sábado, 31 de enero de 2009

Manos por la paz

Por: Jaime Jaramillo Panesso
Manos en el fuego

Cuando Liduine Zumpolle vino a Colombia hacia 1996, representando a la ong Pax Christi con asiento en su país, Holanda, traía la carga formativa en la escuela izquierdo-cristianoide de los atormentados europeos por su visión compasiva con nosotros, pobres tercermundistas que viven bajo las garras dictatoriales de un estado cuyos enemigos armados tienen toda la razón.

Pax Christi, pues, era parte de esas brigadas redentoristas europeas que aún subsisten y persisten en labores misioneras. En este caso nada mejor que apoyar a la diócesis de Apartadó que tanto ha trabajado por los sufridos habitantes de la zona, lo cual es preciso reconocer desde los tiempos de los obispos Isaías Duarte Cancino, Duque y García, este último habiendo alcanzado a participar en la desmovilización de las autodefensas y el primero iniciador de los procesos de acercamiento al ELN y a las AUC, para luego morir asesinado por las Farc en Cali. Monseñor Duarte fue el primer Presidente de la Comisión Facilitadora de Paz de Antioquia, en 1995.

Liduine Zumpolle recorrió el bajo Atrato y el Urabá chocoano y antioqueño para obtener información in situ sobre los efectos del conflicto armado en una región donde otrora la UP, con el apoyo de las Farc, obtuvo el triunfo electoral en siete de las diez alcaldías, desalojando a los partidos tradicionales. Aún está por establecer, públicamente, los muertos y desaparecidos liberales y conservadores que costó la operación Urabá por parte de las guerrillas, en las décadas 70 y 80 del siglo anterior. Y luego, en los años 90, con los desmovilizados del EPL, convertidos en “esperanzados”, cuántos de ellos murieron a manos de las Farc, la mayoría sindicalistas, para efectos de retaliación por su ingreso a la paz y a la democracia. Se calcula en ochocientos el genocidio. Pero no parece tener dolientes este crimen mayúsculo ni reclamantes organizados. En este escenario, probablemente desconocido para Zumpolle, llegó la ong holandesa con la mejor buena fe a redimirnos.

Hoy, Liduine Zampolle trabaja en Colombia con una organización social de internos carcelarios, Manos por la Paz, que agrupa a ex guerrilleros y ex autodefensas en disposición de reconciliarse entre ellos y a dar testimonio de sus actos como parte de una verdad que el país desconoce. Manos por la Paz nace desde las cárceles colombianas con hombres y mujeres que no están dispuestos a volver a tomar las armas. Se equivocan los jefes guerrilleros que aún persisten en hablar de canje. La mayoría de los nombres en sus listas de “prisioneros de guerra” capturados por el Estado, ya no son militantes. Por eso las cartas que se publican de los renuentes no tienen firmas. En cambio los afiliados a Manos por la Paz dan cara a la opinión pública y están colaborando con las autoridades y la Fiscalía.
Es justo, Señor Presidente Uribe y Señores Congresistas, que una nueva ley complemente a Ley de Justicia y Paz para incluir a los guerrilleros presos que quieren hacer parte de la sociedad pacífica con el apoyo de una holandesa que aprendió la lección: una cosa es la Colombia atormentada por la violencia de los ilegales armados y alienados por las Farc, la cocaína y el secuestro. Y otra es la Colombia de los ciudadanos que construyen patria y democracia.

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