lunes, 21 de julio de 2008

¿La autonomía para la barbarie?

Por: Dr. Jaime Restrepo Cuartas
El señor Luis Guillermo Pardo Cardona, en un artículo de opinión aparecido el 2 de junio en el periódico “El Colombiano”, arremete contra el Presidente Álvaro Uribe Vélez, cuando le ordena a la fuerza pública, en su carácter constitucional de ser el jefe del orden público, por encima de la autoridad de los gobernadores y alcaldes, que allane las instituciones desde donde se cometen actos de terror, para detener a los culpables y hacerles pagar por sus delitos.

Toma esta decisión, luego de contemplar asombrado, como desde las Universidad Surcolombiana en Neiva, un grupo de estudiantes que conmemoraban el aniversario del Movimiento Bolivariano auspiciado por las FARC y defendido por Hugo Chávez, les arroja gasolina a cuatro policías y luego otro los prende con fuego, y cuando, apenas unos días más tarde, otro grupo de estudiantes desde la Universidad Pedagógica Nacional en Bogotá, hace algo similar con los agentes encargados de controlar el orden público, arrojándoles ácido sulfúrico y produciéndoles a varios de ellos graves quemaduras en su rostro y en su cuerpo.

El señor Pardo, de una manera descontextualizada y absurda, trae a cuento el “Manifiesto de Córdoba” del 21 de junio de 1918 en Argentina, en donde los estudiantes de la Universidad Nacional de Córdoba, protestando por el anacronismo académico al que había llegado la institución y por la elección de Rector, y buscando ser partícipes en los procesos de elección de las directivas, se levantaron en una huelga hasta lograr el propósito de lo que se ha conocido como el cogobierno universitario.

Ni la autonomía pregonada por el señor Pardo es lo que él cree, ni el cogobierno ha sido la solución para las universidades latinoamericanas que la aceptaron como un modelo, especialmente en Bolivia y el Ecuador y que hoy las tiene sumidas en el deterioro y la mala calidad. Si a eso es a lo que se refiere él en su columna.

La autonomía que reconocen y defienden la Constitución de 1991 y la Ley 30 de 1993, es la autonomía académica: la libertad de cátedra y de enseñanza, la posibilidad de crear conocimiento y de no coartar la libre expresión de las ideas. La autonomía es la expresión académica de la libertad y toda libertad conlleva responsabilidad.

Uno es libre de pensar como quiera pero también es responsable de sus actos, y si en aras a su libertad desarrolla conocimiento y produce desarrollo al servicio de los colombianos bienvenida sea esa libertad, pero si su libertad es para destruir, colocar bombas en los recintos universitarios como lo hicieron las FARC en 1988 en la Rectoría de la Universidad de Antioquia, o matar a profesores como lo hicieron las huestes de Carlos Castaño con el investigador Hernán Henao o hacer paradas militares con ostentación armada como ocurrió recientemente en el Alma Máter por las supuestas milicias bolivarianas o quemar policías con ácido sulfúrico y gasolina como ocurrió con los hechos recientes de la Universidad Surcolombiana o la Pedagógica Nacional, esa si no será bienvenida señor Pardo. Allí el Estado tiene que actuar porque está es defendiendo a las mayorías contra el terror de un puñado de bárbaros.

La Universidad es el recinto para la libertad; tanto es así que recientemente la Universidad de Antioquia en el teatro Camilo Torres, escuchó, casi de una manera reverencial, las diatribas de Fernando Vallejo contra las instituciones y el Estado, pero esa libertad se pone en riesgo con la violencia, pues la violencia desdibuja la razón de ser de la universidad y la pone en riesgo de fracasar en su misión esencial y en sus objetivos.

Nosotros no añoramos la autonomía para hacer ostentación armada en paradas militares, ni para que los miembros del Partido Comunista Clandestino de las FARC ejerzan su labor proselitista combinando todas las formas de lucha en los recintos académicos. Esas añoranzas se las dejamos a otros, señor Pardo.

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