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domingo, 20 de septiembre de 2009

No Coronel-Comandante, su revolución no nos gusta

Por Hernando Fernández Franco

EL Colombiano, Medellín

Septiembre 19 de 2009

En Colombia no nos gusta la dictadura, y usted, Coronel-Comandante, es un dictador. En su programa en la televisión usted ordena y contraordena, usted insulta y dispone, da órdenes, con su sola voz, como si se tratara de leyes. Aquí no. Nuestro sistema es la democracia. Los actos de nuestro Presidente están sometidos a controles independientes, a veces excesivos y no distantes de los intereses partidistas. Nuestro Poder Ejecutivo se origina en la votación libre y directa del pueblo, tras campañas llenas de libertad, en las que los medios de comunicación se expresan sin control ni retaliaciones. En Colombia tenemos libertades políticas.

Usted, Coronel-Comandante, ha perseguido a la prensa. Usted tomó posesión de las emisoras privadas. Ha organizado milicias que difunden el terror y han cometido atropellos contra los periodistas. En su país, la prensa ya no es libre e independiente. En Colombia tenemos libertad de prensa.

Usted controla la opinión, y con su reciente reforma a la educación, ha avanzado también para controlar el pensamiento. Aquí tenemos libertad de cátedra.

Aquí somos especialmente celosos con el erario público: el Parlamento analiza en detalle el presupuesto nacional, que le somete cada año el Ejecutivo; de allí en adelante, tenemos Cortes, Contraloría, Fiscalía, Procuraduría, jueces y, sobre todo, periodistas.

Nuestra prensa actúa como fiscal implacable y, aún a veces, irresponsable. Pero lo preferimos así.

Usted, Coronel-Comandante, mete las manos en el erario publico, como si fuera su propio bolsillo, y reparte, financia revueltas en otros países, como recientemente en Honduras, o apéndices de su revolución fuera del suyo, como está ocurriendo ahora en Colombia; suministra combustibles subsidiados a sus amigos, compra su deuda, o, en fin, recursos que pertenecen al pueblo venezolano, benefician a terceros, según convenga a sus simpatías personales.

Usted, Coronel-Comandante llama a su revolución "Socialismo Siglo XXI" pero, en realidad, es pura y sencillamente "comunismo" o como dijo Evo (una de sus "Evonadas") marxismo-leninismo. Y usted y Lenin saben que tal revolución no es posible en democracia, y que exige el terror y la dictadura. Claro, usted conserva el aparato externo de la democracia: elecciones, parlamento, jueces. Pero todos le están sometidos, y el terror se manifiesta en la desviación de la judicatura y de los poderes del Estado contra sus opositores, y en la organización de "milicias bolivarianas" camisas y boinas rojas, como las camisas pardas del nazismo.

Por esto le cabe tan bien a usted el "Comandante", que resalta su armamentismo, sus acuerdos con Irán, China y Rusia, sus frecuentes amenazas de guerra. Y le conviene por ahora: más adelante, cuando su revolución se haya consolidado aún más, quizás encuentre un título que responda más a su egolatría. Hitler se bautizó "Fuherer", Stalin "El Padrecito", Mao "El Gran Timonel".

Toda revolución como la suya requiere un líder ególatra, dominante, arrogante y orgulloso, prepotente y redentor, rabioso, veleidoso y vengativo. Nosotros preferimos un Presidente sencillo, civilista, controlado, combativo, derrotado a veces y temporal.

No, Coronel-Comandante, su revolución no nos gusta. Su más reciente rabieta contra el comercio con Colombia amenaza miles de empleos. ¿Será que el tratado con Estados Unidos desbarató algún recóndito propósito suyo contra nuestro territorio?

viernes, 24 de julio de 2009

Zelaya se la halla

Hernando Fernández Franco

El Colombiano, Medellín

Julio 24 de 2009

Los acontecimientos de Honduras no pueden analizarse, simplemente, para enaltecer a Zelaya y condenar el golpe. Zelaya, originalmente miembro de uno de los partidos políticos auténticamente democráticos, había venido declinando hacia la órbita de Chávez, y pretendiendo arrastrar a Honduras al sistema comunista, socialismo democrático, como lo llaman ahora. Inventó la consulta popular para hacerse reelegir. Contrariando abiertamente una ley del Parlamento y una sentencia de la Corte Suprema, dio orden al ejército de distribuir el material necesario para la tal consulta y, ante la negativa del Comandante supremo de las fuerzas armadas, lo destituyó.

El Parlamento destituyó a Zelaya y el ejército lo detuvo y lo remitió a Costa Rica. Se habla de que hubo una carta de renuncia, que fue luego desconocida por él. Que fue una actuación de fuerza, y que contra la legalidad no caben las vías de hecho, se dijo por los organismos internacionales y, claro, por el Alba, Chávez, Ortega, Correa, etc., en declaraciones que se llevaron por delante los principios de no intervención y de libre determinación de los pueblos.

Pero la fuerza pública está establecida para dar soporte y respaldo a la legalidad. El derecho, la seguridad del Estado, el imperio de la ley se vuelven írritos sin el apoyo de la fuerza.

Y esto fue, precisamente, lo que hizo el ejército de Honduras: hacer prevalecer la Constitución, la ley y las sentencias de los jueces frente a la arbitrariedad del Presidente; y, en vez de quedarse con el poder, lo entregó inmediatamente a quien fue designado por el Parlamento, noble gesto de desprendimiento y civismo, respaldado y respetado por los organismos judiciales y por el Congreso.

El golpe de Estado, la resistencia a la autoridad se justifican para oponerse a la arbitrariedad o a la dictadura y en la medida necesaria para restablecer el imperio de la legitimidad. Un buen ejemplo lo tuvimos en Colombia, cuando, con el aplauso de todos los sectores, en los años 50, entronizamos una Junta Militar, y empleamos el paro y la resistencia civil para derrocar la dictadura del General Rojas Pinilla. Este episodio de las vías de hecho fue legitimado y compartido por el pueblo, quedó como un monumento de gratitud eterna para nuestras fuerzas armadas, que dieron "un golpe de opinión", como lo llamó Alberto Lleras.

Gracias al ejército y a su golpe, Honduras ha vuelto a encarrilarse hacia la auténtica democracia, y se ha alejado del abismo del sistema chapista. Cuenta con un Presidente designado por el Parlamento, respaldado por la opinión mayoritaria, y en noviembre convocará a las urnas para elegir un nuevo presidente, gracias a una feliz conjunción del poder Legislativo, del Judicial y de las Fuerzas Armadas.

El ejército de Honduras, lo sucedido allí, no merece repudio sino admiración y gratitud.

sábado, 13 de junio de 2009

Hiede la política

Por Hernando Fernández Franco

El Colombiano, Medellín

Junio 13 de 2009

Hiede el viaje de los del Polo y algunos liberales al Canadá y los Estados Unidos para desacreditar al Gobierno, poniendo en riesgo la aprobación de los TLC. Esto no es oposición. Es traición a la patria.

Hiede la presentación del caso de la zona franca de Mosquera que hizo Coronel en Semana, llena del mismo rencor que siempre exhibe cuando trata temas del Presidente, así como hiede el debate consiguiente de Petro y Robledo en el Parlamento, no obstante las claras explicaciones de Tomás y Jerónimo.

Hiede la radicalización e irreductibilidad de todo lo que ha estado alrededor de la reelección y la forma como la oposición ha convertido la controversia en ataques rastreros contra la persona y la familia del Presidente.

Hiede la infiltración de las Farc y los paramilitares en la justicia y en organismos del Gobierno. ¿Cómo no reconocerla en la decisión del Consejo de Estado contra el reclutamiento militar, o en lo sucedido en el DAS?

Es cierto que en el país hay una "guerra política".

En política, salvo cuanto toque el campo de la moral y el sentido democrático, no deberían darse posiciones irreductibles. Adoptar "istmos o istas" como posiciones ancladas e inconmovibles, es poco inteligente. La defensa o el ataque a ultranza carecen de lógica y, cuando se trata de los medios de comunicación, son perniciosos, francamente dañinos y desorientadores.

Si lo agrio y agudo de la contienda política actual toca con la reelección, es bueno tomar una posición, tras estudiar pros y contras, sin apego a ningún dogma o matrícula. Los comentarios en las páginas editoriales de los más caracterizados órganos de la prensa serán confiables según el cuidado que pongan en evitar el insulto, el rumor, la calumnia o el ataque personal. Y a fe que el tema de la reelección por un tercer período de Álvaro Uribe da para reflexionar y vacilar, sin que ello sea motivo para dejar de admirarlo y para tributarle franca gratitud por su bonhomía y por su obra.

El debate, por consiguiente, si lo que se pretende es orientar al país hacia lo mejor, como es el objetivo supremo de la política y de la prensa, debería cumplirse con altura, a base de argumentos, de reflexiones, de sana crítica. No de la calumnia, del ataque personal, ni de la maroma, para que no nos quede a nosotros, el pueblo, un mal gusto y un juicio negativo sobre nuestra clase política y sobre los columnistas matriculados e inamovibles.

viernes, 17 de abril de 2009

Conversaciones de paz, si; pero ¿cuando?

Por Hernando Fernández Franco

El Colombiano, Medellín

Abril 16 de 2009

Desde el gobierno de Belisario Betancur venimos ensayando procesos de paz, conversaciones interminables, con muchas esperanzas y ningún resultado, las últimas, con el ELN, maltrecho y en desbandada, con la mediación de Cuba.

Será inolvidable la silla vacía que "Tirofijo" le hizo al presidente Pastrana y lo que siguió en El Caguán.

De las muchas comisiones de paz hicieron parte personajes de la más alta categoría, como Carlos Lleras Restrepo, en la primera. Y cuántos consejeros de paz, todos frustrados.

Ahora se da una nueva oleada de clamores, como si "ahora sí", voces bien intencionadas, pero de mala memoria, del clero, de muchas ONG, de escritores y miembros de la sociedad.

Pero ¿por qué "ahora sí", cuando la guerrilla, aunque acorralada por el Ejército, sigue con sus métodos vituperables de lucha, más débiles, claro, y en tiempos recientes, con actos de terrorismo en algunas ciudades, masacres y asaltos en carreteras, atentados contra personalidades y de la prensa?

¿Qué pretende la guerrilla y sus simpatizantes?, ¿imaginan que el gobierno reducirá su estrategia de paz durante unas nuevas conversaciones?, ¿será que creen que los guerrilleros que fueron liberados retornarán a la guerrilla y le posibilitarán recomponer sus cuadros de mando y su capacidad ofensiva?

El país ha interpretado con esperanza el comunicado reciente de Cano. Pero está cargado de veneno: no es admisible que hable de "partes" ni de "prisioneros de guerra". Así destapa sus verdaderas intenciones y empieza por crear obstáculos, aun antes de negociar.

No son "prisioneros de guerra" los guerrilleros presos en las cárceles: son subversivos, delincuentes capturados in fraganti, condenados por delitos atroces contra el Estado o las personas, y la primera condición en una hipotética liberación debería ser la confesión pública de sus culpas y la promesa segura de que no retornarán a la guerrilla.

Del mismo modo Cano, Jojoy y sus compañeros son perseguidos por la justicia por el montón de sus crímenes, y es casi imposible figurarse cuál tratamiento cabría darles en unas nuevas conversaciones de paz. ¿Tendríamos que repetir la experiencia del M19 y, tras una nueva "Constituyente de la paz" como la del 91, premio a la toma del Palacio de Justicia", nombrarlos delegados, diplomáticos, gobernadores o alcaldes?

¡No!, la única actitud sana y justa sería una que lleve a la guerrilla a deponer las armas, como lo han hecho algunos de sus frentes, y a reincorporarse a la sociedad, previa aplicación de la justicia, según normas legales.

Esto sólo podría lograrse manteniendo hasta lo último el proceso de "seguridad democrática", por todo el tiempo que fuere necesario, en el entendimiento de que él no es un fin en sí mismo, sino un camino hacia la paz, y que la acción del Estado, ejercida con todo rigor, pero con total respeto por los derechos humanos, mantiene una puerta abierta a la paz, en el momento en que la guerrilla decida cesar definitivamente en su acción.