martes, 4 de noviembre de 2008

El punto débil de Obama

Por: Andrés Oppenheimer

Tal vez la pregunta más importante que se planteó en el último debate presidencial de Estados Unidos fue una que pasó casi inadvertida: si el candidato demócrata Barack Obama adoptaría políticas que cerrarían el mercado norteamericano a productos extranjeros y provocarían una guerra comercial y una depresión mundial.
El tema se planteó cuando McCain atacó a su rival por no respaldar el acuerdo de libre comercio de Estados Unidos con Colombia, y por estar pidiendo una renegociación del tratado de libre comercio con México y Canadá (Nafta). “Creo que no hay ninguna duda de que el senador Obama quiere restringir el comercio, y que quiere aumentar los impuestos —dijo McCain—.
El último presidente de Estados Unidos que hizo eso fue Herbert Hoover, y pasamos de una profunda recesión a una depresión económica”. Obama respondió: “Creo en el libre comercio”, pero agregó que no todos los acuerdos de libre comercio son buenos. Dijo que se opone al acuerdo con Colombia por los asesinatos de sindicalistas, y que quiere revisar el Nafta porque objeta la falta de claúsulas laborales y ambientales adecuadas. Pero, por otra parte, dijo: “He apoyado el tratado de libre comercio con Perú, porque era un acuerdo bien estructurado”.
Los partidarios de McCain dicen que Obama ha adoptado la agenda antilibre comercio de los sindicatos estadounidenses, que quieren proteger a sus miembros contra la competencia extranjera. Los anuncios televisivos de Obama que afirman que las políticas propuestas por McCain “se llevan los empleos al extranjero” reflejan su verdadero pensamiento, dicen los republicanos. Si Obama es un proteccionista encubierto, como alega McCain, eso implicaría enormes riesgos para la economía global.
La Gran Depresión de la década de 1930 fue provocada por el colapso de la bolsa en 1929, pero se convirtió en una depresión global después de que Estados Unidos aprobó la Ley Smoot-Hawley el 7 de junio de 1930, que aumentó las tarifas aduaneras a las importaciones en casi un 50 por ciento. Los aumentos tarifarios pretendían ayudar a las empresas y generar empleos en el país. Sin embargo, otros países respondieron con el aumento de sus propias tarifas aduaneras, el comercio internacional cayó un 33 por ciento en el curso de los tres años siguientes, las exportaciones estadounidenses se derrumbaron, y el desempleo en Estados Unidos subió a niveles sin precedente. La lección es clara: adoptar medidas proteccionistas en medio de una recesión es jugar con fuego, según dicen los partidarios de McCain, y no pocos de los del propio Obama.

Mi opinión: No creo que Obama sea un proteccionista. Como Bill Clinton, probablemente adoptaría una postura más pro libre comercio una vez haya asumido la Presidencia. Lo que me preocupa es si tendrá la voluntad política de ir contra la creciente tendencia proteccionista del país. Una nueva encuesta de Zogby revela que el 59 por ciento de los estadounidenses están a favor de revisar el Nafta o de retirarse del acuerdo.
Y me pregunto si Obama invertirá su capital político en persuadir a un Congreso controlado por los demócratas de que es necesario apoyar el libre comercio. Es cierto que una victoria arrolladora de Obama le daría un mandato para persuadir al Congreso de apoyar tratados comerciales. Pero si gana por un pequeño margen, con un Congreso más proteccionista y en medio de un creciente sentimiento aislacionista, la historia puede ser otra. Debo confesar que me gustan casi todas las posturas de Obama, pero en esta debería demostrar más dotes de estadista. Si el próximo presidente no abraza la causa del libre comercio con entusiasmo, existirá el peligro de que Estados Unidos cierre sus fronteras a productos extranjeros y perjudique aún más a la economía mundial —y a sí mismo—.
Revista Cambio-22/10/08

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