jueves, 26 de noviembre de 2009

Educación y emprendimiento

Editorial

Vanguardia Liberal, Bucaramanga

Noviembre 26 de 2009

A principios de la centuria pasada, quienes adquirían cierta cultura ostentaban el título de “Bachiller” y era frecuente que al citar sus nombres se antepusiera tal condición. En ese tiempo, el principal empleador era el Estado y para optar a la mayoría de los cargos el único requisito exigido era haber culminado el bachillerato. A mediados del siglo XX, las exigencias aumentaron. Por esa razón, se requería que las personas dispusieran de un título profesional al tiempo que el Estado dejó de ser el principal empleador, puesto que el sector privado logró un crecimiento significativo en su tamaño y número. Quienes concluyeron estudios universitarios podían darse el lujo de escoger entre varias opciones laborales aquella que consideraban la mejor y más lucrativa. Además, no necesitaban esperar para empezar su ejercicio laboral y profesional así como para recibir sus primeros salarios que eran de tal calidad que cubrían sobradamente sus necesidades personales y familiares.

Hoy en día, para lograr una cierta competitividad en el mercado laboral, las personas no sólo deben haber concluido una carrera universitaria, sino que requieren, adicionalmente, realizar estudios de posgrado, sea de especialización, maestría, doctorado o postdoctorado. Por otra parte, ni el Estado ni las empresas han podido incrementar sus ofertas laborales a la misma tasa a la que crece la población, con lo cual la consecución de una opción laboral es cada vez más difícil y más competida. Según las estadísticas, un egresado en promedio demora cerca de nueve meses para encontrar una posibilidad de desempeño profesional. Y como los salarios también están sometidos a la Ley de la Oferta y la Demanda, al haber abundante número de graduados los salarios ofrecidos son cada vez más bajos y no alcanzan para cubrir los gastos familiares, razón por la cual ambos miembros de la pareja deben aportar al sostenimiento de sus hogares.

Las instituciones universitarias deben enfocar el énfasis en la formación de sus alumnos hacia el emprendimiento, es decir, que cada uno sea el generador de su propio trabajo y ojalá del trabajo de muchas personas más. Sólo cuando cada profesional sea un verdadero empresario en sí mismo se logrará un crecimiento de la economía realmente significativo así como unas condiciones de vida más dignas para un alto porcentaje de los colombianos.

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