jueves, 12 de febrero de 2009

La continuidad de Álvaro Uribe

Por  María Dolores Jaramillo *

 Febrero 12 de 2009

En la lectura diaria del periódico se encuentran  un gran número de fobias desmesuradas y odios desmedidos, acumulados y repetidos, que disparan veneno con instrumentos verbales. Las posiciones antiuribistas, tan generales y repetidas en muchos columnistas de El Espectador, también se encuentran, a veces, en algunos intelectuales, periodistas o comentadores de El Tiempo, o de las revistas  Semana o  Cambio. Cuando se analiza con cuidado cada artículo antiuribista se puede  concluir que, salvo las acusaciones de Iván Cepeda o de algunos miembros del Polo, se trata, básicamente,  de  fuertes reacciones emocionales,  de sentimientos de animadversión y hostilidad acumulados  contra la personalidad, la manera de hablar o el estilo de dirigir.

Un distinguido narrador y periodista,  trata, por ejemplo, de aclarar por qué no le gusta el presidente: le cuestiona a Álvaro Uribe, no sin  cierta superficialidad y ligereza, que sea un “capataz”, un “mandamás”, y un “párroco”, su “omnipresencia” y su “obsesión nacional”, las “declaraciones febriles”, que sea un “acudiente” de la patria, su “hiperactividad” presidencial, su “patrioterismo” , su tono y sus maneras, su carácter “enérgico”…..

En este intento de fabricación de un retrato personal, realizado con una cadena de imputaciones  más cercanas en intención al insulto que al análisis, se observan las marcas deformantes de las diferencias personales sobre el estilo y el carácter del gobernante.  Ser un “capataz” no riñe con ser un buen gobernante. Y, todo verdadero líder es un “mandamás”. Tener “carácter”, que fue  un rasgo importante para otras generaciones, hoy   parece desvalorizado.  Una visión parroquial    podría limitar muchas de las relaciones, gestiones y proyectos de un gobierno, pero éste ha comprobado que  tiene una proyección internacional  clara, que se ha manifestado en  el empeño por el intercambio y la inversión extranjera, con la firma de distintos tratados comerciales que  han posicionado a Colombia en los mercados mundiales y permitido la salida de sus productos;  en el trabajo de construcción de una nueva imagen positiva de Colombia en el extranjero; en el ajuste de las denuncias por violación en derechos humanos o derecho internacional humanitario a las peticiones y estándares internacionales; en las negociaciones para dar continuidad al Plan Colombia; en la vinculación de diferentes personalidades de la comunidad internacional como mediadores o acompañantes en la resolución  del secuestro, entre otras actuaciones. La “omnipresencia” y la “obsesión” por construir un mejor país no pueden considerarse  un defecto, sino más bien la respuesta de un estilo personal y de una decisión  continua de acción, prueba del compromiso patrio. Implican perseverancia  y continuidad. La “hiperactividad”, - hasta ahora desconocida en un país de tantos presidentes comodones, buenos vividores,  jugadores de golf y tenis, acostumbrados  a sacarle provecho personal y familiar al cargo, -más que a cumplir con las funciones de servir, resolver,  o mejorar- , debe recibir, sin duda, una reacción más  justa y apropiada. Si el tono o las maneras de un hombre le resultan antipáticas o fastidiosas a alguien, hay sin duda mezquindad y parcialidad al no poder reconocer nada a la labor y a los resultados de un gobierno, que son diferentes del tono, la expresión verbal, las maneras o el estilo personal.   

Otro novelista reconocido trata de hacer un balance más equilibrado de  los errores y aciertos del presidente. Reconoce que no puede dejar de hablar de algún acierto. Pero, como muchos opositores, se queda corto en los aciertos y largo en los errores. Reconoce  que el presidente impuso una nueva forma de gobernar en la que madruga, recorre el país , le pregunta a la gente de manera directa por los problemas, trabaja incansablemente, hasta los fines de semana, e impulsa y promueve un nuevo discurso positivo y optimista a favor del país.. Hasta aquí estamos de nuevo en un asunto de estilo personal, de carácter, y de forma de resolución de los problemas. Pero también, desde luego, y no se dice, de  intensa pasión y profunda convicción en las posibilidades de un mejor  país, de confianza en su gente, de gran compromiso y de una gran responsabilidad frente al cargo presidencial. El novelista le reconoce la sencillez. Al menos alguno de los intelectuales, de la aristocracia intelectual, reconoce que Álvaro Uribe no tiene la prepotencia  aristocrática. Que se aleja de  “las poses seudo-aristocráticas”. Pero en su contra enfila  otras  acusaciones: la intolerancia,  el despotismo, el carácter campeche, el provincianismo, el servilismo con los reyes, las poses extranjerizantes,  el catolicismo radical y sectario,  la ignorancia frente a los escritores latinoamericanos, el apoyo a los paramilitares…

 Veamos más imputaciones: lo “campeche” o “provinciano” son una marca indeleble de quien ha crecido en  el campo, pero no excluyen ni inhabilitan para un alto cargo, ni impiden los éxitos en el mismo. El servilismo es siempre lamentable en cualquier hombre. Con los reyes de España o con el presidente de Estados Unidos. Pero tampoco  borra los éxitos. El catolicismo excesivo y radical puede resultar peligroso para el mantenimiento de las difíciles  conquistas laicas y multireligiosas de un país moderno, y plural en sus creencias.  El monoteísmo obligado limita la convivencia.  La intolerancia y los arrebatos se pueden controlar, amansar y dominar.

Se habla  del peligro del despotismo. Pero no se presentan las pruebas. La imagen parece  corresponder más  a los fantasmas que construye el temor. Porque sólo los subalternos del gobernante podrían exponer con validez esta queja, que no aparece  justificada. Una cosa es tener carácter, visión o prontitud en la resolución de los conflictos, y otra ser un déspota.

Teme otro distinguido novelista  las consecuencias peligrosas del “discurso nacionalista”.  Hace proyecciones imaginadas a partir de sus conocimientos históricos. El “patrioterismo” y el nacionalismo, sin duda, presentan en la historia humana casos de criminales excesos, violencia exacerbada  y absurda irracionalidad.   Antioquia ha educado tradicionalmente en el regionalismo y el nacionalismo.  Sólo escapan, a  veces, a esta marca  inapropiada,  algunos intelectuales vacunados con mejores lecturas. Pero  excesos nacionalistas no se  han observado aún en este gobierno. Algunos signos “patrioteros” sí. Pero aunque pueda parecer afectado, o  cursi, el gesto de colocar la mano sobre el corazón para cantar el himno nacional…es tan solo una observación de gusto y estilo  que no deslegitima los logros del presidente.

No se puede afirmar con justicia – ni de manera directa ni indirecta- que este gobierno “apoye de manera ciega todas las acciones de las Fuerzas Militares”.  Hemos visto el reconocimiento, aunque tardío, de responsabilidades,  el retiro de muchos altos mandos militares y  el cierre de la Brigada XV, por sus compromisos con acciones delictuosas o criminales. Hay, a veces, cierta terquedad, pero no ceguera. Al presidente, como a cualquier hombre, en un primer momento, le cuesta trabajo aceptar los errores en quienes espera que obren bien.

Los errores y defectos del gobierno podrían ser muchos más que los incluidos en los distintos inventarios de los opositores. Por ejemplo,  el cambio de favores- o yidismo- que ha rondado al gobierno, práctica política en la que no se ha diferenciado de sus antecesores. Algunos de los funcionarios que lo acompañan  no han sido los más idóneos, ni los más calificados. Carga el gobierno algunos lastres del caudillismo. Se observa a veces la impulsividad, en búsqueda de la eficiencia. Pero los resultados benéficos objetivamente han sido muchos, y muy importantes para el país. Muchísimos más,  si se escuchan los Consejos comunitarios, se analiza con independencia la página web de la presidencia y se observan los continuos programas y videos de la señal institucional que permiten entender la extensión y magnitud de muchos logros.

 Tenemos que poder situar con claridad dónde están los mayores beneficios de estos seis años de gobierno. Y comprender que ningún logro puede considerarse  permanente ni eterno. Todo lo humano es pasajero, y  los avances en seguridad y tranquilidad, por ejemplo, podrán reversarse con otros gobiernos, con otras condiciones políticas, y algunos apoyos militares y económicos de los gobiernos vecinos,  simpatizantes de las Farc. Pero los colombianos tenemos que poder reconocer y agradecer todo el progreso, y este espacio de tiempo en el que hemos podido vivir  mejor.

El mayor límite  de la visión de algunos  intelectuales, a veces obsesivos y repetitivos, otras veces “furibundos”, es que no logran separar los errores de los logros. Y su balance no es el de estos seis años de gobierno, sino el de la trayectoria política del presidente en su conjunto, y el de su desempeño en otros cargos anteriores. Desconocen que cualquiera de los muchos otros aspirantes presidenciales, incluidos los más inteligentes y cultos del Polo,  también tienen defectos de personalidad, de carácter, de visión, de maneras o de estilo, y cometerían igualmente errores. Y ninguno de los muy buenos aspirantes a la presidencia, de uno u otro bando, es aún mejor que Uribe. Las ventajas de  ÁlvaroUribe son evidentes.

Los resultados de Álvaro Uribe, en estos seis años,  se observan en múltiples campos.  Álvaro Uribe   le ha permitido al país recuperar y aumentar la credibilidad y la confianza  en sus capacidades; lo ha invitado a volver a creer en algunas instituciones y a fortalecer la conciencia y el orgullo sobre la nacionalidad; al enfrentar el secuestro con decisión y valor,  ha ayudado a que el país lo rechace como indigno y espantosamente cruel ,y no lo mire con  la tolerancia tácita que implica  la confusión  de términos entre “retenidos” y “secuestrados”.Ha impulsado una imagen digna de los hombres que defienden su libertad, en contra de la indiferencia; ha hablado de esfuerzo, ha reclamado ética ciudadana, ha obligado a muchos intelectuales, columnistas, y académicos de izquierda a  manifestar  públicamente un cuestionamiento del secuestro; ha sacudido a Colombia y le ha mostrado que podría ser  un país próspero  con trabajo honrado; ha mostrado compromiso y responsabilidad en su desempeño; está  enfrentado los problemas del país, sin ocultarlos, ni engavetarlos; ha tratado de cerrar el capítulo de la parapolítica, que vuelve a reproducirse ; ha modernizado y fortalecido la inteligencia del Estado; ha implementado las fuerzas defensivas, ha tratado de unir a las Fuerzas armadas  y ha recuperado el control del Estado en amplios espacios del territorio nacional; ha invertido en educación para construir equidad social con los programas de ampliación de crédito educativo del Icetex; ha aumentado la cobertura escolar básica y universitaria e impulsado la diversificación en educación técnica, tecnológica y universitaria; reglamentó el control  de las cooperativas y el pago obligatorio de los aportes en seguridad social de sus trabajadores asociados; ha iniciado un proceso de reparación  de víctimas de la violencia y de esfuerzo de reconciliación; logró significativas desmovilizaciones de las AUC , las FARC y el ELN; promovió  el control y la medida en el empleo público y la reducción del sobreempleo en la administración pública nacional, con ahorro significativo en el manejo de los dineros públicos; emprendió la modernización de un número importante de hospitales; impulsó, con la cooperación internacional, un programa de protección para personas con amenazas o en alto riesgo; ha impulsado el trabajo continuo de “familias en acción” con los sectores más pobres; ha ampliado los cupos, profesores y programas del Sena; el país ha aumentado sus redes de acueducto y alcantarillado;  se ha implementado la protección social al adulto mayor; se ha ofrecido apoyo e inversión a microempresas rurales; han diminuido los delitos contra la libertad personal, los delitos contra la vida y la propiedad, los delitos de terrorismo; hay avance en la lucha contra el secuestro; se ha fortalecido el sistema judicial; se ha reducido la deuda pública; se han implementado medidas de protección del patrimonio cultural; y, sin poder hacer en un artículo un inventario completo, se podría destacar, por último, que es un gobierno que informa y “da constantemente cuentas”. Desde su oficina de comunicación,produce informes, videos, páginas, portales  y libros que informan  sobre sus  proyectos públicos, actividades, inversiones y resultados. Los crecientes niveles de transparencia – a pesar de algunos lunares-   son un logro indiscutible de este gobierno.

La  negación  teórica del conflicto,  determinada por intereses jurídico-políticos, no le ha impedido  combatirlo con tenacidad. Las carreteras fluyen, el río Magdalena recupera sus puertos y su actividad fluvial. Las poblaciones aledañas empiezan a revivir.  Si un  destacado columnista,  veterano profesor y decano, afirma que al gobierno le falta visión y un plan de guerra, se esperaría de un profesor con tan amplia preparación, conocimiento y experiencia, tanto académica como militar, que pudiera ayudar a la aspiración de paz de todos los colombianos con propuestas e ideas concretas, y no sólo con críticas.

Ahora, el gobierno tendrá que dirigir sus  fuerzas hacia el completo control de las desapariciones forzadas, las ejecuciones extrajudiciales, los asesinatos selectivos de opositores,  o cualquier forma de crímenes de Estado, para avanzar en el campo donde las Ong, los opositores, los críticos, y las distintas comisiones de Derechos Humanos tienen más reservas. Se necesita establecer una política más clara, más coherente, y más equitativa de sometimiento a la justicia y de otorgamiento de beneficios a los guerrilleros que se desmovilicen. Atender con más prontitud los  múltiples efectos del  constante desplazamiento. Y proyectar una  mayor y pronta inversión social, con aumento en la inclusión al régimen subsidiado de salud, para garantizar progresos más significativos frente al incremento de la pobreza y el crecimiento del desempleo, y poder así proyectar una convivencia más armónica.

El giro  y las readaptaciones políticas que han pedido muchos columnistas, y las modificaciones gubernamentales que se necesitan, se pueden hacer con Álvaro Uribe.   Nos interesa un período adicional consecutivo para poder afirmar su obra de gobierno, y poder combatir la incertidumbre  y la parálisis política generadas por tantas  precandidaturas presidenciales  simultáneas. Por eso, muchos intelectuales y académicos, apoyamos la continuidad de Álvaro Uribe,  y agradecemos al presidente su tenacidad y constancia, su compromiso y capacidad de resolución, su amplio conocimiento e interés por Colombia, y los distintos logros obtenidos en estos seis años,  reconocidos por el Banco Mundial cuando sitúa a Colombia como el país latinoamericano con mayor progreso.


*  Profesora Titular, pensionada Universidad Nacional de Colombia.

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