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martes, 9 de febrero de 2010

Las lecciones que deja en Colombia el referendo

Luis María Murillo Sarmiento M.D.

http://luismmurillo.blogspot.com/

Febrero 8 de 2010

Muchas lecciones deja la ponencia del magistrado Humberto Sierra Porto sobre el referendo que busca la reelección del presidente Uribe. Los vicios que el magistrado advierte, no hacen más que recoger los argumentos de sus enconados enemigos, y los temores, también, de quienes desde la postura reeleccionista advirtieron errores inauditos.

En este juego de intereses, politizado y ardiente, el decoro es el primer damnificado. En la polarización del debate ningún argumento se acepta al oponente. Los ánimos se alinean para someter por la fuerza, no por la razón, al adversario. La caballerosidad y el honor no suelen ser las virtudes de quienes rivalizan. El fin justifica los medios, en términos subversivos: todas las formas de lucha son válidas para derrotar al contrario.

Como defensor de la obra de gobierno del presidente Uribe, intuí una segunda reelección sin contratiempos, asegurada por una popularidad sin atenuantes. El paso por el Congreso manipuló y manchó la iniciativa. La llenó de los vicios que hoy advierte una justicia, más habituada a emitir conceptos políticos que fallos en derecho.

Los referendos y las iniciativas populares en Colombia son pura pantomima. Están al arbitrio de quienes desde alguna instancia del poder lo manipulen. ¡No es definitivamente el pueblo soberano! Y habrán de darme la razón, seguramente, quienes hoy festejan, del referendo de la reelección, una ponencia adversa. Porque esa es sencillamente la suerte que pueden esperar todas las iniciativas populares. Sólo se precisan tinterillos que descubran los yerros en la forma.

Me preocupa, y debería a todos preocuparnos, la forma amañada en que los colombianos procedemos. Habrá quien analice en detalle todas las objeciones del magistrado Sierra, a simple vista algunas parecen valederas. Pero hay dos protuberantes, que por inadmisibles debo refutarlas. Recibidas como los vicios más sobresalientes, son a mi juicio las más desestimables.

Si los topes financieros para la recolección de las firmas se excedieron, nada tuvo que ver con los firmantes. Otra cosa hubiera sido si la financiación hubiera tenido por objeto la compra de las firmas. Resulta artero invocar contra el referendo este argumento. Para ilustrar con un ejemplo: si quien trasporta las firmas sobrepasa la velocidad que el tránsito permite, o utiliza para trasportarlas un vehículo robado, o mata con su camioneta a un transeúnte, ¿dejan las firmas de ser válidas y se debe desconocer la voluntad del pueblo? La respuesta es tan evidente que es perogrullada consignarla. Por lo demás qué responda el conductor por su contravención o su delito.

Sostener que las firmas no apoyaban la reelección inmediata del presidente Uribe, es un argumento cínico, propio de quienes proceden sin decoro: acaso de quienes juzgan candorosamente. Pidan mi declaración, y la de todos los firmantes, bajo la gravedad del juramento, para que de la fuente original se conozca la verdadera propuesta que apoyamos. Un error de redacción no puede desvirtuar un proyecto que fue de pleno conocimiento público. ¿Pesarán más que la realidad las triquiñuelas? ¿No fue acaso el conocimiento pleno de que se pretendía una reelección inmediata la que exacerbó los ánimos de la oposición?

En pos de la victoria o frente a la derrota se debe actuar con rectitud y transparencia. Los sofismas apenas sirven a juicios amañados.

martes, 5 de mayo de 2009

Carta del día: Sindicalismo desabrido

Por Luis María Murillo

El Tiempo, Bogotá

Mayo 5 de 2009


Las manifestaciones desabridas del sindicalismo el primero de mayo en Colombia, deslustradas con acciones vandálicas y consignas que parecen ceñidas al libreto de la subversión, desdicen del que debería ser un movimiento entregado al progreso del país y de sus trabajadores. Anclado en caducos postulados marxistas y en ideas recalcitrantes de izquierdas, nuestro sindicalismo parece más devastador que edificante. En pugna permanente con el poder y con el empresariado, ya poco congrega a los trabadores que buscan estabilidad y armonía en sus empleos, lejos de la agitación que propugna la lucha de clases y privilegios absurdos y desbordados. La escasa proporción de trabajadores afiliados habla por sí sola.

 

El mundo no es el que imaginó Marx, ni lo será. Tampoco es el de Lenin y Stalin: sus proyectos fracasaron. Ni la China es la de Mao: el comunismo chino vive las mieles del capitalismo. Irremediablemente, para los tozudos, sin capital no hay crecimiento. La crisis económica actual no lo perturba, apenas lo corrige. Nos enseña que necesita ciertos controles, que no podemos dejarlo ir al garete.

 

Mucha historia ha transcurrido desde la explotación inmisericorde de los trabajadores en que derivó la revolución industrial, desde la revuelta de Haymarket que nos trae el recuerdo de los Mártires de Chicago, sindicalistas ejecutados en esa ciudad en 1887, cuya memoria evocamos desde 1889 todos los primeros de mayo y desde la postulación de la dictadura del proletariado. El mundo es otro y sus admirables progresos afirman el capital como fuente de los logros.

 

El capital y la riqueza deben ser para todos la fuente de la prosperidad. Pero ese bienestar no se construye mediante la dialéctica de vencedores y vencidos, de amos y esclavos, de explotadores y explotados, del capital contra el trabajo, de la mutua desconfianza, de la hostilidad perenne. Se edifica sobre la convivencia armónica y el reconocimiento del valor de cada actor del mundo laboral, en el que se comprenda la razón de ser del trabajador y el empresario, como complemento imprescindible uno del otro y no como contradictores enconados.


Sindicalistas colombianos: ¡más inteligencia y visión demandan sus banderas!