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miércoles, 10 de febrero de 2010

Falsos testigos contra Plazas

Sergio Esteban Vélez

El Mundo, Medellín

Febrero 10 de 2010

La semana pasada, a raíz del hallazgo de los cadáveres de dos de los supuestos “desaparecidos” del Palacio de Justicia en una unidad científica de la Universidad Nacional, El Tiempo recordó que el coronel Alfonso Plazas Vega había insistido desde hace años en que tales cuerpos se encontraban en dicho lugar y en que las autoridades en su momento no respondieron diligentemente ante una revelación de semejante importancia.

Y precisamente ahora, cuando los medios han divulgado la noticia de que muy probablemente la providencia del polémico juicio al coronel sobre este caso se dará a conocer a finales de este mes, he recibido algunos mensajes de su esposa, doña Thania Vega de Plazas, quien me contactó con motivo de mi columna “Paradojas de la justicia”. Entre estos correos, que contienen informaciones imbatibles acerca de la inocencia del Coronel, se destaca un extenso artículo del columnista de EL MUNDO Eduardo Mackenzie, en el cual queda clara la parcialidad y la sevicia con las que ha sido tratado este distinguido militar, por un poder judicial presuntamente infiltrado por lo más bajo del narcoterrorismo.


La tesis principal del colega Mackenzie consiste en que este juicio sería el resultado de una venganza de la mafia contra el coronel Plazas, después de que éste, como director nacional de Estupefacientes, les confiscara más de dos billones de pesos a los más temibles narcotraficantes de Colombia.


Nuestro espacio semanal no nos alcanza para referirnos con detenimiento a tales documentos (que pueden consultarse en el sitio www.yocreoenplazas.com). Sin embargo, nos parece realmente importante comentar velozmente el contenido de un texto que doña Thania nos ha enviado especialmente para que sea divulgado a los lectores de esta columna.


El escrito devela datos espeluznantes, como los siguientes:


-.La denuncia que presentó el ex bachiller de
la Policía Ricardo Gámez Mazuera (junto al cura comunista Javier Giraldo) contra el coronel Plazas, no tendría sustento, pues Gámez no podía ser testigo de los hechos del Palacio de Justicia, ya que no estuvo allí. Seis años antes de esa toma guerrillera, Gámez había desertado del Ejército. “¿Cómo pudo ser testigo de unos hechos que no conoció?”.


Sus denuncias, que fueron publicadas inicialmente por el semanario comunista Voz, fueron descartadas por
la Procuraduría, en 1990, pues: “la queja del señor Gámez Mazuera contra personal militar carece de todo fundamento”.

En el 2005, Gámez reiteró sus denuncias. Sin embargo, en
la Resolución de Acusación contra Plazas Vega, de febrero del 2008, la Fiscalía desvirtuó el testimonio.


- El segundo “testigo clave”, el cabo retirado del Ejército Édgar Villamizar, acudió en el
2007 a rendir declaración sin haber sido citado. Compareció inicialmente con un nombre distinto del suyo.


Actualmente, se ha logrado comprobar que para el momento del holocausto del Palacio, Villamizar se encontraba en el municipio de Granada (Meta), por lo cual no pudo ser testigo del mismo.


A pesar de que Villamizar se negó a ratificar sus denuncias,
la Resolución de Acusación contra el coronel Plazas se basó en su primer testimonio. Este, sin lugar a dudas, es inválido, pues, como dice el documento, el ex cabo: “se cambió de nombre, cambió su firma, declaró en una diligencia de testimonio no programada, declaró sin la presencia de la Defensa del sindicado, un testimonio sin fecha; se equivoca en sus datos personales y en la declaración no se le verificó la identidad. Es decir, se violaron por parte de la Fiscalía las más elementales normas procesales penales”.


Posteriormente, en el juicio contra el Coronel,
la Procuraduría calificó las afirmaciones de Villamizar como “deleznables”, y anuló a este testigo como prueba. Sin embargo, la Fiscalía le dio credibilidad y solicitó que el Coronel fuera condenado.


- Igual de inválido sería el testigo Tirso Sáenz Acero, de quien, según el documento, se habría probado que tampoco estuvo presente en los hechos del Palacio. La credibilidad de Sáenz es nula, pues ya había sido condenado por Falsedad material de particular en documentos públicos y, en otra ocasión, por Falsedad personal. Ha sido hallado culpable, además, de otros cinco delitos, entre los que se cuenta el de Homicidio. Sus afirmaciones fueron descalificadas por
la Procuraduría. Pero lo más grave habría sido que, según el texto que nos envía doña Thania: “el abogado de Plazas Vega encontró en el juzgado una carta de Tirso Sáenz dirigida a la Juez, en la cual le reclama por no haberle cumplido los ofrecimientos que le habían hecho sobre rebaja de penas, y cambio de centro de reclusión. Amenaza en la carta con que, de no cambiarlo de inmediato a la cárcel de La Picota, procederá a dirigir una carta al coronel Plazas Vega, retractándose de todas sus acusaciones. La juez de inmediato envió dos documentos con el letrero de “Urgente” al juez de ejecución de penas de la Cárcel de alta seguridad de Cómbita, y consiguió el traslado inmediato de Sáenz a La Picota”.


Con estos hechos y otros divulgados constantemente sobre distintos casos, ¿puede quedar alguna duda de la degradación actual de la justicia colombiana?

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Extraña adhesión a dictadura venezolana

Sergio Esteban Vélez

El Mundo, Medellín

Diciembre 9 de 2009

Este 2009 ha sido un año de celebración para los lectores del emblemático escritor antioqueño Fernando González. El motivo: la confluencia de más de media docena de aniversarios importantes de la vida y la obra de tal creador. Una de estas efemérides, a la cual no se ha referido ninguno de los hagiógrafos del envigadeño, es la de los 75 años, tres cuartos de siglo, de la publicación del libro “Mi Compadre”, mediante el cual González rindió homenaje al dictador venezolano Juan Vicente Gómez.

El título del libro viene del hecho de que el tirano aceptó ser el padrino de bautismo de Simón González, el hijo “brujo” del filósofo paisa. Por esto, el escritor siempre se referiría al general venezolano como “mi compadre”. Y parece que González llevaba este parentesco en el alma. En una de sus páginas, después de relatar una riña de gallos, nuestro escritor anota: “Sentí tanto amor por este grande hombre, que desde entonces somos compadres”. La admiración de Fernando por el déspota criminal llegaba hasta el punto de verlo como una nueva encarnación de Bolívar. Esta relación es descrita del modo siguiente por el poeta Gonzalo Arango: “El dictador y el filósofo se admiraban entrañablemente, eran ramas originales y potentes del mismo árbol emancipador que sembrara don Simón sobre los Andes”.

Para 1934, cuando González publicó el libro, ya el general Gómez llevaba 26 años gobernando arbitrariamente a Venezuela, como si se tratara de una propiedad privada. En ese momento, se cuenta que Gómez repudió el libro y no le entregó a González la retribución económica que se dice que le prometió, pues el filósofo, a pesar de que articuló un listado infinito de halagos al tirano, incurrió en algunas infidencias, como cuando, en pos de exaltar la hombría del general, comentó que este había engendrado 70 hijos en mujeres diferentes. Al respecto, Mario Escobar Velásquez dice que: “Fernando tenía la virtud de no gustar con sus escritos a los poderosos, aunque en esta vez quería gustar (...) Muchos no entendimos jamás esa admiración por el déspota”.

A causa de la desaprobación del libro por parte de Gómez, se frustró el sueño que tenía entonces Fernando González de renunciar a la nacionalidad colombiana y hacerse venezolano. Ese mismo año, González le escribiría a su suegro: “A este asunto de mi nacionalidad nueva le pondré todas las leyes de la sociabilidad, para ver si logro vivir en Caracas el resto de mis días (...) tengo mucha vergüenza del pasaporte colombiano. (...) Lo que soy yo, no quiero ser colombiano ni un segundo, pues me parece que tengo un vestido cagado”. Después de que Gómez rechazó la lisonjería desbordada de González, el filósofo declaró su reconciliación con Colombia. Sin embargo, para entonces ya se había ganado la animadversión de muchos de sus compatriotas, como el doctor Eduardo Santos, gloria del Partido Liberal, quien publicó en El Tiempo un artículo condenando la traición de González a la nación colombiana y su “abominable” exaltación de una dictadura asesina y coactiva. González le respondió al doctor Santos con una carta en la cual, despectivamente, lo tildó de “indio”.

A pesar del rechazo general que suscitó su libro, Fernando González siguió considerando su elogio al dictador como la mayor de sus creaciones. En relación con esto, escribiría: “Mi mejor libro es Don Mirócletes (..) Mi mejor libro, eso sí, después de Mi Compadre”.

En la actualidad, el pueblo paisa ha perdonado a González y este, que veneraba una dictadura de derecha, ha devenido ícono, paradójicamente, de los representantes de la izquierda.

Ahora lo único que falta es que los grupos izquierdistas respondan a esta columna ¡lanzándose en discursos a favor de la extrema derecha!

Punto aparte: Ya que hablamos de Juan Vicente Gómez, vale la pena comentar que, según diversos estudiosos, este tirano venezolano, a pesar de ser de no ser “socialista”, bien podría ser comparado con Hugo Chávez, el demente gobernante actual de su país, si tenemos en cuenta entre otros factores los siguientes:

Los dos adolecieron de precaria educación y se reconocen por su mentalidad rural y la ordinariez de sus gustos, especialmente Gómez, quien a duras penas sabía leer y escribir.

Ambos dictadores militares han utilizado a Bolívar como estandarte, cada uno desde su extremo ideológico. Como recuerda Rolando Monterrosa, Gómez era tan bolivariano, que llegó hasta falsear su fecha de nacimiento para que coincidiera con la del Libertador. Dice el salvadoreño Monterrosa que: “Todos los actos del gobierno de Gómez, entre los cuales se contaron asesinatos, torturas, encarcelamientos y ejecuciones sumarias de sus opositores, estuvieron enmarcados por discursos inspirados en el pensamiento bolivariano”.

Al igual que Chávez, Gómez persiguió ferozmente a sus contradictores, hasta acallarlos (mediante prisión, exilio forzado y asesinato), y cerró los medios de comunicación que no le eran afectos.

Ambos han utilizado la riqueza petrolera de su país para comprar su permanencia indefinida en el poder, y las familias de los dos se lucraron abusivamente de esta abundancia. En el caso de Gómez, después de su muerte, su inmensa fortuna, por decisión confiscatoria del Congreso, pasó en su totalidad al patrimonio de Venezuela.Pero este expolio, con seguridad, seguirá excavando con los Chávez.

martes, 21 de abril de 2009

"Adalides de la libertad" respaldando el totalitarismo

Por Sergio Esteban Vélez

El Mundo, Medellín

Abril 21 de 2009

Con la sentencia a 25 años de prisión al ex presidente peruano Alberto Fujimori, la izquierda latinoamericana está de plácemes. Pero, al mismo tiempo (como afirma, indignado, mi colega columnista Saúl Hernández), conforme a la doble moral que los ha caracterizado, los activistas de esa tendencia guardan silencio sobre lo que los toca, como las sistemáticas violaciones a los derechos humanos en Cuba o los abusos dictatoriales de los presidentes de Venezuela y Nicaragua.

Y precisamente por su laxitud con los crímenes de sus copartidarios, en tanto que protestan enérgica y activamente contra las actuaciones de quienes no comparten sus tesis, en Europa todavía hay quienes piensan que ¡a Íngrid Betancur la tenía secuestrada Uribe! 

En Colombia, la clase intelectual “mamerta” se agita ante cualquier cosa y acusa al gobierno democrático de ser “totalitario”, pero, contrario a lo que podría esperarse de tan valientes defensores de las libertades, cuando viajan a Cuba, invitados por el gobierno de ese país, no hacen nunca ni el más mínimo reproche al hecho de que en esas tierras el gobierno haya reducido a cenizas las libertades de expresión y de prensa. 

Ya intelectuales españoles de la talla de Antonio Muñoz Molina y Rosa Montero (a ninguno de los dos se le podría “acusar” de derechista), han denunciado la condescendencia que en América Latina los “humanistas” tienen hacia Cuba. Y, efectivamente, esos “intelectuales”, que son siempre tan críticos ante las dictaduras, ante la de Castro se reblandecen y pasan de largo. 

Vale la pena preguntarse por qué William Ospina y tantos otros escritores de izquierda que se jactan de su lucha por el respeto a las libertades, en sus recientes textos sobre el cincuentenario de la “gloriosa” Revolución Cubana, omiten hablar, por ejemplo, de los fusilamientos en “El Paredón”, o de episodios como el caso de “Los Marielitos” o el “Caso Padilla”. Este último, que nos hace evocar los lamentables Procesos de Moscú, en los cuales escritores de prestigio de corrientes políticas contrarias al comunismo eran obligados a renegar de su propia obra y a “rehabilitarse”, es prueba fehaciente de cómo el periodismo y la intelectualidad izquierdistas de nuestro continente aceptaron alinearse con un régimen de represión y renunciaron a la independencia. Los grandes del Boom Latinoamericano (con honrosas excepciones, como Vargas Llosa y Edwards) inclinados ante un dictador que, en un discurso en La Habana, aseguraba que: “Por cuestión de principios hay algunos libros de los que no se debe publicar ni un ejemplar, ni un capítulo, ni una página”. ¿Revolución? No, “involución”, como dice mi amigo el poeta Rubén Vélez. 

Del mismo modo, nuestros “intelectuales” (muchos de ellos identificados como “símbolos de la libertad”) condenan como antidemocrática la posibilidad de una segunda reelección de Uribe… pero siempre están de acuerdo con la reelección indefinida de Castro y de Chávez (por no hablar de la de algunos presidentes de Rusia, China y las demás naciones del antiguo bloque comunista). Basta con recordar la reciente declaración que al respecto hizo Piedad Córdoba. Nada raro en ella, según quien, en Colombia, hacen falta más “Tirofijos”, como ha exclamado, enardecida. 

Los “eminentes” mamertos “se rasgan las vestiduras”, ante la imaginaria persecución que, en nuestro país, sufrirían algunos periodistas revolucionarios “víctimas del régimen”; pero, al mismo tiempo, aplauden entusiastas la censura de prensa en Venezuela y el cierre de Radio Caracas Televisión. 

Basta con repasar la “Declaración” del “V Encuentro Mundial de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad” (Cochabamba, Bolivia, 2007), que celebra la desaparición de ese canal, cuando afirma que: “En Venezuela se está recobrando una concesión que imponía la dictadura de la palabra y la imagen únicas (RCTV). Como dijo el Presidente Hugo Chávez, ahora no estamos luchando contra la libertad de prensa, estamos restableciendo esa libertad”. 

“Debemos identificar quiénes son los aliados de los pueblos en los medios y quiénes son sus enemigos”. Esa “declaración” fue firmada por “adalides de la libertad y de la paz”, como Piedad Córdoba, Alfredo Molano y el director del Festival Internacional de Poesía de Medellín (quien, en entrevista para un medio venezolano, ya se había pronunciado a favor de esa censura). 

Parece mentira que, en tiempos modernos, cuando la humanidad ha avanzado tanto en el conocimiento de la organización gubernamental y económica (aunque todavía falta mucho), todavía campeen por los países latinoamericanos sesgados activistas, conscientes cómplices de la represión, los fraudes, los crímenes y la violencia.

jueves, 2 de abril de 2009

¿"Rehenes" del Presidente?

Por Sergio Esteban Vélez

El Mundo Medellín

Abril 1 de 2009

Pocas veces he sentido tanta indignación como hace algunas semanas, cuando, a través del prestigioso canal RDI (el principal del Canadá), vi, en horario triple A, la transmisión de un documental que es improperio para Colombia. Su nombre: “Les otages du président”, que traduce: “Los rehenes del Presidente”.

Y la producción entera corresponde a lo que tal título sugiere. Según los realizadores, el nuestro es un país en la miseria sometido a una especie de dictadura narco-paramilitar, cuyo máximo jefe, el presidente Uribe, sería el mayor enemigo de la paz y de la justicia. 

Los “investigadores” se dirigen a las Farc como “Ejército del Pueblo” y, para ellos, aunque este grupo “rebelde” ha cometido algunos errores, los verdaderos responsables de la guerra que asuela al país serían los paramilitares y, muy especialmente, el Estado, que los habría estimulado y encubierto. 

Este documental en francés, de 58 minutos de duración, sumamente bien preparado y cuya producción seguramente costó una fortuna, fue realizado por la periodista francesa Mylène Sauloy, con el auspicio de France 5 et de la AMIP, de París. Su lanzamiento oficial tuvo lugar en septiembre del año pasado, cuando, luego de una intensa campaña promocional, fue emitido por la televisión francesa. 

Para dolor nuestro, muchos ciudadanos extranjeros, luego de ver este filme, han terminado creyendo en un supuesto “lado amable” de la guerrilla. Se confirma así la fuerza que han tomado las Farc en el más activo medio universitario e intelectual europeo, gracias a su estrategia propagandística internacional, mucho más acuciosa y efectiva que la diplomacia del democrático Gobierno Nacional. 

Se muestra al presidente Álvaro Uribe como un original colaborador del narcotráfico, próximo al capo Pablo Escobar, y Medellín, su tierra, es identificada como “La Ciudad del Cartel”. Para completar, lo “acusan” de haberles declarado la guerra a las Farc y de haber promovido el paramilitarismo. Hacen especial énfasis en la cacaraqueada “persecución” a los sindicalistas que se habría desarrollado durante el actual gobierno (pero, como aquí sabemos, los sindicalistas amenazados han recibido una protección gubernamental, a veces exagerada, y, durante los dos mandatos de Uribe, el asesinato de dichos activistas ha descendido muy significativamente). 

Con tal contenido, ya se imaginarán ustedes quiénes son los entrevistados “estrella”: pues nada menos que el senador Petro, el periodista Jorge Enrique Botero (a quien llaman “Quique”) y la “dama del turbante”, Piedad Córdoba, a quien presentan como auténtica heroína, toda vestida de blanco, con imágenes en las cuales el pueblo que la aclama le ofrenda rosas a su paso. ¡Como a la Virgen María! No fue consultada ni una sola fuente contraria a los “revolucionarios”. 

Tal vez, el punto en el que se aprecia con mayor claridad la simpatía “fariana” de los realizadores es cuando se denuncia que el presidente Uribe habría ordenado bombardear a alias ‘Raúl Reyes’, para ellos verdadero adalid de la libertad. Con este “asesinato”, según ellos, se dio fin a la única esperanza del intercambio humanitario. 

Entre los múltiples planos de campamentos de la guerrilla, en algunos de las cuales exhiben las condiciones en que viven los secuestrados (ellos los consideran “prisioneros de alta seguridad”), muestran a la camarada Córdoba sentada dialogando con Reyes. Posteriormente, se contempla a la senadora, furibunda, hablando de las “instituciones mafiosas que concentran el poder”, en nuestra patria, y a la muchedumbre que grita: “!Uribe, paraco!”. Ningún desprevenido espectador europeo podría, después de ver esta emisión, imaginar que el presidente Uribe cuenta en Colombia con un 80% de popularidad.

Por supuesto, también se les da la palabra a varios guerrilleros, a altos representantes de ONG y se dedican sendos fragmentos a la aberrante escena en la cual el presidente de Venezuela afirma enardecido que «Las Farc no son terroristas: son verdaderos ejércitos», en medio de los aplausos del público “cautivo”. 

Para rematar, estos “imparciales investigadores” reniegan de la gran marcha del 4 de febrero, contra el secuestro y el terrorismo, a la cual califican como una «maquinación» del presidente Uribe, quien habría convocado a su electorado para manifestarse en contra de las iniciativas de las Farc, del intercambio humanitario y, por ende, de la libertad de los «rehenes». 

Pero lo más sorprendente es que, a pesar de que el documental ya ha sido transmitido (con amplio despliegue) en diversos países de la Francofonía, no ha suscitado, como sería lógico, una enérgica y contundente respuesta de nuestro gobierno ni de nuestros representantes diplomáticos en tales naciones. Peor aún, los medios de comunicación nacionales, que tanto se precian de su agilidad para denunciar y de estar siempre actualizados en el campo internacional, no han publicado ni una sola sílaba al respecto. 

¡Qué cómodo les resulta quedarse de brazos cruzados!