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martes, 16 de febrero de 2010

Hecatombe

Aura Lucía Mera

El Espectador

Febrero 16 2010.

Meses sin regresar a Bogotá. Ciudad en la que viví por más de 20 años y que en ese entonces la certeza era la de una ciudad inviable, caótica, anárquica que no tenía ninguna esperanza.

Se empezaron a suceder entonces una serie de milagros, milagros si tenemos en cuenta que lo tradicional en Colombia es que los alcaldes de turno sean ineptos, marrulleros y amancebados con el clientelismo. Llegó a Bogotá Jaime Castro y contra viento y marea empezó a poner la casa en orden. Posteriormente llegaron Peñalosa, Mockus, Garzón y la capital se fue transformando en una ciudad de verdad, a la altura de cualquier capital internacional. No entro en detalles. Esa fue la realidad.

Lamentablemente, en esta administración todo parece venirse abajo como un castillo de naipes en la arena. Encuentro una ciudad caótica, paralizada, como si el terremoto de Haití hubiera lanzado un efecto tsunami a 2.600 metros sobre el nivel del mar. Avenidas y calles al garete, en construcción, abandonadas. Movilidad cero. Trancones de kilómetros, inseguridad, rumbas grotescas, invasión de vendedores ambulantes, basuras por todas partes. Escándalos en contratos no transparentes, clientelismo y politiquería rampante.

Las buenas intenciones y la simpatía de Samuel Moreno Rojas no han servido de nada. Las manillas que lleva en sus muñecas, fabricadas por chamanes o brujos, parecen portadoras de magia negra. Su equipo de gobierno, a excepción de Clara López Obregón, anodino, de escaza credibilidad y poca, muy poca efectividad. La realidad es la hecatombe. Me pregunto por qué al famoso trío Nule, cuarentones engominados que iniciaron su multimillonaria carrera con muy poco capital pero ilimitadas ambiciones, se le otorgaron los contratos más importantes del país, y esta pregunta va obviamente también para el Gobierno central. La avenida El Dorado es ahora un camposanto, sin cercana resurrección. Las promesas del metro carecen de sustentación. Menos mal un ángel de la guarda, compasivo y caritativo, ha impedido que se inicien las perforaciones y los cataclismos consiguientes. Así quedaría esta ciudad como un cedazo de agujeros negros.

Triste, muy triste comprobar cómo una administración floja, sin carácter, sin profesionalismo, puede echar hacia atrás realizaciones importantes que se fueron gestando a través de años de esfuerzo. Cómo la política promesera y populista lleva a elegir personas no aptas para las responsabilidades que adquieren.

Ojalá en estas elecciones que se avecinan, con pésimos pronósticos de cambio y depuración, nos den la sorpresa grata de unos resultados electorales diferentes. Lo veo difícil porque los mismos gamonales manejan a su antojo dinero y promesas. Las mismas camarillas empujan de nuevo. Los candidatos cuya única meta es seguir devengando del Estado se cambian de un partido a otro, careciendo de ideologías claras, capacitación y muchos de ellos, la más mínima ética.

Todavía tiene tiempo el alcalde Moreno Rojas. Puede templarse el cinturón. Sacar carácter, que estoy segura no le falta a pesar de su sonrisa eterna, y afrontar con mano firme los graves problemas que afronta la ciudad. No todo está perdido si actúa rápido. No metro. No más promesas, repare lo que se estancó y devuélvale la vida a esta capital que en algún momento brilló con luz propia. No la condene de nuevo a las tinieblas exteriores. No más réquiem por Bogotá.

martes, 8 de diciembre de 2009

Sigue la polémica

Aura Lucía Mera

El País, Cali

Diciembre 08 de 2009


Me despido de Quito en medio de una polémica sin igual. Mañana, 9 de diciembre, el gobierno de Rafael Correa decidirá si insiste con obligar a sancionar la Ley de Comunicaciones o ‘ley mordaza’, como se conoce ya en toda la población.


Mañana, 9 de diciembre, el pueblo, todos los estratos socioeconómicos, está citado para reunirse en la Plaza que colinda con el Congreso a insistir en su archivo.

Ecuador se siente amenazado en lo más sagrado: su libertad de expresión. Ecuador está dispuesto a luchar por ella, por su libertad, por su identidad y por decir y expresar lo que le da la gana, así el costo sea muy alto. Así el precio tenga sangre.

Leí con emoción que Víctor Jara, sus restos, después de más de 30 años, los pudieron llevar a su descanso final. Víctor Jara, aquel joven cantante y poeta que se atrevió a rasgar su guitarra cuando Pinochet blandía su espada mortal ante todo el que osara discrepar de sus ideas fascistas.

Víctor Jara inmoló su vida por no acallar su voz. La palabra es sagrada. La opinión es sagrada. La libertad de expresión es sagrada. La libertad de discrepar o apoyar gobiernos, leyes, regímenes, proyectos o cualquier actividad humana es sagrada. Si se silencian las voces, muere la vida. Como lo cantaba con esa garganta metálica y visceral Mercedes Sosa.

¿Qué sería de la humanidad sin la libertad de expresión? Ya lo sabemos: Cuba. La España del general Franco. El Chile de Augusto Pinochet. La Argentina de Rafael Videla. Rusia y sus satélites en los años atroces del comunismo. Ya lo sabemos. La humanidad queda mutilada, atada, amordazada, muerta en vida.

La Plaza de toros de Iñaquito se prendió en la cuarta corrida. Espontáneamente 17.000 espectadores de todos los estratos socioeconómicos empezaron a gritar: “Dictadura no. Democracia sí”. “Fuera Correa. Fuera”. “Libertad. Libertad. Libertad”.

Veremos qué sucede mañana miércoles. El presidente Rafael Correa está ‘cabreado’. Su psicopatía, su soberbia y su arrogancia están lejos de permitirle una rectificación. Pero, creo que, sino lo hace, su final se acerca, Ecuador es un país de gente verraca, defensora de sus derechos. Que jamás permitirá que la silencien.

Estaré pendiente. Mientras tanto, estaré aterrizando en la tierra de Víctor Jara, de Violeta Parra, tierra que fuese testigo de la sangre de miles de hermanos que en un momento histórico prefirieron morir antes de silenciar su voz.

El mismo Jesucristo lo afirma. Fue cuando “el verbo se hizo carne que habitó entre nosotros”. Ningún pueblo, ningún ser humano, ningún ciudadano de cualquier país debe permitir que lo silencien.

Los medios de comunicación, cualquiera que sea su orientación, son intocables. Y en la variedad de sus opiniones y conceptos es que radica la verdadera información, el espacio para el análisis y el terreno para discrepar o apoyar. Viva Ecuador libre de mordazas. Me uno a su clamor.