domingo, 29 de noviembre de 2009

Para no lanzarse a las alambradas...

Oscar Tulio Lizcano

El Colombiano, Medellín

Noviembre 29 de 2009

Confieso que una de las tantas cosas que pasaron por mi mente durante mi cautiverio fue tener la oportunidad de compartir igual suerte con un siquiatra. Muchas veces me pregunté cuál sería su comportamiento frente a la misma situación. Esa idea me surgió cuando supe que Luis Carlos Restrepo, entonces Alto Comisionado de Paz, tenía esa profesión.


Recuerdo esto por el asombro que me causó el libro de Viktor Frankl, titulado
El hombre en busca de sentido. Frankl me resolvió buena parte de los interrogantes que me surgían en medio de la soledad.


Frankl explica la experiencia que tuvo y que lo llevó a ir en busca del sentido de su vida. Esa búsqueda la emprendió en un momento difícil, pues durante mucho tiempo fue prisionero en los desalmados campos de concentración de los nazis.


La primera noche le invadió la amarga sensación de que nada suyo merecía sobrevivir. Ello lo llevó a pensar en el suicidio como liberación: "durante la primera noche en la prisión me conjuré conmigo para no lanzarme a las alambradas", señala en el libro.


Yo, como Frankl, pasé por deplorables estados. Estuvimos extenuados, consumidos, harapientos, enfermos. Mis enfermedades, sin embargo, fueron derivadas de un clima tropical, de una selva inhóspita. Pero, tuvimos algo en común que nos permitía sobrevivir: el sentido de vivir.


Y ese sentido es el que lo lleva a uno a buscar esperanzadoramente las ganas de encontrarse con los de uno. Es preciso, por ello, conservar esa fortaleza para ir en busca de la libertad interior, porque es la que eleva al hombre muy por encima de su destino adverso.


Frankl habla de la sensación de querer lanzarse a las alambradas, es decir, suicidarse. Finalmente no lo hizo y ahora que lo pienso, en mi caso, jamás se me pasó por la mente cometer un acto de suicidio, ni siquiera en momentos en que más bajo tuve el ánimo. La misma inquietud me acompañó durante las conversaciones que tuve con los demás ex secuestrados. Todos me respondían lo mismo: no. Inclusive uno de ellos me confesó que había intentado suicidarse, pero antes de estar secuestrado.


Estar privado de la libertad realmente no causa tanto daño. Causa daño la suma de ilusiones truncadas, de amores vacíos, de dignidades abatidas, de sufrimiento sin sentido.


¿Cómo pudo Frankl aceptar que la vida fuera digna de ser vivida? Sus palabras explican sorprendentemente la capacidad humana de sobreponer las dificultades y descubrir el sentido de la vida y solo se llega a través del dolor.


Nuestro sentido de la vida en prisión abarcó los amplios círculos de la vida misma y la muerte, del sufrir y el poder morir. Ahí fue donde radicó la esencia de nuestra lucha: en sobrevivir. Y se logra algo que finalmente es la salvación. Cuando uno es consciente de su responsabilidad ante otro ser humano que lo aguarda con todo su corazón, o ante una obra inconclusa, jamás podrá tirar su vida por la borda ya que conoce el porqué de su existencia. Solo así podrá soportar el cómo mantiene encendida esa existencia.

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