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jueves, 14 de mayo de 2009

¿Uribe, si o no?

Por Orlando Arenas Tamayo

El Mundo, Medellín

Mayo 14 de 2009

La democracia colombiana tendrá un gran reto en la próxima contienda presidencial, cuando deberá resolver si mantiene en la Presidencia al actual mandatario para un tercer período o resuelve la continuidad en un hombre que mantenga la política de seguridad democrática, que tiene el respaldo de la nación entera y restauró la confianza de los colombianos.

Son muchas las razones de parte y parte, defendidas por sus amigos, que buscan que Uribe continúe o que lo haga uno de sus seguidores. En esa lucha por el poder están entrando actores extraños a la política misma y los sectores enfrentados al gobierno están acudiendo a la combinación de todas las formas de lucha posible con tal de evitar que el presidente acceda a un tercer período. 

La gobernabilidad podría venirse a tierra si la maledicencia y la calumnia entran a reemplazar el debate, para enlodar a las personas y generar un ambiente turbio que deslegitime una definición democrática en el proceso electoral. Algunos sectores acusan al presidente y a su familia de hechos contra la ley o la ética y arman escándalo, sin esperar a que las investigaciones culminen porque su interés es exclusivamente bajar la popularidad del presidente. El mandatario ha logrado comunicarse con la gente de una manera magistral y como ningún otro gobernante en la historia de Colombia, ha dedicado su tiempo a la gestión y no se le ve en otra cosa que no sea la tarea encomendada por los colombianos. En cualquier villorio, corregimiento o municipio está su huella de gobernante y la impronta de su esfuerzo por conseguir la derrota de los terroristas y secuestradores disfrazados de guerrilleros; eso lo sabe la gente y es lo que ha hecho que su nombre siga siendo la aspiración de las grandes mayorías, lo que se refleja en todas las encuestas de opinión. Al lado suyo existen personas como Germán Vargas Lleras, Juan Manuel Santos, Marta Lucía Ramírez y Noemí Sanín que bien podrían continuar la tarea pero que no han podido levantar causa propia, ni templar sus carpas; serían buenos continuadores pero es bueno aclarar que, como Uribe, no habrá ninguno en muchos años. 


La democracia constituye el mayor bien a cuidar en esta etapa electoral y en función de ella, muchas voces cercanas al presidente le hablan de no insistir, además, para preservar su prestigio bien ganado por cierto. No debe invocarse por la contraparte, como pretexto, la seguridad democrática porque ella debe ser una política de estado que obligue a cualquier gobernante que le suceda. Es obvio que el inmenso poder del presidente será utilizado para garantizar dicha continuidad, pero lo que vulnera la gobernabilidad sería su pretensión de postularse, porque para ello, deberá acudir a un procedimiento extraño a la tradición de las reformas constitucionales en Colombia, debido a las inconsistencias y errores en la recolección de firmas, y por esta vía se desgastará todo el poder del ejecutivo en la aprobación del referendo. Pero argumentar como malo para la democracia la reelección reiterada tiene sus bemoles pues es más antidemocrático birlarle al pueblo que elija al gobernante que aclama mayoritariamente. 


La jerarquía eclesiástica se ha pronunciado en contra de la reelección y eso está bien pero los colombianos hace tiempo, no les copian en política a los pastores, como recordándoles que, aunque tengan palacios aquí en la tierra, su reino no es de este mundo. 


La nación parece caminar sobre la fórmula de que, mientras haya Farc habrá Uribe, y de esta extraña condición, las Farc se constituyen en impulsoras de la continuidad del presidente, en raro contubernio de contrarios. 

Por el lado liberal hay nuevos hombres, no marcados por el antiuribismo que desgastó al partido del que proviene el primer mandatario y que muy pronto estarán representando proyectos políticos serios, como Aníbal Gaviria y Rodrigo Rivera, garantías del renacimiento liberal, pero en un futuro cercano. Por el lado conservador solo se observa mucho poder burocrático y una muy incipiente propuesta política. 


Es cierto entonces, que hay razones para pedir que Uribe no continúe en el gobierno pero no es menos cierto que existen poderosos argumentos para que siga y hay una enorme casta de privilegiados enquistados, que harán todos los esfuerzos para imponer la reelección y atornillarse en las gabelas. 


Por todas las razones expuestas, los colombianos estamos, desde ahora, deshojando la margarita electoral.

 

martes, 31 de marzo de 2009

La coartada antipartidista

Por Orlando Arenas Tamayo

El Mundo, Medellín

Marzo 31 de 2009

Nunca he podido tragarme el cuentecito del señor Sergio Fajardo en materia política por considerarlo gaseoso, probablemente original, lo que no es garantía de bondad y muy por el contrario, peligroso para la salud de una verdadera democracia que no puede cifrar sus propuestas de futuro sobre las actitudes antipartidistas o antipolíticas que exhiben estos “yupis”, hijos de papi que pueden darse el lujo de deslegitimar los partidos para legitimarse en sus intenciones de acceder al poder. Obviamente no se requieren partidos sino para que otorguen los avales, luego de lo cual serán aniquilados sin clemencia de ninguna naturaleza, pues ya no serán necesarios y por el contrario, estorban en las pretensiones de gobernar sin contrapesos, combatiendo la corrupción en los demás, pero cargando la propia y eso sí, alegando estar enfrentando la podredumbre de los viudos del poder.

Para sus propósitos cuentan con la suicida complicidad de los partidos, debatiéndose en divisiones estériles y recibiendo alborozados las adhesiones de estos “prohombres” que los desprecian profundamente. Así nuestras organizaciones políticas, olvidando sus idearios seculares, les dan la espalda a sus líderes para acoger a los peregrinos ideológicos, irreverentes, que reclutan a los jóvenes en la política y los inducen a militar en las toldas del antipartidismo. 

El gasto publicitario de la administración Fajardo era escandaloso y servía para construir un paradigma que hoy se exhibe como el hombre providencial para la gobernabilidad sin corrupción y corruptos. Ojalá dieran a conocer la cifra de tales gastos para que cayeran algunos mitos. Nunca quedó clara la negociación de Orbitel y cuando la Contraloría de Medellín señaló irregularidades, entonces pidieron que la investigación la asumiera la General de la República. El sindicado determinando el juez y nadie dijo nada. Luego de su alcaldía apareció pagado por el grupo “Prisa” de España en Caracol Radio, ganando un jugoso sueldo para prepararlo en las futuras tareas de servir los intereses de este inmenso oligopolio español. Y el procedimiento para cautivar ingenuos es muy simple: hágase pasar como un hombre sencillo, échele la culpa de todos los males de este país a los políticos, despotrique de los partidos, móntese en los buses a hacerse propaganda con una botella de agua o una bebida ligh, use blue jeans y lleve unos volantes con frases efectistas y una imagen fresca y frívola del candidato o haga un reporte en el que se destaque el “nada qué ver” con la política pero pidiendo el respaldo ciudadano, mejor dicho y como dice el Chapulín “sin querer queriendo” y el desapego por las fórmulas partidistas, denostándolas como pasadas de moda, no se ponga una corbata ni de vainas y cada que pueda despréciela para ponerse a tono con el resentimiento social que aquella prenda suscita y ya está listo el candidatico para tomarse el poder y obviamente emborrachar con él al complacido club internacional que le vendió cara su afiliación. 

Es la coartada del antipartidismo para hacerse con las riendas del país a lo que debemos oponernos, con partidos modernos, reglas claras y programas y que no sean vehículos de la antipolítica, larvada en oligarcas de overol que han sido madurados, como los aguacates, a punta de periódicos. Yo, por lo menos, voté por Luis Pérez Gutiérrez, aunque creo que Alonso lo está haciendo bien y votaré por un hombre de partido que garantice la continuidad del gobierno de Uribe, si éste no decide continuar.