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lunes, 1 de marzo de 2010

Chávez: un varón domado por los hermanos Castro

Manuel Malaver

Webarticulista.net

http://webarticulista.net.free.fr/mm201028021508+Manuel-Malaver.html

28 febrero 2010

Que Chávez acostumbre a despotricar durante horas en sus cadenas de radio y televisión de cuanto cristiano le pase por la mente y que, entre los mismos, se cuenten amigos y enemigos, presidentes y primeros ministros y papas y emperadores, es una anomalía que puede atribuirse a un temperamento fuerte e incontrolable, o quizá a un narciso desesperado por llamar la atención, o quien sabe si a un militar tropero que empieza desestabilizando psicológicamente al oponente para después proceder a coparlo Lo que es más desconcertante e inexplicable, sin embargo, es que cuando este mismo agresor audiovisual, radiofónico y vía microondas, se enfrenta cara a cara con sus agredidos, pues cae presa de pánico, retrocede en coma o silencio profundo y, si lo dejan, sale corriendo y sin detenerse en advertencias u obstáculos.

Tal sucedió, por ejemplo, en la cumbre del “Grupo de Río” que se celebró a comienzos de la semana pasada en Cancún -el lunes, para ser más precisos-, y en cuyo almuerzo protocolar el presidente, Álvaro Uribe de Colombia, una de las personas a quien Chávez más ha insultado en sus 10 años, dicen que le dijo: “Chávez, qué bueno que te veo frente a frente, y puedo decirte, que si eres hombre, me repitas las ofensas que acostumbras a decirme en tu país, y por radio y televisión. No hay fotos, ni imágenes, ni grabaciones de audio del reclamo, -pues en previsión de que Chávez está presente y puede suceder esto y más se prohíbe en las cumbres de la región la presencia de periodistas y de sus herramientas de trabajo-, pero sin que ello impidiera que las palabras de Uribe fuesen confirmadas por la mayoría de los asistentes al condumio, añadiendo, de paso, que Chávez se hundió en un aterrado mutismo, que quedó como congelado, y que ya se disponía a correr cuando volvió a oírse la voz de Uribe: “Chávez, sea varón, quédese ahí y dígame en mi cara lo que me dice escondido tras cámaras y micrófonos de televisión, de manera cobarde y a miles de kilómetros de distancia”.

Pero nada que detuviera al fugitivo, que evitara su despedida del ágape y quizá de la cumbre, cuando se oyó otra voz, pero ahora ronca, severa y tonante: “Chávez compórtese, devuélvase, regrese a su asiento y escuche los reclamos del presidente Uribe”. Era la del presidente cubano, Raúl Castro, y cuentan los que vieron y oyeron el incidente, que Chávez se detuvo como electrizado, se tambaleó un tanto, dio la vuelta y fue regresando lentamente y como si acatara una orden que, ni humana, ni supra humanamente, le estaba permitido desobedecer. Lo que continuó fue un barullo de protestas y llamados a la calma, de voces que increpaban, ya Chávez, ya Uribe, pero que, en conjunto, coincidieron en nombrar una comisión para que, ¡al fin!, se apersona de lo que, desde hacía meses venía clamando Uribe, que no era otra cosa que intermediara para que Chávez cesara en sus ataques a su persona y a su país. Y desde ese lunes, desde que oyó la voz de Raúl Castro, puede decirse que se operó un cambio de 180 grados en el discurso, los gestos y el espíritu de Chávez, el cual dice ahora, en todas las circunstancias y sin que nadie se lo pregunte, que quiere volver a ser amigo y hermano de Uribe y de Colombia. “Creo que si no se atraviesa una mesa, Uribe me hubiera golpeado en Cancún” dijo en una rueda de prensa de hace 3 días “pero si ello le sirvió de catarsis, bienvenido sea, pues yo ahora lo que quiero es ser su amigo, su hermano”.

Y las preguntas son obvias: ¿Qué hay del campeón de la lucha contra las bases norteamericanas en el país de Santander, qué del patriota y revolucionario que a nombre de detener la invasión gringa-neogranadina acabó con el comercio bilateral de 6 mil millones de dólares anuales y 500 mil puestos de trabajo, qué del Comandante en Jefe que amenazó con movilizar brigadas y divisiones a las frontera, qué del alucinado que dijo estar dispuesto a emprender otra guerra contra Uribe y la oligarquía si no desmontaban las bases y aceptaba el mandato de la revolución? Pues, aparentemente, desapareció en segundos, en lo que tardó en pronunciarse la orden de Raúl Castro: “¡Chávez, compórtese, y regrese a su asiento!” . Y las preguntas que siguen también son obvias: ¿Se habían acordado Uribe y Raúl Castro sobre el incidente, de modo de obligar a Chávez a dar marcha atrás y aceptar el restablecimiento del total de las relaciones bilaterales, o, simplemente, Castro llegó a Cancún sin entender mucho de que se trataba, se encontró con la propuesta de la OEA paralela, rebobinó, vio las inmensas posibilidades del organismo en la idea de aplicarle otra humillación a los imperialistas yanquis y decidió cambiar de línea con respecto a Uribe y Colombia, pero con poco o ningún tiempo para avisarle y discutir con Chávez. Pienso que fue lo más probable, y como en la relación de los hermanos Castro con Chávez no es cuestión de explicarle, sino de ordenarle, entonces del socialista siglo XXI respondió de la única manera que sabe: Obedeciendo. Y la hipótesis, coloca a los políticos, analistas, comunicadores y otros seguidores de la situación venezolana actual, en uno de sus características más perturbadoras, como es la sumisión, mejor, la doma de Chávez por los hermanos Castro, quienes son, prácticamente, los únicos mortales en darle órdenes y manejarlo como un títere.

Es así, cómo una parte del colosal ingreso petrolero producto del ciclo alcista de los precios del crudo de los últimos 6 años, se ha dilapidado financiando la dictadura de los hermanos Castro y, permitiendo su uso, para que Fidel y Raúl triangulen cualquier cantidad de bienes que son vendidos a Venezuela a altísimos precios, pero luego de ser comprados en cantidades irritas en los mercados internacionales. Pero, eso no es todo, Venezuela es hoy un país tomado por agentes fidelistas, bien sea que camuflándose de expertos en materias que no conocían antes de Chávez, o de militares, hombres de negocios o expertos de inteligencia, cobran a precios de oro los servicios que presuntamente le prestan al país. En este campo se han perpetrado absurdos, como es traer a Ramiro Valdés y que asesorar al gobierno chavista en el tema de la crisis del sistema eléctrico, siendo que el primer país en colapsar un eficiente sistema eléctrico en América latina, fue la Cuba de los hermanos Castro. Maquinarias que jamás se han producido en la isla, insumos químicos y de biotecnología, computadoras y tecnología digital y comunicacional y que son adquiridos por Cuba en el mercado negro de China y la India, son vendidos a Venezuela como fabricados o inventados en Cuba, y siempre a precios que exceden los de los mercados originales, o aquellos de donde proceden las patentes. Y todo sale de conciliábulos de Chávez y los hermanos Castro, y donde Venezuela, no es solo obligada a financiar a una economía y una sociedad en quiebra, sino que, además, es obligada a comportarse como su esclava, como su rehén. Y es aquí donde nos vemos obligados a corregirle la plana al presidente Uribe: Chávez si es un varón, pero un varón domado por los hermanos Castro.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Chávez y las sagas de Fernández Berrueco, Torres Ciliberto y Chacón Escamillo

Manuel Malaver

Webarticulista.net, Caracas

Diciembre 6 de 2009


Que después de pasar una semana despotricando del capitalismo y la banca privada, Chávez corriera el viernes a rogarle, precisamente, a la banca privada que evitara que Venezuela se convirtiera en una “Argentina 2001” respondiendo por el dinero de cientos de miles de ahorristas que un grupo de banqueros “revolucionarios y socialistas” le habían esquilmado, no es solo prueba de que el socialismo no es otra cosa que ineficiencia y corrupción, sino también de que el capitalismo es un sistema que, sin prometerle el paraíso a los pobres, por lo menos le cuida sus ahorritos.


Y no es que aquí y ahora, como en todos los tiempos y países, no haya banqueros privados maulas y amigos de hacerse con los ahorros y depósitos de los usuarios, sino que, si operan en una sociedad democrática donde el estado cumple con sus funciones regulatorias, con escrupulosa independencia de los poderes y en la cual se cumple y respeta la ley, entonces entenderán que “su negocio” es cuidarle el dinero a los demás, sin llevárselo para sus casas o bolsillos, y dando la cara en todas las coyunturas y circunstancias.

Verdad monumental pero sombría, objetiva pero pesimista, de origen grecolatino que tardó mucho en ser asumida por la ética cristiana, pero reintroducida en la cultura occidental por Maquiavelo en “El Príncipe”, y que Adam Smith rescató en “La Riqueza de las Naciones” con aquello de que: “Si queremos que el carnicero de la esquina nos venda los mejores cortes, no apelemos a sus sentimientos, sino a su propio provecho”.

O sea, que aceptación del lógico y humano beneficio personal, del áspero y antipático egoísmo, pero sujeto al control legal más riguroso, a la normativa que se coloca más allá de la amistad, del partidismo y la ideología, porque si no se hace, la sociedad y el pueblo no escaparan nunca al azote de los pillos y de quienes confían en ellos, y no importan los sentimientos e ideas de que se nutran unos y otros.

Sobre todo en clima milenaristas y fundacionales, en aquellas situaciones conmocionales en las cuales, como se pretende cambiarlo todo, es fácil reclutar “santos y profetas” entrenados en los latrocinios y lupanares.

De modo que, si hay una experiencia social inevitablemente condenada al celo y control de la ley objetiva e imparcial, sería la de las revoluciones socialistas, que tendrían, que desconfiar, en primer lugar, de los revolucionarios.

No fue, ciertamente, el contexto donde peregrinó la relación de Hugo Chávez con el empresario importador, Ricardo Fernández Berrueco y con los presuntos banqueros, Pedro Torres Ciliberto y Arné Chacón Escamillo, los cuales, por haber llegado a la revolución de la mano de revolucionarios “patria o muerte” e “inobjetablemente honestos” como Diosdado Cabello, Adán Chávez, Alí Rodríguez, José Vicente Rangel, Jesse Chacón, Nelson Merentes y otros, fueron también tomados por tales y responsabilizados de la misión que, en menos de 10 años, los convirtió en millonarios en dólares de hasta de 10 cifras.


Eran, sin más, los hombres probos, acrisolados en la fragua del 4 de febrero del 92 y del “Árbol de las 3 Raíces”, casi que merecedores del sagrado calificativo de “nuevos”, revolucionarios hasta la médula, y por tanto, portadores de “un gran corazón”, que venían a cumplir la tarea de transfigurarse en empresarios revolucionarios, bolivarianos y socialistas, justos e igualitarios, preparados para sustituir a los viejos, capitalistas y explotadores, a los hijos de la burguesía y el imperio, a los hambreadores del pueblo y de las masas, los cuales, no solo debían ser despojados de sus bienes mal habidos, sino hasta desaparecer de la faz de la tierra.


Y fue así como empezó la saga de Ricardo Fernández Berrueco, quien habiendo prestado los camiones de una modesta empresa de transporte de su propiedad para sustituir a los de Polar durante el paro petrolero del 2002, fue escogido, inmediatamente, para liderar una vasta operación que buscaba constituir un mega conglomerado con el cual la revolución desafiara a la todopoderosa familia Mendoza, la derrotara en su propio terreno y con las mismas armas, las de la producción, procesamiento y distribución de alimentos, y la mandara a otra parte con su oso, cerveza, y harina pan.


Fecha, entonces, en que Fernández Berrueco comenzó acceder a cientos de millones de dólares suministrados por CADIVI, con los que la modesta flota llegó en poco tiempo a disponer de 3 mil camiones, decenas de almacenadoras, cientos de silos y miles de locales para la distribución y venta al mayoreo y al minoreo.

Operación que, no obstante su audacia, no habría desbordado las fronteras que después traspasó, si los cubanos no convencen a Chávez de que la red de transporte de Fernández Berrueco debía ser, igualmente, para surtir una cadena de mercados populares, MERCAL, que hasta que la revolución no se cumpliera en el campo y produjera comida barata en los fundos expropiados a los terratenientes, debía recurrir a las importaciones, a harina, carne, granos y demás comodities comprados en los mercados internacionales.

Y ahí está Fernández Berrueco para completar el ciclo, o sea, para pasar de distribuidor y vendedor, a suministrar productos vía una gigantesca red de importaciones que en el año de mayor auge, 2007-08, alcanzó la bicoca 48 mil millones de dólares.


En otras palabras: el inicio de la formación de un mega conglomerado de 300 empresas que se extendió por el mundo, con astilleros, flotas de camiones, barcos y avionetas, almacenadoras, silos, galpones, atuneras, auríferas, diamantíferas y que terminaron requiriendo de una red bancaria, pues, como decía en privado Fernández, no quería padecer de las mismas insuficiencias de Polar, que por no tener sus propios bancos, compartía sus ganancias con banqueros maulas y especuladores atroces.


Pero también de una empresa de telefonía celular, una que estaba en venta, Digitel, que le permitiera al jefe, y a sus ya miles de empleados, hablar con confianza, mientras se la arrebataban a los demás, a la competencia digamos, y a un aliado que cada día resultaba más incómodo: Hugo Chávez.


Porque es que, a todas estas, se desata la crisis global y las empresas del magnate socialista y revolucionario que solo tenían como único socio, cliente, cajero, comprador y vendedor al petroestado venezolano que costeaba la revolución mundial y la formación de una alianza contra el capitalismo y el imperialismo, se va quedando sin cobres, sin liquidez, sin los dólares de CADIVI y entran en un crepúsculo creciente y acelerado, de entre cuyas sombras solo se percibe el cascarón vacío del mega conglomerado y un boliburgués quebrado, rabioso y dispuesto a diferenciarse, a conspirar.


Es en este tramo, por cierto, donde se lanza a raspar la olla de los depósitos de los pobres ahorristas y cuenta corrientistas de los bancos Canarias, Confederado, Banpro y Bolívar, pero no sin antes alzarse con los 8 mil millones de dólares que en depósitos y préstamos oficiales de pura “solidaridad revolucionaria” había recibido de entes como Bandes, BIV, PDVSA, la Tesorería Nacional y Banfoandes.


Y es en este tramo, también, donde los cuerpos de seguridad del Estado (G-2 cubano, DISIP, CICPC y el DIM) dan cuenta de su comunicación a diario con disidentes del chavismo de todo origen y pelaje, como Wilmer Azuaje, Julio César Reyes, Pedro Carreño, Henry Falcón, la Negra Antonia, Juan Barreto, Bernal y tantos otros.


“Pero si es que hasta se sospecha” concluye un informe del G-2 “que tiene reuniones frecuentes con factores e individualidades de la oposición”.


O sea, que para Chávez la hora de defenestrarlo, de verle el hueso, de destruirlo, de despellejarlo, mientras grita que como revolucionario fidelista y guevarista no tolera la traición, y menos viniendo de un revolucionario en quien puso toda su confianza “y pareció por momento que era un emblema del hombre, del empresario nuevo”.


Esquema o modelo de auge y caída, o de vida, pasión y muerte que se repite en los casos de Pedro Torres Ciliberto y Arné Chacón Escamillo, últimos portadores de la antorcha que arrancó en el 99 de la mano de José Rojas, fue traspasada progresivamente a Felipe Pérez, Tobías Nóbrega, y Nelson Merentes, en los últimos años paso a estar, indistintamente, a estar enarbolada por Cabezas, Isea y Alí Rodríguez y fue sabiamente atizada por los Sarría, Beracha, Andrade, la capitana y de todos quienes concluyen que el color del dinero es único y brilla por igual en el capitalismo y el socialismo.


Hoy, sin embargo, le tocó pagar a Perucho Torres y Chacón Escamillo, y seguro que mañana vendrán otros, y después otros y otros y la rueda no se detendrá.


Por lo menos, no mientras el país sea mandoteado por un caudillo redentor que no entiende que acumular más y más poder es la peor forma de corrupción, ya que alimenta la audacia de los cobardes y la ambición de los de arriba, que piensan que, como están apoyados por el mándalotodo y sábelotodo, pueden saquear impunemente al de abajo.

viernes, 14 de agosto de 2009

Las Farc: el otro país miembro del Alba

Por Manuel Malaver

Webarticulista.net, Caracas

Agosto 11 de 2009

Que sean los países del ALBA, y básicamente, su líder, el teniente coronel, Hugo Chávez, los que llevan a cabo la feroz campaña contra la instalación de presuntas bases militares norteamericanas en Colombia, no es sino otra prueba de lo bien sintonizados que están los intereses de la subversión colombiana con sus aliados de Sur, Centroamérica y el Caribe. Para empezar a situarnos, no habría que recordar sino la frase espetada hace año y medio por Chávez -y desempolvada hace una semana por Correa para aplicarla al Ecuador- de “que Venezuela no limita en su frontera norte y suroccidental con Colombia, sino con las FARC”. Audacia que también explica, por qué Chávez y sus socios dan como un hecho, que de existir las fulanas bases norteamericanas en Colombia, no sería para dirigirlas exclusivamente contra las FARC y otro enemigos internos del país de Nariño, sino contra ellos mismos.

Y la pregunta es: ¿por qué tanto miedo? ¿es que existen relaciones peligrosas, peligrosísimas, y no confesas entre Chávez, Correa, los países del ALBA y las FARC a un extremo, que de instalarse las presuntas bases, sería imposible que el conjunto de países socialistas, autoritarios y totalitarios no terminen chocando con los ejércitos de Uribe y Barack Obama? A este respecto, admito que un descreído y escéptico como yo abrigó sus dudas… pero solo hasta que el gobierno colombiano reveló el video en que “El Mono Jojoy” dijo ante un grupo de guerrilleros “que las FARC habían contribuido con 300 mil dólares a la campaña electoral de Correa”, y, días después, un comunicado del Ejército colombiano soltó la perla “de que 3 lanzacohetes antitanques que pertenecían a la FAN venezolana habían sido encontrados en un campamento de las FARC”. Todo lo cual me llevó a la tesis que sostengo actualmente: toda la alharaca que vociferan en este momento Chávez, Correa y sus socios del ALBA contra la instalación de bases norteamericanas en Colombia, es por encargo de las FARC, que son los únicos amenazados porque tales bases contribuyan con el gobierno de Álvaro Uribe y de quienes le sucedan, a darles la estocada final a las guerrillas más añejas del continente.

Objetivo estratégico y fundamental para el presente y futuro del país neogranadino, que sería imposible alcanzar a menos de contar con la ayuda y cooperación de sus “hermanos” -vecinos o no- democráticos e iberoamericanos, pero que al serle escamoteada esta, le ha sido inevitable no recurrir al único país del continente con recursos y disposición para dárselas: los Estados Unidos de Norteamérica. En este sentido, es de una mala fe sin precedentes en las relaciones internacionales de este y otros continentes, no admitir los esfuerzos del liderazgo colombiano porque Venezuela, Brasil, Perú, Chile y Argentina se involucren, o contribuyan más, en la derrota de la subversión interna, recibiendo, apenas, la indiferencia, y cuando no, la hostilidad de países de vocación subversiva y totalitaria como la Venezuela de Chávez y el Ecuador de Correa. De modo que, las opciones de Uribe son pocas, poquísimas: o se apoya en la ayuda de Estados Unidos o en cuestión de años Colombia se unirá a la continental del miedo, el terror, la desigualdad extrema, la miseria horizontal y la ruina sin contén que promueven los hermanos Castro, Chávez y sus aliados.

En otras palabras: que los que se oponen a la llamada “injerencia” militar norteamericana en Colombia, en una política que no es otra cosa que la continuidad y reforzamiento del “Plan Colombia”, no son sino aliados de las FARC, y demás jinetes apocalípticos de la subversión colombiana, apostando a su recuperación del mal momento que viven después de las muertes de Raúl Reyes, Manuel Marulanda y el rescate de 50 rehenes encabezados por Ingrid Betancourt. Bosque donde coexisten, desde “tontos útiles” como Lula, los esposos Kirchner, y Tabaré Vásquez, hasta indiferentes como la señora Bachelet, el cura Lugo y Felipe Calderón, pero que, básicamente, está poblado por quienes corrieron a distraer el esfuerzo de guerra del gobierno y el Ejército colombianos por ponerle el guante a Timoleón Jiménez, Grannobles, “Jhon 40”, “El Mono Jojoy” y Alfonso Cano. Y para ello, del lado del gobierno de Uribe, es imprescindible la ayuda militar de un gobierno como el de Estados Unidos… Y para las FARC, y demás tentáculos de la subversión, todo cuanto puedan ofrecerle los aliados que por afinidad ideológica, u odio contra el país líder de la democracia mundial, estén dispuestos a darle una última mano, para sobrevivir al cerco, recuperarse y continuar su obra de ruina, destrucción y muerte. A este respecto, es indiscutible que la guerra civil colombiana está como nunca decidiéndose en los escenarios continentales, pues, será el factor que derrote o neutralice el apoyo que necesita el otro para triunfar, el que logrará a la postre imponerse.

Y esto lo saben mejor que nadie los hermanos Castro, Chávez y el resto de títeres del ALBA, enfrascados en una cruzada para evitar la continuidad y reforzamiento del “Plan Colombia”, con el pretexto de que se trataría del establecimiento de bases militares en Colombia que presuntamente apuntarían al resto de países de Sudamérica y de la región. O sea, que ignoran, adrede, que tales bases, de existir, difícilmente serían utilizadas contra gobiernos y países desafectos a los intereses norteamericanos y contrarios al establecimiento jurídico internacional y regional representado en la Carta Democrática Interamericana. Sobre todo, después del fin de la Guerra Fría, cuando colapsados el comunismo y el fin del Imperio Soviético, los Estados Unidos se encontraron sin enemigos que los amenace con un arsenal de armas nucleares dirigidas a enfrentar y pulverizar a la potencia norteamericana, como era el caso de la URSS. Pero no son detalles que interesen a los países del ALBA que lideran los hermanos Castro y Chávez, puesto que a quien están defendiendo, no es a los países de la región, sino a las FARC; y su enemigo, no es primer afrodescendiente presidente de los Estados Unidos, sino Uribe.

Para comprobarlo la rapidez que se tomaron Chávez y su comparsa para abandonar la frontera nicaraguense-hondureña desde donde planeaban la reinstalación de su compinche, Manuel Zelaya, en el poder, para regresar al sur, prender la llama de los enfrentamientos contra Uribe, y aliviar la presión que desde hacía meses sostenía el Ejército neogranadino contra los campamentos de “John 40”, “El Mono Jojoy” y Alfonso Cano. Y es que de otra manera, no se explicaría que el “héroe” que hasta pocas horas antes era presentado como portador de las banderas de la revolución y el socialismo en las tierra de Morazán, Manuel Zelaya, fuera dejado de la mano de dios y al arbitrio de lo que pudiera hacer por él el otro socio de la pandilla: José Miguel Insulza. Maniobra que los primeros en morder fueron el presidente Uribe, el ministro de la Defensa, Juan Manuel Santos y el Comandante General de las Fuerzas Militares de Colombia, Freddy Padilla León, al pasar a la ofensiva y demostrar que Chávez y Correa no estaban actuando por preocupación frente a la soberanía de los países de Sudamérica y el continente, sino por solidaridad con las FARC. Acusación que fue desmentida por Chávez en un comienzo de manera rotunda, que dio origen a una crisis diplomática que al parecer va a disolverse como otra crisis venezolana-colombiana más, cuando ordenó al embajador venezolano, Gustavo Márquez, que regresara a Bogotá. Pero que no incide en absoluto en la decisión de los hermanos Castro, Chávez y sus aliados del ALBA de destruir la democracia y la libertad en Colombia y que Álvaro Uribe ha optado defender con el apoyo y cooperación del único país del mundo que le ha ofrecido ayuda: los Estados Unidos de Norteamérica.