lunes, 29 de septiembre de 2008

¿Y quién les pide que cedan?

Por: Jaime Restrepo Vásquez.

El cinismo de las FARC es una muestra irrefutable de sus intenciones y, sobre todo, de su desprecio por algo o alguien diferente a ellos mismos.

Hace algún tiempo el grupo terrorista publicó una carta dirigida al profesor Gustavo Moncayo, y por ahí derecho a todos los familiares de los secuestrados políticos, para profundizar la coacción: presionen al Gobierno y al Estado para que cumpla nuestras exigencias.

Desde la primera línea ya la ofensa es enorme: “nuestro saludo respetuoso...”Decirle al padre de un secuestrado que ellos, los terroristas, lo saludan respetuosamente suena a una vulgar burla de seres (¿humanos?) sin ningún escrúpulo.

Lo que si llama la atención es que para las FARC causa admiración la empresa de Moncayo, seguramente porque perciben que con la marcha capitalizaron políticamente a muchos colombianos. Respeto y admiración son dos palabras que son una ofensa común en los escritos de los miserables terroristas.

Lo peor es que mientras las FARC mantienen secuestrados a centenares de colombianos, resulta que para ellos SOLO el Presidente es “zahiriente (sic) con su esfuerzo, con su amor de padre y con esas manifestaciones de solidaridad desatadas a su paso por los pueblos y en su entrada a Bogotá”. Resulta difícil calificar tamaña muestra de cinismo cuando son ellos los delincuentes, ellos los secuestradores y ellos los que tienen en vilo a miles de colombianos que padecen el vía crucis de tener un familiar secuestrado.

De igual forma, las FARC demuestran en la carta que con la marcha intentaron desviar la atención del país hacia el intercambio humanitario, pasando por alto el asunto sustantivo que es el secuestro y, por supuesto, los secuestradores.

Dicen los terroristas: “Es increíble que Uribe se niegue a despejar temporalmente un territorio para que las partes acuerden el intercambio humanitario interponiendo consideraciones que al final no tienen sentido, porque en nada empeorará la marcha de las instituciones.”

Falso. Si bien Uribe mantiene firme su postura de no despejar un territorio para desahogar las decenas de toneladas de droga que están acumuladas al sur del país, en espera de ser intercambiada por armas para ASESINAR Y SECUESTRAR A MÁS COLOMBIANOS, lo cierto es que la decisión presidencial tienen tanto sentido que ellos intentan descalificarla asegurando que no empeorará la marcha de las instituciones. Sin embargo olvidan mencionar que sin el despeje, la única institución que ellos adoran (el “ejército del pueblo”) si se ve seriamente perjudicada y día a día empeora su marcha.

No obstante la carta deja ver la desesperación de las FARC por la negativa del despeje, al punto de pedir a gritos que el “pueblo” se una a lo que ellos denominan “la batalla por el canje”. Básicamente los terroristas imaginaron que con la acción de Moncayo, la ciudadanía llenaría “permanentemente la Plaza de Bolívar reclamando despeje para el intercambio, solución política del conflicto, fin a la Seguridad Democrática” etc.

Pero solo unos días después, la acción de Moncayo se diluyó y las turbas enardecidas que imaginaban las FARC en la Plaza de Bolívar dieron paso a las inquilinas permanentes del escenario: las miles de palomas que ni Rubiano Sáenz, ni las alambradas eléctricas, ni las trampas inhumanas han podido erradicar.

Uno de los asuntos que más llama la atención de la carta es la incongruencia absoluta de las FARC, que solo les alcanza para dejar en evidencia la oportunista falta de memoria. Las FARC se quejaron al principio del gobierno Uribe porque el Presidente quería enlazar el tema de los secuestrados con una negociación de paz. Pero ¡oh sorpresa! Ahora las FARC quieren vincular un asunto con otro, como lo reconocen en el comunicado: “los tres meses indicados por el Presidente Uribe sólo alcanzarían para los primeros intercambios de opiniones entre las partes contendientes, porque una confrontación de 43 años por la superación de los problemas políticos, económicos, sociales, culturales, ambientales y de soberanía del país, sólo se podría resolver si el gobierno derrota a la insurgencia o la guerrilla al gobierno”.

En teoría, tres meses serían insuficientes para una negociación, sobre todo con una de las partes (las FARC) que utilizan ese espacio para tomar oxígeno y dilatan esos diálogos para no llegar a ninguna parte, pues es bien conocida la doctrina Jojoy en la que señala que lo único que les sirve es la toma del poder.

Así, lo que se podría plantear en una negociación con los terroristas es la manera de entregarles el país, los mecanismos para obedecer sus imposiciones de manera sumisa y nada más. Evidentemente eso demoraría mucho tiempo, pero ¿acordar el lugar, la fecha y la hora para la entrega de unos secuestrados necesita más de cinco minutos? Con voluntad, yendo al extremo del ministro del Interior que habló de acuerdo por correo electrónico, el asunto se ve muy fácil, pero a las FARC solo les interesa doblegar al país y al Estado para someternos a su voluntad, sin importarles en lo más mínimo ni el dolor de las familias ni la vida de los secuestrados.

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