miércoles, 30 de julio de 2008

Para la historia de la infamia

TRIBUNA: MARIO VARGAS LLOSA

La Corte Interamericana de Derechos Humanos admite la denuncia en la que la hijastra de Daniel Ortega le acusa de abusos sexuales durante 20 años. En Nicaragua el caso había sido rechazado
MARIO VARGAS LLOSA 27/07/2008

El miércoles 16 de julio, decenas de miles de nicaragüenses se manifestaron en las calles de Managua para pedir la renuncia del presidente Daniel Ortega, a quien acusan de estar convirtiendo la frágil e imperfecta democracia que vive su país en una dictadura tan corrompida y autoritaria como la que padeció Nicaragua bajo Somoza. La manifestación fue convocada por la Coordinadora Civil, que reúne a unas 600 organizaciones cívicas, partidos y movimientos de todo el espectro político, muchos independientes, asociaciones feministas e intelectuales.

Es la primera buena noticia que nos llega desde ese desventurado país -el segundo más pobre de América Latina, después de Haití- desde que, en un acto de verdadero desvarío colectivo, los electores eligieron el año pasado a Daniel Ortega para ocupar la primera magistratura de la nación, olvidando su catastrófica primera gestión (1985-1990) y legitimando su pacto mafioso con el ex presidente "liberal" Arnoldo Alemán, condenado a 20 años de cárcel en el año 2003 por haber entrado a saco en las arcas del Estado despilfarrando y robando la vertiginosa suma de 250 millones de dólares. El supuesto reo multimillonario cumple ahora su sentencia en una finca particular, viviendo a cuerpo de rey, recibiendo todas las visitas que le place y viajando a Managua cuando le da la gana a dar consignas a su bancada parlamentaria que, unida a la sandinista, detenta la mayoría del Congreso. Esta alianza mafiosa y antinatura de una supuesta izquierda y otra supuesta derecha -en verdad, dos bandas gansteriles disfrazadas de partidos políticos- ha permitido la desnaturalización de la justicia, sentado las bases de una nueva dictadura, y abierto la puerta para que Daniel Ortega y Arnoldo Alemán se salgan con la suya y se libren de pagar por los delitos que se les imputan. Los electores que, por ingenuidad, ignorancia o fanatismo, sacramentaron este contubernio están ya arrepentidos de su error, pues, según las últimas encuestas, la popularidad del presidente Ortega ha caído en picada desde que asumió el poder en enero de 2007. Ahora sólo lo respalda un 21% de los nicaragüenses.

Todavía es muchísimo si se tiene en cuenta el prontuario del "comandante" Ortega. Resumo la historia de su hijastra Zoilamérica Narváez, tal como aparece en dos publicaciones que me merecen absoluta credibilidad (EL PAÍS, de Madrid, 29-06-08, y Búsqueda, de Montevideo, 5-06-08), pero quien tenga estómago para ello puede leer en Internet el testimonio completo de esta peripecia que parece extraída de una novela del Marqués de Sade.

Zoilamérica es hija de Rosario Murillo, esposa de Ortega, Coordinadora de los Consejos del Poder Ciudadano y, según algunos, el verdadero poder detrás del trono nicaragüense. El 22 de mayo de 1998, Zoilamérica, militante del Frente Sandinista de Liberación Nacional, hizo público su testimonio contra su padre adoptivo, revelando que, desde la edad de 11 años, "fui acosada y abusada sexualmente por Daniel Ortega Saavedra, manteniéndose estas acciones por casi 20 años de mi vida". Las precisiones, detalles y circunstancias del relato de Zoilamérica son escalofriantes y revelan en su verdugo, acosador y violador, un cinismo y una crueldad poco menos que patológicas. El vía crucis de la niña comenzó en 1979, cuando el revolucionario andaba en la clandestinidad, en Costa Rica. Cada vez que se ausentaba la madre, aquel aprovechaba para "manosearme y tocar mis partes genitales. Hasta hace poco recordé que también ponía su pene en mi boca".

El terror y la vergüenza hacían que la niña soportara todo aquello sin denunciarlo a la madre, quien, por lo visto, entregada en cuerpo y alma a la política, andaba en la luna sobre las malandanzas que protagonizaba su marido a sus espaldas.

El "comandante" se metía al baño cuando Zoilamérica estaba duchándose y se masturbaba mirándola y acariciando sus ropas. En las noches, se introducía en el cuarto que la niña compartía con su hermano Rafael, "procedía a separarme parte de la cobija de mi cuerpo, continuaba con manoseos y luego concluía masturbándose. Me decía que no hiciera bulla para no despertar a Rafael... y me decía: '¡Ya verás que con el tiempo esto te va a gustar!".

Cuando los sandinistas derrocaron a Anastasio Somoza en 1979, la familia Ortega Murillo se trasladó a Managua. Allá le asignaron a Zoilamérica un cuarto para ella sola. Fue, dice, una pesadilla todavía peor. En las noches, el comandante se deslizaba en la cama de la niña de 12 años y se refocilaba a su gusto. Ella comenzó a padecer "escalofríos, náuseas y temblores de quijada". Vivía con una sensación de pánico constante, por los abusos de que era objeto, y por la perspectiva de que todo aquello se supiera y se convirtiera en el centro de un gran escándalo. Robándole tiempo a sus responsabilidades de gobierno, el "comandante" aparecía de pronto en la casa a las horas que sabía que Zoilamérica estaba sola y le exigía que participara en sus juegos sexuales: "Me indicaba que me moviera, que así sentiría rico. 'Te gusta, ¿verdad?', me decía, mientras yo permanecía en absoluto silencio sin tener fuerzas para gritar ni llamar a mi mamá. El miedo no me dejaba. Sentía en la garganta resequedad, atorada y con temblores. Su contacto me transmitía intensos fríos y malestares, me provocaba asco y me creía sucia, muy sucia, pues sentía que un hombre al que rechazaba me ensuciaba toda. Comencé a bañarme muchas veces durante el día, para lavarme la suciedad".

Las audacias del "comandante" se incrementaron con el tiempo. Obligaba a su hijastra a que viera con él películas pornográficas y le mostraba revistas eróticas, como Playboy. Un día se apareció en la casa con un vibrador que pretendió que Zoilamérica usara, pero el aparato no funcionó. El año 1982, la violó, tirada en la alfombra de su cuarto. "Lloré y sentí náuseas. Él eyaculó sobre mi cuerpo para no correr riesgos de embarazos y así continuó haciéndolo repetidas veces: mi boca, mis piernas y mis pechos fueron las zonas donde más acostumbraba echar su semen, pese a mi asco y repugnancia. Desde entonces, para mí la vida tuvo un significado doloroso. Las noches fueron mucho más temerarias, sus pasos los escuchaba en el pasillo con su uniforme militar; recuerdo clarito el verde olivo y los laureles bordados en su uniforme".

El testimonio sigue así, muchas páginas más, con infinidad de pormenores en los que es difícil determinar si es peor la cobardía del todopoderoso mandatario "revolucionario" que mantuvo por 20 años de su vida a su hijastra convertida en su esclava sexual o la villanía del aparato militar y político a su servicio que amparaba aquellos abusos impidiendo que la joven denunciara a su verdugo.

Cuando el escándalo estalló, la señora Rosario Murillo tomó la defensa de su marido y acusó a su hija de complotar con los enemigos del sandinismo. Hace algunos años, en 2004 -urgencias de la política-, la esposa del "comandante" representó en una radio una reconciliación con su hija, la cual, sin embargo, mantuvo todas las acusaciones contra su padre adoptivo. Pero éste ya había tomado todas las providencias debidas para burlar a la justicia. El Juzgado Primero del Crimen de Managua, a cargo de la guerrillera Juana Méndez, fiel militante sandinista, sobreseyó el caso. Ante la recusación de la denunciante, la titular del Juzgado Segundo del Distrito del Crimen de Managua, Ileana Pérez, otra probada sandinista, necesitó sólo un día para rechazar el expediente. Pero la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha admitido el caso contra el Estado de Nicaragua por "denegación de justicia". ¿Prosperará allí la acusación contra el "comandante" violador, incestuoso y pedófilo? A juzgar por la lentitud geológica con la que los jueces examinan el caso, se diría que el alto tribunal de la OEA es más que renuente a condenar a un jefe de Estado en ejercicio, y, además, progresista y revolucionario.
Eso es también América Latina todavía, por desgracia. No sólo eso, felizmente. Hay otra realidad latinoamericana que va dejando atrás estos extremos de brutalidad y de barbarie, donde la justicia ya comienza a ser digna de ese nombre y donde una mujer no puede ser atropellada y abusada a lo largo de dos décadas por un matón con pistolas y uniforme verde olivo sin que los jueces actúen en defensa de la víctima. En la propia Nicaragua, muchos sandinistas decentes, como los hermanos Mejía Godoy -que han prohibido a Ortega utilizar sus canciones revolucionarias-, han pasado a militar contra el nuevo déspota y sus desafueros, a la vez que muchas agrupaciones feministas tomaban la defensa de Zoilamérica. Pero que alguien capaz de haber cometido semejantes iniquidades se halle de nuevo en el poder, ungido por los votos de sus conciudadanos, en vez de estar pudriéndose en una cárcel, dice leguas sobre lo mucho que le falta aún a la tierra de Rubén Darío y de Sandino para salir de ese pozo de horror y vergüenza que llamamos subdesarrollo.

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lunes, 28 de julio de 2008

Aterra el talante antidemocrático de la izquierda colombiana


Las arengas no se hicieron esperar. Para algunos la propuesta de convocar un referendo para legitimar la elección presidencial de 2006 fue una “monstruosidad”, mientras que para otros fue un paso para golpear la institucionalidad y desconocer un fallo judicial.

Las reacciones del Polo Democrático Alternativo a la propuesta del Presidente, - motivada por la arbitrariedad de la Corte Suprema de “Justicia”- demostraron la baja estima que la izquierda tiene por la democracia y el desprecio que profesa por las decisiones de las mayorías. No de otra manera se puede interpretar la descalificación apresurada para el mecanismo anunciado por el Presidente.

Más allá de la decisión presidencial de reversar la intención de convocar a un referendo, lo cierto es que el anuncio y sus desarrollos posteriores dejaron en evidencia el desapego de la izquierda ante la voluntad de las mayorías en las urnas. Cuestionar un mecanismo que consulta al constituyente primario sobre un asunto trascendental para el país –nada menos que la legitimidad del Presidente en ejercicio- no solo es un rechazo a consultar la voluntad de la mayoría de ciudadanos sino una posición que demuestra lo distanciados que se encuentran esos sectores de izquierda de la realidad nacional. Es más: esa distancia es tan grande que siguen confundiendo el país político –al que ellos pertenecen y quieren preservar a toda costa- con los sentimientos, expectativas y decisiones de los votantes.

Muchos creemos que el ejercicio primario de la democracia es escuchar y atender los designios de la mayoría de ciudadanos y por tal motivo, nada más importante que la convocatoria a las urnas para que dichos ciudadanos manifiesten su voluntad.

El mecanismo además resulta importante si se tiene en cuenta que tradicionalmente en Colombia el voto no ha sido representativo, es decir, que quienes resultan elegidos, una vez en sus cargos, olvidan quién los eligió y con qué propósito. La excepción ha sido justamente el presidente Uribe, quien ha tenido claro que fue elegido y reelegido para combatir a las Farc y para fortalecer la seguridad a lo largo y ancho del país como punta de lanza para la acción del Estado en diferentes órdenes como el económico y el social.

Sin embargo, aquellos que fueron elegidos por el pueblo ven con desprecio que se consulte a los electores sobre temas fundamentales para el país. Es decir, son simples apóstatas de la democracia que califican como monstruosidad el hecho de que sean los ciudadanos los que decidan, pues es un abierto reto al poder que se les ha entregado para representar pero que han utilizado para favorecer sus propios intereses.

Esa camarilla saltó a la palestra después del anuncio, en una exhibición de frustración que no se había visto en el país desde épocas pasadas. La amargura de la izquierda, y de la oposición en general, es enorme, pues veían en la Corte Suprema de “Justicia” la última línea de ataque para favorecerse y sacar a Uribe de la Presidencia.

Nada les funciona. Ni las estrategias de calumnias, ni los señalamientos infundados, ni las predicciones apocalípticas han logrado minar la credibilidad que tiene Uribe, ni la popularidad que le otorga el pueblo que finalmente va a las urnas.

Si ellos supieran que el Presidente no cuenta con el favor popular, hubieran saltando de la dicha y apoyado la decisión… incluso la habrían propuesto. Pero tienen frente a ellos a un altísimo porcentaje de colombianos que le creen a Uribe y que seguramente se la hubieran jugado en las urnas para reafirmar el mandato.

Por supuesto, esa mayoría de colombianos ha padecido, por parte de la izquierda, la descalificación constante que se convierte en desprecio al punto de señalar que ejercer el derecho democrático fundamental al voto es accesorio porque lo importante para la camarilla del PDA es el hecho jurídico (la sesgada decisión de la Corte Suprema de “Justicia”) que según ellos, debe estar por encima de la voluntad de la mayoría de ciudadanos.

Eso es absurdo. Evitar que los ciudadanos decidan es un intento despreciable para perpetuar el poder excluyente que han venido ejerciendo durante años, unos desde las cortes, otros desde la politiquería y unos más desde la combinación de todas las formas de lucha.

La anotación queda hecha: lo único que el Polo tiene de democrático es su nombre, pues en la realidad demuestran un infinito temor por las decisiones que tome la mayoría de colombianos.

lunes, 21 de julio de 2008

¿La autonomía para la barbarie?

Por: Dr. Jaime Restrepo Cuartas
El señor Luis Guillermo Pardo Cardona, en un artículo de opinión aparecido el 2 de junio en el periódico “El Colombiano”, arremete contra el Presidente Álvaro Uribe Vélez, cuando le ordena a la fuerza pública, en su carácter constitucional de ser el jefe del orden público, por encima de la autoridad de los gobernadores y alcaldes, que allane las instituciones desde donde se cometen actos de terror, para detener a los culpables y hacerles pagar por sus delitos.

Toma esta decisión, luego de contemplar asombrado, como desde las Universidad Surcolombiana en Neiva, un grupo de estudiantes que conmemoraban el aniversario del Movimiento Bolivariano auspiciado por las FARC y defendido por Hugo Chávez, les arroja gasolina a cuatro policías y luego otro los prende con fuego, y cuando, apenas unos días más tarde, otro grupo de estudiantes desde la Universidad Pedagógica Nacional en Bogotá, hace algo similar con los agentes encargados de controlar el orden público, arrojándoles ácido sulfúrico y produciéndoles a varios de ellos graves quemaduras en su rostro y en su cuerpo.

El señor Pardo, de una manera descontextualizada y absurda, trae a cuento el “Manifiesto de Córdoba” del 21 de junio de 1918 en Argentina, en donde los estudiantes de la Universidad Nacional de Córdoba, protestando por el anacronismo académico al que había llegado la institución y por la elección de Rector, y buscando ser partícipes en los procesos de elección de las directivas, se levantaron en una huelga hasta lograr el propósito de lo que se ha conocido como el cogobierno universitario.

Ni la autonomía pregonada por el señor Pardo es lo que él cree, ni el cogobierno ha sido la solución para las universidades latinoamericanas que la aceptaron como un modelo, especialmente en Bolivia y el Ecuador y que hoy las tiene sumidas en el deterioro y la mala calidad. Si a eso es a lo que se refiere él en su columna.

La autonomía que reconocen y defienden la Constitución de 1991 y la Ley 30 de 1993, es la autonomía académica: la libertad de cátedra y de enseñanza, la posibilidad de crear conocimiento y de no coartar la libre expresión de las ideas. La autonomía es la expresión académica de la libertad y toda libertad conlleva responsabilidad.

Uno es libre de pensar como quiera pero también es responsable de sus actos, y si en aras a su libertad desarrolla conocimiento y produce desarrollo al servicio de los colombianos bienvenida sea esa libertad, pero si su libertad es para destruir, colocar bombas en los recintos universitarios como lo hicieron las FARC en 1988 en la Rectoría de la Universidad de Antioquia, o matar a profesores como lo hicieron las huestes de Carlos Castaño con el investigador Hernán Henao o hacer paradas militares con ostentación armada como ocurrió recientemente en el Alma Máter por las supuestas milicias bolivarianas o quemar policías con ácido sulfúrico y gasolina como ocurrió con los hechos recientes de la Universidad Surcolombiana o la Pedagógica Nacional, esa si no será bienvenida señor Pardo. Allí el Estado tiene que actuar porque está es defendiendo a las mayorías contra el terror de un puñado de bárbaros.

La Universidad es el recinto para la libertad; tanto es así que recientemente la Universidad de Antioquia en el teatro Camilo Torres, escuchó, casi de una manera reverencial, las diatribas de Fernando Vallejo contra las instituciones y el Estado, pero esa libertad se pone en riesgo con la violencia, pues la violencia desdibuja la razón de ser de la universidad y la pone en riesgo de fracasar en su misión esencial y en sus objetivos.

Nosotros no añoramos la autonomía para hacer ostentación armada en paradas militares, ni para que los miembros del Partido Comunista Clandestino de las FARC ejerzan su labor proselitista combinando todas las formas de lucha en los recintos académicos. Esas añoranzas se las dejamos a otros, señor Pardo.