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sábado, 20 de febrero de 2010

Mantener el rumbo y avanzar

Juan Carlos Pinzón Bueno

El Espectador, Bogotá

Febrero 20 de 2010

Las Farc, el Eln, y las bandas criminales son el origen directo o indirecto de buena parte de la violencia que enfrenta el país.

Sin duda los logros de las Fuerzas Armadas en estos años han desactivado la posibilidad de que estas organizaciones del crimen lleguen al poder por las armas, pero siguen siendo la principal amenaza que afronta el pueblo colombiano. El efecto directo se traduce en que estas organizaciones están más que nunca dedicadas a traficar con drogas y armas, a reclutar niños, a violentar las fronteras, y a calcular dónde cometer crímenes atroces, llámese atentados contra la Fuerza Pública, secuestros a autoridades locales y a ciudadanos, o colocar explosivos.

El efecto indirecto es sustancial. Las diferentes expresiones del crimen en las ciudades asociadas a la cadena del narcotráfico están conectadas con las actividades de las organizaciones criminales. Por otra parte, mantienen la práctica de subcontratar pandillas que luego se convierten en bandas armadas contribuyendo así al espiral de la violencia urbana. Además, que las grandes organizaciones terroristas continúen su accionar se convierte en un incentivo para que los pequeños criminales consideren que es rentable violar la ley. Como si fuera poco, el uso de las fronteras y sus nexos con el gobierno del presidente Chávez han causado que el país ahora tenga que preocuparse por una amenaza externa.

Luego de un esfuerzo sostenido de fortalecimiento de las Fuerzas Armadas y de políticas efectivas desde 1999, por fin en el año 2008 se logró colocar el balance estratégico a favor. Lo que está sucediendo en estos momentos ni más ni menos es que el Estado está sometiendo a estas organizaciones. A modo de ejemplo la capacidad militar de los otrora poderosos y arrogantes bloque oriental y bloque sur de las Farc está siendo destruida con acciones contundentes y con una concepción estratégica que los está ahogando. Pero aún no están derrotados, y como ocurre en todas las guerras irregulares a lo largo de la historia, estos grupos mutan, tratan de acercarse a las ciudades, y sobre todo buscan crear las condiciones para prolongar su accionar a través de cambios en la política del oponente.

Algunos analistas destacados empiezan a hablar de la necesidad de “cambio de rumbo” a la luz de las cifras de homicidio. Es mala noticia que aún tengamos tal violación al derecho a la vida, pero el país hoy tiene la mitad de los homicidios de hace una década y ha regresado a los niveles de hace 20 años. En los años por venir se requiere un incremento en la inversión en infraestructura que conecte las zonas de violencia con el resto del país y cree oportunidades en un esfuerzo de consolidación sin precedentes. En las ciudades, se requieren inversiones y estrategias lideradas localmente. Las bandas criminales deben ser presionadas con toda la fuerza y el compromiso de la justicia, en lugar de transar paz ficticia. En fin, hay ideas y ajustes que se deben implementar, pero cambiar el rumbo es un error.

Más allá de si Uribe gusta o no, es equivocado por razones electorales dar señales que le den oxígeno a estas organizaciones. El país por fin después de 40 años de violencia ha encontrado el camino para paso a paso establecer el Estado de Derecho en todo el territorio. Se requiere persistencia, no se puede cantar victoria en la mitad del camino. Lo que más le conviene al país es mantener el rumbo que tanto costó encontrar, y avanzar hasta lograr paz y estabilidad.

sábado, 28 de noviembre de 2009

Inversión en seguridad

Juan Carlos Pinzón Bueno

El Espectador, Bogotá

Noviembre 28 de 2009

El incremento de la inversión en seguridad ha contribuido a la disminución de todos los indicadores de criminalidad, a la reducción de la capacidad de violencia de los grupos armados, a una mayor gobernabilidad y presencia de la justicia y a crear las condiciones propicias para la reactivación de la inversión y la actividad económica y social en general.

Pero los niveles de inversión en seguridad escasamente han recuperado el rezago de las décadas anteriores, en que la baja asignación de recursos para seguridad coincidió con los peores momentos de crimen y desesperanza en el país. El promedio anual de recursos para seguridad en las décadas anteriores fue apenas del 2,5% del PIB, mientras en la década actual alcanza 4,1% del PIB. El apoyo del Plan Colombia en esta década ha sido en promedio anual 0,5% del PIB, pero está en declive.

Los recursos extraordinarios de los últimos años financiaron el mayor plan de inversiones en 30 años. Desde el primer momento se explicó que la sostenibilidad de equipos y personal estaba garantizada hasta 2010, con lo cual para esos fines se requerirían cerca de $500 mil millones anuales a partir de 2011. En consenso con varios sectores se determinó que se daría prioridad a fortalecer las capacidades para luchar contra el narcotráfico y el terrorismo. Ello implicó que programas asociados a capacidades estratégicas fueran desarrollados por fases, con lo cual sería necesario completar esos proyectos en el futuro. Fue una señal de foco y de paz para la región.

Colombia sabe lo que cuesta descuidar la seguridad. Esperar a que los problemas estén encima sería cometer los errores del pasado reciente que resultan en un costo social y económico mayor.

La sociedad colombiana tiene importantes retos en seguridad en los próximos años. La era del terrorismo aún no ha concluido. Es necesario responder a la dinámica cambiante del crimen y sus nuevas expresiones. Se requiere mejorar la seguridad urbana, con lo cual la Policía debe seguir creciendo. Continuar el fortalecimiento de la inteligencia en coordinación con la justicia es vital en el escenario de multicriminalidad. Conviene desarrollar capacidades para la consolidación social del territorio y la prevención y atención de desastres en esta era de cambio climático. Por otra parte, lo deseable es la paz permanente en la región. Las naciones amigas ayudarán a disuadir una agresión e incluso ofrecerán su apoyo, pero la defensa es indelegable. Países neutrales como Suiza, Suecia o Austria invierten en su defensa. No se puede caer en una carrera armamentista, pero sí se deben completar programas estratégicos y desarrollos tecnológicos propios con una lógica de defensa asimétrica que mitiguen el riesgo de una agresión.

Es una buena decisión extender el impuesto al patrimonio para financiar la seguridad. Aunque comparto con los expertos la necesidad de una reforma tributaria estructural, se debe reconocer que este es el único tributo que el Congreso vota cómodamente, por su bajo costo político. Lo que sería negativo es que se le anuncie al país que estos recursos adicionales son para la seguridad y en realidad tengan otro destino. Se estaría abusando del prestigio de las fuerzas armadas, los contribuyentes quedarían frustrados y, peor aún, el país quedaría expuesto y sin fuente de recursos para atender las contingencias en materia de seguridad.

sábado, 3 de octubre de 2009

"Gran estrategia" para ganar al menos en la B

Por Juan Carlos Pinzón Bueno

El Espectador, Bogotá

Octubre 3 de 2009

Son tantos los retos que enfrentamos, que en general el país está concentrado en sí mismo.

La consolidación de la seguridad, el desarrollo de infraestructura competitiva y de presencia territorial, la igualdad de oportunidades en el acceso a educación, salud y empleo, el acceso a mercados, la agenda de ciencia y tecnología, entre otros. Son temas que razonablemente obligan a tener una actitud local. Pero si no miramos al mundo vamos a quedar rezagados en un momento histórico.

La crisis económica global del último año ha desencadenado varios hechos. Uno de los más notorios es la mayor importancia relativa de los gobiernos a nivel global con respecto a la iniciativa privada y los mercados. Otro es la presencia de nuevos jugadores internacionales en lo que han llamado un “nuevo orden” económico mundial. Es temprano aún para saber si es permanente, pero la coyuntura está generando cambios que pueden ser irreversibles.

Estamos frente a una realineación a nivel global. No es sino mirar los titulares de la prensa internacional de los últimos días. La demostración de poder (militar) en el aniversario de la revolución China ésta semana. Las negociaciones de la comunidad internacional con Irán respecto del tema nuclear. El nuevo intento de diálogos de paz entre Israel y Palestina. La decisión de convertir al G-20 en el foro decisorio en materia económica, que vincula no solo a las nuevas potencias mundiales como China, India y Rusia, sino a potencias regionales como Brasil, Sudáfrica, Indonesia, Australia y Turquía (no perder de vista que México y Argentina son miembros).

Este período de cambio, está señalando aspiraciones de diferentes gobiernos, si se quiere hay cierta anarquía. Se observa cómo las potencias tradicionales están buscando ceder espacio sin afectar sus intereses, los grandes jugadores (típicamente potencias nucleares y más recientemente económicas) están consolidando su posición, las potencias emergentes están creando mecanismos de influencia en sus regiones (caso de Brasil con Unasur o Turquía en el Mar Negro), y otros gobiernos han decidido tomar provecho de la coyuntura y convertirse en aspirantes a potencia con programas de expansión fundamentados en la riqueza petrolera (caso de Venezuela o Irán). La tentación de la proliferación nuclear como mecanismo para lograr respeto por parte de las grandes potencias ha generado un ambiente más complejo y hostil. En éste sentido el Presidente Uribe tiene toda la razón al anticiparse y denunciar el peligro que esto representa para nuestra región.

En éste panorama, ¿dónde está Colombia?, ¿qué intereses y aspiraciones tenemos?, ¿cuál es nuestra estrategia? No se trata de perder las proporciones, ni de querer jugar en “la A” cuando aún no estamos ahí. Se trata de ser ganadores en nuestra “división”, en el área de influencia regional. Debemos pensar con responsabilidad en lo que los académicos llaman “Gran Estrategia”. No podemos regalar más décadas al terrorismo y seguir enfocados en la violencia que nos han impuesto. Derrotar el terrorismo es una prioridad, pero como nación conviene renovar la agenda con visión y conciencia del potencial y el tamaño del país: 26º en extensión y 28º en población en el mundo.


Nota1: Los fallos judiciales se deben acatar. Pero cada vez es más angustioso ver lo que sucede con casos de miembros de nuestras Fuerzas Armadas que defendieron la patria con dignidad.

Nota2: Brillante el trabajo paciente y metódico que adelantan desde hace más de un año las Fuerzas Armadas en las alturas de la cordillera central. Ojala llegue más apoyo social y privado a la región.

domingo, 20 de septiembre de 2009

Justicia efectiva, arma poderosa contra el terror

Por Juan Carlos Pinzón Bueno

El Espectador, Bogotá

Septiembre 19 de 2009

En los últimos años las Fuerzas Armadas dieron los golpes más contundentes en contra de las diferentes organizaciones criminales y terroristas.

Acciones heroicas basadas en inteligencia efectiva y operaciones especiales con objetivos de alto valor estratégico, cambiaron el balance y la sensación de estancamiento frente a los grupos terroristas.

El éxito alcanzado ha obligado al crimen organizado a dar varios pasos atrás. La estrategia actual se fundamenta en mezclarse entre la población, en utilizar explosivos de bajo poder (minas, petardos en zonas urbanas), en actuar en grupos pequeños eludiendo el combate, en infiltrar agencias del Estado y organizaciones políticas y sociales. En fin, han regresado a lo que se conoce en la literatura como “guerra de guerrillas”, en donde buscan sacar provecho de las libertades que ofrece la democracia y al mismo tiempo tomar ventaja de las debilidades que puedan tener agencias del Estado, tales como descoordinación o incluso en algunos casos desinterés en confrontar las acciones criminales.

A medida que se avanza contra el terrorismo, la dinámica trae consigo nuevos retos. Una mirada atrás muestra que las Fuerzas Armadas primordialmente y el Estado como un todo, en menor medida, han venido de manera metódica actuando para elevar la seguridad de los colombianos y disminuir la capacidad de los grupos al margen de la ley. La mayor presencia militar y policial en todo el territorio, la mejor protección de la infraestructura, así como los avances en las capacidades de inteligencia, movilidad y operaciones especiales han sido respuestas en cada etapa.

En esta nueva fase se requieren acciones adicionales que trascienden la capacidad de las Fuerzas Armadas. El resto del Estado y la sociedad en general tienen que ser los protagonistas principales. Pero las agencias sociales del Estado, la inversión del sector privado en zonas de estabilización y sobre todo la justicia efectiva, son las armas que derrotarán al terrorismo.

Si la inteligencia se puede judicializar, se lograrían romper los vínculos entre la sociedad y las organizaciones terroristas. En manos de los jueces de la República está llevar a pagar penas ejemplarizantes a cualquier individuo que decida mantener nexos con el terrorismo. Esto puede llevar al terrorismo a una etapa culminante, pues es negarles su estrategia de “mezclarse” en la sociedad. Pero si la justicia no actúa con contundencia frente a los métodos de engaño e infiltración que plantea el terrorismo, de nada sirve el sacrificio de los hombres y mujeres de la Fuerza Pública para anticiparse a los violentos. Por ello el episodio de las “pruebas de supervivencia” debe ser motivo de análisis. Es necesario crear mecanismos que eviten beneficios para colaboradores del terrorismo.

Para desterrar al terrorismo de Colombia se requieren años, paciencia, y respuestas que se adapten a los retos de cada fase que estemos enfrentando. La etapa actual está a favor del pueblo colombiano, pero su resultado será positivo solamente si todos los agentes del Estado y la sociedad deciden hacer su parte de manera activa. En particular la justicia.

NOTA: Acepté la amable invitación de El Espectador para escribir esta columna quincenal. Este espacio pretende exponer ideas de forma respetuosa y constructiva, con una perspectiva internacional.

martes, 19 de mayo de 2009

El trabajo silencioso de la consolidación

Por Juan Carlos Pinzón Bueno

El Colombiano, Medellín

Mayo 18 de 2009

En la memoria colectiva del pueblo colombiano, quedarán por siempre las exitosas operaciones de nuestras Fuerzas Armadas, que gracias a su precisión, relevancia estratégica y a su contundencia, abatieron varios de los principales cabecillas de las Farc, desmovilizaron a miles de individuos armados, capturaron a los narcotraficantes más buscados del mundo y rescataron sin disparar un solo tiro a 15 ciudadanos de las garras del secuestro, entre otras miles de acciones heroicas.

Sin embargo, en nuestras Fuerzas Militares y en la Policía Nacional hay miles de hombres y mujeres que a diario realizan actividades que aunque menos espectaculares, no son menos importantes y decisivas, en lo que denominamos la consolidación de la Seguridad Democrática.

El país conoce de sobra los logros obtenidos en materia de seguridad en los seis años del gobierno del Presidente Uribe, nuestro reto es mantener ese nivel de efectividad y sobre todo asegurar que lo que ya hemos ganado nunca más lo volvamos a perder. Ese es el concepto de irreversibilidad que fundamenta el actual esfuerzo de consolidación.

En este sentido, la Política de Consolidación de la Seguridad Democrática, establece como su prioridad consolidar el control territorial y fortalecer el Estado de Derecho en todo el territorio nacional. La consolidación del control territorial se define como aquel escenario en el que la seguridad provista por la Fuerza Pública garantiza la prevalencia del orden jurídico y permite que las instituciones del Estado funcionen de manera libre y permanente con el fin de que todos los ciudadanos puedan ejercer sus derechos.

Bajo este objetivo la estrategia de consolidación se viene llevando a cabo a través de 3 fases que tienen como denominador común la alineación del esfuerzo militar y policial con el esfuerzo social, de justicia, de desarrollo económico y de fortalecimiento institucional. La predominancia e intensidad de cada uno de estos esfuerzos varía de acuerdo con las condiciones de seguridad de la zona y con la situación de desarrollo existente.

Esta estrategia ha implicado un importante reto para las Fuerzas Armadas y para el resto de instituciones del Estado; la necesidad de poner en marcha mecanismos ágiles y eficientes de coordinación inter-agencial. Desde que iniciamos el proceso de consolidación, la Fuerza Pública ha experimentado una importante curva de aprendizaje que hoy en día le permite trabajar de manera simultánea y coordinada con otras instancias civiles del Gobierno en el nivel nacional, departamental y local.

Así mismo, en los últimos años la Fuerza Pública ha desarrollado importantes capacidades para realizar actividades que complementan las operaciones ofensivas en contra de las amenazas a la seguridad de la población y que están destinadas primordialmente a mejorar las condiciones de vida de los habitantes de las diferentes zonas del país donde aún no hay presencia suficiente del Estado. Esto es lo que denominamos acción integral y en ella participan entre muchos otros los ingenieros militares quienes a lo largo del territorio han realizado pequeñas y medianas obras de infraestructura en beneficio de comunidades que por años estuvieron azotados por el terrorismo y la violencia.

Es por eso que entendemos la seguridad no como un fin, sino como un medio para que el Estado llegue a todos los colombianos en igualdad de condiciones, garantizando la cohesión social y fortaleciendo la confianza inversionista. Ese es el objetivo del Ministerio de Defensa y de cada uno de los miembros de nuestra Fuerza Pública.

Es necesario resaltar la labor que calladamente realizan día a día cada uno de nuestros soldados y policías, por recuperar la seguridad en nuestros campos y ciudades, limpiar la tierra de minas antipersona, acompañar al ciudadano en su barrio, asegurar la infraestructura y las carreteras que permiten el progreso social al pueblo colombiano.

El reto es grande, ofrecerle la paz y la tranquilidad a los colombianos. Aún falta mucho sacrificio por hacer, pero en este propósito están totalmente comprometidos los más de 430 mil hombres y mujeres del Sector Defensa. Por eso, nuestro reconocimiento al trabajo abnegado de estos héroes silenciosos que hacen más por su patria de lo que muchos alguna vez sabremos. 

*Viceministro de Defensa