Mostrando entradas con la etiqueta Michael Shifter. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Michael Shifter. Mostrar todas las entradas

jueves, 18 de marzo de 2010

Brasil, el país del futuro

Michael Shifter

El Colombiano, Medellín

Marzo 17 de 2010

El viaje de Luiz Inácio Lula da Silva a Israel, Jordania y los territorios palestinos, que lo convierten en el primer jefe de Estado brasileño en visitar esta región, pone aún más en evidencia que el "país del futuro" finalmente ha llegado.


Después de 16 años de liderazgo efectivo, ocho de Fernando Henrique Cardoso y ocho de Lula, el desorden político y económico ha dado paso al ascenso notable de Brasil en el escalafón mundial.

En el transcurso de las dos décadas pasadas, Brasil se ha convertido también en una potencia regional respetada.

No hace mucho, la creación del Consejo de Defensa Suramericano, liderado por Brasil, habría sido difícil de imaginar. Pero ahora, como el país más grande y acaudalado de América Latina, Brasil ha estado jugando un papel activo en la mediación de disputas y la promoción de cooperación pragmática por todo el continente.


La Unión de Países Suramericanos (Unasur), que empezó durante el periodo de Cardoso y fue lanzado formalmente por Lula, es la culminación de un largo proceso político orientado hacia la integración regional.

El activismo regional de Brasil es producto de sus logros domésticos, pero también está motivado por claras ambiciones en materia de política extranjera. Forjar alianzas con sus vecinos es una forma de evitarles a los Estados Unidos la tentación de cualquier paso expansionista.


Brasil quiere buenas relaciones con los Estados Unidos pero también quiere mantener su distancia.


En muchos asuntos, Brasil ha logrado remplazar a los Estados Unidos como la potencia dominante en el continente aunque sigue enfrentando retos importantes. Unasur y el Consejo de Defensa han sido criticados por expresar aspiraciones políticas sin propósito práctico. Además, los esfuerzos de Brasil hacia la integración regional se han visto limitados por las altas tensiones y profunda desconfianza que persisten entre muchos gobiernos Suramericanos.


El ambiente político en América Latina hoy no es de gran unidad.


El papel de Brasil como mediador supremo, un gobierno que evita tomar partidos o posiciones fuertes, tiene sus límites. Lula, por ejemplo, ha sido criticado por ser demasiado pasivo e indulgente en cuanto al comportamiento antidemocrático de Chávez y especialmente en los últimos días que su caluroso abrazo al régimen cubano coincidió con la muerte de un disidente en huelga de hambre.


El compás moral de Lula ha sido cuestionado aún más por su coqueteo con Irán (piensa viajar a ese país en mayo) y el hecho de negarse a respaldar sanciones más duras en contra del programa nuclear de ese país.

Sin embargo, es preferible tener instituciones débiles a la ausencia total de instituciones, y Unasur ha sido capaz de desempeñar un papel útil en el manejo de algunos conflictos.


La iniciativa brasileña ha ayudado a aliviar tensiones entre Colombia y Venezuela, en parte porque Lula fue visto como un árbitro verosímil tanto por Uribe como por Chávez. Brasil también intervino en una Bolivia severamente polarizada para evitar una profundización del conflicto político y aumento en la violencia.

La mayoría de los países Latinoamericanos parecen reaccionar con cierta ambivalencia al papel más asertivo de Brasil.


Mientras le dan la bienvenida a esta fuerza creciente, capaz de convenir foros regionales y asegurar un vecindario relativamente tranquilo, muchos quieren abrirse espacio para diseñar políticas extranjeras más independientes.

En este mundo complicado y multipolar, un Brasil en ascenso querrá evitar los impulsos imperialistas que, como pueden atestiguar los Estados Unidos, frecuentemente pueden crear problemas para una potencia hemisférica.

viernes, 5 de marzo de 2010

Insulza y la OEA: momento de prueba

Michael Shifter

El Colombiano, Medellín

Marzo 4 de 2010


José Miguel Insulza parece estar camino a la reelección como Secretario de la Organización de Estados Americanos.

Por el momento, Insulza es el único candidato que se ha presentado para la votación del 24 de marzo. El diplomático chileno ha ido ganando apoyo por el hemisferio. Curiosamente Estados Unidos y Venezuela, dos gobiernos que rara vez están de acuerdo, están entre los indecisos.


El primer término de Insulza estuvo marcado por cambios profundos en las Américas y pruebas severas para la OEA, que culminaron con el reciente anuncio desde Cancún de la creación de una alianza entre países de Latinoamérica y el Caribe que formaría un bloque paralelo en los años venideros.


El proceso latinoamericano de buscar mayor independencia con respecto de Estados Unidos lleva muchos años pero no ha significado mayor cohesión política entre los demás países. De hecho la tensión y la desconfianza han sido elevadas y han hecho difícil la cooperación eficaz. El duro intercambio entre los presidentes Uribe y Chávez en Cancún es el ejemplo más reciente de tal tensión.


Insulza ha enfrentado grandes amenazas en la región contra la democracia y el Estado de Derecho. El golpe de Estado del 28 de junio en Honduras fue el más notorio, pero el autoritarismo creciente en Venezuela y Nicaragua es evidente.


Con Honduras, la OEA activó la Carta Democrática y rápidamente adoptó una posición castigadora, expulsando al país de la organización, siendo apenas la segunda vez que esto sucede en su historia (la primera fue Cuba en 1962 aunque la restricción fue alzada en la Asamblea General de 2009).


Los detractores de Insulza dicen que el manejo que dio a dichas amenazas revelan una doble estándar. Muchos argumentan que Insulza fue duro con el gobierno de facto de Honduras, pero demasiado pasivo y tolerante frente a las prácticas antidemocráticas de Chávez y Ortega.


Insulza sí ha cometido algunos errores, entre ellos subestimar la resistencia en Honduras contra el regreso de Manuel Zelaya al poder. Pero en el caso de Honduras, junto con otras situaciones, Insulza ha actuado acorde con el consenso político de la organización a la cual sirve. En el pasado Insulza ha intentado, sin éxito, conseguir el apoyo de otros gobiernos para darle más autoridad para responder a las crisis políticas. La defensa de la democracia frecuentemente choca con el igualmente importante principio de soberanía. Por lo tanto su capacidad de actuar sin el consentimiento de otros gobiernos es limitada. Alberto Lleras Camargo, el primer Secretario General de la OEA y ex presidente de Colombia, en ese entonces sabiamente indicó que la efectividad de la OEA dependía principalmente de la voluntad de sus miembros.

De hecho, Insulza, cuyas cualificaciones democráticas y sagacidad política son bien conocidas, merece reconocimiento por algunos de sus esfuerzos. La OEA ha desempeñado un papel positivo en reducir tensiones entre Colombia y Ecuador y preparar el terreno para un acercamiento. La decisión de levantar la suspensión de Cuba de la OEA tuvo buen resultado (aunque el proceso causó algo de molestia en Washington).

Insulza sabe que su agenda para los próximos cinco años será formidable. Para mejorar su efectividad la OEA necesita de profundas reformas administrativas. Las finanzas de la organización siguen siendo precarias y necesitan de seria atención. Su personal y embajadores tienen que ser de la más alta calidad.

En medio de las muchas preguntas sobre la OEA es fácil olvidar que la organización ha desarrollado un marco normativo maravilloso. Sus instrumentos son impresionantes y algunos logros previos son dignos de reconocer.


Un ejemplo de lo que solo la OEA puede hacer es el informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la semana pasada sobre la situación preocupante de los derechos humanos en Venezuela. La tarea de Insulza será perseguir reformas difíciles para que la OEA pueda realizar todo su potencial.

domingo, 14 de febrero de 2010

Las señales mezcladas de Washington

Michael Shifter

El Colombiano, Medellín

Febrero 14 de 2010

No son fáciles de interpretar las señales mezcladas que llegan de Washington en cuanto a la política extranjera de los Estados Unidos.


Es comprensible que los colombianos estén perplejos con dos mensajes recientes que han llegado del gobierno de Obama, que ahora empieza su segundo año. El primero tiene que ver con el Tratado de Libre Comercio que está pendiente, fue aprobado en 2006 por el Congreso colombiano pero no ha sido ratificado por el Congreso estadounidense. El segundo es el estatus del paquete de ayudas para Colombia, frecuentemente llamado Plan Colombia, que se inició hace casi una década.


La mención que hizo el Presidente Obama sobre Colombia, junto con Panamá y Corea del Sur, en su discurso sobre el Estado de la Unión, el 28 de enero, fue una sorpresa. Obama estaba tratando de comunicar su intención de extender relaciones comerciales. Pero como dijo un comentarista, el párrafo sobre el tema parece haber sido tomado de uno de los discursos de Bill Clinton o George Bush. Hasta ese momento Obama había guardado relativo silencio frente al tema de comercio; en cambio se había concentrado en otras prioridades de política exterior.


¿Cómo se explica la sorpresa? Primero, en un intento por revigorizar su presidencia (después del duro golpe que sufrió su partido Demócrata en las elecciones al Senado en Massachusetts), Obama estaba tratando de mostrar que está preparado para trabajar con el sector privado y quiere recuperar el apoyo de los votantes independientes (más que demócratas o republicanos), quienes lo han abandonado. Comercio, junto con asuntos como energía y educación, ofrecen puntos en común a esos grupos.


En segundo lugar, la recuperación política de Obama depende en gran parte de si baja o no el nivel de desempleo, que ahora está apenas por debajo del 10 por ciento. La creación de empleos para exportaciones es una parte clave de la estrategia de su gobierno. Un mayor énfasis en libre comercio va acorde con este enfoque.


Aunque la aprobación de los tratados pendientes no depende de Obama -esa es labor del Congreso- el Presidente podría presionar a los miembros de su propio partido para que permitan una votación.


Eso, sin embargo, es poco probable. El Congreso, controlado por los demócratas, no parece estar de ánimo para perseguir lo que ven como una agenda políticamente riesgosa. Precisamente por el alto nivel de desempleo y la ansiedad que se siente en gran parte del país, los miembros del Congreso resisten semejantes tratados, especialmente porque la Cámara Baja tiene que enfrentar a los votantes en noviembre. Las palabras de Obama fueron prometedoras para quienes apoyan el libre comercio, pero no comprometieron al gobierno a advocar la aprobación de los tratados, a propósito de los asuntos que aún están sin resolver.


Los cortes en la ayuda a Colombia propuestos por el gobierno de Obama, y anunciados como parte del presupuesto para 2011, se esperaban. Las cantidades, aún sujetas a discusión en el Congreso y su eventual aprobación, reducirían el apoyo en unos 55 millones de dólares, o un 11 por ciento. En todo caso es comprensible que la decisión haya molestado a muchos colombianos, quienes asumían que el gobierno de Obama apoyaba la política del Gobierno contra las drogas y los grupos armados ilegales.


De hecho la reducción propuesta no refleja descontento con los esfuerzos del gobierno colombiano. Más bien refleja la continuación de una tendencia -ya evidente durante los años de Bush- a reducir paulatinamente la asistencia de E.U. para Colombia con el propósito de "nacionalizar" el esfuerzo.


Hasta puede mirarse como una muestra de confianza en el gobierno colombiano -que en vista de avances en seguridad, ya no necesita el mismo nivel de ayuda financiera por parte de E.U. Cuando uno considera las presiones del presupuesto, no solo en Afganistán e Irak, sino también en México (sorprendentemente el presupuesto de la administración incluye una reducción en los fondos de un programa tan reciente) y ahora Haití, los aún significativos recursos propuestos sugieren la continua importancia que E.U. le da a Colombia.

Cada una de estas señales políticas se puede explicar en sus propios términos. Pero tomado en conjunto -y en vista del ambiente político que hoy se vive en E.U.-, los mensajes recientes deben ser vistos como reconfortantes para Colombia.

martes, 26 de enero de 2010

Un año crucial para Obama

Michael Shifter

El Colombiano, Medellín

Enero 26 de 2010

Por estos días, todos en Washington tienen algún consejo para el Presidente Obama. Habiendo completado un año de su presidencia y después de una sorprendente derrota de su Partido Demócrata en las elecciones de Massachusetts para el Senado, Obama se enfrenta a un año desafiante. Encuestas muestran que Obama goza de popularidad personal, pero sus políticas reciben calificaciones más inferiores.

Los consejos, por supuesto, son contradictorios. Algunos dicen que Obama interpretó mal los resultados de las elecciones de 2008, creyendo equivocadamente que los americanos querían que el Gobierno desempeñara un mayor papel. Para corregirlo, según esta posición, tendría que moverse hacia el centro y romper con sus seguidores de izquierda.


Sin embargo, otros argumentan que Obama ha sido débil en su lucha por los ideales que tan elocuentemente explicó durante su campaña presidencial y que tanto entusiasmo generaron. Lo están presionando para que tome una posición más fuerte contra bancos, aseguradoras y productoras de drogas que ellos creen son el obstáculo en el camino de las verdaderas reformas, como la de la salud. Quieren que se corra hacia la izquierda. Pero el problema no es ideológico. Aun cuando Obama merece reconocimiento por evitar un colapso financiero y mejorar la imagen de los Estados Unidos alrededor del mundo, no ha logrado cambiar las "políticas de siempre" -una promesa clave de su campaña- ni crear empleo o aumentar la confianza en la economía estadounidense.


Más del 60 por ciento cree que los Estados Unidos van en dirección equivocada. Hay frustración generalizada, hasta rabia, en el país. Esa ansiedad, más que cualquier otra cosa, es la responsable de la sorpresiva victoria republicana en Massachusetts.


Obama ya empezó a enfocarse más específicamente en la reducción de la tasa de desempleo, que está en un 10 por ciento. Para evitar derrotas considerables en las elecciones al Congreso en noviembre, tendrá que mostrar resultados. Esto significa una economía que añada, mas no reduzca, empleos. Además, significa acomodarse a una disciplina fiscal. Un déficit elevado es también una gran preocupación.


También tendrá que conseguir la aprobación de la reforma a la salud por más difícil que sea. Aunque su prioridad doméstica en 2009 se ha complicado por el cambio en el equilibrio del poder en el Senado, sin esta medida la percepción de que el sistema político está roto será aún más fuerte y la carrera política de Obama sufrirá.


Para recuperar la iniciativa necesitará más que simples políticas. Este año pondrá a prueba la habilidad política del Presidente. Tendrá que convertirse en alguien más contundente y construir coaliciones efectivas entre demócratas y republicanos.


En 2009 permitió que el Congreso se encargara del desarrollo legislativo y se involucró después del hecho. En 2010 tendrá que controlarlo desde el comienzo. Utilizando su talento oratorio, Obama tendrá que presentar un caso más convincente en favor de su agenda y reconectarse emocionalmente con los americanos.

Mientras la tarea de Obama en el frente doméstico es formidable, su reto en cuanto a política exterior está lejos de ser envidiable. Su decisión de aumentar la presencia de tropas estadounidenses en Afganistán fue valiente pero arriesgada. Tendrá que haber señales de progreso en el terreno en 2010 si Obama ha de cumplir con su promesa de retirar las tropas el año entrante.


Irán también consumirá gran parte de su atención este año. Enfrentará una decisión crucial en cuanto a cómo manejar un régimen cuyo programa nuclear y represión en casa son cada vez más preocupantes.

En las Américas la indescriptible tragedia en Haití requerirá de mucha política enfocada y recursos. Afrontándolo de manera competente y generosa, Obama tiene la oportunidad de recuperar algo de la benevolencia perdida en América Latina en meses recientes por asuntos como Honduras y el pacto de cooperación entre Estados Unidos y Colombia.


En 2009 Obama anunció metas sensatas para su política latinoamericana, pero no llegó muy lejos para implementarlas. En 2010 no tendrá más remedio que manejar otras prioridades, tanto en política doméstica como extranjera. La pregunta es si al mismo tiempo podrá tomar pasos serios en convertir su elevada visión de una alianza entre iguales en asuntos económicos, sociales y de seguridad en progreso concreto.

domingo, 17 de enero de 2010

Más allá de rótulos ideológicos en Latinoamérica

Michael Shifter*

El Tiempo, Bogotá

Enero 17 de 2010

Con las elecciones chilenas hoy, y la posible victoria de Sebastián Piñera, no sorprende que algunos medios internacionales y analistas se refieran a un potencial viraje de Latinoamérica hacia la derecha. Esto marcaría una inversión de lo que muchos llamaron "una movida a la izquierda" en la región hace tan solo unos años.

Hugo Chávez es, una vez más, el barómetro de las oscilaciones que se esperaban en el péndulo. Hace una década, se lo veía como líder de la tendencia izquierdista. Hoy, algunos ven una reacción conservadora en aumento como contrapeso a su influencia.

Chávez, más que cualquier otro presidente latinoamericano, usa lentes ideológicos para darles forma a su retórica y a sus acciones.

Pero las descripciones actuales de esta supuesta movida hacia la derecha son aún más exageradas que las anteriores caracterizaciones más populares de la corriente izquierdista. Aunque la política tenga características cíclicas y la ideología suela ser un factor para considerar en las tendencias electorales de los votantes latinoamericanos, las etiquetas izquierda-derecha oscurecen más de lo que esclarecen.

Bajo la superficie, y más allá de los rótulos, la mayoría de los latinoamericanos buscan exactamente lo mismo que buscaban cuando el "viraje a la izquierda" estaba en boga. Tal y como el sondeo del Latinobarómetro ha mostrado desde mediados de los 90, tienden a preferir gobiernos que resuelvan problemas y muestren resultados. Quieren un buen desempeño -eficacia y honestidad- de sus líderes. La encuesta también muestra que las orientaciones ideológicas se han mantenido relativamente constantes.

No hay duda de que el viejo orden político fue rechazado en varios países de la región, que empezó con la elección de Chávez en 1998 y prosiguió con las victorias de Evo Morales en el 2005 y Rafael Correa en el 2006. Pero, aun en estos países, los resultados reflejaron más el deseo de una forma distinta de hacer política que la tendencia hacia la izquierda.

Una revisión del calendario electoral sugiere un aumento de la influencia de características y dinámicas locales, más que de tendencias ideológicas amplias, regionales, en determinar el resultado final. El peso de los diversos factores varía, dependiendo de cada situación particular. De hecho, con el impacto variado de la globalización en las sociedades latinoamericanas, es cada vez menos efectivo generalizar acerca de la política en la región. Hay numerosas Latinoaméricas (siempre las hubo, pero ahora más que nunca) y se mueven en distintas corrientes, a menudo contradictorias.

Las próximas elecciones en Chile, Brasil y Colombia ilustran este punto. En Chile, el factor principal puede ser la fatiga de dos décadas de gobiernos de Concertación y el deseo de cambio (de estilo, de imagen, si no de fondo), más que algún viraje a la ideología conservadora. No hay evidencia de que los chilenos se estén moviendo a la derecha. La presidenta de turno, la socialista Michelle Bachelet, goza de una popularidad sin precedentes.

En Brasil, después de 16 años de un exitoso liderazgo presidencial, bajo Fernando Henrique Cardoso y Luiz Inácio Lula da Silva, el país probablemente escogerá en octubre entre José Serra (del partido centrista PSDB, de Cardoso) y Dilma Rouseff (del PT, de Lula).

A Brasil le está yendo bien, y Lula, como Bachelet, es muy popular, así que la mayoría de los votantes preferiría la continuidad de sus políticas. Si bien Serra lidera hoy las encuestas, la campaña será decisiva y podría mejorar el panorama de Rouseff. Cualquiera que sea el resultado, es mejor no interpretarlo únicamente bajo una óptica ideológica.

Las elecciones presidenciales en Colombia, que tendrán lugar en mayo, se acercan con rapidez, pero la incertidumbre prevalece. La gran pregunta, que está a la espera de la respuesta de la Corte Constitucional, es si el presidente Uribe, todavía muy popular, puede lanzarse a un nuevo período. Otros candidatos se están posicionando, algunos a favor de las políticas de Uribe, algunos en contra. Los colombianos son particularmente pragmáticos. Estas elecciones, como otras, serán determinadas por una serie de factores, entre ellos, quién es visto como el más capaz de resolver los problemas de inseguridad y de malestar social y económico.

La creciente diversificación y fragmentación política de Latinoamérica tienen implicaciones dentro de la administración Obama. Ahora, más que nunca, es fundamental que Washington desarrolle conceptos estratégicos para toda la región que se ajusten a las diferencias de cada nación y que permitan guiar políticas razonables basadas en intereses comunes.

* Presidente de Diálogo Interamericano

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Jugando con fuego

Michael Shifter

El Colombiano, Medellín

Noviembre 24 de 2009

La destrucción de dos puentes peatonales el pasado jueves por unidades militares venezolanas en la frontera entre Colombia y Venezuela, ha preocupado comprensiblemente a los colombianos al presentarse otra oportunidad para que escale este conflicto cada vez más riesgoso.


Las tensiones y desconfianzas entre estos dos gobiernos rara vez han sido más grandes, haciendo remotas las perspectivas para restaurar una funcional relación bilateral. Las emociones están por lo alto.


Por cierto, si existe una situación que requiere una intervención externa -para mediar entre los gobiernos y tratar de restaurar alguna confianza mutua- es el creciente antagonismo que involucra a Colombia y a Venezuela.

El gobierno de Álvaro Uribe ha sido renuente a buscar asesoría de organizaciones multilaterales en el pasado, pero es correcto hacerlo ahora. La meta, sin embargo, no debería ser buscar una condena hacia Venezuela. Tan justificada como podría ser, es improbable que se dé este resultado político en las Naciones Unidas o en
la Organización de Estados Americanos.


Sería más realista para estas instituciones jugar un papel de apoyo, especialmente previniendo la espiral de violencia en la caótica e incontrolable frontera.


Es difícil explicar las últimas provocaciones de Chávez. Aun si el acuerdo militar entre Estados Unidos y Colombia era o no era necesario -o fue manejado apropiadamente- la reacción de Caracas ha sido notablemente exagerada (especialmente porque Estados Unidos tiene instalaciones militares más cerca de Venezuela que las bases colombianas). Los crecientes problemas internos de Chávez y su declive en las encuestas son parte de la explicación a su agresiva reacción.


Desafortunadamente, tan grave como es la situación entre Colombia y Venezuela, otras disputas en la región (Perú y Chile por ejemplo) también son de creciente preocupación. Las organizaciones regionales no están equipadas para responder efectivamente. Unasur fue, al menos en teoría, creada precisamente para manejar este tipo de problemas, pero nadie cree que esté interesada o preparada para jugar un papel de mediador entre Colombia y Venezuela.


La OEA ha sido consumida con, y frustrada por, la crisis en Honduras. La ONU está abrumada con demandas de zonas conflictivas en todo el mundo.


Quiera o no, Estados Unidos también está involucrado en esta situación dado que Chávez ha usado el acuerdo de las bases para encender las tensiones con Colombia. La administración de Obama debería estar más comprometida diplomáticamente en exponer públicamente los propósitos detrás del acuerdo y asegurar a Venezuela y otros gobiernos suramericanos que su objetivo está limitado dentro de las fronteras colombianas.

Brasil, por supuesto, será un jugador clave en cualquier esfuerzo para calmar las aguas y EE.UU. debería fomentar un papel constructivo. Es llamativo que Chávez paró sus palabras belicosas en "Aló Presidente" después de la decisión del Senado de Brasil de retrasar la afiliación de Venezuela a Mercosur. Para Chávez, la opinión pública regional cuenta.


Tan problemáticos como han sido los últimos incidentes, hay razón para creer que una conflagración militar entre los dos países será evitada y que el buen sentido prevalecerá. Las sociedades venezolanas y colombianas están profundamente interconectadas, y no hay clamor de guerra en ninguno de los dos lados. Aún así, la historia nos ha mostrado que un incidente menor puede suscitar una cadena de eventos que se salgan de control, especialmente cuando uno está jugando con fuego.

domingo, 11 de octubre de 2009

Obama y Honduras

Michael Shifter *

El Tiempo, Bogotá

Octubre 11 de 2009


Los nobles propósitos de Barack Obama de crear un entorno postpartidista en Washington, un Congreso estadounidense más funcional y un compromiso sostenido y de alto nivel frente a los asuntos latinoamericanos parecen cada vez más distantes. La decepción y frustración son claras en el desarrollo de la situación en Honduras. A pesar de lo que parece a veces como una ópera cómica tanto en Tegucigalpa como en Washington, hay mucho en juego, en especial porque las elecciones del 29 de noviembre se aproximan y la situación aún no se resuelve.

No hay duda de que Estados Unidos enfrenta un verdadero dilema con Honduras. Sin embargo, la mayor parte del tiempo, las razonables diferencias sobre cómo abordar la situación y un debate constructivo se han eclipsado ante una gran dosis de tensión entre demócratas y republicanos. Ambos partidos se enfrentan por la forma en que la administración Obama debería abordar la expulsión forzada del presidente Manuel Zelaya el 28 de junio.

Como es su costumbre, Obama ha tratado de buscar el punto medio entre condenar con firmeza la expulsión y, en conjunto con los gobiernos latinoamericanos, insistir en el regreso del presidente Zelaya. Al mismo tiempo, no ha llegado al extremo de emplear tácticas punitivas para acelerar su regreso. Como resultado de buscar este equilibrio, la Casa Blanca ha sido criticada por ambos partidos, lo que ha convertido la crisis en un tema demasiado politizado.

Algunos demócratas -y latinoamericanos- han culpado a Obama por su ecuánime manejo argumentando que envía señales ambiguas frente al compromiso de Estados Unidos con la democracia. También ha habido cierto desencanto debido al rechazo de Obama de aumentar la presión sobre el gobierno de facto de Roberto Micheletti.

Con gran parte del liderazgo del Partido Republicano con algún nivel de desorganización, no ha aparecido una alternativa coherente desde el Congreso. En cambio, un puñado de republicanos ha hecho mucho ruido con la situación de Honduras como parte de un objetivo más amplio de atacar la política exterior de Obama. Sostienen que la usurpación inconstitucional del poder por Zelaya justificó que se lo expulsara y que Micheletti presidiera legítimamente las elecciones para definir el siguiente presidente de Honduras. También arguyen que el gobierno de E.U. no debería presionar para que regrese un aliado tan cercano a Hugo Chávez como Zelaya.

No es difícil escuchar los ecos de las batallas políticas de la Guerra Fría -los cuales Obama esperaba dejar atrás con su presidencia postpartidista-. El senador republicano Jim DeMint, de Carolina del Sur, miembro del Comité de Relaciones Internacionales, es quien ha liderado las acusaciones antiadministración sobre Honduras. DeMint ya ha utilizado procedimientos parlamentarios para retrasar la confirmación de los que pueden considerarse los dos más importantes funcionarios concernientes a las relaciones con América Latina: Arturo Valenzuela, como subsecretario de Estado, y Tom Shannon, nominado embajador de E.U. en Brasil. Esta semana, DeMint llevó una delegación del Congreso a Tegucigalpa, donde se encontró con oficiales del gobierno de facto y los instó a frenar la supresión de las libertades civiles, pero a ser firmes en negar el regreso de Zelaya.

Desafortunadamente, estos juegos partidistas se presentan en un ambiente donde la administración Obama está inundada por otras prioridades, especialmente del tema de la salud, de la economía, Irán y Afganistán. Aunque es innegable que las intenciones de la Administración de implementar un enfoque respetuoso y multilateral son de admirar, con la presión de problemas más urgentes y con puestos claves vacantes -no solo en el Departamento de Estado, sino en otros departamentos- Washington no es capaz de comprometerse lo suficiente para enfrentar los crecientes retos de la región.

Los niveles más altos del gobierno de E.U. están reaccionando a las situaciones a medida que emergen y, como resultado, no parecen estar enfocados en las consecuencias estratégicas y profundas de lo que está pasando en Honduras y en toda América Latina. Esto, a su vez, les abre espacio a oportunistas de ambos partidos, demócratas y republicanos, para polarizar el debate, ocuparse con la misma politiquería de siempre y enviar señales confusas sobre el papel de Washington en una región cada vez más convulsionada.

* Vicepresidente para asuntos políticos del Diálogo Interamericano

jueves, 27 de agosto de 2009

Expectativas de la cumbre

Por Michael Shifter

El tiempo, Bogotá

Agosto 27 de 2009

Con las tensiones en aumento, y ante la desconfianza entre algunos gobernantes de Suramérica, resulta positivo que Unasur hubiera convocado una reunión especial este viernes en Bariloche (Argentina). Unasur es un escenario adecuado para el diálogo, y los 13 presidentes tienen mucho para hablar -incluyendo el acuerdo entre Colombia y E.U. para el uso de bases militares en la lucha contra las drogas y el terrorismo-.

Unasur promueve la integración regional y cuenta con una amplia agenda, que abarca intercambios comerciales, desarrollo económico y de infraestructura, migración regional y defensa.
Como potencia regional, Brasil ejerce gran influencia en su agenda. El Consejo Suramericano de Defensa también hace parte de la organización, a fin de reducir tensiones relacionadas con la seguridad y solucionar pacíficamente los conflictos.

A juzgar por los objetivos detrás de la iniciativa liderada por Brasil, no sorprende que el anuncio del acuerdo de bases militares en Colombia provocara una reacción tan fuerte.

A pesar de las promesas de Obama de un "nuevo comienzo" con Latinoamérica, persisten sospechas en la región sobre los motivos de E.U., en especial en cuanto al despliegue de recursos militares.
Este infortunado episodio entre E.U. y Latinoamérica pudo evitarse. En Washington, estrechos intereses burocráticos concretaron el acuerdo sin el sentido estratégico que surge de las altas esferas políticas. Tampoco se consultó a gobiernos de Suramérica -Brasil, en particular- para sentar los cimientos diplomáticos necesarios en acuerdos así.

Un error similar se cometió, hace una década, en los inicios del Plan Colombia. La ausencia de explicaciones previas de Washington sobre sus decisiones ha generado altos costos y debe corregirse para que América Latina pueda tomar seriamente referencias a un "nuevo comienzo".

La mención de Hugo Chávez de "vientos de guerra" en la última reunión de Unasur en Quito, en relación con el acuerdo E.U.-Colombia, es tan desproporcionada como su confiada predicción, hace diez años, de que el Plan Colombia conduciría a "otro Vietnam" en Suramérica.

A pesar de una tensión considerable, Suramérica está en paz, y esa parece ser la tendencia. Lo más seguro es que las mismas discusiones entre los gobiernos de la región -evidentes en Quito- estén en la mira en Bariloche. Chávez considera inaceptable el acuerdo entre Colombia y E.U. y los acusó de tener planes belicosos. Brasil también objetó el acuerdo, pero está alentando un diálogo regional.

Lula exige garantías explícitas de que las actividades relacionadas con las bases se limiten al territorio colombiano. No debería ser un problema, dado que Washington y Bogotá sostienen que el acuerdo es "más de lo mismo". Uribe no asistió a Quito porque percibió que habría una emboscada política. Sin embargo, irá a Bariloche para explicar el acuerdo y por qué es importante (y no, reitera él, para consultarlo con los presidentes).

Muchos defensores del acuerdo de E.U. con Colombia se encuentran en la incómoda posición de rechazar la política antidrogas de la que es parte. Una vez se aclaren los detalles del acuerdo, las discusiones de Unasur podrían enfocarse en las políticas contra este problema, flagelo de toda América.

La reunión podría examinar, como sugiere Uribe, los retos que enfrenta la región en materia de seguridad. Paralelamente al boom económico, aumentó la compra de armas y, aun así, los controles son insuficientes. Avanzar hacia una mayor transparencia sería positivo para Unasur y para otros esfuerzos multilaterales.

A pesar de la invitación de Lula, Obama no estará en la reunión para explicar el acuerdo de E.U. con Colombia. Su ausencia es comprensible. No obstante, los oficiales de alto rango de la administración Obama deben, al menos, prestar más atención a los actuales remolinos tempestuosos en Suramérica.

* Vicepresidente para asuntos políticos del Diálogo Interamericano