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miércoles, 18 de noviembre de 2009

Honduras: el cardenal y la Constitución

Mary O´Grady

Eldiarioexterior.com, Madrid

Noviembre 16 de 2009

Son unos 30 minutos en auto desde aquí hasta el centro de retiro católico adonde viajé la semana pasada para encontrarme con el cardenal hondureño, Óscar Rodríguez Maradiaga. El complejo con muros de ladrillos está situado al lado de una carretera despavimentada y sobre una colina con un bosque de pinos altos. Cuando llegué, el sol se estaba poniendo, y en la quietud del anochecer, el mundo parecía tan sereno.

Sin embargo, para el cardenal, la vida por estos días no ha sido para nada pacífica. Desde que el entonces presidente Manuel Zelaya empezó a prepararse para tirar por la borda la Constitución y de esa forma mantenerse en el poder más allá del límite de su mandato, Honduras ha sido presa de la agitación. Y la Iglesia Católica no tuvo más remedio que involucrarse.

La extrema izquierda ha argumentado que la decisión de deponer a Zelaya fue impulsada por la antipatía de la élite hacia el activismo del presidente en nombre de los pobres. Pero el cardenal, que es un abierto defensor de los oprimidos y por muchos años ha criticado las disparidades en los ingresos en Centroamérica, no comparte esa opinión. Rodríguez ha apoyado la destitución de Zelaya y por ese motivo quise verlo personalmente para hablar sobre el tema.

"Ha sido tan doloroso", me dijo Rodríguez, poniendo énfasis en la última palabra. El dolor, señala, ha sido generado por aquellos que han atacado a los líderes de la Iglesia como "golpistas". En esta parte del mundo, después de tantos años de dictadura militar, es difícil encontrar un insulto más grande.

A pesar de que la Iglesia respaldó la decisión del Congreso de destituir a Zelaya, el cardenal insiste que desde el principio ha tratado de promover la paz. "En nuestro comunicado inmediatamente después del evento", explica, "estábamos diciendo que esto era una destitución constitucional del presidente y que tenemos que aprender de los errores, y llamábamos a la reconciliación del país. Eso es todo lo que hicimos, pero ese mismo día nos culparon de golpistas, golpistas".

Los partidarios de Zelaya han presionado a la Iglesia, pero pese a las "constantes amenazas de muerte" que el cardenal dice que ha recibido, él no ha cambiado su postura. En octubre, afirma, todos los 11 miembros de la Conferencia Episcopal "hicieron otra declaración llamando a la no violencia y a la reconciliación".

El cardenal también cree firmemente que Zelaya no debería regresar al poder. "Pienso que una persona que ha estado actuando como lo ha hecho él ya no tiene la autoridad moral para ser presidente de la nación", me dijo el cardenal.

Rodríguez es una figura nacional respetada y sus palabras tienen peso. No obstante, hace hincapié en que la Iglesia no se ha involucrado en el proceso político sobre el destino de Zelaya, y por buena razón. "Hay muchas personas que son zelayistas de buena fe porque él prometía un montón de cosas a los pobres. Yo tengo que ser un puente de unidad para todos".

Eso no ha sido tan fácil, debido a que el cardenal también tiene la responsabilidad de cuidar a su rebaño. Y él cree que permitir que el presidente pisotee la Constitución sería malo para la nación.

Esto no significa un respaldo al status quo. Rodríguez tiene muchas críticas para un sistema que ha dejado a tantos hondureños sumidos en la pobreza mientras una pequeña minoría vive una vida de extravagancias. El cardenal denuncia la falta de igualdad bajo la ley, lo que ha dañado la movilidad económica. "En América Latina, cuando tienes dinero, puedes comprar justicia". Tal corrupción es lo que llevó a "la implosión" de los partidos políticos en Venezuela, señala. "Y en el vacío estaba este mesías, [Hugo] Chávez, que vino. Este es el peligro en todos nuestros países".

Sin embargo, el cardenal también reconoce que ha habido progreso desde el nacimiento de la democracia constitucional en 1982. "Ahora, el ejército es respetado, porque se han dedicado al rol constitucional de defender las leyes y las fronteras". El problema, señala, es que con la llegada de la democracia, "los partidos políticos tomaron la política como una industria para el enriquecimiento. Necesitamos cambiar eso".

Rodríguez ve al estado de derecho como un eslabón importante hacia el desarrollo. "La clave es asegurar la justicia", dice, "porque si no tienes seguridad legal, no vas a invertir. La inversión es muy importante. Con las inversiones, hay más empleos para nuestra gente".

Hablando de los inversionistas, el cardenal dice, "por supuesto que no son todos santos", y los derechos humanos deben ser protegidos. "Pero, ¿qué deberíamos hacer sin esos trabajos", se pregunta. Luego añade: "Las maquiladoras son especialmente importantes para las mujeres, porque sus trabajos han sido una fuente de dignidad. Cuando ganan su propio dinero, dejan de ser esclavas de los hombres macho en su vida, que a menudo no son siquiera sus maridos".

Honduras llevará a cabo una elección presidencial el 29 de noviembre y muchos esperan que Zelaya sea pronto sólo un mal recuerdo. Pero la lucha por la libertad y la justicia social que surge de la igualdad bajo la ley, continuará. Rodríguez dice que espera que la clase política haya aprendido una lección. Amén a eso.


Fuente: Cato Institute

viernes, 4 de septiembre de 2009

Obama vs la democracia hondureña

Por Mary Ó Grady

Fuente: Cato Institute y The Wall Street Journal

1 de septiembre de 2009

Si el gobierno del presidente estadounidense Barack Obama fuera una flotilla de barcos, en estos precisos momentos podría estar enviando un mensaje de SOS. Su reforma del sistema de salud, conocida como ObamaCare, ha chocado de frente con el equivalente a un iceberg. Por otro lado, la semana pasada, el prestigio internacional del mandatario fue atacado por el costado por los escoceses, que pusieron en libertad al condenado por el atentado de Lockerbie sin la más mínima consideración por las preocupaciones estadounidenses. La promesa de campaña deObama de restaurar el sentido común en la gestión del presupuesto acabó hundiéndose en la profundidad del océano.

El gobierno de EE.UU. necesita un triunfo. O más bien, ahora mismo no puede soportar otra derrota. Más concretamente, no puede permitirse perder contra el gobierno de un diminuto país centroamericano que no parece saber cuál es su lugar en el mundo y que osa desafiar las órdenes imperiales del Tío Sam.

Me refiero, por supuesto, a Honduras que, pese a dos meses de intensa presión por parte de Washington, todavía se niega a reinstaurar a Manuel Zelaya, su depuesto presidente. La semana pasada, el gobierno estadounidense endureció su postura y envió un mensaje de que haría lo que hiciera falta para derribar la democracia hondureña. Puede que su actitud amenazante dé resultado, pero nunca le permitirá sentirse muy orgulloso de su forma de actuar.

El ejemplo más reciente de la Política del Buen Vecino a la Obamafue el anuncio la semana pasada de que los servicios de visado para hondureños se han suspendido indefinidamente y que unos US$135 millones en ayuda bilateral pueden ser cancelados. Pero esos son sólo los ejemplos públicos de sus tácticas agresivas. Tras bambalinas están pasando cosas mucho más desagradables, implementadas por una presidencia que en su día le prometió al pueblo estadounidense una mayor transparencia y una política internacional mucho menos intervencionista.

A modo de recapitulación, el ejército hondureño ejecutó en junio una orden de arresto emitida por la Corte Suprema contra Zelaya por intentar convocar un referéndum sobre si se le debería estar permitido postularse a un segundo mandato. El artículo 239 de la Constitución de Honduras establece que cualquier presidente que intente presentarse a un segundo mandato, automáticamente pierde el privilegio de su investidura. Al insistir que Zelaya sea devuelto al poder, EE.UU. intenta obligar a Honduras a que viole su propia constitución.

También les está pidiendo a los hondureños que se arriesguen a correr la misma suerte que Venezuela. Ya saben cómo el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, pasó de ser democráticamente elegido por primera vez en 1998, a autoproclamarse dictador vitalicio. Lo consiguió al destruir el sistema institucional de pesos y contrapesos del país. Cuando Zelaya se dispuso a hacer lo mismo en Honduras, el país le cerró rápidamente el paso.

El regreso de Zelaya al poder es crucial para Chávez. El presidente venezolano está haciendo un despliegue activo de su evangelio marxista por toda la región y Zelaya fue su mano derecha enTegucigalpa.

La resistencia de Honduras representa un importante revés paraCaracas. Es por eso que Chávez ha movilizado a la izquierda latina para que exija el regreso de Zelaya. La semana pasada, el presidente de República Dominicana, Leonel Fernández, se unió a la pelea al solicitar la expulsión de Honduras del Tratado de Libre Comercio entre República Dominicana, Centroamérica y Estados Unidos (Cafta). Fernández es un amigo cercano deChávez y un beneficiario del programa venezolano de "petróleo a cambio de obediencia" en el Caribe.

Aparentemente, Obama no quiere perderse su parte en este carnaval izquierdista. Se presentó a la presidencia de EE.UU., en esencia, como el anti George W. Bush. El ex presidente era impopular en los círculos socialistas. Este gobierno quiere demostrar que puede ser buena onda con Chávez y sus amigos.

Pero los métodos de Obama son decididamente poco elegantes. Hondureños prominentes, incluidos influyentes miembros de la comunidad empresarial, se quejan de que un funcionario del Departamento de Estado los ha estado presionando para que obliguen al gobierno interino a aceptar el regreso de Zelaya al poder.

Cuando le pregunté al Departamento de Estado si estaba utilizando esta clase de trucos sucios, una vocera se limitó a responderme queEE.UU. "ha alentado a todos los miembros de la sociedad civil para que apoyen el ´acuerdo´ de San José´, que pide que Zelaya sea reinstaurado en la presidencia". Puede que se perdiera algo en la traducción pero cuesta entender como las amenazas de utilizar la potencia de EE.UU. contra un país pobre y pequeño se puedan calificar de aliento.

En otras partes de la región hay informes de que funcionarios estadounidenses han hablado con gobiernos latinoamericanos para pedirles que apoyen la postura de EE.UU. Cuando le consulté al Departamento de Estado si eso era cierto, no quiso contestarme. Sólo accedió a decir que EE.UU. "colabora con la (Organización de Estados Americanos) y (el presidente costarricense) Óscar Ariaspara respaldar el acuerdo de San José". En otras palabras, aunque no quiera reconocer su coacción, está en pleno proceso de imponer su criterio en la OEA para promover su agenda.

Esto no sólo parece injusto para la democracia hondureña sino que también contradice una postura previa de EE.UU. En una carta al senador Richard Lugar fechada el 4 de agosto, el Departamento de Estado aseguró que su "estrategia... no se basa en ningún político en concreto ni individuo" sino en encontrar "una resolución que sirva mejor al pueblo de Honduras y sus aspiraciones democráticas".

Muchos hondureños no creen que EE.UU. esté utilizando su fuerza bruta para impulsar sus "aspiraciones democráticas", sino las aspiraciones opuestas del matón del barrio.



miércoles, 12 de agosto de 2009

Los amigos hondureños de las FARC

Por Mary O´Grady

Cato Institute, Washington

Diario Exterior, Madrid

10 de agosto de 2009

El presidente de Estados Unidos, Barack Obama; el primer ministro de Canadá, Stephen Harper; y el mandatario mexicano, Felipe Calderón, se reúnen hoy en Guadalajara, México, en la Cumbre de Líderes de América del Norte. Entre los temas que abordarán estará la creciente violencia relacionada al narcotráfico en el continente, pero también se espera que conversen sobre la situación política en Honduras.

Es una lástima que el Ministerio de Defensa de Colombia no participe ya que podría mostrarles evidencia de la conexión entre los simpatizantes del depuesto presidente hondureño, Manuel Zelaya, y el proveedor sudamericano más importante de drogas ilegales a América del Norte: las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Lo sé porque la semana pasada esa evidencia llegó a mi escritorio.

Las FARC son uno de los actores principales en el comercio de cocaína y documentos encontrados en las computadoras que halló el ejército colombiano durante una redada en un campo del grupo guerrillero en Ecuador el año pasado, muestran que los rebeldes han estado activos en Honduras. Varios de esos documentos llegaron a mi poder la semana pasada. Uno es una carta de marzo de 2005 escrita por uno de los capos de las FARC dirigida al hoy fallecido líder rebelde, Raúl Reyes. La carta ofrece una lista de "relaciones políticas que apoyan (a las FARC) y con las cuales se coordina trabajo" en la región y en España.

El Partido de Unificación Democrática (UD) de Honduras es una de las organizaciones en dicha lista. El UD tiene una representación limitada en el Congreso pero es el único partido que apoya el regreso de Zelaya. Dondequiera que haya manifestaciones violentas y bloqueos de caminos en apoyo a Zelaya, está el UD.

La carta de las FARC dice que existen 45 de esas organizaciones. A Calderón tal vez le interese saber que entre ellas figuran el Partido de los Trabajadores y la Juventud Comunista de México.

Incluso sin la conexión con las FARC, no hay que perder de vista que Zelaya violó la ley hondureña al tratar de cambiar la Constitución para que pudiera postularse a una reelección. Zelaya también exhortó a una turba que irrumpió en una bodega de la Fuerza Aérea donde se guardaban las papeletas que se iban a usar en su referéndum ilegal. El 28 de junio, fue arrestado por una orden de la Corte Suprema, deportado por el ejército y removido de su cargo por el Congreso. Incluso su propio partido, el Partido Liberal, apoyó su destitución y expulsión del país y la mayoría de la población respalda tales medidas.

Obama y Calderón, sin embargo, no son partidarios de la destitución de Zelaya y ambos quieren su regreso. Hace dos semanas, el gobierno de Obama anuló las visas de algunos funcionarios del gobierno hondureño. Además, la semana pasada Calderón desplegó la alfombra roja en Ciudad de México para recibir a Zelaya en una publicitada demostración de apoyo a su regreso al poder. Hay que reconocer que el gobierno de Harper ha sido más mesurado en su respuesta a los acontecimientos de Tegucigalpa.

Se dice que un presidente mexicano que se ubica a la derecha de la Casa Blanca enciende la mecha de la política doméstica. Eso podría explicar por qué el centroderechista Calderón fue el anfitrión de una visita de Estado de Zelaya. En este tema, quiere mantenerse a la izquierda de un presidente estadounidense izquierdista.

Pero la situación no es tan simple. Calderón ha librado una "guerra" contra los carteles del narcotráfico en México que desde diciembre de 2006 ha cobrado la vida de 1.077 agentes del orden. Ahora, tanto él como Obama, tendrán que explicar su apoyo a una facción política en Honduras que está aliada al crimen organizado. Según la evidencia recogida por la inteligencia colombiana, que me llegó en forma indirecta, eso es exactamente lo que están haciendo.

Los hondureños no quieren a Zelaya en su país porque lidera una turba violenta y antidemocrática con la que intentó socavar las instituciones de la misma manera en que lo ha hecho Hugo Chávez en Venezuela. Chávez también ha entrenado a Daniel Ortega en Nicaragua, a Rafael Correa en Ecuador y a Evo Morales en Bolivia. Las democracias de esos países se han visto gravemente debilitadas.

Pero aunque a Obama y Calderón no les importara la libertad de los hondureños, no pueden pasar por alto la posibilidad de que el establecimiento de un gobierno chavista en Honduras eleve el costo, en sangre y en el erario público, de su "guerra contra las drogas".

La conexión de las FARC podría ayudar mucho a explicar por qué Chávez se esfuerza tanto en que Zelaya sea repuesto en el poder. Ya es sabido que el hombre fuerte de Venezuela apoya de manera activa a las FARC en Sudamérica. Los rebeldes cuentan con un refugio seguro a lo largo de la frontera y tan sólo el mes pasado, una redada del ejército colombiano a un campo de las FARC arrojó una serie de lanzacohetes antitanques de fabricación suiza que habían sido originalmente vendidos a Venezuela. A Chávez todavía le falta ofrecer una explicación creíble sobre cómo estas armas llegaron a manos de los terroristas colombianos.

Un informe de julio de la Oficina de Auditoría General de EE.UU. (GAO, por sus siglas en inglés) halló que Venezuela se ha convertido en una ruta de tránsito de cocaína colombiana, 60% de la cual es exportada por las FARC. La GAO también encontró que altos miembros del gobierno de Chávez y del ejército venezolano son cómplices. "Según los funcionarios de Estados Unidos, la corrupción dentro de la Guardia Nacional de Venezuela representa la amenaza más significativa porque la Guardia le reporta directamente al presidente Chávez y controla los aeropuertos, fronteras y puertos de Venezuela", dice el documento de la GAO.

Los líderes de la cumbre de hoy hablarán sobre su guerra contra las drogas.

Quizá Calderón y Obama explicarán por qué apoyan a un político hondureño derrocado cuyos simpatizantes comparten una causa con los terroristas narcotraficantes. Todos los norteamericanos merecen una explicación.



lunes, 3 de agosto de 2009

Lo que Haití puede enseñarnos sobre Honduras

Mary O´Grady

Fuente: Cato Institute

Tomado de: Eldiarioexterior.com, Madrid

Agosto 4 de 2009

En octubre de 1994, el presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, utilizó las fuerzas armadas estadounidenses para forzar a Haití a que volviera a recibir al ex presidente Jean Bertrand Aristide, un populista intolerante que había sido derrocado en un golpe de Estado tres años antes. Al pueblo haitiano no le fue bien durante la década de tiranía y corrupción que siguió a la intervención de EE.UU. Pero a demócratas clave, que se convirtieron en socios de negocios del gobierno de Haití, sí les fue bien.

Este triste capítulo de la política exterior de EE.UU. es un recordatorio de las inmortales palabras del estadista francés Charles Talleyrand: "los países no tienen amigos, tienen intereses". El gobierno de Clinton tenía intereses en Haití. Y eso es algo que vale la pena recordar en un momento en que el presidente Barack Obama, desafiando toda lógica, insiste que Manuel Zelaya, un aliado de [Fidel] Castro, sea restituido en la presidencia de Honduras.

Aristide, electo por vía democrática, asumió el poder en febrero de 1991. Cuando la legislatura nacional consideró una moción de censura contra su primer ministro, René Préval, en agosto, instó a sus partidarios a salir a las calles. Las turbas incendiaron propiedades y amenazaron a miembros de la oposición. La agencia de noticias Associated Press citó al vicepresidente de la Cámara de Diputados diciendo que muchos diputados tenían "miedo de dormir en sus propias casas". Después de varias semanas de terror, Aristide fue expulsado de su cargo por los militares y se exilió en Washington.

Los activos de Haití en EE.UU. fueron congelados, pero el entonces presidente George H. W. Bush se los facilitó a Aristide con el argumento de que era el presidente legítimo. La mayor fuente de divisas eran los ingresos al monopolio telefónico, Haiti Teleco, por parte de operadores estadounidenses que llevaban llamadas a sus destinos en el país. A mediados de 1994, la legislatura de Haití sostuvo que tenía pruebas de que, hasta el 15 de abril, Aristide había retirado US$ 49,9 millones de la cuenta telefónica, que originalmente contenía US$ 53 millones.

Una vez restituido al poder, Aristide gobernó Haití por una década, ya sea como presidente o como el poder detrás del trono durante la presidencia de Préval. No fue hasta que fue expulsado del país por segunda vez, en 2004, que los haitianos pudieron documentar que su gobierno había estado haciendo negocios en telecomunicaciones con estadounidenses cercanos a Clinton.

Los haitianos se habían quejando conmigo desde finales de los años 90 sobre la relación entre Haiti Teleco y una compañía llamada Fusion Telecommunications. Afirmaban que Fusion estaba ligada al representante demócrata Joseph P. Kennedy II, un vociferante defensor de Aristide, y que en lugar de pagar la tasa estándar que todos los operadores estadounidenses debían abonar, estaba recibiendo un precio especial. La compañía ni siquiera admitía que operaba en Haití. De lo que sí tuve constancia en esos momentos era que Fusion estaba dirigida por Marvin Rosen, ex director de finanzas del Partido Demócrata. Kennedy integraba el comité. También estaban Thomas "Mack" McLarty, ex asesor de Clinton, y Ray Mabus, ex gobernador demócrata del estado de Mississippi.

La ruta de las telecomunicaciones entre EE.UU. y Haití es una de las de mayor tráfico en el hemisferio. Sin embargo, sucedieron cosas extrañas cuando traté de averiguar sobre el negocio de Fusion en Haití.

Lo contratos con monopolios extranjeros son supuestamente información pública en la Comisión Federal de Comunicaciones de EE.UU. (FCC), pero cuando pregunté por el documento de Haití, me dijeron que había desaparecido. La FCC solicitó a las compañías duplicados de los contratos para poder volver a crear el archivo público, pero Fusion fue a la corte para evitar que yo viera su acuerdo. Yo gané esa pelea.

El contrato de Fusion muestra que aunque la tasa acordada para terminar llamadas en Haití era de 46 centavos por minuto, Fusion pagaba sólo 12 centavos. Cuando vi el contrato, de inmediato pensé cómo los pedidos de ayuda a EE.UU. durante la década de abusos de Aristide fueron desoídos. Entonces pensé en Talleyrand.

La crisis constitucional en Honduras es muy diferente al caso de Haití en el sentido de que las fuerzas armadas hondureñas nunca estuvieron al mando. Cuando Zelaya fue deportado, la presidencia fue traspasada, como estipula la Constitución, al presidente del Congreso. El partido de Zelaya aún gobierna el país.

No obstante, hay importantes lecciones de la política de Bill Clinton hacia Haití que son válidas para Honduras. Una es que Estados Unidos es más que capaz de juzgar mal una crisis constitucional y respaldar al hombre equivocado. Cuando lo hace, no existen garantías de que eso rectificará el problema.

Otra lección de Haití es que un déspota caribeño puede ofrecer buenas condiciones para los inversionistas extranjeros. Desde el episodio de Haití, el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, también ha cortejado a los demócratas. Le da a la empresa de Kennedy, Citizen´s Energy, combustible para calefacción a precio de descuento, que el ex representante de Massachussets distribuye a los pobres para pulir la imagen de los demócratas. No importa que los venezolanos sufran bajo el chavismo.

Esto es algo a tener en cuenta en un momento en que el gobierno de Obama propone que el embargo de EE.UU. a Cuba sea modificado para que los estadounidenses puedan invertir en su sector de telecomunicaciones. No está claro cómo serán otorgados esos contratos. O qué tendría que hacer uno para incrementar sus probabilidades de ser considerado en la competición.

martes, 28 de julio de 2009

La conexión latina de la Casa Blanca

Por Mary O´Grady

Fuente: Cato Institute y The Wall Street Journal

http://www.eldiarioexterior.com/noticia.asp?idarticulo=32862

28 de julio de 2009

El ex-presidente de Honduras, Manuel Zelaya regresó a su país el viernes, viajando en una todoterreno desde Nicaragua a un pequeño pueblo fronterizo. Esta fue la primera vez que regresaba a Honduras desde que fue arrestado el 28 de junio y deportado por los militares por violar la constitución.

Zelaya parecía un poco desilusionado de que su teatral retorno no hubiera provocado un tiroteo. Unas pocas horas después regresó a Nicaragua, en donde el presidente sandinista Daniel Ortega le ha brindado refugio.

Si Zelaya sigue así, la crisis podría extenderse mucho más. Pero sin importar como se resuelva esta contienda de poderes, probablemente será recordada como el momento que definió la política estadounidense hacia Latinoamérica bajo Barack Obama.

Zelaya tenía los medios, el motivo y la oportunidad para destruir las instituciones democráticas del país y estaba tomando medidas para hacerlo. De haber tenido éxito habría consolidado su poder en la misma forma en que lo hizo el presidente de Venezuela Hugo Chávez y habría transformado al país en un estado policial. La insistencia de Obama de que Zelaya sea devuelto al poder ha fortalecido la imagen de un Tío Sam arrogante y condescendiente desconectado de la realidad de la región.

Los hondureños podrían ser más abiertos a una cátedra sobre la democracia de Obama si Estados Unidos mostrara más interés en desafiar a Chávez y sus aliados antidemocráticos o si entendiera el peligro que representan. En vez de eso, desde que asumió la presidencia en enero, el mandatario estadounidense se ha acercado a los malos dirigentes de la región, sólo para quedar en vergüenza posteriormente al revelarse que sus nuevos "amigos" en realidad son enemigos de la paz y la libertad.

Esta locura comenzó con la Cumbre de las Américas, llevada a cabo en abril en Trinidad, cuando Obama prácticamente saludó a Chávez como si fueran almas gemelas que hace tiempo no se veían. La respuesta del gobierno fue que la tensión en la región fue causada por George W. Bush. El encantador Obama cambiaría todo eso y a partir de entonces la influencia de EE.UU. volvería a hacerse sentir. Chávez no recibió el memorando.


El 19 de julio, el Washington Post informó que un nuevo reporte de la Oficina de Responsabilidad Gubernamental encontró que "la corrupción en los altos niveles del gobierno del presidente Hugo Chávez y la ayuda estatal a las guerrillas narcotraficantes colombianas han convertido a Venezuela en uno de los principales trampolines para la cocaína con destino a EE.UU. y Europa". Ahora, Chávez dice que derrocará al gobierno hondureño.

A principios de junio, Obama llamó al presidente de Ecuador, Rafael Correa, para felicitarlo por su reciente reelección y, según un portavoz de la Casa Blanca, "expresar su deseo de profundizar nuestra relación bilateral y mantener un diálogo constante que pueda asegurar una relación basada en el respeto mutuo". Esto de nuevo hizo ver a Obama como alguien mal informado, ya que la falta de respeto que muestra Correa ante los intereses estadounidenses es legendaria.

El 22 de junio, reporté en esta misma columna que la inteligencia militar de Colombia tenía evidencia de que el gobierno de Correa apoya las FARC, el grupo guerrillero colombiano. Un furioso Correa saltó en frente de las cámaras de televisión para emitir una amenaza a The Wall Street Journal. "Estamos hartos de sus mentiras", advirtió.

Él no podría haber previsto que días después la agencia de noticias Associated Press emitiría un video de un líder rebelde leyendo una carta del fallecido líder de las FARC sobre documentos "comprometedores" que muestran el apoyo financiero de las FARC a la campaña presidencial de Correa en 2006 y "acuerdos" con emisarios de Correa. En el reporte de esta noticia, el diario español El País escribió que "varios correos electrónicos de los ordenadores de [el cabecilla de las FARC] Raúl Reyes dan cuenta de la entrega de US$100.000 al equipo de campaña de Correa. La novedad, ahora, es que un alto dirigente de la propia guerrilla admite verbalmente tal aportación". Correa niega las conexiones con las FARC y dice que esto es un "montaje". No se sabe aún si planea demandar a todos los demás periódicos que posteriormente informaron la noticia.

Luego de establecer que hacer las paces con los causa problemas de la región es una de sus prioridades, Obama ahora desea queZelaya, quien fue respaldado oficialmente por las FARC la semana pasada, sea devuelto a su cargo. Si Honduras no cumple con ello, EE.UU. ha amenazado con congelar activos y revocar las visas de los funcionarios del gobierno interino.

Algunos observadores en Washington creen que esta extraña postura se debe al hecho de que Obama dependa profundamente del consejero para la Casa Blanca Gregory Craig para los asuntos latinoamericanos.

Craig era el abogado de Fidel Castro —quiero decir Juan Miguel González— durante la repatriación a Cuba del niño de 7 años Elian González en 2000 por parte de Bill Clinton. A lo largo de la campaña presidencial, cuándo él estaba asesorando a Obama, el izquierdista Council on Hemispheric Affairs lo respaldó diciendo que era "el hombre correcto para revivir las profundamente defectuosas relaciones entre EE.UU. y América Latina". En Otras palabras, darle un giro a la política hacia la izquierda.

Hay mucha especulación sobre si Obama está diseñando políticas en base a los "conocimientos" de Craig. No es muy difícil de creer. De hecho, si todas las políticas están siendo dirigidas fuera de la Casa Blanca, como muchos observadores argumentan, entonces las perspectivas del Consejo de la Casa Blanca podrían explicar mucho.