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viernes, 19 de marzo de 2010

Escenario agrícola para 2010

Juan José Perfetti

El Colombiano, Medellín

Marzo 19 de 2010

Las perspectivas de crecimiento del sector agropecuario colombiano para el presente año se encuentran afectadas por varios fenómenos que hacen pensar que el 2010 no será un año de mucho crecimiento sectorial.

Como se señaló en anteriores columnas, durante la pasada década el crecimiento del sector agropecuario colombiano estuvo jalonado por el buen comportamiento de los cultivos no transables, los cultivos exportables diferentes a café y el grupo de pecuarios. Adicionalmente, se mostró cómo, no obstante que durante buena parte de dicha década se dieron condiciones excepcionales de crecimiento de la economía mundial y de la colombiana, el sector agropecuario no respondió de manera vigorosa a un ambiente tan favorable. Por el contrario, el sector contribuyó, hacia el final de la década, a un aumento de la inflación a través de un mayor ritmo de crecimiento en el precio de los alimentos.


Aunque cada vez la economía mundial muestra mayores signos de recuperación, éstos continúan siendo débiles y no son homogéneos entre países. De esta forma, desde el punto de vista de la demanda externa, no cabe esperar para el presente año un ambiente de crecimiento como el que se tuvo en años pasados. Adicionalmente, y aunque Colombia viene haciendo importantes esfuerzos por abrir la economía y diversificar y ampliar los mercados de exportación, los beneficios esperados de esta apertura comercial sólo se verán en el medio plazo, pues a los sectores económicos del país les tomará un tiempo ajustarse y prepararse para esa nueva realidad.


Aunque las proyecciones de los precios de los bienes agrícolas a nivel mundial realizadas por diversas entidades internacionales, como la FAO y la OECD, muestran que dichos precios permanecerán altos por algunos años, no se espera que se presenten alzas súbitas en los mismos y de iguales magnitudes a las observadas en el 2007 y 2008.


De otra parte, la economía nacional también muestra signos de recuperación, pero, al igual que la de muchos países, dicha recuperación se muestra débil. Pero en el caso colombiano, a una demanda frágil se le suma el problema del desempleo que ha venido creciendo, el relativo alto déficit fiscal que obligó a un recorte presupuestal a principios del año y la revaluación del peso, lo que hace aún más improbable que el sector agropecuario enfrente un ambiente económico interno de gran dinamismo.


Para las perspectivas de crecimiento agropecuario preocupan, además, dos fenómenos. De una parte, la revaluación del peso colombiano que afectará negativamente los ingresos y la rentabilidad de los productos de exportación y, por ende, el nivel de actividad de los mismos. Igualmente, la revaluación, al reducir el costo de importación de los bienes agropecuarios, también perjudicará el nivel de actividad de los productos sustitutos de importación. En otras palabras, la revaluación del peso, junto a una demanda mundial débil, hará aún más difícil la recuperación de las actividades transables agropecuarias.


El segundo fenómeno es el intenso verano que ha venido soportando el país y que ya empieza a manifestarse en los precios de algunos alimentos. Es claro que, al menos para el primer semestre del año, la oferta de alimentos se verá perjudicada por el verano. Ello, aunado a los precios bajos de los alimentos que se registraron durante el año 2009, que, por la baja rentabilidad, muy seguramente desalentaron las siembras, hacen muy improbable un aumento sustancial en la producción y la oferta interna de alimentos.


En conclusión, para el presente año las condiciones de oferta y de demanda no le auguran al sector agropecuario colombiano mayor crecimiento y, por el contrario, sí dificultades en varios frentes que deben ser atendidas por el gobierno nacional con premura y diligencia.

viernes, 12 de marzo de 2010

Acuerdos y crecimiento

Juan José Perfetti del Corral

El Colombiano, Medellín

Marzo 12 de 2010

Con el reciente anuncio del ministro de Comercio, Industria y Turismo sobre la finalización de las negociaciones con la Unión Europea de un acuerdo comercial con Colombia, el país va, día a día, consolidando una estrategia comercial que busca no sólo abrir la economía sino hacer del comercio exterior un muy importante factor de crecimiento.


La literatura económica ha mostrado de manera amplia y profusa cómo el comercio exterior y el crecimiento económico van de la mano en las economías que exhiben las mayores tasas de crecimiento económico. Igualmente, el Banco Mundial ha ilustrado cómo el comercio exterior ha venido creciendo de manera importante en las últimas décadas. Ese crecimiento ha favorecido no sólo a los sectores industriales sino también al agrícola. De igual manera, ha crecido tanto el comercio entre los países en desarrollo y los desarrollados como entre países en desarrollo.


El desarrollo de empresas y de actividades productivas vinculadas al comercio internacional muestra cómo éstas se ven forzadas a adelantar acciones que de otra manera no tendrían el estímulo para hacerlas y que, al final, representan beneficios tangibles y ventajas competitivas para las empresas vinculadas a estos desarrollos. Muchas de las empresas que tienen a los mercados externos como una fuente importante de sus ventas deben, además de mantenerse actualizadas tecnológicamente, impulsar la innovación como un proceso que les permita competir con sus rivales y aumentar su penetración en los mercados. La innovación requiere, adentro de las empresas, una cultura que facilite su desarrollo, de tal forma que ella se convierta en una práctica corriente de las organizaciones y que afecta todas las áreas de gestión de las empresas.


Un ambiente más abierto y dinámico facilita que en los países se desarrollen nuevos sectores y nuevas empresas con mayores niveles de tecnificación y que produzcan bienes con mayor nivel de tecnificación y mayor valor agregado. Un ejemplo del tipo de transformaciones que se dan con la vinculación a los mercados de exportaciones es lo que pasó con la sustitución registrada en el uso del suelo en la Sabana de Bogotá cuando comenzó la producción y la exportación de flores. De unos cultivos tradicionales y poco productivos de trigo y cebada y de una ganadería extensiva se dio paso a un sector dinámico que ha venido creciendo de manera continua y que hoy representa una parte importante de las exportaciones agropecuarias del país, y que compite en los principales mercados del mundo.


Infortunadamente, y según el Informe Nacional de Competitividad 2009-2010: Ruta a la Prosperidad Colectiva, elaborado por el Consejo Privado de Competitividad a finales del año anterior, Colombia muestra, en relación con el grado de sofisticación de la canasta exportadora, un patrón caracterizado por la ausencia de nuevos productos exportables de alto valor agregado porque las actividades agrícolas e industriales intensivas en mano de obra han perdido participación a favor de las industrias transformadoras de recursos naturales.


Por lo tanto, para que el país le saque el mayor provecho posible a la estrategia comercial que se viene implementando con la firma de acuerdos comerciales bilaterales con diversos países y grupos de países, es necesario que impulse y fortalezca, entre otras actividades, la generación de una cultura exportadora tanto en las empresas como en toda la sociedad colombiana, una mayor inteligencia de mercados que permita la identificación del espectro de oportunidades comerciales que el país está en capacidad de explotar y el desarrollo de los diversos mecanismos y activos que les permitan a los empresarios aprovechar dichas oportunidades. En fin, se requiere que el país desarrolle las capacidades y los recursos necesarios para aprovechar las oportunidades que se derivan de la estrategia comercial.

viernes, 5 de marzo de 2010

Balance agrícola (2)

Juan José Perfetti del Corral

El Colombiano, Medellín

Marzo 5 de 2010


Continuando con el análisis de la anterior columna acerca del comportamiento de la agricultura colombiana durante la década pasada, resulta interesante conocer qué transformaciones se alcanzaron en algunos de los principales indicadores del sector.


Al revisar la participación por grupos de productos en el área cosechada se encuentra que, durante el período 2000-2009, el grupo de importables continuó perdiendo participación en el área total; que el café mejoró ligeramente dicha participación, con lo que se detuvo la tendencia decreciente que desde la década de los setenta del siglo pasado traía dicho cultivo; que los no transables aumentaron un poco su participación, y que el grupo que mayor participación ganó fueron los exportables diferentes a café. Es decir, que la utilización del área agrícola en Colombia se va moviendo, de manera muy lenta pero continua, de los cultivos sustitutos de importaciones, hacia aquellos cultivos en los que el país claramente tiene ventajas comparativas y en los que cada vez desarrolla más ventajas competitivas, como es el caso de las flores y el banano.


El cambio de participación de los grupos de productos en el valor de la producción agrícola es donde mejor se manifiesta la transformación productiva que se ha venido dando a través del tiempo. La pérdida de participación de los importables, que es donde con más recursos y ahínco se han centrado los esfuerzos de la política sectorial y del café, no se detuvo durante la anterior década. Por el contrario, la tendencia que se traía de años atrás de disminución progresiva de estos dos grupos en el valor de la producción agrícola continuó durante esa década, aunque a principios de la misma se observó una ligera recuperación en la participación de los importables. La pérdida de participación de estos dos grupos fue compensada, especialmente, por el grupo de exportables diferentes a café y, en mucha menor medida, por los no transables. De esta forma, estos dos grupos aportan ahora casi el 70 por ciento de la producción agrícola del país.


En cuanto a la participación en el valor de la producción agropecuaria, es claro que, durante el período 2000-2009, las participaciones de la agricultura y del grupo de pecuarios, aunque sufrieron ligeros cambios durante el período, al final eran muy similares a las que se tenían al principio del siglo pasado. El cambio en participación se dio, esencialmente y como se dijo, entre los grupos del sector agrícola.


No obstante el aumento continuo de las importaciones agropecuarias, el sector continúa siendo, gracias a sus exportaciones y contrario a lo que acontece con el resto de la economía, una fuente permanente de generación neta de divisas para el país. Sin embargo, las exportaciones agropecuarias pierden participación en las exportaciones totales del país. Así, a principios de la pasada década dicha participación era del 24 por ciento y, a finales de la misma, la nueva participación era de sólo el 18 por ciento.

De otra parte, la canasta de exportación agropecuaria poco ha cambiado en todos estos años. En particular, en el 2009, el 72 por ciento del total de exportaciones del sector provenía de los mismos productos tradicionales que desde décadas atrás viene exportando el país. De esta manera, la diversificación de las exportaciones en el sector agropecuario avanza lentamente, pues desde las políticas públicas ha prevalecido un enfoque proteccionista que hace que sólo los productos con altos niveles de ventajas comparativas puedan surgir y mantenerse.


El anterior análisis deja claro que, infortunadamente, durante el período 2000-2009 el país, no obstante las excelentes condiciones económicas internas y externas que prevalecieron durante esos años, no logró impulsar una verdadera transformación del campo colombiano.

viernes, 26 de febrero de 2010

Balance agrícola

Juan José Perfetti

El Colombiano, Medellín

Febrero 26 de 2010

Al comenzar una nueva década resulta adecuado mirar hacia atrás y registrar los avances logrados por la agricultura colombiana durante el período 2000-2009. Esa mirada debe hacerse en la perspectiva del desarrollo sectorial de largo y mediano plazos.


Comparando el comportamiento de la agricultura colombiana durante la pasada década, con respecto de lo acontecido en las últimas cuatro o cinco décadas, es claro que, aunque en el período 2000-2009 se logró una ligera recuperación de los principales indicadores sectoriales con respecto a la situación que había a finales de la década de los noventa, dichos resultados no difieren mucho de la tendencia de largo plazo que desde principios de los ochenta trae la agricultura colombiana.


Así, el área dedicada a cultivos se mantiene alrededor de los cuatro millones de hectáreas que es el nivel medio alrededor del cual ha venido fluctuando el área desde finales de los años setenta. La producción creció durante la primera parte de la anterior década colocándose por encima de la registrada en el período 1990-1999, pero desde el año 2005 la producción agrícola total se mantiene alrededor de los 25 millones de toneladas. En términos del valor de la producción, ésta creció durante el período 2000-2009, pero la respectiva tasa de crecimiento estuvo por debajo de la tasa de crecimiento de largo plazo, 1950-2009, y de las tasas registradas en las décadas anteriores, excepto por la del período 1990-1999, que estuvo por debajo de la tasa observada en la década 2000-2009.


Un hecho que favoreció el crecimiento del sector agrícola durante la pasada década fue la recuperación que se dio en el mercado internacional del café. Esto favoreció la ampliación del área cafetera en Colombia y permitió una mayor producción del grano. De esta forma, el país recuperó parte del área y de la producción que se había perdido a raíz de la crisis cafetera de los noventa del siglo pasado.


Lo que salva un poco que las bajas tasas de crecimiento exhibidas por las actividades agrícolas no se reflejaran en unos resultados de crecimiento aún más pobres para todo el sector agropecuario es el buen comportamiento y las relativas mayores tasas de crecimiento del sector pecuario. Sin lugar a dudas, los altos niveles de crecimiento que tuvo la economía colombiana durante buena parte de la anterior década, aunado a las crecientes exportaciones pecuarias a Venezuela, favorecieron el crecimiento del sector pecuario.

Aunque durante la primera parte de la década pasada el empleo agrícola se recuperó respecto a la baja que se registró durante la segunda mitad de los noventa, en el período 2005-2009 el empleo generado por las actividades agrícolas prácticamente se estancó. Esto, frente a una reducción en la generación de empleo en las actividades diferentes a las agrícolas, determinó que a lo largo de la década se presentara una ligera disminución del número de ocupados rurales.


Dado que, durante el período 2000-2009, la economía colombiana creció a un ritmo mucho mayor del que lo hizo tanto el sector agrícola como el sector agropecuario, este último registra una caída progresiva en su participación en el PIB total. Dependiendo de la base de precios que se tome para medir el PIB, en Colombia dicho sector registra hoy en día, considerando la base de precios de 1994, una participación cercana al 12 por ciento y de solo el 8 por ciento con precios de 2000. Esto no deja de ser paradójico y lamentable, pues Colombia tiene una importante y variada base de recursos naturales que desde el punto de vista de su potencial productivo le permitiría tener un desempeño mejor que se manifestara en mayor producción, más empleo rural, mayores ingresos y, en general, mayor bienestar para los habitantes del campo.

viernes, 19 de febrero de 2010

Ajustes al AIS y modernización agrícola

Juan José Perfetti

El Colombiano, Medellín

Febrero 19 de 2010

En días pasados, el Gobierno anunció la modificación de las condiciones de acceso y uso de los recursos de algunos de los componentes del programa Agro Ingreso Seguro, AIS.


Luego del debate público que se suscitó alrededor de la asignación de recursos en el componente de riego y la utilización aparentemente fraudulenta de los mismos por parte de algunos de los favorecidos, el Gobierno ha adoptado una serie de medidas que, según sus palabras, buscan blindar el Programa y evitar nuevos escándalos. El Gobierno sostiene que, respetando el interés que han manifestado diferentes sectores de la opinión pública en el sentido de que el Programa AIS debe continuar, se han llevado a cabo, recogiendo las recomendaciones hechas por diversos estamentos, las correcciones necesarias para evitar que se abuse fraudulentamente o se hagan interpretaciones irregulares de los instrumentos y de los mecanismos del AIS.

Las modificaciones tienen que ver con un aumen to en las tasas de interés de los créditos, la división en dos clases del grupo de medianos productores y la reducción del tope máximo del monto a prestar. De otra parte, Finagro ha explicado que las actividades financiables seguirán siendo las mismas y que se mantienen el Incentivo a la Capitalización Rural (ICR) y el Incentivo a la Asistencia Técnica (IAT). Respecto a las convocatorias de riego, que dieron lugar a los escándalos de malversación de recursos, se ha anunciado que, en razón al recorte en la inversión pública, en el presente año no habrá convocatoria. En consecuencia, los proyectos de riego y drenaje se financiarán a través del ICR. Igualmente, se establece que quienes reciban crédito con tasas del Programa AIS no podrán acceder al ICR.


Las nuevas tasas de interés de los créditos ya no sufren una reducción de dos puntos con respecto a la tasa DTF. Para los pequeños productores agropecuarios la nueva tasa es igual al DTF; a los medianos de menor patrimonio se les otorgará el crédito a tasas de DTF+1, y para los medianos de mayor patrimonio la nueva tasa es de DTF+2. Finalmente, el Gobierno dispuso que el nivel máximo de un crédito no podrá superar los 2.000 millones de pesos y la financiación será de hasta el 80 por ciento de los costos del proyecto.

Todas estas medidas ponen de presente que, manteniendo el mismo objetivo de política, al igual que el establecido por la ley que dio origen al Programa AIS, es posible diseñar y poner en práctica instrumentos más eficientes y eficaces al tiempo que se pueden crear condiciones para lograr una mayor equidad en su uso. Igualmente, los ajustes en las condiciones de acceso a los recursos del AIS muestran, en algunos casos, que resulta necesario no desconocer la experiencia y los aprendizajes del pasado. Este es el caso del ICR que, luego de años de ajustes continuos, finalmente se logró un diseño que ha mostrado ser eficaz y de gran utilidad para promover la capitalización del sector agropecuario.


Sin lugar a dudas, el hecho de que al menos el subsidio a la tasa de interés ya no sea tan alto es una señal clara en el sentido de que el Gobierno nacional está reconsiderando las bondades y los efectos reales que sobre el sector agropecuario tiene mantener condiciones de fomento que se alejan de las del mercado. La experiencia internacional es contundente: lo importante es facilitar el acceso a los recursos de crédito y disponer de los mismos de manera abundante.


Ojalá que estas medidas, más otras que deberán tomarse prontamente, como la generación de bienes públicos, permitan que el Programa AIS logre impactar la transformación del agro.

viernes, 29 de enero de 2010

Cambio climático y la agricultura

Juan José Perfetti

El Colombiano, Medellín

Enero 29 de 2010

Aunque regularmente los primeros meses del año se caracterizan por la poca precipitación en la mayoría de regiones del país, en este año, que apenas comienza, se observan, con la presencia del Fenómeno de El Niño y las cada vez más claras manifestaciones del cambio climático, signos de una mayor agudización.


En el momento hay un conjunto importante de municipios en varias regiones del país cuyos acueductos ya acusan problemas con el suministro de agua. Igualmente, los caudales de muchos ríos y quebradas muestran una importante reducción.


Lo anterior constituye una muestra más de que el país no ha asimilado aún la gravedad que el cambio climático representa para la vida corriente de sus ciudadanos, pues el hecho de que tan sólo comenzando la temporada de verano ya se presenten situaciones tan graves de abastecimiento de agua para el consumo humano, indica que ni las respectivas autoridades ni las propias comunidades han adoptado medidas de prevención y de manejo de las cuencas y de las aguas.


El sector agropecuario se caracteriza por hacer, en sus procesos productivos, un uso intensivo de agua y, por lo tanto, situaciones como las que se están viviendo con el clima en el país tienen efectos dañinos sobre la producción del sector. Adicionalmente, la agricultura es extremadamente vulnerable al cambio climático.

Las altas temperaturas reducen las productividades y crean condiciones para la proliferación de ciertas plagas, al tiempo que el cambio en los patrones de las lluvias afecta los volúmenes y los flujos de producción.

En estos últimos días se han reportado en Colombia pérdidas y daños en varios productos agropecuarios por efecto de la situación climática. Muy seguramente, de mantenerse las previsiones que se tienen para los próximos meses, las pérdidas y reducciones en la oferta de alimentos se harán mayores, con las previsibles consecuencias en el abastecimiento y los precios de los alimentos.


A finales del año 2009, el IFPRI publicó un documento acerca del impacto y los costos que el cambio climático tiene sobre la agricultura.


El estudio
Climate Change: Impact on agricultura and costs of adaptation fue realizado por un grupo de 14 profesionales del Instituto y presenta, a partir del modelaje del comportamiento de las cosechas en condiciones de cambio en el clima y de un detallado modelo sobre la agricultura global y para dos escenarios climáticos que simulan el comportamiento del clima en el futuro, los principales efectos sobre la producción agrícola y la seguridad alimentaria y estima los costos en que se deberá incurrir para evitar tales situaciones.

En general, el estudio concluye que la agricultura y el bienestar de la población humana se verán negativamente afectados por el cambio climático.


Entre los más importantes efectos están la disminución de las producciones de las principales cosechas en los países en desarrollo; el aumento de los precios de bienes básicos para la alimentación mundial como el arroz, el trigo, el maíz y la soya; la disponibilidad de calorías en 2050 en los países en desarrollo estará por debajo de la correspondiente al año 2000; y la malnutrición infantil aumentará en un 20%.


Entre las medidas que propone el IFPRI para evitar ese estado de cosas están el aumento de las inversiones públicas en el sector agropecuario, el fortalecimiento de los sistemas nacionales de investigación y extensión agrícolas, el fortalecimiento de los sistemas de información sobre el cambio climático y la vinculación activa de las comunidades rurales en la problemática y en la definición de estrategias.

Como se ve, la situación que hoy vive el país muy probablemente se agravará con el paso del tiempo, lo que llama a una intervención decidida y pronta de las autoridades para evitar mayores daños.

viernes, 22 de enero de 2010

Medios, información y TIC

Juan José Perfetti

El Colombiano, Medellín

Enero 22 de 2010

Desde que la internet comenzó a operar, a mitad de la década pasada, se ha sostenido que la misma ayuda para mejorar la transparencia y la eficiencia de los mercados reduce el número de intermediarios en las cadenas de comercialización y permite que la señal de los precios llegue a los usuarios de manera más amplia, oportuna y eficaz. Iguales resultados se vienen presentando en el caso de los teléfonos celulares.


Según un reciente artículo publicado por The Economist en su versión digital, algunos estudios macroeconómicos sugieren que la internet y los teléfonos celulares impulsan el crecimiento. Adicionalmente, se encuentra que el efecto es mayor en los países en desarrollo que en los desarrollados debido a las limitaciones que los primeros tienen respecto a la infraestructura de comunicaciones.


Los resultados también indican que los efectos en el crecimiento son mayores para la internet que para los teléfonos celulares. Esto lo confirma un reciente estudio del Banco Mundial que encuentra que un incremento de diez puntos porcentuales en la adopción de teléfonos celulares incrementa el ingreso per cápita en 0,8 puntos porcentuales en un país en desarrollo, en tanto que en el caso del acceso a la internet el incremento es de 1,1 puntos porcentuales.


Estudios más específicos muestran, para el caso del precio del pescado en la India, por ejemplo, que el acceso a los teléfonos celulares hace mucho más eficientes los mercados, elimina las pérdidas en la comercialización, reduce el precio al consumidor en un 4% e incrementa las ganancias de los pescadores en un 8%. Otro estudio realizado en Nigeria para el caso del mercado de granos encontró que el uso del teléfono celular en los negocios reduce las variaciones de precios entre un mercado y otro en al menos el 6,4%, lo que hace que el precio a los consumidores sea menor y que las ganancias de los comerciantes aumenten.

Otro estudio del Banco Mundial que está próximo a publicarse muestra cómo la introducción progresiva de kioscos de internet en las zonas productoras de soya en la India afecta, a través de la entrega de información sobre precios del producto, el mercado de la soya. Los kioscos, que son financiados por una empresa privada dedicada a la comercialización de la soya, además de la información diaria de precios, entregan información sobre las actividades agrícolas y pronósticos acerca del clima.


El estudio muestra que el acceso a internet aumentó las ganancias de los productores en un 33% y que la producción de soya se incrementó en un 19% en las zonas donde había kioscos. Adicionalmente, la empresa que promovió la instalación de los kioscos redujo los costos de compra de la soya gracias a que pudo acceder a la compra directa a los productores. Esa reducción de los costos le permitió financiar la instalación y la operación de los kioscos.


En un país como Colombia que, según encuestas recientes, no menos del 90% de los hogares y de los productores agropecuarios tienen acceso a la telefonía celular, resulta inexplicable que no se utilice de manera masiva este medio para allegar información comercial, tecnológica, climática y productiva a la población rural dedicada a las actividades agropecuarias.


Ello es aún más inexplicable hoy en día cuando, como consecuencia del verano y de las heladas, los mercados de bienes agropecuarios vienen siendo afectados por las expectativas que estos fenómenos han generado entre los agentes de las cadenas sectoriales. No obstante que cada vez se hace más evidente la importancia de las TIC para el desarrollo rural, las autoridades sectoriales del país se muestran poco interesadas en avanzar en esta dirección.

viernes, 11 de diciembre de 2009

Dólar cafetero, propuesta inviable

Juan José Perfetti Del Corral

El Colombiano, Medellín

Diciembre 11 de 2009

En la sesión inaugural del Pasado Congreso Nacional de Cafeteros, el presidente del Congreso le hizo al Gobierno Nacional y, particularmente, al Presidente de la República, la solicitud de implementar una tasa de cambio preferencial a la que llamó "dólar cafetero".


De esta manera, piensan los cafeteros, será posible devolverle la productividad y la rentabilidad al negocio cafetero y, de paso, reducir el impacto de la revaluación del peso que ha afectado los ingresos de los cafeteros y las finanzas del Fondo Nacional del Café.


No se entiende cómo un gremio que durante los últimos ocho años ha recibido aportes del gobierno por valor de 1,4 billones de pesos salga ahora a pedir que se implemente una medida superada décadas atrás y que no dejó buenos recuerdos. Implementar un dólar diferencial significa volver a la discrecionalidad en la asignación de los beneficios cambiarios y a las presiones indebidas que terminan convirtiéndose en fuente de corrupción.


Adicionalmente, una medida de este tipo desestabiliza la política cambiaria y afecta un manejo macroeconómico responsable. En el pasado, la política cafetera y la aplicación de algunos de sus instrumentos tuvieron como efecto crear una situación artificial que con el tiempo se volvió insostenible y que representó un alto costo para el sector.


Las dificultades que hoy vive el sector, en parte, son consecuencia de esos manejos. No se puede pensar mantener un sector exportador soportado en medidas de apoyo y en subsidios que lo alejen de las realidades de los mercados.


Por el contrario, lo que se tiene que hacer es proveerle al sector los apoyos necesarios para que cada día sea más competitivo, sin tener que recurrir a muletas que lo mantengan compitiendo en los mercados de manera artificial.


Los apoyos que reciben los sectores deben dirigirse a incrementar la productividad como fuente última de la competitividad. En este sentido, el desarrollo tecnológico y la innovación deben recibir una atención especial, lo mismo que la generación de bienes públicos como la infraestructura.


La sustancial baja de la producción cafetera que se ha registrado este año bien puede responder, además del clima, a los efectos que la crisis mundial cafetera de los últimos años tuvo sobre el manejo que hicieron los productores de sus cafetales.


Las necesidades de renovación de cafetales y la incapacidad de la base productiva nacional de responder a las favorables señales de los mercados externos, expresadas éstas en los buenos precios internacionales y las crecientes oportunidades de diferenciación del producto muestran, con toda claridad, la necesidad de centrar los apoyos en las bases de la productividad cafetera que tienen que ir más allá de la sola base de recursos naturales.


El reto consiste, entonces, en lograr incorporar, de manera creciente, más conocimiento e innovación en el sector y en el negocio cafeteros.


Es conveniente recordar que, desde principios del siglo pasado, la historia del sector cafetero ha estado íntimamente ligada a la investigación y al desarrollo tecnológico en el sector.


Simultáneamente, a la constitución de la Federación Nacional de Cafeteros, se fundó el Centro de Investigación del Café, Cenicafé. Los avances en extensión y asistencia técnica cafetera han sido emulados por otros sectores agropecuarios. Es decir, el sector cafetero colombiano cuenta con las capacidades y las instituciones necesarias para soportar una modernización y un fortalecimiento de la base productiva cafetera.

El sector no requiere, frente al reto que se planteó en el Congreso Nacional de Cafeteros de llegar a producir hasta 18 millones de sacos por año, desarrollar una caficultura minusválida, dependiente de apoyos insostenibles en el tiempo; lo que debe hacer, por el contrario, es potenciar sus capacidades naturales y las desarrolladas para sustentar en ellas las bases de su desarrollo futuro.

viernes, 4 de diciembre de 2009

En busca de la prosperidad

Juan José Perfetti del Corral

El colombiano, Medellín

Diciembre 4 de 2009

Desde hace unos años, en Chile existe la preocupación sobre cómo avanzar en el proceso de crecimiento y desarrollo del país. Sin lugar a dudas, en muchos indicadores y resultados económicos, Chile es el alumno aventajado entre los países latinoamericanos.


El nivel de crecimiento que ese país ha logrado en las últimas décadas, sus avances en materia de desarrollo y nivel de vida, su destacado manejo macroeconómico y su capacidad exportadora constituyen claros avances en la búsqueda de la prosperidad colectiva.


Hay dos elementos que llaman la atención en el proceso de desarrollo del país austral. Uno es que una parte del éxito en su desarrollo responde a la explotación de sus recursos naturales.


Hay dos ejemplos claros: la explotación y exportación de níquel y el desarrollo frutícola, forestal y pesquero. En este último campo, los resultados han sido sorprendentes y le han servido a más de un país de ejemplo e inspiración. No obstante lo anterior, cuando se miran algunos indicadores de su capacidad competitiva, no todo es color de rosa, pues su desempeño, comparado con el de otras economías del mundo, muestra avances poco significativos. Este es el caso de áreas asociadas a la innovación, el capital humano y el desarrollo y la penetración de las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC).

Una preocupación que está en el núcleo de la discusión sobre la senda de crecimiento de Chile es cómo conciliar un desarrollo basado en los recursos naturales con los avances en innovación y con la incorporación creciente de conocimiento.


Para muchos, avanzar por la senda de la innovación significa impulsar y consolidar nuevas líneas de desarrollo alejadas éstas de la explotación de los recursos naturales. Ello ha llevado a que en ciertos círculos académicos y de decisores de política se debata este asunto. Igualmente, dentro de la Cepal, éste ha sido un tema de polémica y discusión, pues el mismo es relevante para muchos países latinoamericanos, incluido Colombia.


En la discusión se han traído los ejemplos de algunos países que, no obstante su importante base de recursos naturales, han conseguido conciliar, en su modelo de desarrollo, la explotación de dichos recursos con avances y logros muy importantes en materia de innovación.


En esencia, lo que han hecho estos países es mantener el sector de recursos naturales como uno de los pilares de la economía al tiempo que desarrollan ventajas competitivas en torno a servicios, tecnología, innovación y nuevos nichos de mercados asociados a la explotación de los recursos naturales.


El mejor y más emblemático de los ejemplos es el de Finlandia, pues en cosa de una década este país pasó de ocupar un lugar promedio en los indicadores mundiales de competitividad a ser el primero o el segundo más competitivo a nivel mundial.


La base de ese abismal avance está en el desarrollo de su sector forestal y de la compañía Nokia, ya que los orígenes de esta empresa están, paradójicamente, en el desarrollo del sector forestal de ese país.


En su proceso de desarrollo empresarial, Nokia lentamente su fue orientando hacia las comunicaciones, logrando que la incorporación creciente de tecnología y de conocimiento se fuera convirtiendo en su ventaja competitiva.


Nueva Zelanda es otro país cuyo desarrollo ha estado históricamente vinculado a la exportación de productos intensivos en recursos naturales, pero desde hace algunos años decidió reorientar su estrategia de desarrollo hacia la innovación aprovechando el sobresaliente nivel de educación de su población. De esta forma ha podido mantener su ritmo de crecimiento económico y avanzar en competitividad.

Los ejemplos y logros de estos dos países deberían servirle a Colombia para abrir una discusión sobre qué senda de crecimiento futuro se quiere seguir.

viernes, 27 de noviembre de 2009

Camino a la innovación

Juan José Perfetti Del Corral

El colombiano, Medellín

Noviembre 27 de 2009

En medio de la crisis mundial y frente a las noticias tranquilizadoras de que las principales economías del mundo, como es el caso de Japón y Estados Unidos, comienzan a dejar atrás la profunda recesión económica que debieron enfrentar en estos últimos años, en Colombia hay anuncios y eventos que muestran cómo hay sectores que piensan cómo mejorar la capacidad productiva del país recurriendo a la innovación y, por ende, logrando mayores niveles de productividad y competitividad.


Ello es así, no obstante las predicciones pesimistas que hace la Cepal, a través de la economista Graciela Moguillansky, cuando señala que la tendencia futura de Latinoamérica es, a 50 años, África.


En particular, la preocupación de la reconocida economista tiene que ver con que los países latinoamericanos no están trabajando lo suficiente para ser competitivos. Esto la lleva a preguntarse ¿cuáles son los recursos que se están poniendo para impulsar los nuevos sectores? ¿Cuáles son los recursos en innovación para que ayuden a mejorar procesos y a crear nuevos productos? ¿Cuáles son los recursos para difundir y comercializar en el mundo lo que se está haciendo?


La lacónica y contundente respuesta de la señora Moguillansky es "nada, no hay nada de eso en la región, por eso cada vez está peor".


Para los mismos días en que la economista de la Cepal dibujaba un panorama tan sombrío, en la ciudad de Medellín se firmaba la creación del Centro de Innovación y Negocios con una inversión total de 245.000 millones de pesos.


Con la meta de ser una potencia mundial en ciencia, tecnología e innovación, el Centro ha definido como sus líneas estratégicas la cultura de la innovación, la internacionalización, el acceso a mercados y a capital y la gestión de la innovación.


Pero el Centro de Innovación y Negocios responde a una estrategia aún más ambiciosa que tiene la ciudad en materia de CT+I y de emprendimiento y que incluye, entre otras cosas, la creación de fondos de apoyo a la innovación y el emprendimiento, al igual que el desarrollo de clusters especializados en las cinco actividades estratégicas de la ciudad: energía, construcción, textiles y confecciones, turismo de negocios y salud.


La estrategia que está adoptando la ciudad de Medellín en materia de innovación pareciera ir en la dirección correcta, pues es claro que el desarrollo productivo basado en la innovación tiene un sentido local más que nacional y que, por tanto, el papel de los gobiernos locales resulta, dado un adecuado marco institucional de incentivos y de apoyos generales establecido por las políticas nacionales, determinante de los avances que se logren en materia de innovación y de productividad.


Adicionalmente, el desarrollo y la consolidación de los clusters están, enteramente, en manos de los actores locales.


De esta manera, la ciudad, al promover clusters especializados e impulsar la creación de activos de innovación que apoyen el desarrollo de dichos clusters y empresas, está haciendo una apuesta muy promisoria como lo muestran diversas regiones y ciudades alrededor del mundo y como lo recomienda el profesor Michael Porter en su teoría acerca de los clusters y la competitividad basada en la innovación.


Sin lugar a dudas, en la ciudad de Medellín y en algunas otras del país se encuentran empresas que tienen la innovación como práctica común en su quehacer diario y, en algunas de ellas, no sólo éste es un proceso formal, sino que además han logrado crear una cultura de la innovación.


Pero, infortunadamente como lo señala la Cepal, el país está lejos de hacer de la innovación una práctica común de su sector productivo. Esto realza la importancia del esfuerzo que en CT+I hace Medellín.

viernes, 20 de noviembre de 2009

Factores del crecimiento agrícola

Juan José Perfetti

El Colombiano, Medellín

Noviembre 20 de 2009

En un reciente seminario realizado por el Crece en la ciudad de Manizales, que tuvo como tema el desarrollo agropecuario colombiano, se presentaron una serie de trabajos académicos que ayudan a entender por qué el sector agropecuario colombiano no logra avanzar a ritmos de crecimiento más acelerados.

Entre los trabajos que se dieron a conocer en esa ocasión está el estudio "Determinantes de la producción agrícola departamental en Colombia (1990-2005)", realizado por José Leibovich, Laura Estrada y Hernando Vásquez, del Crece.

El estudio tiene como principal objetivo "identificar los determinantes de la producción agrícola, usando el valor agregado agrícola como proxy de ésta, así como la estimación de las elasticidades de los factores productivos para 23 departamentos de Colombia entre 1990 y 2005".

Entre los resultados que reporta el estudio del Crece se encuentran los siguientes: entre 1990 y 2005, que constituye el período de estudio, el valor agregado bruto agrícola estuvo ligeramente estancado. La productividad media del capital permaneció prácticamente estancada durante el mismo período.

La productividad de la tierra presentó una tendencia ligeramente creciente en el período observado. Por su parte, la productividad del trabajo se caracterizó por su volatilidad y por su tendencia ligeramente creciente.

El comportamiento de los precios del sector agrícola, relativo a los del resto de la economía, ha mostrado, en las cuatro regiones estudiadas, una tendencia negativa, siendo la región Atlántica la de mayor pendiente.

Dicen los autores del estudio que "si se toma esta variable [los precios agrícolas] como proxy de rentabilidad, no debe sorprender que la agricultura no crezca, en el largo plazo.

Nótese que lo anterior se da pese a que la política gubernamental ancestral ha sido la de subsidiar (a través de los consumidores nacionales) los precios de algunos productos agrícolas como el arroz, el azúcar, o el aceite de palma".

El estudio confirma, asimismo, lo que otros estudios han encontrado respecto al hecho de que, en general, la población rural tiene un bajo nivel educativo.

Sin embargo, los autores del estudio señalan que "dados los grandes esfuerzos estatales en aumentar el nivel de educación en el país, el cambio en la pendiente en el período 1993-2005, nos puede estar indicando que a mayores niveles educativos y dadas las bajas productividades de las labores del campo, la gente migra hacia la ciudad en busca de mejores trabajos, quedando así aquellos que tienen menos años de estudio".

Los resultados del modelo econométrico utilizado, en el que se especifica la productividad total de los factores, muestran cosas interesantes.

En particular, las elasticidades de los factores de producción son las siguientes: la del trabajo es 0,42, la del capital es de 0,26 y la de la tierra es de 0,32.

En palabras de los investigadores, esto "confirma en este aspecto, que la agricultura colombiana podría seguir creciendo con un uso más intensivo en trabajo, aunque en algunas regiones puede estar comenzando a escasear debido a la migración y desplazamiento forzado que ha habido en las últimas décadas.

De otra parte, tiene sentido aumentar el uso de la tierra, pues hay regiones como la Atlántica en las que el desempleo de la tierra con vocación agrícola es enorme. En cuanto al capital, el aporte de éste al valor agregado agrícola es positivo pero menor. Llama la atención en contraste con lo anterior, que las políticas agrícolas en los últimos años han estado sesgadas a abaratar el uso del capital".

La conclusión a la que llega el estudio, y que es pertinente en el momento actual, es que el Estado debe promover el mayor uso del trabajo y de la tierra con políticas específicas para ello y debe dejar de subsidiar el capital.

viernes, 13 de noviembre de 2009

Medios, política y economía

Juan José Perfetti Del Corral

El Colombiano, Medellín

Noviembre 13 de 2009

La discusión que se ha venido dando en el país a raíz de las denuncias periodísticas sobre las irregularidades que se han presentado con la asignación de recursos del Programa Agro Ingreso Seguro ha ido cayendo en terrenos que van más allá de la preocupación por la eficiencia, la eficacia y la equidad en el uso de los recursos.

En esos términos, la discusión, al final, termina distorsionando la realidad y desvía el debate de fondo.

La literatura internacional y la experiencia colombiana en materia de políticas de crédito de fomento agropecuario han enseñado e ilustrado cómo las tasas de interés subsidiadas no necesariamente se manifiestan en mayor crecimiento y desarrollo sectorial.

Aunque en algunos casos los recursos crediticios otorgados en condiciones favorables se dedican a la ejecución de nuevos proyectos productivos o de transformación, en otros, que terminan siendo la mayoría, dichos recursos lo que hacen es sustituir la fuente de recursos propios de las empresas o de los productores individuales y, por ende, no aportan beneficios incrementales en términos de producción o de empleo.

En no pocas ocasiones, los recursos subsidiados son desviados hacia actividades de consumo o de lujo. Por ello, desde hace unos años el país decidió que, antes que disponer de tasas preferenciales o subsidiadas para las actividades agropecuarias, lo que importa es ajustar el financiamiento a las características de los proyectos y a asegurar el acceso amplio y suficiente a los recursos de crédito.

Cosa similar se ha adoptado en muchos países en desarrollo. Por ello, hablar en la actualidad de crédito de fomento es un anacronismo, pues lo que se impone es el desarrollo, el fortalecimiento y la ampliación del sistema financiero, en su sentido amplio, en los sectores agropecuario y rural.

Por lo tanto, cuando la prensa habla con nombre propio de las personas que han recibido beneficios de la línea de crédito del AIS, se equivoca pensando que aquellos han hecho algo indebido, como lo que aconteció en la convocatoria de riego. En el caso del crédito, lo que las personas y las empresas hacen es aprovechar, hábil y legítimamente, un beneficio que les otorga el Estado.

El error está, como se señaló anteriormente, en la concepción de la política sectorial, esto es, suponer que la relación entre crédito barato y crecimiento agropecuario indefectiblemente se cumple.

El acto aparentemente doloso que se denuncia en los casos de algunos proyectos beneficiados con la convocatoria de riego, aunque pueden responder a fallas en los filtros legales, manifiestan un riesgo muy común en los programas públicos que tienen un alto componente de subsidio y en donde las exigencias y las condiciones requeridas para su acceso no son suficientemente estrictas.

En el caso del riego, con un subsidio del 80%; con la posibilidad de utilizar contrapartidas en especie; sin exigencias más allá de la ejecución de las obras físicas de los sistemas de riego, como podría ser, en proyectos nuevos, la realización efectiva del proyecto productivo propuesto; con sólo la exigencia de la evaluación privada, y no la social del proyecto; y con la posibilidad de realizar proyectos individuales, y no únicamente colectivos, se dieron los incentivos suficientes para aprovechar la oportunidad de sacar el máximo provecho posible de los recursos públicos.

Sin embargo, al final, los proyectos de riego individuales, al igual que los créditos subsidiados, terminan beneficiando más a las personas que los demandan que a la sociedad como un todo, que es lo deseable, pues, con los requisitos establecidos, se corre el riesgo de apoyar proyectos que no aportan beneficios sociales incrementales, como es el caso de cultivos ya establecidos de tiempo atrás, pero que sí valorizan los predios.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Modelos agrícolas y realidad

Juan José Perfetti Del Corral

El Colombiano, Medellín

Noviembre 6 de 2009

Según los boletines de prensa, en el discurso inaugural del XXXV Congreso Agrario Nacional, el presidente de la SAC, Rafael Mejía López, además de hacer una cerrada y elogiosa defensa del Programa Agro Ingreso Seguro, se refirió a algunos aspectos importantes para el desarrollo futuro del sector agropecuario colombiano.

Citando un reciente estudio de
la FAO, el señor Mejía señalaba cómo para el año 2050 la agricultura mundial deberá aumentar su producción un 70%, pues en este lapso se deberán alimentar 3 mil millones de personas adicionales que habitarán el planeta.


Esto significa que, aún con la incorporación de avances tecnológicos, será necesario doblar el área agrícola mundial en los próximos 40 años al pasar de 1,4 billones de hectáreas actuales a 3,0 billones. Esto, a juicio del presidente de
la SAC, es "una oportunidad para Colombia, que cuenta con tierra agrícola apta".


A renglón seguido señala que "en
la SAC seguiremos buscando el diseño de instrumentos que sean acordes a estas oportunidades de crecimiento" y se refiere, entre otros aspectos, a la innovación y el desarrollo tecnológico, la asociatividad y la empresarización y a la provisión de bienes públicos en zonas rurales.

En ese orden ideas, entre los módulos académicos del Congreso hubo uno dedicado al estudio del modelo agrícola de Perú. Como se sabe, una de las agriculturas más dinámicas de las últimas décadas ha sido la de este país suramericano.


El desarrollo de su agricultura no sólo ha atraído a inversionistas extranjeros, sino que le ha permitido hacer una muy importante presencia en los mercados externos con una variedad de productos como espárragos, mangos, aguacate, uva de mesa, alcachofa, mandarina, etc.


Sus exportaciones de frutas y hortalizas sobrepasaron los 1.000 millones de dólares y han venido creciendo a tasas anuales del 20 y 25%.


El ejemplo del Perú es relevante para Colombia porque nos muestra cómo una agricultura, que no dispone de la cantidad y la variedad de suelos y climas de Colombia, y que hace unas pocas décadas comenzaba, tímidamente y al igual que nuestro país, a incursionar en los mercados externos con las exportaciones de espárragos, hoy ha convertido ese renglón y muchos otros de origen agropecuario en fuente importante de divisas y de desarrollo para el país.


Nosotros, por el contrario, mantenemos una agricultura que mira hacia adentro de sus fronteras, que mantiene en su canasta exportadora los mismos productos que exportábamos décadas atrás y que ha sido incapaz, en estos últimos años, de consolidar nuevos renglones de exportación como sí lo ha hecho Perú.


Mientras que Perú, al igual que Brasil, Chile, Costa Rica, Guatemala y México, ha sabido aprovechar las amplias y crecientes oportunidades comerciales que representan los mercados agrícolas mundiales, Colombia sigue implementando un modelo agrícola que, al tiempo que va en contravía de sus exitosos vecinos, aumenta la protección a su agricultura, genera mayores inequidades en el campo y con los sectores urbanos más pobres y destruye los cada vez más valorizados recursos naturales como el suelo, el agua y la biodiversidad.


Muy interesante que en
la SAC se hubiera conocido y analizado el caso peruano y que se trataran temas tan determinantes para una agricultura moderna y dinámica como el de la innovación, el desarrollo tecnológico y el de la infraestructura, pero, infortunadamente, en el discurso inaugural se volvió a hablar de los subsidios externos, de la necesidad de proteger nuestra agricultura y de la importancia de implementar políticas de fomento


Es decir, las buenas intenciones de conocer un modelo abierto como el de Perú se estrellan, como siempre, contra el muro del proteccionismo agrícola colombiano.

viernes, 30 de octubre de 2009

Precios agrícolas y agentes económicos

Por Juan José Perfetti Del Corral

El Colombiano, Medellín

Octubre 30 de 2009

La situación del mercado venezolano, y en particular su colapso en el caso de la carne vacuna, ha hecho que, frente a la imposibilidad real de que Colombia oriente sus excedentes de oferta hacia otros mercados internacionales, aumente sustancialmente la oferta interna. Esto, como ha sido suficientemente publicitado en los medios de comunicación, ha significado, entre algunos proveedores, un ajuste temporal en el precio interno de la carne vacuna.


Sin lugar a dudas, este alivio en el precio de la carne de res representa para el consumidor colombiano un mejoramiento importante en sus niveles alimenticios y de ingreso real, ya que la carne tiene, para todos los grupos de ingreso, un peso significativo en la canasta de consumo. La reducción en el precio de la carne tiene, a su vez, un efecto adicional, pues, frente al precio de la carne de pollo, que se vuelve más costosa, muy seguramente haya sustitución en su consumo y aumente la cantidad consumida de carne de res. De esta manera, por obra de las arbitrariedades comerciales del régimen venezolano, aunque el país sacrifica el ingreso de divisas provenientes de la exportación de carne, los consumidores colombianos ganan en términos de ingreso, consumo y bienestar. Sin embargo, quienes deben estar padeciendo las dificultades comerciales de la carne son los ganaderos, que deben estar enfrentándose a un mercado con sobreoferta que se expresa en menores precios al productor.


En igual situación parecieran estar muchos productores de diversos bienes agropecuarios por la débil demanda que enfrentan actualmente. Esta circunstancia ha determinado que el índice de inflación del país esté presentando, por sus muy bajos niveles, récords históricos. A este reconocimiento el sector agropecuario ha hecho sus aportes a través de unos precios deprimidos y a la baja. Sin lugar a dudas, los consumidores colombianos son los grandes beneficiados de estas circunstancias y, por desgracia, los pequeños productores agropecuarios, que son los principales oferentes de alimentos, los más perjudicados. Una baja generalizada de los precios de los alimentos ayuda, en los grupos sociales urbanos de bajos ingresos, a mejorar sus ingresos reales y su nivel de bienestar y evita, al menos parcialmente, el aumento de los niveles de pobreza. Sin embargo, no se puede decir lo mismo de la pobreza rural, donde la reducción en los precios de los alimentos puede significar un aumento de la misma.


La situación del precio de los alimentos para los próximos dos semestres no parece seguir la actual tendencia. De una parte, el ajuste de los mercados agrícolas hará que la oferta no sea tan abundante como ha ocurrido en estos meses, pues los bajos precios actuales muy seguramente harán que muchos productores o dejen de producir determinados bienes o sean cautos a la hora de las siembras. De otra parte, si el fenómeno climático de El Niño continúa durante los próximos meses, como parecen ser los pronósticos de los expertos, muy seguramente, en una agricultura mayoritariamente de secano y dependiente de las lluvias, la oferta alimentaria se verá afectada, generando una presión adicional sobre los precios de estos bienes.


Frente a este posible escenario, muy seguramente los macroeconomistas volverán a salir a hablar de la necesidad de importar alimentos para suplir los faltantes de la oferta nacional al tiempo que la realidad nacional de los hábitos de consumo y las dificultades comerciales les volverán a demostrar lo falaz de dicha propuesta. Simultáneamente, el país se dará cuenta del error que comete la política agrícola al propiciar las ayudas individuales del Programa AIS por encima de las denominadas inversiones públicas complementarias de beneficio general a las que se hizo referencia en la pasada columna.