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jueves, 29 de octubre de 2009

¿Pagar el pato?

Rubén Darío Barrientos

El Mundo, Medellín

Octubre 29 de 2009

Con el estilo bilioso de siempre, Daniel Coronell acaba de completar dos columnas en seguidilla en la revista Semana, hablando de Carlos Alberto Gaviria Vélez. La una, fue titulada como ‘Las cuentas suizas del Cartel de Medellin’ y la otra como ‘La ley del silencio’. El epítome de las mismas gira en torno a que el precitado personaje lavó millones de dólares para el Cartel de Medellín. Pero el literal propósito de ambos artículos es el de vituperar a José Obdulio Gaviria, su hermano.

Bajo esta enfermiza manera de escribir, Coronell afirma que: “Se trata de Carlos Alberto Gaviria Vélez, el hermano de José Obdulio Gaviria”; “Pues bien, ahora salen a flote las evidencias de la participación de ese hermano de Jose Obdulio”; “Una nueva serie de evidencias corrobora que Carlos Alberto Gaviria Vélez, el hermano de José Obdulio Gaviria”. En fin, el articulista pretende salpicar a José Obdulio so pretexto de atacar a su hermano.

No pretendo defender a Carlos Alberto Gaviria, a quien no conozco y de quien no se de sus pisadas. Menos pretendo ser abogado de oficio de José Obdulio Gaviria, a quien sí conozco y de quien puedo decir que vive defendiéndose de una jaula de contradictores, opositores y enemigos gratuitos. Cada uno sabrá a qué atenerse. Pero no puedo quedarme callado ante la villanía de atacar a un hermano en razón de inculpaciones a una persona determinada. Ese juego inacabable de herir por genética o por consanguinidad, es cuestión de baja estofa. Y con ello, voy a ilustrar los párrafos que siguen.

Juan David Naranjo es hermano del General Oscar Naranjo, director de la Policía Nacional. El mismo fue detenido en marzo de 2007 por la Corte Federal de Karlsruhe (Alemania), en posesión de 78 kilos de coca. Todas las agencias internacionales hablaron de la detención del “hermano del General Naranjo”. La noticia era su pariente, no el reo. Hace pocos días, el morbo se vino lanza en ristre contra Juan Pablo Montoya, pues la prensa divulgó una información según la cual, el señor John Freydel fue requerido por la justicia norteamericana por narcotráfico. Y Freydel es el suegro del automovilista. En la asociación de uno con el otro, está el veneno.

En junio de 2007, el Presidente de Brasil Luis Inacio Lula da Silva fue vejado y mencionado en los medios opositores, de manera insensata, dizque porque su hermano fue vinculado con una organización investigada por juego clandestino (Operación Jaque Mate). La noticia se presentó haciendo alusión a que el encartado era “el hermano del Presidente”. Una vez en España estaban acusando a un ex alcalde de ser hermano de un investigado y, claro está, el suceso se encaminaba más a mostrar la asociación del hermano con el sindicado, que el informe judicial. En esas, el ex alcalde dijo con vehemencia en una rueda de prensa improvisada: “Yo solo respondo por mí, que cada palo aguante su vela”. Los calló a todos y en medio de la maraña de cables se marchó a su auto.

El Reino Unido le negó la visa al hijo de Ossama Bin Laden, no obstante su esposa es británica.

Recuerdo el caso de un Presidente de una compañía multinacional americana, con base en Cali, que tuvo el infortunio de que un hermano suyo fuera extraditado a los Estados Unidos por lavado de activos. Este, con el valor y el coraje de su transparencia, le contó a la Junta Directiva de la empresa lo sucedido. La Junta, haciendo bien las cosas, le dijo: “Esté tranquilo doctor que usted no tiene nada que ver con los actos de su hermano”. Y a los años fue promovido a un cargo de operaciones latinoamericanas.

Nadie es malo porque el hermano es malo. Y nadie merece un puesto en la compañía en donde su padre fue brillante funcionario, por efectos de la consanguinidad. El buen abogado no tiene que creer que su hermano será tan bueno como él.

Sera cuestión de cada uno, si triunfa o no.

Nadie podrá ser vetado porque tiene un cuñado narcotraficante. Y no es justo que a uno lo estigmaticen porque un pariente está en la cárcel. Eso no lo ve Coronell. El cree que tiene patente de corso para crucificar colombianos, bajo su lupa resentida. Nadie tiene porqué ‘pagar el pato’ por otros, bien sean hermanos, padres, hijos, yernos, nueras o familia. ¿Podrá predicar Coronell que es el adalid de la transparencia en el país?

viernes, 17 de abril de 2009

Semana tras semana

Por Rubén Darío Barrientos

El Mundo, Medellín

Abril 16 de 2009

 El 27 de febrero de este año, José Obdulio Gaviria dio unas declaraciones a El Espectador, en donde denunció dos hechos aparatosos: el primero, inherente a que la Fiscalía ‘al parecer’ les vende información a los medios y, el segundo, vinculado con una cita llevada a cabo en el restaurante Matiz de Bogotá, en donde se fueron de juerga el Fiscal Iguarán, dos subalternos suyos de la entidad fiscalizadora, varios periodistas y el director de Semana Alejandro Santos.

No lo dijo Gaviria, pero luego se supo que el Fiscal Yezid Lozano, encargado de las chuzadas telefónicas del DAS, también estuvo presente en la misma francachela. 

Lo que reveló Gaviria no es grave, es gravísimo. 

Y es que llama la atención el hecho de que semana tras semana, la revista Semana publica –con bombos y platillos- información escandalosa y tumba-personajes, que nadie sabe de dónde diablos pudo extraer. Se ve a la legua que es filtrada, porque obtenerla es absolutamente imposible dados la reserva y el sigilo de la investigación. Dirán en el medio capitalino que el periodista no está obligado a revelar la fuente, pero la magnitud de la información hace colegir que o bien se compró la noticia o bien hay interés en divulgarla con sonoridad. Ahí José Obdulio tiene toda la razón. 

A juzgar por la nota intitulada “El fallo que no fue” (edición 1405 de Semana) y que se refiere a la decisión que el ex procurador Edgardo Maya tenía lista por el escándalo de la ‘Yidis-política’, que no entiende uno cómo se filtra, este medio ya no sólo recibe el endoso de información top secret de la Fiscalía sino también de la Procuraduría. Tal vez el lector desprevenido, impregnado del morbo de la información, no le para mientes a la procedencia de la noticia. Por supuesto, el medio se cuida de no incluir crédito de periodista alguno sino que suelta la primicia sin responsable directo (persona natural). 

¿Qué hacía el Fiscal Iguarán departiendo con el director de Semana, bajo etílicos? ¿Qué hacían otros fiscales con periodistas en la misma mesa y bajo igual fragor de parranda? Quedan interrogantes muy titinos, que se resuelven semana tras semana en Semana. Y la situación es tan engorrosa, que si bien hace inclinar a este medio como el receptáculo de noticias boom, tampoco escapan a las fauces de Cambio, El Tiempo y El Espectador, filtraciones de magnitud. Para todos se ha creado una figura de anonimato, que ha resultado infalible: el área de unidad investigativa. Es una forma simple de hacer creer en un colectivo, en donde nadie da la cara. Y termina el medio como responsable de las tutelas, pero luego las gana. Así como Santos Rubino hace poco se deshizo de otra más. 

Un columnista dijo una verdad de a puño: “filtrar información es otra forma de ganar credibilidad”. Y nadie investiga cómo llegan las noticias a Semana. Por ser de notoriedad pública, cada vez que aparezca una información con reserva al ciento por ciento, debería abrirse un proceso para señalar culpables e infidentes. Pero nada ocurre en nuestro país. También pasó de agáchese que las piezas investigativas utilizadas por Gustavo Petro en el debate sobre paramilitarismo en Antioquia fueran obtenidas por el ‘correo de las brujas’. De contera, la hija de Jaime Dussán trabaja en la Fiscalía. Todo muy sospechoso, en verdad. 

¿Podremos soñar con que algún día en Colombia se investigarán los nexos entre funcionarios de la Fiscalía (y ahora de la Procuraduría) con directores de medios, como Semana? ¿Sabremos, por fin, si esas informaciones en nuestro país se adquieren (pagan) o se filtran por intereses marcados? ¿Seguirán los medios grandes del país, muy campantes, entregando secretos bajo los auspicios de unidades investigativas de índole fantasma? Como nos encanta el morbo, perdimos la verdadera criticidad: la que fluye de la limpieza de la información, que no del subterfugio.