miércoles, 25 de noviembre de 2009

Jugando con fuego

Michael Shifter

El Colombiano, Medellín

Noviembre 24 de 2009

La destrucción de dos puentes peatonales el pasado jueves por unidades militares venezolanas en la frontera entre Colombia y Venezuela, ha preocupado comprensiblemente a los colombianos al presentarse otra oportunidad para que escale este conflicto cada vez más riesgoso.


Las tensiones y desconfianzas entre estos dos gobiernos rara vez han sido más grandes, haciendo remotas las perspectivas para restaurar una funcional relación bilateral. Las emociones están por lo alto.


Por cierto, si existe una situación que requiere una intervención externa -para mediar entre los gobiernos y tratar de restaurar alguna confianza mutua- es el creciente antagonismo que involucra a Colombia y a Venezuela.

El gobierno de Álvaro Uribe ha sido renuente a buscar asesoría de organizaciones multilaterales en el pasado, pero es correcto hacerlo ahora. La meta, sin embargo, no debería ser buscar una condena hacia Venezuela. Tan justificada como podría ser, es improbable que se dé este resultado político en las Naciones Unidas o en
la Organización de Estados Americanos.


Sería más realista para estas instituciones jugar un papel de apoyo, especialmente previniendo la espiral de violencia en la caótica e incontrolable frontera.


Es difícil explicar las últimas provocaciones de Chávez. Aun si el acuerdo militar entre Estados Unidos y Colombia era o no era necesario -o fue manejado apropiadamente- la reacción de Caracas ha sido notablemente exagerada (especialmente porque Estados Unidos tiene instalaciones militares más cerca de Venezuela que las bases colombianas). Los crecientes problemas internos de Chávez y su declive en las encuestas son parte de la explicación a su agresiva reacción.


Desafortunadamente, tan grave como es la situación entre Colombia y Venezuela, otras disputas en la región (Perú y Chile por ejemplo) también son de creciente preocupación. Las organizaciones regionales no están equipadas para responder efectivamente. Unasur fue, al menos en teoría, creada precisamente para manejar este tipo de problemas, pero nadie cree que esté interesada o preparada para jugar un papel de mediador entre Colombia y Venezuela.


La OEA ha sido consumida con, y frustrada por, la crisis en Honduras. La ONU está abrumada con demandas de zonas conflictivas en todo el mundo.


Quiera o no, Estados Unidos también está involucrado en esta situación dado que Chávez ha usado el acuerdo de las bases para encender las tensiones con Colombia. La administración de Obama debería estar más comprometida diplomáticamente en exponer públicamente los propósitos detrás del acuerdo y asegurar a Venezuela y otros gobiernos suramericanos que su objetivo está limitado dentro de las fronteras colombianas.

Brasil, por supuesto, será un jugador clave en cualquier esfuerzo para calmar las aguas y EE.UU. debería fomentar un papel constructivo. Es llamativo que Chávez paró sus palabras belicosas en "Aló Presidente" después de la decisión del Senado de Brasil de retrasar la afiliación de Venezuela a Mercosur. Para Chávez, la opinión pública regional cuenta.


Tan problemáticos como han sido los últimos incidentes, hay razón para creer que una conflagración militar entre los dos países será evitada y que el buen sentido prevalecerá. Las sociedades venezolanas y colombianas están profundamente interconectadas, y no hay clamor de guerra en ninguno de los dos lados. Aún así, la historia nos ha mostrado que un incidente menor puede suscitar una cadena de eventos que se salgan de control, especialmente cuando uno está jugando con fuego.

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