miércoles, 7 de enero de 2009

El claroscuro de las liberaciones.

Por: Alfredo Rangel.

Revista Semana, Bogota
27 de diciembre de 2008
La liberación unilateral de seis secuestrados anunciada por las Farc va a estar en el centro de la agenda noticiosa del comienzo del nuevo año. Pero, más que motivada por razones humanitarias, que para ese grupo guerrillero jamás han contado, esa liberación hay que entenderla como una carta que se juega la nueva cúpula insurgente para tratar de recuperar, al menos en parte, el espacio político que ha perdido durante los últimos años.
No obstante, fieles a su tradición y a su estilo, esa oferta ha venido acompañada de destempladas apreciaciones discursivas y de hechos que contradicen sus supuestas intenciones de paz. Entre estos últimos hay que contar el secuestro masivo de un grupo de campesinos en una población de Meta, tan solo pocas horas después de que se diera a conocer a la opinión pública nacional su decisión de liberar a seis de sus plagiados.
Por la vía de los hechos, esta es una respuesta clara a quienes les han pedido a las Farc que cesen el secuestro. La infeliz coincidencia también demuestra los graves problemas de comunicación y coordinación interna que sufre este grupo guerrillero.
En efecto, habría sido de esperar que al menos durante estas semanas en que la opinión va a estar en vilo por la liberación de un puñado de secuestrados, las Farc hubiesen impartido a sus frentes la orden de no realizar secuestros masivos.
Por lo menos para guardar las apariencias, no desviar la atención mediática por las liberaciones y no hacer evidentes sus flagrantes contradicciones políticas. Pero no. En una clara muestra de descoordinación e incomunicación, uno de sus frentes realizó ese secuestro masivo, luego de que esa guerrilla durante más de un año no realizara este tipo de secuestros, debido al arrinconamiento militar en que la mantiene el Estado. De otra parte, a pesar del relevo en el mando, forzado por los golpes del Estado al Secretariado de las Farc, su discurso y su apreciación general de la situación parece que no hubieran cambiado mucho.
Sólo la dinámica política futura lo demostrará con precisión, pero, de momento, parece seguir existiendo una disonancia cognitiva entre la forma como los líderes de las Farc entienden la situación del conflicto, y el estado real del mismo, luego de los cambios sustanciales en su dinámica y en la relación de fuerzas entre las partes contendientes: un cambio que se ha dado de manera clara, definitiva e irreversible en favor del Estado y en contra de los grupos irregulares, en especial de las Farc.
El producto de esa disonancia son sus pretensiones irreales. Sólo un ejemplo. En su comunicación de hace sólo dos semanas, el Secretariado de las Farc insiste en que el Congreso Nacional apruebe una ley permanente para realizar canjes de secuestrados por guerrilleros presos. A estas alturas, estando las Farc arrinconadas y aisladas política y militarmente, y luego del repudio masivo, nacional e internacional, del secuestro como un acto terrorista y bárbaro, esa propuesta sólo puede ser calificada como un disparate supino.
Esto para no hablar de la abultada agenda -de hecho, todos los temas nacionales- que proponen las Farc para realizar conversaciones de paz entre la guerrilla y las organizaciones sociales, a espaldas del gobierno legítimo de los colombianos, lo cual empieza a estar muy cerca de la tontería política. El colmo de las ironías es que, ante las posturas insensatas de la nueva cúpula de las Farc, muchos vamos a empezar a echar de menos a Manuel Marulanda, quien al menos tenía muy claro que los diálogos y los acuerdos de paz se hacen con el Estado y con sus voceros autorizados.
Nos alegra la liberación de cualquier secuestrado. Pero nada tenemos que agradecerles a las Farc, que han privado de la libertad durante tanto tiempo y de manera tan inhumana a tanta gente. Y preocupa la irrealidad y la exageración de las pretensiones de un grupo guerrillero tan debilitado, porque le resta posibilidades de éxito a lo que pudiera ser un diálogo de paz potencialmente productivo con el Estado en el próximo futuro.

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