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lunes, 27 de julio de 2009

¿Justas proporciones?

Por Alicia Eugenia Silva

El Tiempo, Bogotá

Julio 28 de 2009

Los problemas de Bogotá se agravaron con la elección del primer alcalde del Polo y la de Carlos Gaviria como director del partido. Hoy, el poder de congresistas como Jaime Dussán se ha magnificado a niveles que la mayor parte de los bogotanos e, incluso, un sector del Polo consideran intolerables.

Carlos Gaviria, Luis Garzón, Jaime Dussán y Abel Rodríguez, entre otros, venían de colaborar, cada uno a su manera, con el último gobierno liberal de Colombia. Quizás por eso mismo lograron que los liberales bogotanos votaran por su candidato, ayudados por la adhesión a Samuel Moreno de Alfonso López unos meses antes de morir.

Así, dirigentes y votantes liberales compensarían la sequía burocrática y contractual y olvidarían los años durante los cuales en Bogotá se buscó el bien común sin politiquería y con argumentos.

El magistrado Carlos Gaviria, como miembro de la Corte Constitucional, se opuso a que la Corte Suprema de Justicia juzgara a los congresistas que absolvieron a Ernesto Samper en el proceso 8.000. Por su parte, Garzón, como director de la CUT, colaboró para que no se derrumbara ese frágil gobierno. También bajo Samper, Abel Rodríguez fue viceministro de Jaime Niño y, como secretario de Educación de Bogotá, le ha dado libertades inusitadas a Jaime Dussán, su antiguo compañero de Fecode.

Con la llegada de Moreno a la Alcaldía, la antigua Anapo entró a compartir más decididamente el poder y la asignación de los recursos de Bogotá. Esto ha incitado a luchas internas y al desaforo de las ambiciones de los miembros del partido que se consideran más cercanos al Alcalde.

Al comienzo del actual gobierno, corría el rumor de que los votos del alcalde se correspondían un 30 por ciento al Polo, un 30 a la Anapo y un 40 a la simpatía, cortesía y carisma del Alcalde.

El sector de izquierda más radical del Polo justifica su alianza con el sector más turbio, que ellos llaman "pragmático", sobre el supuesto de que, como los líderes quieren un río grande de seguidores, no pueden pretender lograrlo con votos cristalinos y entonces acogen a los que están contaminados.

Otros desde el Polo critican al actual alcalde pero saben que la diferencia entre las administraciones de Garzón y Moreno es menos la calidad de sus gobiernos que la magnitud de sus vicios. Secundan a Julio César Turbay Ayala cuando decía que la corrupción se debía mantener en sus justas proporciones.

El sector del Polo que se considera socialdemócrata quisiera hacer alianzas con lo que hoy queda del Partido Liberal, acaso ignorando que este partido dejó de ser una fuerza política urbana y que el mayor número de votos lo conservan gamonales de provincia, así tengan figuras urbanas tan destacadas como César Gaviria, Cecilia López, Aníbal Gaviria o Rafael Pardo.

Independientemente de la vertiginosa caída de los índices de favorabilidad del Alcalde, el clientelismo y la corrupción no disminuirán en Bogotá. Estamos a menos de nueve meses de la reproducción política de los congresistas y el año entrante el Polo enfrenta una campaña presidencial donde buscará pasar a toda costa a la segunda vuelta. Si para ello se requiere que Carlos Gaviria siga aliado con las corrientes más oscuras de su partido, el Polo llevará a la contienda electoral a un buen discípulo de la filosofía turbayista y les entregará los recursos de la ciudad a miembros turbios o cristalinos, en justas proporciones.

jueves, 18 de junio de 2009

Los riesgos del populismo y el clientelismo

Por Alicia Eugenia Silva *

El Tiempo, Bogotá

Junio 17 de 2009


Quienes hemos vivido en Bogotá hace más de 15 años sabemos de las transformaciones urbanas que se dieron en la ciudad en la última década del siglo pasado. Las tasas de homicidio comenzaron a bajar desde 1994, la calidad de vida y el espacio público mejoraron, pero mucho se ha deteriorado desde la llegada del Polo al poder.


El ex alcalde Garzón quiere convencer a los colombianos de que él también construyó sobre lo construido, sin explicar cómo deterioró los logros alcanzados con el esfuerzo colectivo de los bogotanos.
El señor Garzón acabó con el sistema de información unificada de violencia y delincuencia, abandonó por completo la malla vial, dejó deteriorar la movilidad de la ciudad, el espacio público y la transparencia política que imperó durante unos años.


A pesar de lo anterior, la ciudad no cayó en crisis gracias al impulso que traía la capital y al crecimiento económico del país entre el 2002 y el 2006. Este crecimiento se explica en parte por la confianza inversionista del primer gobierno de Álvaro Uribe, y no por la gestión del primer alcalde del Polo.


Hasta ahora se están viendo los efectos de la mala administración de Garzón y de Moreno, a quien, como bien lo dijo Garzón, él logró dejar en el poder, aunque ahora quiera distanciarse del actual alcalde. Lo que no dijo fue que en el 2007 él puso toda la maquinaria del Distrito Capital para asegurarse de que Samuel Moreno no perdiera el botín más importante del que venía gozando el Polo.


Hay quienes dicen que la intención de Garzón no es la candidatura presidencial, sino volver a la alcaldía de Bogotá para aprovechar la buena imagen que tenía al final de su mandato, gracias al populismo de muchos de sus programas y al gasto multimillonario en divulgación y propaganda, que le han asegurado un trato privilegiado de los medios de comunicación. Hay que reconocer que durante el periodo 2002-2006 los indicadores de pobreza disminuyeron en Bogotá y en el país, aunque las cifras hoy sigan siendo alarmantes.

No obstante, para quienes hacemos un seguimiento a los temas capitalinos, es claro que durante el cuatrienio de Garzón se abandonó lo que había sido considerado como una revolución en la cultura política y ciudadana de Bogotá y se perdió un modo independiente de hacer política, basado en el conocimiento, la información oportuna y el cambio cultural. Políticas públicas sostenibles con justicia social y transparencia nos librarían del clientelismo -al que hemos estado sometidos durante siglos los colombianos- y del más reciente populismo, que no asegura salidas sostenibles y dignas de la pobreza y la desigualdad de oportunidades. Hay que estar alertas y combatir el populismo y el clientelismo, que fueron las formas que utilizó Garzón para gobernar a Bogotá.


Entonces, cuando Garzón ofrece construir sobre lo construido en Colombia, debemos mirar lo que hizo con Bogotá y entender que, aunque él terminó apoyado por las mayorías, gobernar bien a Colombia requiere una mente organizada y un gobernante con capacidad de gestión, que recupere debates cruciales para la sociedad, donde no quepa el populismo ni la corrupción, donde respetemos la división de poderes y donde la aceptación de las mayorías no pueda llevarnos a transitar por caminos de tiranía.
Nicolás Gómez Dávila decía que los gobernantes que representan una minoría tienen que inventar la civilización para no perecer, mientras los delegados de las mayorías pueden ser soeces, chabacanos y crueles impunemente.


* Ex Secretaria de Gobierno de Bogotá