domingo, 8 de febrero de 2009

¿Cuál prisionero de guerra?


Por: Salud Hernández-Mora
El Tiempo
Febrero 8 de 2009

Cada vez que escucho que los oficiales y suboficiales secuestrados por las Farc son prisioneros de guerra me hierve la sangre. Es tanto como justificar el cautiverio atroz, inhumano, hasta por periodos superiores a los 10 años -verdaderos récords mundiales de barbarie-, de un puñado de hombres buenos.

Como ya regresaron todos los políticos -que no los civiles, porque de esos aún quedan cientos-, hay quienes claman, desde sectores diversos, que lo que resta del grupo del "canje" son "prisioneros de guerra" y apelan al DIH para justificarlo. No rehenes, no cautivos. Prisioneros de guerra tomados en combate de forma legítima.

Para no bajar la discusión al terreno de las vísceras, consulté escritos y leí un librito editado por el Comité Internacional de la Cruz Roja. El título: Derecho Internacional Humanitario aplicable en Colombia.

Ni una sola vez aparecen las fastidiosas palabras. Sencillamente, "prisionero de guerra" no existe en ese documento. Se refieren, eso sí, a "personas privadas de libertad por motivos relacionados con el conflicto armado". Les adjudican unos derechos que, como sabemos, las Farc desprecian, pero ellos siempre dijeron que no están obligados por norma alguna. Por tanto, solo se aplicaría al Estado y al trato que dispensa a los guerrilleros presos. Repasando todos los artículos, se puede decir que el sistema carcelario colombiano, que dista mucho de ser perfecto, los cumple en lo fundamental.

A veces olvidamos, además, que buena parte de los internos 'farianos' están tras las rejas por atentado, secuestro y homicidio de civiles, extorsión o narcotráfico. Y no los agarraron en combate, sino en un descuido, cuando se encontraban en una ciudad. Tampoco los encerraron varios años porque sí. Fueron a juicio y un juez les impuso la condena; muchos salen libres en poco tiempo. Si fuesen prisioneros de guerra, permanecerían en manos del enemigo hasta concretar un canje o firmar el fin del conflicto. Y cabe anotar que para la Unión Europea son terroristas; en absoluto, combatientes.

En ocasiones se invoca el ejemplo de la guerra entre Palestina e Israel, aunque haya enormes diferencias. Una es que son dos Estados; otra, muy significativa para nosotros, es que cuando acuerdan entregar 200 presos palestinos a cambio de tres soldados israelíes, no se sientan a discutir si los niños árabes están desnutridos o sus mamás son analfabetas. Intercambian listados, regatean las cifras, exigen nombres y cierran el pacto. En silencio, sin cámaras. Doscientos por tres. Perfecto.

Nuestros 23 oficiales y suboficiales, el dolor de sus familias, su angustia por tantos años, valen 300 guerrilleros o más, aunque las consecuencias a medio plazo sean nefastas. Pero el problema no es ese, sino el que expresó Sigifredo López: lo de ellos no fue un intercambio humanitario sino político. Si las Farc solo quisieran a sus hombres, elaborarían una lista y la negociarían sin más. Pero sus presos carecen de importancia para ellos; buscan recobrar fuerzas, ganar oxígeno. Si incluyen a 'Simón Trinidad' y a 'Sonia' no es porque las preocupe su suerte, sino porque su libertad es un imposible con el que jugar.

Aun así, y aunque ni unos ni otros sean "prisioneros de guerra", el acuerdo es necesario para que los secuestrados vuelvan. Pero alcanzarlo no exige colocar al mismo nivel a unos hombres que defienden el Estado de Derecho con quienes siembran el terror. Unos, insisto, son secuestrados, tratados como basura, y otros, presos con derechos.

Piedad Córdoba ha hecho una gran labor. Sus ideas sobre cómo solucionar el conflicto, al igual que las de Alan Jara, merecen respeto porque en esto nadie tiene la verdad revelada. No hay que ultrajar y menos tachar de cómplices del terrorismo a quienes creen que con las Farc merece la pena hablar. Pero deberían comprender que los uniformados son tan secuestrados, tan rehenes, como los políticos.

1 comentario:

Unknown dijo...

Me gusta su artículo se mantiene neutral en el tono. En especial, mostrando una gran preocupación por el ser humano como tal. Me gustaría que se repensara como estas etiquetas tales como "prisioneros de guerra", "bloque intelectual de las farc", terroristas" o "crimenes de estado" desfiguran la realidad. El lenguaje en la situación de Colombia, con un larga historia de violencia, resulta insuficiente para expresar tal magnitud de barbarie.