sábado, 13 de septiembre de 2008

Uribe y el caballito de Troya

Por: Alejandro Osorio V.

Tras la liberación de algunos de los secuestrados en manos de las FARC y el rescate de otros por parte de la Fuerza Pública, se han escuchado propuestas para postular a distintas personalidades al Premio Nobel de la Paz y al Premio Príncipe de Asturias.
Sin demeritar a nadie, creo que quienes verdaderamente se merecen estos galardones son los soldados que arriesgaron su vida y participaron en la Operación Jaque, ejemplo de estrategia e inteligencia en la historia militar de la humanidad, sólo equiparable al asalto de Troya.
Curiosamente, el caballo de madera mandado a construir por Ulises, tenía una leyenda grabada que decía: "Con la agradecida esperanza de un retorno seguro a sus casas después de una ausencia de nueve años, los griegos dedican esta ofrenda a Atenea".
Nuestros secuestrados, que llevaban en la selva entre 6 y 10 años, recibieron también con la esperanza de obtener la libertad la llegada del "caballo volador" de color blanco, que al igual que el de madera, llevaba en su interior un grupo de los más selectos soldados que, en este caso, sin atacar a nadie, coronaron su misión garantizando el retorno seguro de nuestros compatriotas a sus casas. Un acto de heroísmo como éste es el que merece premios y reconocimientos y no los shows mediáticos televisivos y las autoproclamaciones de presuntos mediadores.

La Fuerza Pública colombiana se ha lucido en estos 6 años, capacitándose en Derechos Humanos, Derecho Internacional Humanitario, estrategia militar, inteligencia e integración con la ciudadanía. Hasta las mujeres tienen demandada la norma que les prohíbe ser soldados regulares y exigen la posibilidad de prestar su servicio militar. Ojalá avancemos en esa dirección y que las colombianas puedan permear todos los rangos de la milicia, hasta llegar incluso al grado de generalas.

La Corte Penal Internacional y todas las ONG del mundo pueden venir a Colombia a mirar con lupa las actuaciones de nuestras fuerzas armadas y la implementación de la Política de Seguridad Democrática. Sólo encontrarán buena fe y unos pocos errores, pero errar es de humanos.

También considero digna de reconocimiento la labor del presidente Álvaro Uribe a lo largo de estos 6 años en su esfuerzo de cada día por lograr la desmovilización y reintegración a la vida civil de las Autodefensas y la pacificación del país. Rara vez Colombia agradece a los líderes que han dejado huella en su historia y, generalmente, les hace homenajes post mortem, con estatuas y coronas de laurel.
Una buena forma de agradecerle a Uribe su trabajo y sus trasnochos sería otorgándole el Premio Nobel de la Paz por ese compromiso inquebrantable con la seguridad de sus conciudadanos y por su interés en promover el debate fraterno de las ideas, como presupuesto para construir democracia.

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