lunes, 23 de noviembre de 2009

Silencios que indignan

Mauricio Vargas

El Tiempo, Bogotá

Noviembre 23 de 2009

Toda la razón le asistía al canciller Jaime Bermúdez cuando reclamó a la pomposa Unasur por su silencio frente a las continuas agresiones de Hugo Chávez. Agresiones que ya no son solo verbales, como lo muestra la voladura de dos puentes peatonales en la frontera y la indiferencia del régimen chavista frente al asesinato, en su territorio, de un grupo de humildes colombianos. Que un mandatario socio y fundador de Unasur amenace a un vecino con la guerra y lleve a cabo acciones dignas de bandas terroristas no ha merecido un solo comentario de Unasur como institución, ni tampoco, de manera individual, de los gobiernos que la integran.

Lula calla. La señora Bachelet, que tan preocupada se declaró por el uso estadounidense de las bases militares colombianas, también se hace la gringa. La señora Fernández de Kirchner, ni hablar, aunque, claro, ella tiene un maletín con 800.000 dólares que le mandó Chávez para justificarse. Es un silencio cobarde e indignante. Es el silencio de muchos cuando los nazis se llevaban a los judíos a los campos de concentración. Esa pasividad les salió costosa a los indiferentes, pues luego los nazis vinieron por ellos.

Si la región le permite actuar así a Chávez contra Colombia, sus líderes deben saber que, algún día, la furia de este sicópata se volteará contra ellos.

Y qué decir de la administración de Barack Obama, que tan cómoda parece en su silencio. Un día se arrepentirá de no haber sabido respaldar a su único aliado verdadero en la región, el que les extradita a cientos de narcotraficantes, el que les ha reducido de manera sustancial la producción y exportación de cocaína para que menos polvo blanco llegue a las narices de sus adictos, el que no se ha dejado comprar -como lo hizo el depuesto Manuel Zelaya y como lo han hecho muchos otros- por los petrodólares de Chávez.

Una sola excepción vale destacar: el Senado del Brasil. Amigos y opositores de Lula han trancado la aprobación del ingreso de Venezuela a Mercosur, tras dejar en claro que Brasil no puede privilegiar con un acuerdo comercial a un mandatario que amenaza a diario con una guerra. Por lo demás, lo que parece haber cundido en la región es una mezcla de pánico cobarde e indiferencia.

Y si en el exterior llueve, en el país diluvia. El silencio también campea en la oposición. Ya ni siquiera Gustavo Petro, que tantos votos ganó, por confrontar a Chávez, en la consulta que lo hizo candidato, ha vuelto a cantarle la tabla. Por los lados del Partido Liberal, nada de nada. Después de la acertada constancia del ex presidente César Gaviria en la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores -que, por cierto, el presidente Álvaro Uribe no supo valorar-, el jefe del liberalismo también se ha callado. Ernesto Samper sí se ha pronunciado, pero más bien a favor de Chávez. Andrés Pastrana, que en su momento también sufrió las intromisiones de Chávez, en vez de rechazar las nuevas agresiones, ¡ahora se ofreció de mediador!

No se trata de que estas voces se alcen para responder uno a uno los insultos del tiranuelo de Miraflores. No. En eso Uribe, el canciller Bermúdez y el ministro de Defensa, Gabriel Silva, han acertado al evitar toda provocación. Pero, a la vez, han sido enérgicos en la defensa de la postura colombiana. ¿No podrían los líderes opositores hacer lo mismo?

Uribe ha acumulado muchos errores en los meses recientes, en particular por su equivocado empeño reeleccionista y por la corrupción desatada como consecuencia del chantaje de la maquinaria politiquera que el Gobierno alentó para sacar adelante el referendo en el Congreso. Pero de ahí a que la oposición calle y mire para otro lado a la hora de respaldar a Uribe ante las agresiones de Chávez, hay mucho trecho. Un trecho que los electores tal vez les cobren el año entrante.

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