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martes, 1 de diciembre de 2009

el verdugo de la izquierda

Juan Jose Garcia Posada

El Colombiano, Medellín

Noviembre 30 2009

Comparable al daño que hace un chiste verde y de mal gusto en una reunión de amigos con buen sentido del humor, es el descrédito que un fascista con disfraz de demócrata está causándole a la izquierda al asociarla con el populismo autocrático. El coronel que manda en Venezuela está malogrando el propósito moderno de los izquierdistas moderados hispanoamericanos más respetables, empeñados en apartarse al máximo de los referentes totalitarios.

En la última semana, Chávez lanzó dos alabanzas alocadas que irritan a cualquier progresista: Exaltó como buen luchador revolucionario al terrorista conocido como Carloso El Chacal y le obsequió abundante incienso verboso al godísimo presidente iraní Ahmadineyad, discípulo aventajado de la escuela ortodoxa radical de Jomeini. El primero está preso en Francia. No puede ser honroso para nadie ser condenado a cadena perpetua en la cuna occidental de las libertades.

Desde mi época de estudiante universitario aficionado al ejercicio arriesgado de buscar el justo medio, aprendí a valorar la pluralidad ideológica y la controversia civilizada, bases de la metodología democrática. Una sociedad no puede ser abierta si se proscribe el disenso y predomina el pensamiento único. Todas las tendencias deben coexistir en el universo de las ideas. Las posiciones dogmáticas y cerradas, de izquierda o derecha, son fuentes de conflictos enconados e interminables.

Una demostración patente del profundo malestar que el régimen y los desatinos chavistas producen en la izquierda venezolana (y presumo que de todo el hemisferio) puede captarse cada día en los editoriales críticos y frenteros de Teodoro Petkoff desde su periódico Talcual. El sábado cuestionó por absurdo el proyecto de ley orgánica de la educación y lo definió como una paliza demagógica del populismo superior . Petkoff, personaje sobresaliente de la política en el continente, rechaza las crecientes restricciones a la autonomía universitaria y la libertad de cátedra, como expresiones del "control de todas las instituciones y la vida social en general por el puño del gobierno y el partido del gobernante".

En América Latina se ha verificado una suerte de descrédito simétrico de la derecha y la izquierda democráticas. Así como ha habido largos momentos en que las actuaciones abominables de tipos como Pinochet han servido para anatematizar todo aquello que porte algún carácter derechista, un individuo desconcertante y disparatado como Chávez pone en aprietos a los izquierdistas, no sólo a los de línea dura, sino también, que es lo preocupante, a los que piensan y actúan con sensatez y en consonancia con el espíritu de lo razonable. Hoy, la izquierda democrática identifica en el chavismo una vergüenza. Le basta y le sobra para que la desacrediten, sin necesidad de contradictores a la derecha. Con amigos así, para qué enemigos. En serio. No es un chiste.

lunes, 31 de agosto de 2009

Un estorbo llamado prensa

Por Juan José García

El Colombiano, Medellín

Agosto 31 de 2009

Esta frase despectiva sintetiza el fastidio que los mandatarios del peculiarísimo neo socialismo del Siglo Veintiuno sienten hacia el periodismo: "Lo que menos me interesa es lo que diga la prensa en el día de mañana". La pronunció el Presidente del Ecuador, cuando concluía la función del viernes en Bariloche. Lula da Silva fue reiterativo al expresar su malestar con la presencia de medios de comunicación. Y de la aversión de Chávez a la televisión, la radio y la prensa se tiene ilustración suficiente. Una característica de los autócratas consiste en que denuestan de la actividad periodística y de la opinión pública, eso sí a menos que puedan mantenerlas bajo control.

¿Qué planeaban decir los líderes del neosoc latinoamericano en la llamada Cumbre de Unasur, como para manifestar tanta incomodidad por la cercanía de decenas de periodistas que, unos más y otros menos, estaban cumpliendo el deber profesional de darle cuenta al mundo sobre el discurrir de una reunión que, pese a la flojedad dialéctica y la hipocresía diplomática, estaba rodeada de una atmósfera de obvia importancia informativa? ¿Acaso Lula, al fin y al cabo cauto y mesurado, temía que Chávez saliera con algún exabrupto flamígero y convirtiera la tertulia continental en una gresca, o lanzara alguna sindicación comprometedora que los involucrara en no se sabe qué clase de tráfico y los hiciera fruncir ante la audiencia internacional? ¿Sí era una encerrona la que tenían preparada con la finalidad de sentar en el banquillo al Presidente de Colombia y los intimidó el despliegue de cámaras, grabadoras y libretas de apuntes de tantos reporteros diligentes?

Las cuestiones públicas se debaten en público, no a la chita callando, con disimulo, con sigilo medroso, con miedo a la prensa. En Colombia estamos acostumbrándonos a que todo se conozca sin misterios, a pesar de las exageraciones y los eventuales desafueros de algunos medios, incluso de ciertas ociosidades, como la de gastar todo un canal de televisión en transmitir una plenaria insulsa de la Cámara. ¡Es más movida la narración de una partida de ajedrez y con más talento en las jugadas! Cualidad esencial de la sociedad abierta es la difusión de los actos oficiales sin reservas y la consiguiente facilitación del acceso legítimo a los periodistas. La Cortina de Hierro comenzó a caerse cuando Gorbachov impulsó la Glasnost, la transparencia. Un encuentro de mandatarios no es una tenida secreta ni un costurero privado de señoras chismosas. Pero tal parece que los Neosoc (y el término se aplica en la jerigonza política a los nuevos socialistas, tan cerrados como sus antecesores más radicales) prefieren tapar como privados los asuntos públicos y rumiar en cofradía.

lunes, 10 de agosto de 2009

El Bolívar chúcaro del coronel

Por Juan José García Posada

El Colombiano, Medellín

Agosto 10 de 2009

Al que sí se parece el coronel Chávez es al Bolívar que no siempre fue modelo de diplomacia y buenas maneras. Aunque el mandatario venezolano se cree el libertador redivivo, apenas alcanza a representar una caricatura del autor del ideario que fundó la organización constitucional de estas naciones.

Los exabruptos de Chávez revelan una personalidad megalómana. Se siente jefe supremo de una Gran Colombia que sólo existe en sus alucinaciones de grandeza. Al invitar a gobernadores y alcaldes colombianos y a otros dirigentes ("que venga la Mejía?") a que lo visiten para hablar de cuestiones binacionales, actúa como si tuviera jurisdicción en nuestro país. Está arrogándose una potestad sin fronteras, pretermitiendo procedimientos elementales de cortesía en la vecindad e interfiriendo normas básicas del derecho americano a la no intervención y la libre determinación.

Hay quienes han corrido a hacerle el homenaje al nuevo emperador, al presunto señor y dueño de los destinos de estas repúblicas, en actitud de oportunismo y obsecuencia que pone en duda de qué país se sienten ciudadanos, cuál es el concepto que tienen de los intereses nacionales y cómo, sean simpatizantes u opositores del Presidente en ejercicio, es el que en forma legítima gobierna y tiene la facultad de dirigir la política exterior. El primero en desfilar por la pasarela ha sido un ingenioso ex presidente distinguido por el agudo sentido del humor, que no tuvo más remedio que limitarse a anunciar que había tomado atenta nota de lo que ya casi todos habíamos oído por televisión y radio.

Con semejante invitación, el presidente de Venezuela puede conseguir, tal vez sin proponérselo, reactivar una tendencia anárquica en no pocos nacionales que, a lo mejor de buena fe y con las mejores intenciones, confirman la veracidad de la sentencia del mismo Bolívar, que sabía por qué nos juzgaba así: "Cada colombiano es un país enemigo".

Pero retomo el párrafo inicial, para concluir, con todo y la admiración por el pensamiento bolivariano, que no significa desconocimiento de la condición humana del libertador: El Bolívar que Chávez imita es el que, en honor a la verdad histórica, no ocultaba en determinados trances los rasgos de un carácter explosivo y prepotente, el que sobre las ruinas del monasterio de San Jacinto amenazó con que "si la naturaleza se opone, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca", después del terremoto de Caracas en 1812.

Tal parece que Chávez no pretende parecerse al soñador de la unidad, la justicia y la libertad de América, sino que lo seduce más el líder delirante, el que no resistió la tentación autocrática y dictó el fatal decreto orgánico de la dictadura en 1827. El coronel está figurándose un Bolívar chúcaro, a su imagen y semejanza.