francesa, haya querido convertirse en el principal socio de Brasil. Algo que, de alguna manera, explica también la historia de escándalos que han rodeado la política exterior de Francia cuando se trata de vender armas a todas las partes en conflicto en cualquier lugar del planeta. Uno de tales escándalos está relacionado con la condena de varios años que, por tráfico comprobado de armas con Angola, recibió el hijo del presidente Francois Mitterrand, de no muy clara historia post-mortem en estos mismos negociados. Que es apenas una de las referencias geográficas que marcan la huella francesa en Asia y en África principalmente. Aunque habría que decir que otros países europeos no se escapan a marcas oprobiosas semejantes. Como la que podría mostrar España al figurar entre los primeros diez países traficantes de armas en el mundo y como uno de los principales proveedores de armas para Venezuela.

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