lunes, 2 de febrero de 2009

De sismos, terremotos y capas tectónicas.

Por: Jaime Restrepo Vásquez.

La tierra política no deja de temblar e incluso los sismógrafos dan señales de inminentes terremotos en la franja izquierda del territorio.

En ese sector, la placa tectónica Petro amenaza con chocar con la placa Robledo-Gaviria-Borja. Ambas placas son grandes y el choque podría generar un terremoto de enormes repercusiones. Básicamente la placa Petro se mueve en un sector confuso, en el que no se sabe exactamente para qué lado se desplaza o si está haciendo algunos movimientos engañosos para ganar el peso y la energía que le permita salir bien librada del choque.

Aunque algunos lo han olvidado, la placa Petro tiene antecedentes muy graves de participar en violentos terremotos y ocasionar avalanchas y erupciones volcánicas incendiarias que destruyeron los cimientos judiciales colombianos.

La otra placa, la de Robledo, Gaviria y Borja entre otros, tiene en su superficie la presencia constante de avalanchas violentas, erupciones volcánicas contra gente inerme, movimientos telúricos que han dejado encerradas a miles de personas y la muerte de todo lo que se atraviese u oponga a esos “fenómenos” nada naturales. Esta placa tectónica tiene una particular retroalimentación entre el caos exterior y los movimientos ocultos que realiza para destruir la tierra democrática. Aunque algunos lo quieran negar, y otros sencillamente no lo vean, los eventos de la superficie están coordinados con esta placa tectónica.

La situación ha llegado a tal punto que ambas placas colisionarán muy pronto y, según los geólogos de la política, podrían destruirse quedando solo algunos vestigios de lo que pretendieron ser.

No obstante, todo parece indicar que el magma de una alta proporción de eventos sísmicos se llama Ernesto Samper, catalogado por los expertos como uno de los peores fenómenos telúricos de los últimos tiempos. Ese magma está moviendo, desde hace varios años, todas las placas tectónicas de la geografía política nacional, para acomodarlas a su conveniencia.

Por un lado, el magma Samper tiene fumarolas mediáticas bien ubicadas, que lanzan poderosas emisiones semanales (con fuerte olor a azufre) con las cuales hace presumir que se avecinan catástrofes por los movimientos de la tierra democrática. De esas fumarolas, las que más humo y cenizas lanzan son la María Jimena Duzán, la Felipe Zuleta Lleras, la Alfredo Molano y la Ramiro Bejarano, todas ellas con fuertes vínculos telúrico-laborales (clientela política) con el magma Samper.

Pero también posee una capa tectónica que intenta hacer estragos en diferentes zonas. Se trata de la Piedad Córdoba, que en épocas pasadas sirvió para defender al magma en una situación relacionada con 8.000 sismos registrados antes de que el magma asumiera el control de estas tierras. Ahora la capa Piedad atiende juiciosa las instrucciones del magma Samper, en un contubernio que expele siempre un fuerte olor a podredumbre y cuyo objetivo es destruir la tierra democrática.

Otra capa que se desliza sin poderse acomodar en ninguna parte es la Germán Vargas Lleras. Esta capa, intentando asir más poder, se está quedando sin energía y se dice que cualquier choque podría destruirla en su totalidad.

Mientras todo esto ocurre, la ingeniería democrática enfrenta los retos y trata de cimentar mejor cada construcción con mayor seguridad y materiales novedosos que buscan generar confianza. Aunque los ingenieros no se ponen de acuerdo todavía en los detalles, lo cierto es que se avanza rápidamente en las medidas que contrarresten la amenaza que implican los movimientos del magma y de las capas tectónicas.

Para esto los ingenieros democráticos han comenzado un proceso de depuración de materiales que no sean considerados duraderos, seguros y firmes para superar los eventos sísmicos. Así mismo están creando una nueva estructura capaz de enfrentar con éxito al magma y a sus capas, dejando prácticamente como inocuos los sismos, terremotos y hasta las fumarolas que lanzan falsas alarmas o se convierten en una amenaza contra la estabilidad de la tierra democrática.

Todo esto puede parecer una mala analogía o a lo sumo un esfuerzo infantil por comparar los movimientos de la política colombiana con fenómenos naturales de la tierra. Sin embargo, pronto veremos terremotos y sismos muy fuertes que destruirán muchos edificios y hasta castillos elaborados con promesas de paraísos futuros. La recomendación, como en todo evento sísmico, es mantener la calma y no pararse bajo los dinteles de las puertas, pues el peligro ahí es enorme y se puede perder hasta la cabeza.

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