domingo, 8 de febrero de 2009

Secuestro

Por: Alejandro Gaviria

agaviria.blogspot.com

Febrero 8 de 2009

 

 

Probablemente la liberación de Sigifredo López puso fin al secuestro político en Colombia. Pero no cierra de manera definitiva uno de los capítulos más ignominiosos de nuestra historia. Entre 1998 y 2003, Colombia experimentó una oleada de secuestros cuyas repercusiones estamos sintiendo todavía. Más de quince mil personas fueron secuestradas en seis años.

Más de doscientas cada mes. Aproximadamente siete todos los días. Muchas de las víctimas fueron colombianos humildes, agricultores, camioneros y estudiantes. Mauricio Rubio y Daniel Vaughan, dos economistas que han estudiado la historia del secuestro en Colombia, muestran que a finales de los años ochenta, durante el apogeo del Cartel de Medellín, Colombia sufrió una primera oleada de secuestros. Pero la segunda oleada no tiene antecedentes.

En Colombia prosperó una verdadera industria del secuestro. Los grupos guerrilleros, los líderes de la industria, se especializaron en el encarcelamiento de los secuestrados. Para la consecución de las víctimas, optaron por una doble estrategia. Tercerizaron en bandas de delincuentes comunes la captura de las víctimas selectivas y concentraron sus recursos en las llamadas (con inocultable resignación) pescas milagrosas. Los retenes ilegales comenzaron en 1998 y tuvieron su auge en 2001. Las capturas masivas de miembros de la Fuerza Pública, que habían comenzado en 1996 con la toma de Las Delicias, tuvieron su pico en 1998 con las tomas de El Billar y Miraflores.

 Las víctimas extorsivas raramente permanecieron secuestradas por más de un año. Las víctimas políticas permanecieron en promedio mucho más tiempo. Algunos soldados ya completan diez años en cautiverio. Los secuestros extorsivos proveían los ingresos de la industria mientras los secuestros políticos servían un fin publicitario y de relaciones públicas. Los secuestrados siguen siendo presentados como víctimas de una fatalidad, como un subproducto inevitable de un conflicto autónomo.

La sociedad reaccionó con resignación rabiosa ante el crecimiento de la industria del secuestro. Las cadenas radiales permitieron una forma extraña (tristemente eficaz) de comunicación unilateral de las familias con las víctimas. Algunas organizaciones no gubernamentales se especializaron en el apoyo a las familias, y les brindaron desde apoyo psicológico hasta entrenamiento en la negociación de secuestros. Con el tiempo, la indignación colectiva produjo una respuesta eficaz de la Fuerza Pública. Hoy en día la industria del secuestrado se encuentra diezmada. Los secuestros han disminuido sustancialmente. Pero los secuestrados son todavía un testimonio aterrador, la cicatriz sangrante de una herida que llevaremos por mucho tiempo.

 El secuestro acabó con las opciones políticas de las guerrillas. Y probablemente cerró la posibilidad de una negociación de fondo con las Farc. El secuestro todavía no es historia. Pero ya podemos decir que marcó para siempre el devenir de la sociedad colombiana.

1 comentario:

reflexionesdeuncolombiano dijo...

El secuestro es un acto de barbarie y las Farc solo juegan con el dolor de las familias colombianas y ahora con los autodenominados Colombianos y Colombianas por la Paz, se están fortaleciendo peligrosamente, convirtiéndose en humanitarios, al liberar a quienes ellos mismos hace 2, 3, 5, 7 y hasta 11 anos secuestraron y apartaron de sus familias. Hoy muchos niños no conocen a sus padres y muchas madres no saben de la suerte de sus hijos, eso no son actos humanitarios, eso es terrorismo.