martes, 2 de septiembre de 2008

Técnicas de complot de estado

Por: Jaime Jaramillo Panesso
Manos en el fuego

El escritor italiano, Curzio Malaparte, escribió en 1931, un libro muy famoso, Técnicas de Golpe de Estado, relacionado con la metodología política fascista de Benito Mussolini.
El golpe de estado es una forma de llegar al poder usando enfrentamientos, contradicciones, despliegues partidistas y movilizando las fuerzas armadas para su cometido. El golpe se caracteriza por la silenciosa conspiración de individuos que decididos a tomarse el poder, diseñan el desprestigio de los gobernantes, organizan el aparato político-militar de los conjurados, la hora y el día de la irrupción violenta o la construcción de jugadas políticas certeras que conduzcan a la caída del gobierno.
Quizás el libro por excelencia sobre golpes políticos es Los Idus de Marzo, del escrito Thorton Wilder, donde se narra la conjura mortal contra Julio César en la República Romana.

Ejemplos de golpe de estado son los ocurridos en Argentina, Chile y Uruguay cuando en aplicación de la tesis de la “seguridad nacional” (distinta y opuesta a la tesis de la “seguridad democrática”), los mandos de las Fuerzas Armadas alegaron el peligro de las guerrillas urbanas o de gobiernos izquierdistas.

Dado que con el correr de los tiempos democráticos, los golpes de estado de viejo cuño son muy escasos y desprestigiados, los enemigos de un gobierno legítimo utilizan otros sistemas sofisticados para socavar el régimen, dentro de las reglas de un juego donde se combinan “todas las formas de lucha”. Es el caso de Colombia. Aquí existe una oposición armada (Farc, Eln), una oposición legal (el Polo Democrático, el Partido Liberal y el Partido Comunista) y una especie de logia secreta que, dentro de las instituciones, mueve fichas y crea hechos escandalosos, cuyos efectos minan la gobernabilidad y la confianza públicas.

Desde los primeros meses del segundo mandato del actual Presidente de la República, los conjurados se dieron a la tarea de minar su prestigio personal atacando con chismes sobre la familia presidencial. La escatología bogotana diseminó en los clubes de señoritos y dandys excluidos de la nómina diplomática y de las suspendidas parrandas en el Palacio de Nariño, calumnias como las siguientes: el Presidente Uribe es un personaje sin clase social, montañero, que no conoce las normas del buen gusto.
Es un paisa advenedizo.- El Presidente Uribe le pega a su mujer Lina por que está enamorado de la Ministra de Relaciones Exteriores.- El Presidente Uribe expulsó de la Casa de Nariño, en sus instalaciones privadas y familiares, a uno de sus hijos porque es gay. Tal hecho lo enfrentó a Lina y ella se fue de palacio a vivir independiente.- El Presidente Uribe está encoñado de la Directora de Planeación Nacional, pero como él sufre una enfermedad venérea incurable, ella lo ha despreciado. Por ese desprecio el Presidente es tan obsesivo en trabajar para sepultar su amor en el olvido.

Tales mendacidades de la parroquia capitalina, utilizadas por el tradicional resentimiento, entre otros del autor de la novela “Los Elegidos”, con eco en algunos congresistas de ambos sexos y ambidiestros, no tuvieron efecto en la opinión ni en el carácter y fortaleza presidencial.
Entonces entraron a aplicar el plan B que se compone de varios frentes con fuego graneado: utilizar el poder judicial para armarle al Presidente un expediente penal relacionado con el paramilitarismo, desmantelar los partidos uribistas con procedimientos judiciales, ciertamente con capturas justificadas unas y otras con simples indicios, para obtener una imagen global negativa. Buscar declaraciones de procesados por paramilitarismo que comprometan directa o indirectamente al Jefe de Estado.
Se complementa el plan con los ataques judiciales a algunos ministros y colaboradores del ejecutivo con las “loables y desinteresadas denuncias” de una delincuente que pasó del servicio doméstico a congresista, por la gracia de Dios. Y se enriqueció por la misma gracia. Queda así dibujado el diseño de una nueva técnica de golpe de estado, cuyos autores en la sombra de la democracia, algún día reclamarán derechos de autor, como Curzio Malaparte.

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