viernes, 16 de enero de 2009

Los caminos hacia la paz.

Por: Claudia López
El Tiempo
Publicado el 13 de Enero de 2009
Aunque parcializado y autojustificatorio, el balance de los problemas y tragedias de Colombia que hace alias 'Alfonso Cano', en el intercambio epistolar que de buena fe propiciaron algunos colombianos, no está muy lejos de la realidad.
Pero 'Cano' desconoce que las Farc también son parte y causa de esas tragedias y realidad. Señala al presidente Uribe de guerrerista, pero insiste en usar las armas para llegar al poder. Eso también es guerrerismo. Ofrece liberar a seis secuestrados, pero justifica la práctica del secuestro. Y propone que junto con las Farc se aglutinen las fuerzas políticas y sociales para acordar una "Nueva Colombia".

Los colombianos firmantes propusieron como objetivo inicial destrabar el Acuerdo Humanitario. En su respuesta, las Farc ampliaron los objetivos a "la salida política del conflicto, el canje humanitario y la paz". También propusieron involucrar más gente: "Es necesario esforzarnos en procurar la vinculación de la mayor cantidad posible de organizaciones políticas y sociales y de personas independientes." Y, también, "tener en cuenta la manifiesta disposición de la gran mayoría de presidentes latinoamericanos para contribuir con sus esfuerzos en el proceso de intercambio humanitario y paz." Eso evidencia que las Farc quieren sacarles más jugo a las cartas que el mero destrabe del Acuerdo Humanitario o el canje de prisioneros. Eso no es mala señal, pero requiere de claridades mínimas.

Renunciar al secuestro como instrumento financiero o político de su guerra es una condición sine qua non para ampliar el espacio político de la paz. Combinar las formas de lucha no es el camino que conduce a la paz, sino el que la imposibilita. El único legado de esa inaceptable combinación ha sido la masacre de civiles, la deslegitimación de la política y la reivindicación social, la práctica del crimen y el terrorismo por agentes del Estado, y la toma del poder por el narcoparamilitarismo, que fue quien más jugo le sacó a la tal combinación. El Gobierno de Colombia no libra una campaña para derrotar a las Farc por capricho ni por imposición, sino por mandato electoral de la mayoría de colombianos. Con Uribe o sin él, los colombianos seguiremos apoyando el uso de la Ley y la fuerza legítima para combatirlos hasta que decidan renunciar a la violencia y usar vías legítimas.

Renunciar a la primera es el paso de las Farc, garantizar y ceñirse a las segundas es el deber del Estado colombiano. Posibilitar y asegurar ese camino entre ambas partes es el principal rol de los colombianos; verificar el cumplimiento de esas eventuales decisiones nacionales el de los extranjeros. No sub o sobrevalorar la viabilidad política de esos roles y decisiones es esencial para cualquier camino humanitario o por la paz.

Las deficiencias de nuestra democracia nunca se han superado por las armas, sólo se han profundizado con ellas. La resistencia democrática que hacemos millones de colombianos es contra el uso combinado de violencia, narcotráfico y corrupción para tomarse el poder político o mantenerse en él. La mayoría no justificamos esas prácticas ni aspiramos a que un ejército de criminales "justicieros" saque al anterior. Aspiramos a que la ley, la justicia y la acción política y ciudadana desarmada y desnarcotizada nos liberen de justicieros de todo pelambre.

Tiene razón 'Cano' cuando recuerda que la guerra sólo se humaniza cuando se acaba. Acabar a las Farc es la justificación de la guerra. Acabar la justificación de la guerra es el único aporte que están en capacidad de hacer las Farc. La guerra es el principal obstáculo para la prevalencia de la democracia, los derechos humanos, la justicia y la equidad en Colombia. Aun el narcotráfico podría tener un manejo distinto sin las Farc de por medio. No hay mayor revolución social y política en Colombia que acabar la guerra. Semejante aporte es el que pueden posibilitar las Farc si se deciden honestamente por la paz.

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