jueves, 26 de febrero de 2009

Entre la quimioterapia o la eutanasia

Por Luis Eduardo Garzón

El Espectador, Bogotá

Febero 26 de 2009

 

Apreciado doctor Carlos Gaviria. Los aplausos que recibirá hoy, no todos tienen el mismo interés.

 

Será ensordecedor afuera y adentro del recinto, porque los colombianos reconocemos en usted un auténtico adalid ético, en un país cuya moral se mantiene ‘chuzada’. Más de la mitad de los aplausos serán en agradecimiento de quienes han sido indultados por su actitud. Por ejemplo, el de su principal escudero, el senador, que condena y rechaza, contra lo que usted pregona, la Constitución del 91. O como esos otros parlamentarios que hoy le cargan el atril, pero que en su momento lo obligaron a buscar votos de legisladores uribistas para que le fuera posible hacer parte de la Comisión Primera, la constitucional, desconociendo ese bagaje suyo en el campo profesional y académico. Los mismos que lo desacataron votando por el Procurador que representa la negación de los derechos a la personalidad. O de aquellos que han admitido sus múltiples renuncias, que afortunadamente usted mismo se las ha negado aceptar, los cuales  refunfuñarán, pero que a regañadientes palmotearán.

 

Otros aplaudirán estruendosamente pero para mandarme un rabioso chiflido, dado que, siendo alcalde, no cumplí con sus expectativas ni corporativas ni de nómina que tenían de mi gobierno. Si la vida le da la posibilidad de gobernar, verá el costo que tiene hacer predominar el interés general de los ciudadanos sobre el particular. ¡Cuántos amigos se pierden!

 

Otros se sentirán felices porque usted pregona mi supuesto anticomunismo. Con todo y su sabiduría, creo que ese fallo al estilo de Uribe, sin derecho a la defensa, es absolutamente injusto. Si de algo le sirve mi reflexión, aunque ya estoy condenado, quiero decirle que si hay cosas de las que no reniego ni renegaré en mi vida fue mi militancia comunista. De ella aprendí que a democracia restringida se impone trabajar por apertura democrática. Pero además los camaradas de esa época promovieron una línea de acción que contradice su aseveración de que acercarse al centro es acercarse a la derecha. Si eso fuese así, no se hubiesen generado liderazgos como el del conservador Alfredo Vázquez Carrizosa, tanto para enfrentar las arbitrariedades del gobierno de Turbay Ayala como para encabezar la lista de la izquierda en la Asamblea Nacional Constituyente. Hoy desafortunadamente esas tesis no son las que prevalecen.

 

Usted y yo nos tenemos recriminaciones mutuas. Pero no es el momento de airearlas. Lo que importa es que viene.  De continuar la línea autoritaria que gobierna a Colombia, lo que vamos a tener es algo parecido a una enfermedad terminal. Y eso se enfrenta con la quimioterapia, una coalición amplia, o la eutanasia, solos. El segundo es un derecho que reivindicamos ambos cuando él es individual. Cuando es colectivo, más que un suicidio eso se parece a un autogenocidio. Sé, incluso, que antes de las elecciones de delegados al Congreso, esta segunda opción es la adoptada. A hechos cumplidos no quedan sino las constancias llamadas históricas. Y de ahí que por eso opté por no poner mi nombre para delegado. Agradezco su amable invitación. Hoy aplaudiré desde mi casa la coherencia de sus convicciones, así algunas de ellas no las comparta. Sin embargo, espero que en este evento ocurra el milagrito. ¡La expansión política! En esa eventualidad cuente conmigo, ¡pa’las que sea!  

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