viernes, 27 de noviembre de 2009

Petición a Dios

Plinio Apuleyo Mendoza

El Tiempo, Bogotá

Noviembre 27 de 2009


Un lamento, recibido por mí hace pocos días en Internet, no me deja en paz porque surge de una de las más oprobiosas injusticias cometidas en Colombia. "Cuántas noches de ausencia, cuantos días de mi vida en que la angustia y la soledad han sido mis eternas compañeras -dice en uno de sus apartes-. Sin entender lo que pasó, mis hijos, dos pequeños, deben cargar con el dolor de un padre ausente".

Estas palabras provienen de Liliana de Romero, esposa del capitán de la Fuerza Aérea César Romero Padilla, condenado junto con sus compañeros Johan Jiménez y Héctor Mario Hernández por un delito que nunca cometieron: nada menos que un supuesto bombardeo al caserío de Santo Domingo, en Arauca; bombardeo desde el helicóptero UH-1H que habría provocado el 13 de diciembre de 1998 la muerte de 18 personas, entre ellas siete niños.

Como ha sido ya denunciado muchas veces, esta inculpación contra los tres oficiales de nuestra Fuerza Aérea responde a un escalofriante montaje elaborado por las Farc. Ahora sabemos cómo ellas lograron los falsos testimonios de algunos habitantes del caserío acreditando la versión de tal bombardeo, testimonios que merecieron total crédito del Procurador de entonces, de Human Rights Watch y de la Embajada americana. Con semejante soporte, los tripulantes del helicóptero terminaron condenados por "homicidio doloso".

Pero la verdad de lo ocurrido se ha confirmado recientemente con el testimonio de dos comandantes guerrilleros ahora reinsertados.

Según lo revelado por ellos, el 'Mono Jojoy' y su hermano 'Grannobles' les habían encargado de guardar el control del caserío a fin de facilitar la llegada de una aeronave que traía a las Farc cajas con armas y una tonelada de cocaína. La inteligencia militar interceptó dicho mensaje y tropas del Ejército fueron despachadas por aire. Tras 12 horas de feroz combate, helicópteros de la Fuerza Aérea fueron despachados de nuevo a Santo Domingo con la ayuda de un avión americano Sky Master, cuya alta tecnología permitió identificar áreas o manchas de monte donde había contingentes de la guerrilla replegándose hacia Tame. En una de ellas, situada a un kilómetro del poblado, el helicóptero pilotado por Rivera dejó caer a las 10 de la mañana un racimo de seis pequeñas bombas cluster. El Sky Master filmó la operación y cuatro minutos después grabó imágenes del caserío sin que se viese allí rastro alguno de destrucción.

El video, "traspapelado" por mucho tiempo en la Embajada americana, no fue tomado en cuenta como prueba concluyente del caso. Tampoco lo han sido las recientes declaraciones de José Morales, comandante guerrillero reinsertado. Al frente de 80 hombres, tenía la orden de hacer estallar en el caserío un camión cargado de explosivos si entraba allí el Ejército. Así ocurrió. Un guerrillero llamado 'Fercho' disparó su ametralladora contra el vehículo. "Me acuerdo como si fuera ahora -dice Morales-: el carro bomba estalló y mató un poco de civiles. Otro guerrillero, un morterista, le clavó un bombazo a una gasolinera. Hubo allí ocho muertos y muchos heridos". Luego, los jefes operativos de las Farc dijeron a los pobladores de aquel caserío bajo su total dominio que debían culpar a la Fuerza Aérea de los muertos. "El que diga lo contrario se muere", fue su feroz advertencia.

Después de esto, ¿qué valor pueden tener los testimonios que condenaron a los tres oficiales? ¿De qué han servido, para probar su inocencia, artículos, marchas y tres libros, entre ellos Con las manos en alto, de Germán Castro? Sería necesaria una veeduría internacional. De lo contrario, a una esposa desesperada como Liliana de Romero sólo le queda confiar en la Justicia Divina. "En tus manos, Dios mío, pongo mi vida y la de nuestros hijos. Finalmente, serás tú quien con tu infinito poder haga brillar la verdad." Es la última frase de su lamento.

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