lunes, 9 de febrero de 2009

Simulacro y política

Por Darío Ruiz Gómez

El Mundo, Medellín

9 de febrero de 2009

 

Una vez más en la entrega de los liberados por parte de las FARC se ha cumplido lo que un pensador como Baudrillard señaló como algo característico de las sociedad actual, o sea, la sustitución de la Historia –que supone por parte del periodismo una análisis crítico de los hechos- por el suceso, o sea, por una escenificación banal de los hechos. Lo actual es algo sin fondo. Pero también se cumplieron las estrategias del espectáculo paso a paso esta vez con suspenso inclusive, e igualmente, lo que Baudrillard denomina como el simulacro.

 

El tropel de periodistas gritando, la banalidad de las preguntas en las respectivas ruedas de prensa ayudaron a que estos tres elementos de la frivolidad informativa terminaran por quitarle su verdadera dimensión a la tragedia del secuestro. Seguramente si llegara una nueva liberación los telespectadores ante un guion ya reconocido decidirán cambiar de canal.

 

Para un buen periodismo el objetivo de esta información se hubiera dado desde el acontecimiento que desnudó una vez más el cinismo despiadado de las FARC: no anunciar el nombre de los liberados hasta el último momento y dejar que miles de madres y familias se forjaran una expectativa creyendo que los suyos serian liberados. La infame lotería buscó con su suspense tratar de derrotar el ánimo y por supuesto la esperanza de quien llevan más de 11 años esperando el regreso de sus hijos, de familiares secuestrados.

 

Las cámaras debieron buscar el rostro del dolor, de la infinita tristeza de estas familias que expresan, la medida de una tragedia convertida en espectáculo superfluo. Un plano en el cine, decía Godard es un problema ético. Un plano nos acerca a la historia de  madres olvidadas, la sobrevivencia de unos huérfanos, la medida de la verdadera dignidad de quienes responden con callada grandeza a los oprobio de los poderes.

 

En este caso cuando se habla teóricamente del relato, nos encontramos  entonces con la raíz de una degradación del documento, de la tergiversación de la imagen bajo la diferencia entre verdad y propaganda. Banalizar el dolor humano es el objetivo de los totalitarismos. ¿Qué buscaban Lozano Guillèn, Hollman Morris, Jorge Enrique Botero al saltarse los códigos de honor del periodismo? Lograr su objetivo, hacer propaganda para la “revolución bolivariana”.

 

El secuestro constituye un crimen de lesa humanidad y por tanto para la verdadera justicia se convierte en un imposible moral el hablar de un intercambio humanitario mientras se utilize el sufrimiento de los secuestrados como un chantaje político. Ideologizar la vida tal como lo hemos hecho en Colombia es un despropósito que hace imposible la paz.

 

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