domingo, 21 de septiembre de 2008

La carambola Chávez – Piedad – Petro

Por Jaime Restrepo Vásquez.

No causa ninguna sorpresa la decisión de Hugo Chávez de expulsar al director de Human Rights Watch de territorio venezolano. El informe de esa ONG deja en evidencia, entre otras situaciones críticas, el totalitarismo impuesto por el gobernante vecino en todos los aspectos del Estado.

Cuando HRW indica que “después de 2002, Hugo Chávez es un gobernante de facto”, en la práctica está afirmando que las instituciones chavistas, que se apoderaron del Estado, no pueden siquiera considerarse como un remedo de democracia.

La declaración de HRW no pudo llegar en un peor momento para Hugo Chávez. De hecho, el gobierno venezolano enfrenta serias dificultades internas para mantener el poder en las próximas elecciones regionales, la inflación y la violencia siguen disparadas y son cada vez más las voces que se levantan en contra del gobierno chavista. A lo anterior hay que añadir la inestabilidad de los precios internacionales del petróleo, lo que golpea de alguna manera la chequera del socialismo del siglo XXI.

Afuera las cosas tampoco pintan bien: El canciller Nicolás Maduro, como bombero en apuros, tuvo que salir a apagar el incendio después de los graves cuestionamientos del canciller chileno al intento de Chávez de meter a los participantes de UNASUR en una caduca visión “antiimperialista”. A esto se suma la crisis que enfrenta el peón del chavismo Evo Morales y los movimientos de los altos mandos militares para notificarle a Caracas que no permitirán que meta sus narices en los asuntos internos de Bolivia.

Como si fuera poco, las crecientes tensiones con Estados Unidos muestran que Washington ha decidido enfrentar a Chávez e impedir que avance en su política expansionista que promete paraísos futuros que se convertirán, que no quepa duda, en infiernos de miseria, violencia y desesperación.

Para completar, algunos líderes opositores paraguayos le han solicitado al actual gobierno de ese país, amigo de Chávez entre otras cosas, que presente una reclamación formal por las declaraciones del mandatario venezolano sobre el general Lino Oviedo y un supuesto complot para derrocar al nuevo presidente paraguayo, el cura Lugo.

Mientras tanto siguen flotando en el ambiente los vínculos de Chávez con las Farc, confirmados en los computadores de ‘Raúl Reyes’. Las palabras del fiscal de la Corte Penal Internacional y la solicitud de información sobre las investigaciones que se deberían estar desarrollando en Venezuela, son elementos inquietantes que deben tener desvelado al vecino.

Todo lo anterior es la sumatoria de errores, de visiones políticas equivocadas, de vanidades de un caudillo mediocre que sembró las peores semillas y hoy recoge sus frutos. Ya no son solamente un puñado de venezolanos los que se atreven a contradecir al dictador, sino que se está observando una reacción interna y externa para confrontar al socialismo del siglo XXI que es solo castrismo disfrazado con palabras almibaradas que únicamente suscitan sospecha y rechazo en muchos sectores internacionales.

No será la última condena que reciba el régimen chavista. José Miguel Vivanco tampoco será el último expulsado de Venezuela. Pero esta decisión sí le generará muchos más problemas en Estados Unidos, pues expulsar a un defensor de derechos humanos -respetado por los auspiciantes del partido demócrata- y en plena época electoral, obligará a ambos candidatos a la presidencia de los Estados Unidos a coincidir en lo peligroso que resulta el avance del régimen chavista para la región y para la seguridad nacional de ese país.

Chávez firmó desde ya un enfrentamiento con los demócratas, lo que unido a la visión que están impulsando los republicanos desde la Casa Blanca, se puede traducir en que gane quien gane la presidencia estadounidense, para Chávez será perder con cara y no ganar con sello.

Pero ojo: es el momento para la diplomacia colombiana. No se puede desaprovechar semejante coyuntura para señalar a los amigos de Chávez en nuestro país. Piedad Córdoba, por ejemplo, debe ser mostrada como lo que es: una aliada de ese gobierno de facto –como lo calificó HRW- que además mantiene enarboladas las banderas para defender a las Farc. Y Gustavo Petro, el gran amigo de Chávez, también debe ser señalado ante aquellas organizaciones estadounidenses que tanto dicen interesarse por nuestro país.

La acción se hace urgente, pues la débil situación de Chávez sirve para mostrar la manipulación, la propaganda y la desinformación que impulsan los áulicos chavistas para avanzar en la embestida totalitaria, tratando de triturar a todo aquel que se interponga en su camino.

Además, resulta fundamental dejar en evidencia a los falsos demócratas que son muy cercanos y siguen las instrucciones de un gobernante de facto, para enlodar al mayor obstáculo del proyecto totalitario en América Latina.

Chávez ha entregado a sus sirvientes, los ha cubierto con un enorme manto de dudas y ha dejado al descubierto lo cuestionables que pueden ser las acciones y declaraciones de sus amigos colombianos. De igual forma, los equívocos del gobierno de Caracas proporcionan argumentos para golpear la credibilidad de los testimonios que los colombianos adscritos a la mafia chavista han esparcido en Estados Unidos.

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