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jueves, 28 de enero de 2010

¿Guerra buena o despótica?

Grupo de Estudios Estratégicos (GEES)

Libertad Digital, Madrid

Enero 28 de 2010

Distinguir la guerra buena, Afganistán, de la guerra mala, Irak, se ha convertido en sinónimo de evidencia. Hay que abandonar esa distinción, tan falsa como absurda. Irak fue una guerra que se está ganando por decirle a la gente la verdad del incremento de tropas. ¿Pasará lo mismo con Afganistán, o dominará la tendencia despótica de callar lo que molesta?

Las noticias que aparecen estos días sobre Afganistán son confusas. Por una parte, la prensa que apoyó con denuedo la derrota americana –y por tanto occidental– en Irak está interesada en solucionarlo todo en una negociación de cesión a terroristas y talibán, y en hablar de solución no militar. De ahí la insistencia en la recaudación de fondos en la Conferencia, en la retirada de la lista de terroristas de la ONU (¿alguien recuerda alguna lista antiterrorista eficaz de la ONU?), la fijación de una fecha para la retirada de las tropas y la lucha contra la corrupción con que se identifica a Karzai. Por ejemplo, cuando uno oye al representante saliente de la ONU decir que: "El incremento de tropas no debe minar los objetivos civiles que son igualmente importantes. Ni la elaboración de una estrategia de tendencia dominante política", lo que entiende es: retirada a la vista y apaciguamiento.

Y, sin embargo, no está tan claro. Alemania acaba de anunciar que enviará 850 soldados más. Francia estaba esperando el anuncio para decidir mandar unos 650. España ya adelantó hace tiempo que serían 511 adicionales, sin debate ni discusión alguna, como le gustan las cosas a Chacón.


Poco se puede decir de Obama, pero resultaría extraño que quienes participaron en el exitoso "surge" de Irak (Petraeus, McChrystal y Gates) hubieran aceptado hacer lo contrario en Afganistán. La propaganda es otra cosa. La misma Alemania que hoy anuncia un aumento de casi mil soldados lo hace con un 79% de opiniones contrarias a un refuerzo de tropas en Afganistán, y sobre el telón de fondo de un supuesto error bélico de soldados alemanes que costó vidas de civiles, sobre el tortuoso pasado del ejército alemán, y sobre una retahíla de barbaridades y mentiras acerca de la "guerra de Bush". Tras ocho años atizando en toda Europa el sentimiento anti-guerra, como para no fijar una fecha de retirada.


No se trata principalmente de discutir la decisión de echarle agua al vino a la estrategia similar a la que Bush hizo funcionar en Irak, sino de subrayar el despotismo de nuestro tiempo que se ve obligado a vestir las guerras con el color que se lleva en la opinión pública. Color que, por otras razones –en España, electorales- se ha cultivado. Es la única manera "progre" de hacer la guerra de Bush: dar la impresión de que es otra cosa.

Es decir, la diferencia sustancial en todo este tinglado es la desaparición de la ecuación de George W. Bush. Ahora todos pueden hacer lo mismo, pero siempre que den la impresión de ser exactamente lo contrario.

El problema es que la mentira y el despotismo son incompatibles con la democracia.

Así, se va a oír hablar de contribuciones financieras, estrategias no militares, de embajadores que no creen en las misiones militares y que filtran telegramas diciendo que enviar más tropas es contraproducente porque los afganos no se hacen cargo de su seguridad, de negociaciones con talibán moderados, de que la victoria es una retirada a tiempo...

Lo cierto es que, de momento, a pesar de la ambigüedad del mensaje y de lo inaceptable de la opción negociadora, Occidente está intentando ganar en Afganistán, pero sin que se note demasiado. Algunos tendrán que combatir, pero hay otros obsesionados con ganar elecciones.

Estos equilibrios de los que se creen más listos que nadie, los carga el diablo. Es muy dudoso que un desembarco de Normandía –así sin mucha convicción y en plan tranquilo, mientras se negocia con losnazis recuperables–, hubiese acabado en victoria. Respetar a los que van a morir y a los que van a votar es una exigencia moral ineludible y ello obliga a decirles la verdad. Aunque eso signifique demostrar que Bush era quien lo hacía, mientras "progresistas" de todos los pelajes en los medios y en la política estaban empeñados en ganar elecciones. Como sea.

miércoles, 27 de enero de 2010

Venezuela. ¿Y si...?

Grupo de Estudios Estratégicos

Libertad Digital, Madrid

Enero 27 de 2010

La historia de la humanidad está repleta de acontecimientos y periodos devastadores para un país o una región de la tierra, que tiempo después hacen que historiadores y personas de a pie se pregunten cómo un país en calma degeneró en un infierno: ¿Y si la historia hubiese sido distinta? ¿Cuántas desgracias no se hubiesen evitado? El caso más recurrente es el del totalitarismo nacionalsocialista: ¿Y si Hinderbug hubiese aguantado sin nombrar a Hitler canciller? ¿Y si Hitler hubiese sido derrocado a tiempo? ¿Y si hubiese habido posibilidad de asesinarlo antes de desencadenar el horror sobre Europa? ¿Y si las potencias occidentales no hubiesen cedido irresponsablemente ante sus amenazas? ¿Y si se hubiese podido impedir la catástrofe alemana y europea?

Poco hay que hacer en el caso del despótico Führer, felizmente derrotado pero infelizmente tras millones de muertos. La historia pasada no se puede cambiar, pero sí la historia futura en aquellos países que gozaban de un régimen democrático y que se deslizan hacia un destino de muerte y destrucción. Es el caso de Venezuela. Todo parece indicar que dentro de unos años nos haremos estas mismas preguntas respecto a Hugo Chávez y su totalitario bolivarianismo: ¿Y si se hubiese hecho algo a tiempo?

Como Hitler, Chávez fracasó en su golpe de Estado, pero se aprovechó de las garantías democráticas para volver a conspirar contra las instituciones venezolanas. Como Hitler, Chávez accedió al poder legamente, aunque apoyado en milicias callejeras ultraviolentas. Como Hitler, apela a las masas desde el poder y las lanza contra sus oponentes a los que busca aniquilar. Como Hitler, Chávez utiliza las instituciones democráticas contra ellas mismas, las parasita, las ocupa, las pervierte. Como Hitler, persigue a sus oponentes, tanto desde las instituciones como desde sus bolivarianos en la calle. Como Hitler, primero amenazó a sus vecinos y a los regímenes democráticos de su entorno y luego pasó a la acción. Como Hitler, desestabiliza países, infiltra activistas y guerrilleros y arma terroristas. Como Hitler, es un declarado antisemita, aliado del abiertamente genocida régimen de los ayatolás en su intento de aniquilar a Israel. Como Hitler, constituye el principal factor de inestabilidad en un continente, para el que representa la principal amenaza de guerra.

Los parecidos estratégicos son escalofriantes, pese a las evidentes diferencias ideológicas. La diferencia está en el hecho de que la historia de Chávez aún no está escrita, y en el hecho de que no será porque no estamos sobreaviso. Occidente entero asiste al holocausto democrático que Chávez está provocando en Venezuela: ante nuestros ojos, el despótico tirano está echando a perder un país, lo está arruinando, lo está sumiendo en la violencia y lo está enfrentando a sus vecinos. No vale fingir ignorancia acerca de las intenciones del petrotirano venezolano: sabemos que causará aún más dolor y sangre.

¿Merece la pena quedarse mirando para después de unos años repetirnos la pregunta "Y si..."? Más vale no engañarse: la comunidad internacional aún está a tiempo de quitarse a Chávez de en medio, de eliminar una amenaza, primero para los venezolanos y después para el resto de Iberoamérica. A día de hoy, pocas medidas hay que no se puedan tomar: diplomáticamente, es necesario aislar al Gobierno venezolano, denunciar su totalitario proceder, bloquearlo en las instituciones internacionales, presionar con todas las fuerzas para obligarle a ceder en la represión. Militarmente, hay que proteger a sus vecinos de las agresiones chavistas: bien estará blindar Colombia cuanto más mejor, y apoyar países que como Honduras o ahora Haití, están en el punto de mira del agresivo dictador. ¿El bloqueo de armas? ¿Cuesta sonrojo decirlo desde la España en la que Bono colaboraba en el rearme chavista? ¿Y otros materiales? ¿Tecnología nuclear, por ejemplo? Son otras opciones.

Y es necesario, además, apoyar a quienes se están convirtiendo ya en disidentes políticos dentro de Venezuela. La sociedad civil venezolana aguanta heroicamente las arremetidas salvajes del "Gorila Rojo", pero cada vez tiene menos fuerza y está siendo laminada: es necesario el apoyo material, económico, institucional, social y de cualquier tipo que se pueda prestar a los medios de comunicación y los partidos políticos que se oponen a la involución democrática chavista. Es desde dentro, desde la agonizante democracia venezolana, desde donde hay que acabar con Chávez para siempre.

Y es que el petrotirano no caerá sólo. Por mucho que arruine el país, por mucho que destroce la producción petrolífera tras acabar con el tejido económico venezolano, Chávez es un déspota que no abandonará el poder sin buscar un baño de sangre, entre los venezolanos o entre sus vecinos. El imperativo hoy está claro: hay que derrocar a Chávez cueste lo que cueste, en nombre de la democracia, la paz y la libertad, o lo pagaremos caro. Aún estamos a tiempo de quitarlo de en medio y evitar hacernos la pregunta "¿Y si...?" dentro de unos años. Porque nos la haremos.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Obama. Afganistán y otros problemas.

Grupo de Estudios Estratégicos, GEES

Libertad Digital, Madrid

Diciembre 6 de 2009


Tras varios meses de espera, Obama ha parido un ratón. Su discurso del pasado martes 2 sobre la estrategia en Afganistán, ha dejado a todos descontentos. Desde luego eso es lo que pasa cuando se quiere quedar bien con todo el mundo a la vez. Nadie se lleva la tajada entera. Pero en este caso no se trata de una colección de pequeñas insatisfacciones repartidas por todo el espectro político, matizando un relativo contento general. La izquierda se siente traicionada, la derecha vendida.

Si Obama buscaba ante todo salvar sus índices de aprobación, que ya estaban en el filo del 50% y a punto de despeñarse por debajo de esa fatídica cifra, los resultados de las primeras encuestas realizadas después del acto de West Point le dan una media del 49'4%. El tironcito no ha sido hacia arriba, sino hacia abajo. Con razón algunos titulares proclaman que la magia de Obama se ha desvanecido. El que vive de ilusiones muere de desengaños. Sus partidarios empiezan a sentir la agonía. El hecho puede constituir un hito importante. Gobernar a golpe de discursos toca a su fin. Insistir en ello sería como tratar de izarse tirándose de los pelos. El Nobel le proporcionó un punto de ganancia. Con anterioridad, el solemne discurso sobre la reforma de la sanidad, en sesión conjunta de las dos cámaras, casi punto y medio. Ahora tiene por delante el gran cónclave climático de Copenhague y la aceptación del Nobel en Oslo. Ya puede dejar de pedir disculpas por su país y de presentarse como el redentor del mundo, porque eso, en casa, ya no vende. Sus heroísmos ecologistas, en medio del gran escándalo del Climategate, significan para sus conciudadanos más impuestos sobre la utilización de combustibles fósiles. Es lo último que necesita para precipitar la caída de su popularidad.

Lo último de momento, porque Afganistán se cierne sobre su futuro como un negro nubarrón. Tendrá muchas ocasiones de maldecir el haberse subido al carro de la hipocresía demócrata de proclamar santa esa guerra en contraste a la pecaminosa de Irak, que podía así ser denostada a placer, corroyendo la posición de Bush y de paso la de su país. No era cuestión de ardor justiciero. Sólo se trataba de no parecer débiles en temas de seguridad, pecado con el que los americanos son muy rigurosos. Zapatero se apuntó a lo mismo, no por el mucho más condescendiente electorado español, sino cara a los aliados. Su jubiloso seguidismo de Obama lo impulsa a huir hacia delante. Pero el presidente americano está empantanado. Tras estrujarse los sesos durante meses pensando en qué es lo que puede perjudicarle menos, se decide por mantenerse entre dos aguas. Su núcleo izquierdista, que no está para hacer paripés ante nadie y puede permitirse el lujo de una perfecta coherencia ideológica, se lo echa en cara abiertamente. No lo castigará votando a los aborrecidos republicanos, pero sí absteniéndose en las elecciones del medio mandato, justo dentro de un año. Si una vigorosa recuperación económica, con fuertes repercusiones en la disminución del paro no lo remedia, los demócratas pueden enfrentarse a una debacle en las cámaras.

La guerra va a depender cada vez más del apoyo del partido rival, que tendrá que elegir entre la fuerte tentación de pagarle con la moneda con la que él y los suyos mercadearon, agravándola todo lo posible, con la difícil situación en Irak, y la fidelidad a sus principios. La guerra de ahora es tan americana como la anterior, pero no es menos la guerra de Obama de lo que los demócratas decían que la de Mesopotamia lo era de Bush. Como poco los republicanos podrán, con razón, responsabilizarlo de todos los fracasos fruto de la incoherencia y las medias tintas.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Rehenes españoles en Mauritania

GEES*

Libertad Digital, Madrid

Diciembre 1 de 2009

España vuelve a ser atacada en el exterior tras la lamentable experiencia del atunero Alakrana. Esta vez se trata de tres cooperantes españoles de la ONG ‘Barcelona-Acció Solidària’, secuestrados presumiblemente por terroristas de Al Qaeda en las Tierras del Magreb Islámico (AQMI) anoche a unos 170 kilómetros de Nuakchott.

Los secuestrados son Albert Vilalta, Alicia Gámez y Roque Pascual y los tres formaban parte de una caravana solidaria que había salido de la Ciudad Condal hacía dos semanas para dirigirse hasta Senegal y Gambia. Aparentemente su 4x4 era el coche que cerraba el convoy y los secuestradores habrían actuado rápidamente realizando algunos disparos durante su acción criminal. Con este secuestro –que eventualmente será reivindicado por AQMI a través de su nuevo instrumento de propaganda bautizado a principios del mes de octubre con el nombre de ‘Instituto de Comunicación Al Andalus’–, los terroristas yihadistas salafistas no hacen sino continuar su intensa labor que en los dos últimos años ha tenido en Mauritania uno de sus escenarios privilegiados. Moviéndose con comodidad entre este país y sus vecinos Argelia y Malí, AQMI ha secuestrado occidentales y ha atentado contra objetivos autóctonos y extranjeros en los tres países. Este secuestro se suma a la lista.

Desde que en 2003 el predecesor de AQMI, el Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC) argelino, secuestrara a 32 turistas que entraban en el profundo sur argelino procedentes de Libia, los terroristas han descubierto tanto el filón con el que cuentan en la zona como, eventualmente, el instrumento de presión añadido que esta actividad representa para su empresa criminal. No hay que asumir de partida que el dinero resolverá la situación pues los secuestradores son asesinos consumados y hay que ser extremadamente cautos. Además, sus exigencias superan a veces la demanda de un rescate y pueden aspirar también a otros objetivos.

En julio pasado el cuarto de los rehenes europeos que habían sido secuestrados en diciembre de 2008 en las arenas del Sáhara, un británico, era asesinado por AQMI, probablemente al no aceptar el Reino Unido liberar a algunos terroristas presos, entre ellos Abu Qutada, uno de los ideólogos más abyectos del yihadismo salafista global. Por otro lado, el norte de Malí era escenario el pasado 25 de noviembre del secuestro de un ciudadano francés, en junio un ciudadano estadounidense era asesinado en Nuakchott y, entre ambas acciones, un ciudadano mauritano atentaba el 8 de agosto como suicida y sin éxito contra la embajada francesa en la capital mauritana.

Estos ejemplos, a los que ahora se une lamentablemente el secuestro de nuestros compatriotas tienen por de pronto una doble utilidad: por un lado, desdecir a quienes irresponsablemente llevan tiempo afirmando que AQMI no representa una verdadera amenaza terrorista; y, por otro lado, mostrar que España está de nuevo sometida a chantaje, esta vez por parte de un ambicioso grupo terrorista que tiene además una enfermiza fijación simbólica por nosotros. Veremos en qué acaba la cosa.

* Grupo de Estudios Estratégicos.

viernes, 23 de octubre de 2009

Cuba: un día en la vida de Iván Moratinos

Por GEES

Libertad Digital, Madrid

Octubre 22 de 2009

El ministro considera la defensa del comunismo como eficaz frente a la "retórica sin resultados de Aznar". Como la obra del marqués de Sade, el nuevo modelo del socialismo es: Cuba o el infortunio de la virtud; Moratinos o la eficacia del vicio.

En Cuba hay 208 presos políticos, o eso nos dicen, pero también hay 11 millones de cubanos recluidos en uno de los regímenes más represores del planeta; el único que habla español.

Hace un mes, suponemos que preparando la visita, Castro encarceló a un español que hace negocios allá; y hace seis años, desencadenó una ola represiva encerrando a 75 opositores al régimen. Ha jugado con ese stock de carne humana. Tocaba entregar a uno de esos opositores y al español mencionado a cambio de un acuerdo: modificar en la UE la posición común europea del 96, que vinculaba cualquier concesión a la protección de los derechos humanos.

La UE, sin cambiar su posición común, invertirá unos 36 millones de euros en "cooperación" en Cuba este año. Es ya hoy el primer socio comercial del régimen. Si con esto no se logra exactamente "elevar" la relación, como propone Moratinos, habrá que borrar hasta la mención a los derechos humanos y a la transición democrática revocando la posición común.

Que España esté incumpliendo el papel que ella misma firmó ya es bastante grave; que lo quiera convertir en política europea es deplorable; pero que haya que oír que la vulneración del Derecho es una medida eficaz, es demasiado.

Fomentar el uso de las personas como rehenes es indigno e incompatible con los derechos humanos y la libertad. Encarcelar para poder liberar, o para poder encarcelar de nuevo, es un deporte conocido y practicado en la isla. Que el ministro se engañe es cosa suya, pero no podemos dejarle que nos venda la virtud del vicio, ni la eficacia del colaboracionismo.

Ayudar a los tiranos, abrazarse con los dictadores, intentar sacar a terroristas de las listas europeas no es un sofisticado mecanismo diplomático ultra-sutil que permite solidarizarse con sus víctimas y ser eficaz. Es lo contrario: fraternizar con criminales legitima sus actuaciones garantizando que se repitan y perpetúen.

El famoso escritor disidente Solyenitsin escribió Un día en la vida de Iván Denisovich. Cuenta la atroz existencia de los recluidos en el Gulag. Al final de la jornada, el endurecido Iván constata, tras un cúmulo de penalidades inconcebibles, que no fue un día tan malo después de todo.

Décadas de concesiones no hicieron avanzar ni un segundo la caída del Muro de Berlín. Siendo Ford presidente americano rechazó recibir a Solyenitsin por no irritar la posible transición a la democracia de la Unión Soviética. Con Ford la URSS siguió siendo tal. Reagan criticó a Ford, inició una carrera de armamento que acabó de quebrar a los herederos de la revolución de octubre, le dijo a Gorbachov que se cargara el Muro, y logró todo lo que se propuso, sin disparar un solo tiro.

Moratinos fue a Cuba, y ha vuelto: un día en la vida de Moratinos. Nada que ver con todos los días de tortura y privaciones de los más de doscientos Iván Denisovich que Castro mantiene eficazmente encerrados en la isla. Para Curro no fue un día tan malo.