miércoles, 10 de diciembre de 2008

Memorias de guerrillero

Por: Dario Ruiz Gómez

Al leer las memorias de León Valencia en el ELN, yo esperaba que, como el politólogo a que aspira ser, me resolviera preguntas como éstas: ¿Debido a qué, dirigentes como los Vázquez Castaño, comenzaron, en medio de la locura, a fusilar a los mejores representantes de ese movimiento, como Lara Parada, Jaime Arenas, Julio César Cortez?
Cuando Marx se refiere al revolucionario absoluto agudamente describe a éste como quien comenzó destruyendo la sociedad burguesa y continúa sin darse cuenta de que ya no tiene nada que destruir pero sigue matando. La selva los aísla, un marxismo tomado como religión y no como una metodología para desvelar la realidad, convierte a estos revolucionarios en insanos mesías de una secta laica que lucha por “reivindicar a los pobres”.
¿En qué momento estas perturbaciones mentales dejaron de ser políticas para volverse patologías de psicóticos, paranoicos que fusilaban hasta la sombra?

Un proyecto político no puede separar el entusiasmo de la autocritica permanente, tal como Marx lo indica cuando se pasa de la guerrilla al bandolerismo. Otros interrogantes: ¿Dónde están presentes los habitantes de estas regiones a quienes retóricamente se quería dar voz? Jamás ni las Farc ni el Epl, ni el Eln plantearon el problema del otro, todos han asesinado sin ningún escrúpulo a cientos de dirigentes indígenas.
Este desligue de la realidad y el seguimiento ciego de teorías inventadas, pues la versión que de Marx hace el Eln no es más que retórica, demuestra pues ya un problema insoluble. ¿Por qué el Eln, de claro origen universitario, llega a caer en los más feroces extremos asesinando a destajo a ciudadanos campesinos, secuestrados? Una práctica característica del Eln consistió en asesinar a sus rehenes en el momento de ser entregados a su familia.
Pero hay más, grupos como el “Pedro León Arboleda” en el Oriente Antioqueño se dedicaron a ejecutar terribles matanzas sin sentido alguno, a la práctica desaforada del secuestro. Recordemos las orgias de sangre que durante años repitieron en La Unión, Rionegro, Carmen de Viboral. ¿Quién responderá por estas víctimas? ¿Cómo olvidar lo que se llamó “pelear durante años y años contra un tubo”?
Los cientos de asesinados en la región de Coveñas, los fusilamientos irracionales de vacas, las grandes demostraciones de ferocidad en los Santanderes? Recuerdo la grandeza del ex ministro Argelino Durán, quien se negó a seguir comiendo hasta morir como protesta contra los criminales que lo plagiaron.
¿Qué médico del Eln y a causa de qué le sacó el hígado al anciano? Aquí se confirma la dirección en una política guerrillera basada en el asesinato de la población civil, en el terrorismo. León Valencia debería contestarnos estos interrogantes, ubicarnos esas fosas comunes. Esto es lo que un politólogo debe responder en el momento de enfrentar su pasado inmediato, el porqué se cayó en esta insania terrible cuyas víctimas deben ser igualmente reparadas como las de los paramilitares. El enfoque que condujo a Regys Debrais a denunciar lo que se esconde detrás de estos proyectos de barbarie, que como sabemos condujo a un sector de la iglesia católica a apoyarlos y luego a tratar de ocultar sus crímenes.
El politólogo por lo tanto debió referirse a lo que supuso la deformación perversa de un proyecto político que pudo ser justificado en su momento. León Valencia escribe las memorias de un muchacho lleno de rabia ante la injusticia social y se dedica a relatarnos en un desabrido estilo sus itinerarios personales, su vida en la guerrilla y lo hace con la moral del buen militante, olvidando que una cosa es la inteligencia crítica y otra las buenas intenciones.
Valencia logra percibir que con la caída del muro de Berlín, el socialismo se ha derrumbado y lo hizo porque no creó una sociedad humana sino una tiranía de terror y de muerte. ¿No es esto lo que han hecho los distintos grupos guerrilleros en Colombia? ¿De quién salió la propuesta de sembrar de minas los caminos, las cercanías de las escuelas e iglesias matando diariamente a inocentes? Patología del rencor del falso revolucionario. No lloro por la muerte del guerrillero que mata la policía cuando iba a entregarles a otros conmilitantes una máquina de guerra.
Lloro cada día por las madres y niños que vuelan destrozados por las minas, lloro por los campesinos que siguen siendo exterminados con una ferocidad impresionante. Lloro por la toma de Saiza durante la segunda masacre a esta población, por cuenta del EPL y las Farc. O sea que para el verdadero historiador no es el recuento de fechas, de lugares y personajes, no es la memoria personalizada lo que cuenta, sino, aquello que está detrás de estos personajes siniestros y sus decisiones acerca de la vida de la población civil a nombre de una utopía corrupta.

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