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jueves, 11 de febrero de 2010

Más allá de los decretos de la Salud

Cristo Rafael García Tapia

El Universal, Cartagena

Febrero 11 de 2010

Mal redactados, escritos por literatos para profanos, o como hayan sido producidos, en esencia los decretos que expidió el Gobierno para conjurar la crisis, provocaron las ampollas que comprueban que el remedio dio con el mal que perturba y pone en riesgo grave el sistema de salud que vela y provee de ese insumo vital a los colombianos.

O, por lo menos, lo identificó para prescribirle el tratamiento adecuado.

Decir los colombianos es eso, un decir, por cuanto es del sector más vulnerable en términos económicos y sociales, los pobres y trabajadores, de quienes se encarga el sistema y del cual deriva en buena proporción los recursos para su desarrollo, atención y permanencia normales.

Y a decir verdad, nunca como bajo este modelo unos y otros han obtenido mayor cobertura, calidad y gratuidad en los procedimientos, tratamientos y medicamentos que les son prescritos a través del régimen subsidiado, que es el principio rector creado para servir ese objetivo mediante el POS.

Y es que la atención del sistema, por demás descontrolada y objeto de abusos por todos los que intervienen en la cadena productiva del insumo salud, tiene un costo en términos económicos, mayormente, que es el que se identifica como el causante del colapso y, consecuentemente, el origen de los decretos que hoy se debaten en los diversos ámbitos que afecta.

En términos coloquiales, como le gusta al presidente Uribe, y no en el galimatías con los que fueron redactados, el problema del sistema es de plata.

Ni menos ni más: plata para que funcione, plata para que ganen los intermediarios, plata para que ganen los médicos, plata para las farmacéuticas, plata para los paramilitares que se apropiaron de la salud en Sucre, plata para las mafias de la salud y plata para los corruptos que manejan el sistema.

Por algo es que los recursos que maneja el sistema de salud en Colombia, 22 billones de pesos, una cuantía abismal, no alcanzan: porque deben dar para todo y para todos. Y menos, mucho menos, para cumplir con su misión natural.

Y mantenerlo, con la carga onerosa de intermediación, corrupción y abuso que pesa sobre él, cuesta y demanda en forma inmediata de los recursos que lo hagan sostenible y posibiliten su extensión y cobertura.
Que no pueden ser distintos de los que generen los nuevos impuestos a la cerveza, licores, cigarrillos y juegos de azar, única alternativa que tiene y le queda a Gobierno para procurar de manera oportuna y segura las cuantías requeridas para evitar el colapso del sistema.

Además de los ahorros derivados del control riguroso al uso indiscriminado y abusivo del sistema para proveer tratamientos estéticos y cosméticos de mayor cuantía a usuarios muy diferentes de los pobres y empleados que lo sostienen y usan exclusivamente en función de sus necesidades básicas de salud.
Entre tanto, y mientras pasa la avalancha, lo que sí debe preservarse es la autonomía de los médicos en cuanto a la prescripción de medicamentos, ayudas diagnósticas, tratamientos y procedimientos involucrados en el POS.

*Poeta

jueves, 12 de noviembre de 2009

Uribe Uribe, más allá de Gerald Martin

Cristo Rafael García Tapia*

El Universal, Cartagena

Noviembre 12 de 2009


Gerald Martin es el inglés debidamente autorizado para escribir la biografía de Gabriel García Márquez, recientemente publicada en Colombia.

A su pluma debemos unos sesgos históricos que no por provenir de quien provienen y ser del gusto del biografiado, debemos omitir y pasar por alto como se omiten y pasan por alto las injerencias de otras naciones en nuestros asuntos internos, pero esta es trama que tocará a la Cancillería, el Congreso de la República y otras instituciones responsables de velar por el respeto a la soberanía nacional.
Más que los que puedan incumbir a García Márquez en su ámbito personal, familiar y literario, el que en nosotros incita suspicacias por su carácter marcadamente político e ideológico, es el sesgo histórico asumido por Gerald Martin con relación al general Rafael Uribe Uribe, comandante supremo de los ejércitos liberales en la Guerra de los Mil Días.

Martin, en cuyo extenso currículo no figura el título de historiador, parece que de la historia de Colombia está dispensado y apenas si conoce de oídas algo y por las voces de quienes en su fundamentalismo ideológico pretenden imponer el unanimismo conservadurista en todas las esferas del pensamiento, la historia, la política, la economía y la cultura.

Porque eso de venir a proclamar, así no más, que Uribe Uribe era un “excéntrico” e “incompetente”, no es gratuidad que salte por solitaria inspiración del caletre de alguien con la responsabilidad intelectual y ética de ajustar el discurso biográfico a las realidades que integran en el texto la individualidad creadora del sujeto con el entorno que la provoca y signa en lo ideológico, político, social, económico, religioso y cultural.
Y en el caso de la obra narrativa de García Márquez, que como todo discurso narrativo de alguna manera refleja la ideología de su autor, sí que está connotado ese trasunto sin ambigüedades ni veladas alusiones.
Uribe Uribe, señor Martin, es el visionario y artífice de la Modernidad en Colombia; su concepción del Estado, del modo y relaciones de producción capitalista, de la industria y la agricultura, de las vías de comunicación, de las instituciones políticas, de la soberanía nacional, de la paz como elemento clave del progreso y desarrollo, son universales y responden a las teorías en boga en Europa y Norteamérica.
Cuanto Colombia pudo avanzar en los primeros gobiernos liberales del siglo XX en esos presupuestos, se debe a la concepción y trazado de Uribe Uribe; a su iluminada y portentosa inteligencia; a la indiscutible proyección de su liderazgo.

Rafael Uribe Uribe, el estadista, el militar, el científico, el pacifista, el patriota, el humanista, rebasa el mezquino y “manipulado” concepto de Gerald Martin.

Que a GGM le “guste” su opinión tergiversada y horra de fundamento histórico sobre el gran caudillo liberal, como lo insinúa su biógrafo inglés, no quiere decir que los demás tengamos que aceptarla como verdad incuestionable y absoluta y guardar el más impenetrable mutismo.

¡Esto no puede quedar así!

*Poeta, escritor y periodista.

jueves, 13 de agosto de 2009

Universidad y competitividad

Por Cristo Rafael García Tapia

El Universal, Cartagena

Agosto 13 de 2009

Inicialmente iba a titular esta columna de otra manera, algo así como Educación y competitividad, pero decidí que tal título llevaba demasiado a la generalidad y no a la particularidad en su relación con la capacidad de la Universidad de producir competencias para el impulso y concepción de variables económicas y sociales decisivas en el desarrollo y progreso de la Región Caribe.

Cuya ejecución corresponderá a versados en ciencias, tecnologías, artes y conocimientos, que solo la Universidad está en condiciones de aglutinar, impartir, difundir, confrontar y comprobar en sus aplicaciones fácticas.


El problema que aflora en todas estas hipótesis acerca del papel determinante que la Universidad (Educación Superior) juega en el eje Competitividad y Desarrollo Regional, es que uno de los elementos del problema, la Universidad, no está mostrando la dinámica que los procesos demográficos, sociales, económicos y culturales imponen.


Desvirtuando de paso cualquier intento por consolidar un verdadero y real proceso de desarrollo regional que pueda dar con nuevos modelos y herramientas que avalen y conduzcan a la inserción del territorio en la globalización comercial, el único escenario que mide de manera objetiva la competitividad y provoca movilidad de recursos de variada naturaleza.


En cuanto a la competitividad y su relación directa con la calidad de la educación superior, no la vemos despuntar como la mayor fortaleza de nuestro aparato productivo regional, ni del nacional, como tampoco lo es la Universidad como proveedor de primera magnitud del insumo conocimiento, ciencia y tecnología para la productividad.


No más en lo concerniente a la Universidad, estamos manejando cifras de deserción de estudiantes de la educación superior por encima del 48%, un guarismo desalentador e indicativo de que el problema en este ámbito crece en vez de reducirse o al menos controlarse.


Y si de la Región Caribe se trata, las estadísticas divulgadas por el Ministerio de Educación Nacional para el 2008, tanto en cantidad como en calidad, resultan aterradoras: “No se encontró registro de títulos de doctorado en la Costa Caribe” (El Heraldo, Domingo 9 de Agosto de 2009).


Si tanto en los Planes de Desarrollo Departamentales como en el Compromiso Caribe aparecen la educación y la competitividad como elementos clave para consolidar el proyecto de modernización de la Región Caribe, es pertinente volver sobre una y otra de esas coordenadas y concluir que los resultados de esas dos variables no se corresponden con el panorama con que se contrastan.


Sin una educación superior de calidad, es poco probable que la Región Caribe pueda en algún estadio de su historia ser competitiva en su aparato productivo.


Así las cosas, poco es lo que se podría alcanzar frente al reto inminente de la inserción de nuestra economía en el mapa de la globalización, apoyado en la ciencia, la tecnología y los conocimientos facilitados por la Universidad.


¿Qué hacer?

*Poeta, escritor y periodista