miércoles, 26 de noviembre de 2008

SE SALIERON DE MADRE

Por: Jaime Jaramillo Panesso
Manos en el fuego


Extraña coincidencia. Por una parte el invierno recio que azota la región tropical, ha desatado un diluvio sobre las cordilleras y los valles interandinos. Los ríos y quebradas se han salido de madre, perjudicando a miles de habitantes.
Por otro lado la burbuja de la utopía, armada e inflada por los estrategas de las “pirámides”, llegó a los límites matemático-financieros y estalló, saliéndose de madre, es decir, de los cauces artificiales con que las construyeron los dueños y los usuarios, creando un pánico económico y una reacción agresiva de los apostadores que deterioraron el orden público.
Otro desmadre es universal. La crisis económica que recorre el mundo como una mancha de oscuro aceite que se desparrama por distintas naciones sin respetar fronteras.

La naturaleza es la causante de los desastres pluviales. Los ambientalistas le agregan el plus de la intervención humana en el cambio climático (tema que pretende aprovechar para su ego, el Señor Al Gore, uno de los personajes más ignorantes de USA, oportunista redentor), de la deforestación y el desierto, a lo cual se suma el uso de los combustibles. Una variable que poco aparece es la demográfica. Por lo tanto el usufructo de los bienes terrenales y las muertes y desplazamientos que causa la naturaleza son directamente proporcionales al aumento de la población, especialmente en las nuevas zonas de ocupación.

El fenómeno devastador de las “pirámides” no obedecen a ninguna ley de la naturaleza, sino a la naturaleza humana. Unos empresarios capitalistas, por fuera del circuito bancario, determinan montar un castillo de naipes con taquilla y tarjetas plásticas para dizque enriquecer de manera rápida a los clientes. Y unos ahorradores con mentalidad de tahúres y a conciencia del riesgo, depositan sus ahorros o la monetización de sus bienes raíces.
Se juntan el hambre de dinero y la necedad mágica de ganar mucha plata sin trabajar. Los primeros, los dueños del montaje merecen el castigo por los delitos que tipifiquen la ley y los decretos de emergencia. Los segundos no son homogéneos: una parte de los usuarios ganaron a costa de otros, inclusive gracias al estado que intervino para impedir la huida de los abusadores de la geometría aplicada. El Estado debe poner la justicia al servicio de los perdedores, pero no concederles calidad de víctimas inocentes para resarcirlos con nuestros impuestos, porque, salvo excepciones, todos ellos actuaban a sabiendas de que utilidades tan altas y rápidas no provienen de empresas sanas. Se les acabó la ruleta.

Y la crisis económica transnacional nos abre los ojos de la radiografía del mercado mundial financiero, mercantil y tecnológico.
La primera advertencia provino del alza mundial en alimentos. Descubrimos que debido a los éxitos de la globalización, la India, China y Brasil, con 2.200 millones de habitantes, habían dado el salto a ser consumidores. Emergen desde la sombra del paludismo tercermundista. A poco andar, los bancos estadounidenses se declaran aplastados por los títulos hipotecarios. Millones de familias se quedaron sin vivienda, los bancos se quedaron con las casas y sin los humanos.
La crisis funciona como la fila de fichas de dominó que van cayendo en la medida que se recuestan unas contra otras. Es el efecto de un capitalismo financiero supranacional incontrolable que funciona con la más alta tecnología. Pero las más perjudicadas son las empresas productivas que al perder las fuentes crediticias comienzan la escalada recesiva: merma de ventas, suspensión o ruptura de los contratos de trabajo, merma en la compra de materias primas e insumos. Una especie de tsunami económico.
El problema es de la más alta complejidad. Estamos en la obligación de sufrirlo, pero también en el deber de utilizar la política que intervenga en el mundo fantástico y virtual de una economía que no tiene límites éticos.
Algunos mamertos han sacado pecho para reclamar vuelta al pasado. Otros neoliberales a ultranza se oponen a la intervención del estado. Sin duda que la globalización de la economía exige una rectificación que no puede hacer la ONU burócrata y declamadora, sino los grandes estados con responsabilidad social universal para corregir todos los desmadres.
Debate Nacional

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