lunes, 23 de noviembre de 2009

Buenas notas y malas noticias

Saúl Hernández Bolívar

El Mundo, Medellín

Noviembre 23 de 2009

Según algunos estudios, Medellín es la ciudad de mejor calidad de vida en Colombia. Sin embargo, hay cosas que hacen pensar que la ciudad está viviendo de glorias pasadas, de lo que hicieron otras generaciones, y que ese ‘buen’ nivel de vida no se mantendrá por mucho tiempo. La prueba reina de esta hipótesis viene consignada —y es refrendada año tras año— en los resultados de los exámenes del Icfes, la evaluación del Estado que constituye la única medición objetiva tanto de la calidad de la educación en el país como de las competencias y aptitudes adquiridas por los alumnos, cosas que no sólo dependen del colegio sino también del hogar y el conjunto social en pleno, con gran responsabilidad e injerencia de los medios de comunicación.

El hecho irrefutable es que la educación en Medellín ocupa puestos secundarios que no se corresponden con la importancia y el prestigio de la ciudad y el departamento en el concierto nacional. De acuerdo con los resultados del Icfes, entre los 100 mejores colegios del país sólo figuran cinco de Medellín y el Área Metropolitana, y en la categoría Muy superior apenas hay 33 colegios de la ciudad y unos cinco más de municipios vecinos que atienden población de estratos altos de la capital antioqueña. Por su parte, Bogotá tiene 39 colegios entre los 100 primeros (ocho entre los 10), Cali tiene 13, Barranquilla 5 y Bucaramanga (más Floridablanca) 4. Estos colegios son de clases media-alta y alta, en su gran mayoría.


Uno los aspectos más inquietantes de este escalafón es que la mayoría de los colegios rankeados en la máxima categoría son privados: Medellín sólo tiene un colegio público en el nivel Muy superior, en tanto que entre los 100 mejores colegios de Colombia apenas dos son oficiales, y entre los primeros 1.000, sólo lo son 112. Eso a pesar de que según la clasificación del 2009 (con 10.374 instituciones educativas), dos de cada tres colegios son públicos (el 65.6%), y de que en ellos se ‘educan’ el 72.5% de los 517.991 estudiantes de todo el país que presentaron las pruebas. Es decir, la mayor parte de los niños y jóvenes del país, sobre todo de estratos bajos, reciben una instrucción muy deficiente.


No obstante, las autoridades de Medellín están satisfechas porque cada vez hay más instituciones en los niveles Muy superior, Superior y Alto. En 2001 hubo tan sólo 8 planteles en el nivel Muy Superior. En 2008, 22. Este año, 44 planteles se ubicaron en el nivel Superior; el año anterior habían sido 35. En Antioquia, de un total de 1.014 planteles que presentaron este año las pruebas de Estado, 417 se encuentran en las categorías Muy Superior, Superior y Alta, mientras el año pasado solamente fueron 195, de entre 959 planteles.


Pero, podría ser que como estudiantes copietas nos estemos mintiendo a nosotros mismos. Casi todas las regiones del país están ‘mejorando’ en los resultados del Icfes, lo cual no significa per se que la educación esté mejorando. En Bogotá, por ejemplo, se pasó de 92 colegios en el nivel Alto en 2008 a 211 en el 2009. Y, por supuesto, a la clase política le conviene que se crea que hay avances reales para justificar las altas inversiones que se hacen en rubros como infraestructura educativa, alimentación escolar y subsidios de transporte, entre otros.


El problema es que cuando lo que presenta la realidad es una juventud apática, ignorante y proclive a las drogas, la rumba, el sexo desaforado, la delincuencia, la violencia y otras lacras, se hace preciso dudar de que las pruebas del Icfes sigan siendo un criterio medianamente objetivo para medir la calidad de la educación pues los ‘buenos’ resultados pueden deberse a que los estudiantes de once se preparan todo el año para una prueba que resulta demasiado previsible.


A la juventud de hoy la educa una televisión indigna y despreciable, en un marco social que se tornó enfermizamente permisivo. En Medellín, Antioquia y Colombia estamos cada día más lejos de tener buenas instituciones educativas que atiendan a la definición de la investigadora argentina Silvina Gvirtz: “Un buen colegio no es el que sólo trasmite información, sino el que enseña competencias y saberes socialmente significativos, como aprender a pensar, a seguir aprendiendo toda la vida. El que fomenta los valores y la capacidad de vivir juntos”.

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